29/3/10

Arcos de la Frontera


Municipio de la provincia de Cádiz, en la Comunidad Autónoma de Andalucía (España). Está situado a unos 65 kilómetros de su capital provincial en dirección noreste.


Hay un pueblo en la provincia de Cádiz que es uno de los más bonitos de España: Arcos de la Frontera. Declarado Monumento Histórico Artístico desde 1962, cualquier época del año es buena para visitarlo, pero estas fechas en las que entramos son las más significativas y espectaculares de todas, pues su Semana Santa está declarada de Interés Turístico Nacional.

En Arcos, las angostas calles de su casco histórico son el escenario de las procesiones que reproducen la Pasión y Muerte de Cristo, en las que el dolor se hace patente a la vista de los pasos de las hermandades y cofradías. Y el domingo de Resurrección, para sacralizar el paso de la muerte a la vida, del dolor a la alegría, las gentes de Arcos de la Frontera lo celebran con un rito taurino: el Toro del Aleluya.

¿Hay quien de más?


HISTORIA

Rex Brigus Arcobrigam fundavit, Alphons Sapiens a mauris restauravit”. Es la inscripción latina que aparece en el escudo de Arcos de la Frontera y que hace referencia a que fue Alfonso X el Sabio quien reconquistó de los moros la localidad, que tendría, según cuenta la leyenda, el nombre de “Arcobriga”, al haber sido fundada por el rey Brigo, que sería un nieto de Noé.

Leyenda al fin y al cabo.

En el territorio de Arcos se han hallado vestigios que nos indican la presencia del hombre en tiempos que se remontan al Paleolítico, aún cuando no nos aseguran la existencia de una población permanente.

El origen de su nombre (del latín Arx-Arcis: fortaleza) nos indica que Arcos fue fundada por los romanos, partiendo posiblemente de un asentamiento previo. De aquella época se conservan restos arqueológicos e, igualmente, existen muestras de origen visigodo. Pero su recinto amurallado y la configuración del trazado de su casco histórico provienen de la época de la dominación árabe.

Fue una importante plaza para los Omeyas desde los primeros momentos de la ocupación de la Península y un lugar siempre codiciado en sus propias rebeliones. Hasta el punto que, tras el desmembramiento del Califato, se llegaría a convertir en reino de taifa bajo el dominio del bereber Ben Jazrum. Posteriormente quedaría anexionado al de Sevilla.

En un primer momento, Fernando III el Santo incorporó a Arcos para la causa cristiana y el reino de Castilla a cambio de respetar la permanencia en la ciudad de la población musulmana. Pero, tras una insurrección de esos ciudadanos hostiles a Castilla, fue definitivamente reconquistada en 1264 por el rey Alfonso X el Sabio. Fue entonces cuando se expulsó de la ciudad a la colonia árabe, se repobló con cristianos y pasó a convertirse en baluarte fronterizo al reino nazarí de Granada, de donde proviene su definitivo nombre: “Arcos de la Frontera”.

Juan II, a principios del siglo XV, pone la ciudad en manos de su privado Ruy López Dávalos y posteriormente fue elevada a rango de Condado y entregada a don Pedro Ponce de León en régimen de señorío, situación que perduró hasta el siglo XVIII.

Durante esas centurias, al típico caserío blanco de Arcos se le fueron añadiendo nuevas construcciones, tanto civiles como de orden religioso, que irían dando a la ciudad esos destellos de monumentalidad que la adornan. Una fisonomía que se vio convulsionada por el Terremoto de Lisboa de 1755, al hundirse el muro norte del castillo, que cayó al foso y quedó enterrado, dando origen a la calle Nueva.

A partir de entonces, la ciudad de Arcos se expandió fuera de las murallas, surgiendo tres barrios distintos: el barrio de la Corredera, el barrio de San Francisco y el barrio Bajo.

En el siglo XIX, al margen de los daños que se derivaron en tiempos de la invasión francesa, sería la desamortización de Mendizábal la que provocaría mayores transformaciones en el patrimonio de la localidad.

Finalmente, es en la segunda mitad del siglo XX cuando se produce el mayor crecimiento urbano de Arcos de la Frontera. Por ello, y como medida tanto de protección como de promoción del núcleo original, es cuando en 1962 se la declara Monumento Histórico Artístico.


MONUMENTOS Y ARTE

En Arcos de la Frontera destaca, principalmente, la Basílica de Santa María de la Asunción, que goza de su propia declaración como Monumento Nacional en 1931.


Sus orígenes provienen de un edificio anterior, que fue templo visigótico, que se transformó en tiempos de la invasión musulmana para erigir una mezquita, que se reconvirtió en templo cristiano tras la reconquista de Arcos y que fue base para construir entre los siglos XVI y XVIII el edifico actual.

Consta de tres naves de igual altura que están rematadas en un ábside monumental y siguiendo, para todo ello, un planteamiento bajo estilo gótico.

La monumental fachada principal muestra una gran portada en la que se fusionan el gótico final y un naciente plateresco. La Torre es de planta cuadrada y, aunque inacabada, presenta tres cuerpos: portada, balcón y campanario. Fue trazada en la segunda mitad del siglo XVIII, pues la antigua torre se vio afectada por el Terremoto de Lisboa de 1755.

Una mayor información, tanto del templo como de las obras de arte que se conservan en su interior, podéis obtenerla pulsando el siguiente enlace.


TURISMO

Conjunto Histórico de Arcos de la Frontera.- Acomodado al medio, está ubicado sobre una peña que se levanta sobre la vega del río Guadalete y se conforma en base a un caserío popular de impresionante blancura, entre el que emergen casas solariegas, interesantes iglesias y edificios monumentales, aglutinado todo ello entre una amalgama de calles estrechas y empinadas que crean un sinfín de rincones cruzados por unos arcos muy singulares. Un conjunto urbano que fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1962.

Para conocerlo, y disfrutarlo, es necesario pasear sin prisas por sus calles, hablar con sus gentes y dejarse llevar por la imaginación. Un adelanto de lo que os podéis encontrar aparece en el siguiente enlace.


Naturaleza.- El Paraje Natural conocido como Cola del Embalse de Arcos está situado en el término municipal de Arcos de la Frontera, muy próximo a su núcleo urbano, y ocupa una superficie de 120 hectáreas que se corresponden con el reculaje del embalse del río Guadalete.

Águila Pescadora (Pandion haliaetus) ... Foto: Miguel Lasa


Este espacio natural es una zona de remanso de agua donde surge una vegetación palustre, constituida por carrizo, espadaña y caña común, que es aprovechada por aves acuáticas como área de nidificación e invernada, lo que determinó que en 1989 fuese declarado Paraje Natural.

Como ave sedentaria se encuentra el Calamón; como aves migradoras invernantes se detectan el Ánade Real, el Pato Cuchara, la Focha Común y el Águila Pescadora; y como ave migradora en paso aparece la Cigüeñela. También pueden observarse el Zampullín Chico, el Somormujo Lavanco, la Garcilla Bueyera y otras aves ligadas a este tipo de hábitat. Entre los reptiles se encuentra el Galápago Leproso.

Las especificaciones de la fauna y flora de esta paraje natural las podéis encontrar pulsando el siguiente enlace. Y, entre todas, os recomiendo muy vivamente pulsar el enlace del Águila Pescadora. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de haber elegido para este apartado la espectacular y fabulosa fotografía de Miguel Lasa? La explicación es que la presencia del Águila Pescadora en Cádiz (y en Huelva) es debida a un proyecto para su reintroducción en Andalucía, ya que esta especie estaba extinguida en el territorio peninsular español desde hace unos setenta años. Y la gran noticia: se ha conseguido que dos de las parejas hayan tenido crías. Un hito histórico, pues es la primera vez que se consigue recuperar para nuestra fauna un animal vertebrado.


EL TORO DEL ALELUYA

Cartel del Toro del Aleluya 2010


Según las nociones y las noticias que nos aportó el antropólogo Pedro Maya Álvarez en la revista “Demófilo” (núm. 25 – 1998), el Toro del Aleluya es un ceremonial taurino con el que se celebra la Resurrección de Cristo, un rito de los de paso que solemniza la colectividad arcense para celebrar el tránsito de la Cuaresma a la Pascua, del dolor a la alegría, de la muerte a la vida.

El Toro del Aleluya era un toro de cuerda que en el siglo XIX se corría el Sábado de Gloria. El gremio de zapateros organizaba el festejo, y eran los que recibían a los toros en el puente del Barrio Bajo para conducirlos hasta la Plaza del Cabildo y permitir que todos los mozos de la localidad se enfrentasen a los astados.

Con el estallido de la Guerra Civil se suspendió el festejo, pero fue restaurado en los años de la posguerra. Ahora bien, su recuperación conllevó un cambio en la fecha de celebración, pues del Sábado de Gloria se pasó al Domingo de Resurrección para darle mayor realce o notoriedad; y también se realizó un cambio en el itinerario, pues el Toro del Aleluya se empezó a soltar en la Cuesta de Belén para llegar hasta la calle Bóvedas. Un nuevo recorrido que giraba en torno al centro de la localidad y que en 1954 se amplió a la calle Corredera.

A finales de los años sesenta se observó una nueva evolución: se había logrado la notoriedad buscada y se fue haciendo patente la incorporación de muchos participantes foráneos, forasteros y extranjeros, que acudían al reclamo del Toro del Aleluya, que se convirtió en uno de los espectáculos turísticos más importantes de Arcos de la Frontera. Pero esa fama comenzó a acarrear el peligro que conlleva toda universalización de un rito local: la participación de personas que ignoran las reglas básicas de la tauromaquia popular y la aparición de críticas al festejo por personas y medios ajenos al núcleo de participación original.

Por ello, y ante la paulatina desaparición de otros festejos de características similares en la zona, se tomó la decisión de preservar el Toro del Aleluya realizando nuevos cambios, como fueron la modificación de su naturaleza originaria, pues se suprimió la peá, la cuerda, para no dar lugar a situaciones equívocas entre los participantes poco conocedores del peligro que acarrea un toro, aunque sea ensogado; otro cambio directamente relacionado con el anterior fue el necesario vallado del recorrido; y, por otro lado, se siguieron realizando continuas modificaciones en dicho recorrido hasta, finalmente, eliminar los tramos del recinto monumental que acarreaban una mayor peligrosidad.

Así, el Toro del Aleluya ha ido viendo como se le han ido modificando casi todos sus elementos característicos: su naturaleza, pues de un toro de cuerda ha pasado a ser una suelta de reses; su fecha de celebración, que del Sábado de Gloria se pasó al Domingo de Resurrección; su lugar de celebración, pues se ha sacado del que era su recinto tradicional; y sus participantes, ya que se ha universalizado la participación.

Unos cambios sumamente significativos, pero orientados en un principio a dar mayor realce al festejo y posteriormente a preservar su continuidad. Y se podría decir que ambos fines se han ido cumpliendo, pues en Arcos se sigue cumpliendo el rito del Toro del Aleluya y, además, con un gran poder de convocatoria.

Ahora es responsabilidad de nuestra generación seguir preservándolo. Y debemos hacerlo tratando de que no se produzca otro cambio sustancial: el de su transformación de “rito” a mero “espectáculo”. Con el Toro del Aleluya debemos seguir celebrando el final de la Cuaresma y poner broche a la Semana Santa. Sólo así (y permítaseme la siguiente expresión) nos podremos considerar dignos herederos de la vieja Iberia, que contaba con ritos taurinos para preparar la Cuaresma, como en el caso de Mirobriga, y también para despedirla, como en Arcobriga. ¡Aleluya!


Lagun

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22/3/10

El encierro en el Madrid de los Austrias. Recorrido por la calle de Alcalá.

Corrida de Toros en la Plaza Mayor de Madrid (Museo Municipal, Madrid)


(Nota previa: recomiendo que volváis a leer el primer capítulo de esta serie, pues lo he reeditado para modificar parte del texto, añadir algunos párrafos e incorporar planos del siglo XVII. Podéis hacerlo pulsando sobre esta nota)


Por don Francisco López izquierdo, y su libro “Plazas de toros de Madrid y otros lugares donde se corrieron”, ya conocemos la noticia de que fue el 3 de julio de 1619 cuando se celebró la corrida de inauguración de la Plaza Mayor.

Ahora, a través de otra obra de este mismo investigador, “Los toros en la Plaza Mayor de Madrid. Documentos”, vamos a conocer algunos datos, hechos y anécdotas que tienen relación con los encierros que por entonces se celebraron en Madrid y cuyo tramo final del recorrido era la entrada a la Plaza Mayor.


Aunque la Plaza Mayor no estaba totalmente terminada y su Majestad, el rey Felipe III, se encontraba en Lisboa, se había programado correr toros por primera vez en la plaza nueva el día 1 de julio de 1619 y se llevaron a cabo todos los preparativos.

Así, dos semanas antes se acordó poner en la Puerta de la Vega a un portero, con un salario diario de tres reales, para que ordenase que dejaran en la Cuesta toda la tierra que por allí se sacase y que dos peones allanasen los regueros que se solían formar y adecentasen el barranco para que los toros pudiesen subir más fácilmente.

El día anterior, a las once de la noche, se había conseguido que los toros subieran desde La Tela hasta la Puerta de la Vega, que la cruzaran y que quedaran encerrados en el toril descansadero que se instalaba intramuros. A las ocho de la mañana del día señalado, el primero de julio, se inició la última fase del encierro: la conducción de los toros desde la Puerta de la Vega hasta la Plaza Mayor. Pero los toros se escaparon por la calle de la Amargura, que estaba a la altura de la Puerta de Guadalajara, y finalmente no se pudo celebrar el festejo previsto para aquel día.

Se cuenta que “regocijaron el lugar los toros y no hicieron mal”. Es decir: que los madrileños se lo debieron pasar en grande con los toros del encierro sueltos por la ciudad. Uno de ellos llegó a entrar incluso en la iglesia de San Sebastián.

El festejo se volvió a programar para el día 3. Y el día antes se mandó pregonar que ninguna persona podría salir al encierro, ni a pie ni a caballo.

Ignoro si esa prohibición se dictó por el incidente del día 1, y para tratar de que no se volviera a repetir, o si una orden similar se había dado también previamente a la celebración de aquel primer encierro, pues las autoridades siempre trataban de evitar cualquier tipo de problema que afectase al buen desarrollo del acto. Como ocurrió, por ejemplo, uno años antes.

En 1616 se habían corrido en Madrid “toros de la tierra” y resultaron muy malos, por lo que en 1617 se decidió traerlos de Salamanca. Así, hasta las autoridades municipales llegó el rumor de que los ganaderos postergados tenían intención de salir al encierro para desbaratarlo, y se acordó que el alcalde don Gregorio López de Valenzuela y sus tenientes salieran a caballo al encierro, acompañados de alguaciles, para velar por el buen desarrollo del acto, y también se acordó prohibir que ninguna otra persona saliese al encierro.



Por ello, y porque esa misma orden la veremos repetida en años posteriores, bien pudiera ser que la prohibición de salir al encierro se implantase siempre. Señal inequívoca, por otro lado, de que los madrileños participaban activamente en los encierros, pues sería ilógico pensar que se prohibía algo que nunca sucedía.


Aquel día 3 de julio de 1619 todo debió salir bien, incluido el encierro, y se dio la corrida inaugural de la Plaza Mayor con 15 toros que resultaron buenos.

Dos días después, el Sr. D. Lorenzo de Olivares propuso en el Concejo la posibilidad de que para otras ocasiones, en vez de celebrar el encierro de la forma tradicional, los toros se trasladasen en “jaulas” hasta la Plaza Mayor para reducir el coste que conllevaba la preparación de la infraestructura del encierro.

No debió ser tenida en cuenta esa propuesta, que conllevaba la desaparición del encierro de Madrid, porque en 1620 se volvió a dictar la misma prohibición del año anterior de que ninguna persona saliese al encierro, ni a pie ni a caballo, bajo pena de quinientos ducados más la pérdida del caballo, y si fuese oficial veinte mil maravedís más la vergüenza pública.

No obstante todas esas precauciones, y como había ocurrido el año anterior, algún toro debió escaparse del encierro en 1620, por que el 11 de enero de 1621 el Concejo acordó nombrar a dos personas para que buscaran los cinco o seis toros huidos y perdidos en los encierros de los dos años anteriores.

En marzo de 1623, el Príncipe de Gales viajó de incógnito hasta Madrid con la pretensión de tratar de culminar las negociaciones para poder casarse con una hermana del rey Felipe IV. Su estancia, y la del Duque de Buckingham que le acompañó en el viaje, se extendió durante varios meses. Para agasajarlos, Felipe IV organizó una corrida de toros en el mes de junio de aquel año. Se cuenta que, durante toda la noche anterior a su celebración, Madrid fue una continua fiesta con el encierro de los toros de aquel festejo.

Posiblemente, ese día los regidores de la villa levantasen la mano en cuanto a las prohibiciones. Pero siguieron ordenándolas en años posteriores.

Así, el 25 de junio de 1625 se dictó un Auto por el Corregidor de la Villa y Corte prohibiendo a los vecinos de la Puerta de Guadalajara (hay que entender que es a todo el entorno de la calle Mayor) que dejaran abiertas las puertas de sus casas, que estuvieran en ellas y que permanecieran con la espada en la mano cuando se celebrase el encierro, bajo pena de diez días de cárcel.


La noticia que da pie al título de esta entrada la encontramos el 2 de julio de 1627. Debía estar programada una corrida de toros para el día 30 de junio de aquel año y, con ese motivo, se llegó a celebrar el encierro previo hasta el toril de la Puerta de la Vega. En el último momento, y debido a una indisposición de la Reina, Felipe IV ordenó aplazar el festejo al día 5 de julio, por lo que los toros fueron devueltos al campo. Para el nuevo encierro que debía tener lugar en las horas previas al festejo, López Izquierdo nos descubre el acuerdo que se adoptó el día 2 de julio de dicho 1627 respecto al recorrido:

“... que por ser los mismos toros dificultan a los vaqueros volverlos a encerrar por la Puerta de la Vega por donde se encerraron, y porque no hay otros toros que correr ni tiempo para prevenirlos y porque no se deje de hacer la fiesta, se acordó que se encierren por la calle de Alcalá, por la parte que se encerraron el año pasado...”

Es decir: que en el año 1626 y, muy posiblemente en julio de 1627, porque así se acordó, el encierro de Madrid no transcurrió por su recorrido clásico de la calle Mayor, sino por la calle de Alcalá.

Calle de Alcalá, Madrid. Autor: Luis García.



No he encontrado noticias respecto al recorrido completo que, tras entrar por la calle de Alcalá, siguieron esos encierros de 1626 y 1627. Pero, dada la configuración de la ciudad por entonces, debió entrar por el Paseo del Prado, pues hasta ahí era donde llegaban las construcciones. Y es de imaginar que subió por toda la calle de Alcalá hasta desembocar en la Puerta del Sol; y que, desde ahí, entró a la Plaza Mayor por alguna de las puertas que daban a la calle de su mismo nombre. Es lo más lógico, pero sólo es una deducción producto de mi imaginación.

Ahora bien, hablando de mi imaginación, lo que sí podemos hacer es, con la configuración urbana que tiene actualmente la ciudad, idear a fecha de hoy como se podría organizar un encierro que, finalizando en la Plaza Mayor, partiera de la calle de Alcalá.

En primer lugar, para adecuarnos a los mil metros de recorrido que exige el actual Reglamento de la Comunidad de Madrid, el encierro no podría comenzar en la Plaza de Cibeles, debería hacerlo desde un poco más arriba, desde el Círculo de Bellas Artes.

Luego, para salvar de la forma más limpia posible el trazado urbano de la Puerta del Sol, nos desviaríamos de la calle de Alcalá por la calle Sevilla y en la Plaza de Canalejas cogeríamos la Carrera de San Jerónimo para cruzar toda la Puerta del Sol sin obstáculo alguno.

Finalmente, para culminar el recorrido, desde la calle Mayor subiríamos por Postas y sería por el arco de la calle de la Sal por donde entraríamos a la Plaza Mayor.

Ese recorrido completo lo podéis ver en el siguiente mapa:

Tras dejar unos prudenciales 80 metros de zona libre de corredores, aún quedarían otros 188 metros, aproximadamente, para que la calle de Alcalá fuese el marco de las primeras carreras. En un tramo que, además, presenta una pendiente ascendente del 3 % de media, que resulta ideal en los primeros compases de todo encierro.

La entrada a la calle Sevilla es con una amplia curva a izquierdas, que las reses podrían tomar perfectamente y a gran velocidad. Pero, tras unos 168 metros en ligera cuesta abajo, encontraríamos en la Plaza de Canalejas una curva mucho más cerrada a derechas para entrar en la Carrera de San Jerónimo, lo que serviría de punto de inflexión para afrontar el siguiente tramo, que podría ser donde se viesen las carreras más largas.

La Carrera de San Jerónimo, toda la vía que cruza la Puerta del Sol por la fachada del antiguo edificio de Correos, actual sede de la Comunidad de Madrid, y la parte de la calle Mayor que se precisa acotar, todas ellas en conjunto, forman una larguísima recta de unos 356 metros, con una ligera pendiente descendente, que se constituiría en el tramo ideal para que los corredores pudiesen intentar las carreras más largas en este encierro. Por supuesto, el marco sería fantástico: ahí, en la Puerta del Sol, ante la atenta mirada del famoso reloj del edificio de Correos.

Tras cerca de 800 metros de recorrido, se antoja un tanto complicada la curva que habría que tomar en la esquina de la calle Mayor con Esparteros y Postas, pero el trazado es el que manda y habría que procurar abrir al máximo dicha curva. A partir de ahí, la calle Postas se presenta como una cuesta arriba de unos 120 metros y un 4 % de pendiente. Un tramo final exigente que daría lugar a carreras muy templadas para llegar hasta la calle de la Sal, con su gran arco de entrada a la Plaza Mayor.


En definitiva, un escenario fabuloso para un encierro de un kilómetro de longitud, con un recorrido variado, quebrado, dos puntos de inflexión, largas rectas y un precioso final. ¡Qué más se puede pedir!

Sí, claro, dos cosas: que las autoridades lo aprobasen y, como no, el Toro.

Os dejo el plano del recorrido con los apuntes técnicos tomados, muy aproximadamente, a través del Google Earth:


01 ... 080 m. ... + 3,0 % ... Calle Alcalá - zona libre
02 ... 188 m. ... + 3,0 % ... Calle Alcalá
03 ... 168 m.-...-– 1,8 % ... Calle Sevilla
04 ... 356 m.-...-- 1,5 % ... San Jerónimo, Puerta del Sol y Mayor
05 ... 122 m. ... + 4,0 % ... Calle Postas
06 ... 084 m. ...---0,0 % ... Calle de la Sal y Plaza Mayor


Si al recorrido clásico del encierro de Madrid, el de la calle Mayor, lo definimos como muy exigente, a este recorrido alternativo que parte de la calle de Alcalá y cruza por la Puerta del Sol, y que es muy parecido al que se debió utilizar en 1626, lo podríamos calificar como muy variado. Y a ambos, sin duda, como espectaculares.

Y ahora, como si estuviéramos en uno de esos almuerzos que tanto nos gusta frecuentar, os pregunto: ¿Cuál de los dos recorridos os gusta más a vosotros?
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Lagun
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............................. (Anterior: recorrido clásico por la calle Mayor)
..............................(Continuación: recorrido por la calle Toledo)
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15/3/10

El culto al toro en Creta


Hasta finales del siglo XIX, la isla de Creta no aparentaba a simple vista tener importancia en la Historia Antigua de la humanidad ni, menos aún, en la historia del Toro. No obstante, sí que aparecía mencionada en mitos clásicos y la mayoría de ellos tenían componentes taurinos. Uno de esos mitos hace referencia a que fue en Creta, precisamente, donde debió surgir la primera gran civilización europea y uno de sus protagonistas principales es un toro: el rapto de Europa.

Cuenta una de las versiones de ese mito que el dios Zeus había puesto sus ojos en una bella joven fenicia llamada Europa, hija del rey de Tiro Agenor, y que urdió un plan para acercarse hasta ella sin ser rechazado previamente, que consistía en tomar la forma de un precioso toro blanco y mezclarse entre el resto de los toros del rey.

La manada fue divisada por la bella Europa y otras doncellas de la Corte que estaban jugando en la playa, y todas se asustaron en un primer momento, por lo que se refugiaron en lugar seguro. Entonces, Zeus salió del rebaño y se acercó hasta ellas, adoptando un comportamiento de toro manso. Confiadas por ese comportamiento y como el toro les pareció de gran belleza, las jóvenes se arrimaron a él, empezaron a acariciarlo y hasta lo adornaron la cabeza y las astas con guirnaldas de flores.

En un momento en que el toro se había echado en la arena, la bella Europa se sentó sobre su lomo. Aprovechando esa circunstancia, el toro blanco, Zeus, se incorporó y rápidamente se lanzó a la carrera hacia la orilla del agua para introducirse en el mar Mediterráneo con la ansiada carga en su grupa.

Zeus llegó con Europa hasta las costas de la isla de Creta, donde volvió a recobrar su apariencia normal y allí la poseyó. De aquella relación nacieron tres hijos, que tuvieron por nombres Sarpidón, Radamantes y Minos.

Cuando tuvo que regresar al Olimpo, Zeus concertó el matrimonio de Europa con Asterión, el rey de Creta, quien adoptó a los tres hijos. Y uno de ellos, Minos, heredó la corona de aquel reino.

Mientras tanto, el rey Agenor no dejó de buscar a su hija, mandando a sus barcos por todo el Mediterráneo. Y cuenta la leyenda que los habitantes de la costa norte de dicho mar, como su continente aún no tenía nombre con el que denominarle, decidieron ponerle uno que escuchaban frecuentemente, un nombre que, a modo de grito, provenía de la orilla del mar y retumbaba tierra adentro: “Europa, Europa...”

La cultura clásica griega nos legó con este mito una historia legendaria de la que habría sido la primera gran civilización europea: Creta. Y, en efecto, aunque hasta finales del siglo XIX no había en la isla ningún vestigio de un pasado glorioso que apuntase en ese sentido, la arqueología se está encargando de descubrir numerosos restos que han ido confirmando ese dato.


Creta


Creta es una isla del mar Mediterráneo, ubicada al sur del Egeo y a una distancia más o menos equidistante de las actuales Grecia y Turquía. Esa situación la atribuyó en la antigüedad el privilegio de ser el centro de la comunicación marítima entre Asia, África y Europa, lo que fue fundamental para que allí surgiera la primera gran civilización europea, a la que Sir Arthur Evans (el descubridor del templo de Cnosos) denominó “civilización minoica” en honor del mítico rey Minos.

Los primeros habitantes que se asentaron en la isla de Creta llegaron muy probablemente de Anatolia (la actual Turquía) en torno al 6000 AC, crearon sus primeros asentamientos en base a cabañas de madera y fabricaban herramientas con huesos y piedras.

Hay pocos datos sobre el grado de civilización en Creta antes del 2700 AC, pero sí se sabe que a partir de esa fecha comenzó a tener un gran auge debido a un aumento demográfico, producto de movimientos migratorios que también debieron provenir principalmente de Anatolia, y a la introducción en la isla de la alfarería y la metalurgia del bronce.

Entre el 2600 y el 2000 AC comenzó la época de expansión comercial de Creta por el mar Mediterráneo, destacando los intercambios por el Egeo, con Anatolia, Egipto y las ciudades-estado fenicias. Creta tuvo en esa época una organización comunal, con una agricultura y una orfebrería muy avanzadas.

Entre el 2000 y el 1700 AC, coincidiendo con una de las fases de mayor poderío económico de la isla, en Creta se construyeron grandes palacios que se constituyeron como centros administrativos, religiosos y comerciales: Festos, Malia y, sobre todo, Cnosos, que fue el más importante.

Esos palacios fueron destruidos hacia el año 1700 AC. Hay indicios de que un terremoto afectó de forma importante a la isla, aunque también se especula con una posible invasión hitita desde Anatolia. Sin embargo, la civilización minoica volvió a florecer, se reconstruyeron los palacios y Creta vivió entre el 1700 y el 1400 AC su período de mayor auge y esplendor.

Hacia el 1400 AC se volvieron a destruir los palacios por causas que aún se desconocen. Se especula sobre la posible coincidencia de este hecho con la violentísima erupción del volcán Thera, en el Egeo, pero los estudios recientes situarían la fecha de ese fenómeno coincidiendo con la primera destrucción de los palacios y no con la segunda. Lo cierto es que, a partir de esa fecha, la isla pasó a ser dominada totalmente por los micénicos, lo que también sugiere la idea de un ataque de sus reyes. Y lo más trascendente: entonces, hacia el 1400 AC, llegó el fin de la civilización minoica.


La religión minoica

Diosa de las Serpientes ................ Cnosos, h. 1600 AC ... (Museo de Heraklion, Creta)
Ritón con forma de cabeza de toro... Cnosos, h. 1450 AC ... (Museo de Heraklion, Creta)


En todo lo concerniente a la civilización minoica, y especialmente en temas concretos como la religión, hay que hablar con suma cautela, puesto que no obtenemos datos significativos de los escasos hallazgos de tablillas con textos, ya que su escritura no ha sido descifrada. Todas las deducciones de los tratadistas tienen su base únicamente en interpretaciones de los restos arqueológicos que se vienen descubriendo desde finales del siglo XIX y principios del XX, y siempre cabe la posibilidad de la aparición de nuevos hallazgos que aporten teorías distintas sobre cualquier tipo de materia.

Por todo ello, la religión minoica es aún una cuestión enigmática. Nada se sabe con certeza total sobre teologías o rituales concretos.

En un primer momento, parece ser que la religión minoica tuvo un carácter naturalista: en lugares como las cimas de las montañas, en cuevas o frente a un árbol adoraban a divinidades representadas por medio de objetos, como la doble hacha y los cuernos de consagración.

La doble hacha no aparece en manos de dioses masculinos, lo que descarta que simbolice al rayo o un dios de la tormenta. Se piensa que la doble hacha fue el instrumento destinado al sacrificio de grandes animales, especialmente toros, y que posteriormente pudo llegar a convertirse en símbolo de culto.

Los cuernos de consagración es un objeto con dos puntas córneas que aparece en altares y lugares de culto. El origen de este elemento sagrado parece estar en Anatolia y, dada su forma, estaba ligado a las más primitivas formas de culto naturalista e, indudablemente, al culto al Toro. En la época de los palacios fue incorporado a las edificaciones.

Posteriormente, las divinidades comenzaron a ser representadas con formas humanas y las incorporaban los objetos que antes eran considerados divinos por sí mismos, pasando así de ídolos a simples atributos de la divinidad. Del mismo modo, con la urbanización de la civilización, los lugares de culto se situaron preferentemente en los grandes palacios, aunque se siguieron manteniendo los antiguos recintos sagrados de impronta naturalista.

Tratándose de una civilización con una base agrícola proveniente de culturas neolíticas, resulta lógico imaginar que, entre las divinidades con forma humana, la supremacía divina estuviese encabezada por la “Diosa Madre”. Y, en efecto, existen numerosos hallazgos de figuras de diosas cuyas representaciones sugieren interpretaciones relacionadas con un culto a la fertilidad, como en todo el Próximo Oriente.

Una de las iconografías más conocidas es la denominada “Diosa de las Serpientes”. Un término que puede ser inapropiado, ya que pudiera tratarse de una sacerdotisa en vez de una divinidad. La más representativa de todas las figuras fue hallada en Cnosos. Está representada con el típico vestido de falda acampanada, un delantal superpuesto y un estrecho corsé en la cintura que estiliza la figura y deja los pechos al descubierto. Algo que siempre se vincula a la fertilidad. Sobre el tocado que lleva en la cabeza aparece la figura de un felino y en cada mano porta una serpiente (de ahí su denominación). Es ese elemento de las serpientes el que puede que tenga realmente un mayor significado divino, pues en toda la cuenca del Mediterráneo oriental la serpiente se vinculó con lo cósmico y con potencias subterráneas relacionadas con ritos funerarios.

Respecto al elemento masculino que complementa la fertilidad del femenino, el Toro aparece como un animal sagrado símbolo de la fecundidad y su sangre es la esencia donde se condensa esa simbología. Con ella se transmitía en los sacrificios la idea de la regeneración de la tierra y, también, de la vida, lo que a la vez nos trasladaría a cultos de carácter funerario. Así, el Toro fue abundantemente representado en el arte minoico, a través de elementos simbólicos, de pinturas murales, figuras u objetos como los ritones.

Respecto a tipos de rituales, además de las adoraciones, los más practicados eran los sacrificios, y se han encontrado restos que indican que el toro debió ser uno de los animales más utilizados. También tuvieron que ser importantes las celebraciones solemnes acompañadas de juegos. Y es aquí donde se sitúa la manifestación más famosa de la civilización minoica: los juegos con toros.


Taurokathapsia

Salto del toro ... Cnosos, h. 1500 AC ... (Museo de Heraklion, Creta)

El término Taurokathapsia sólo designa a un juego determinado que el hombre practicó con toros en la región continental de Tesalia y dentro del marco histórico de la Gracia clásica. Un estilo de juego que, además, era diferente al que siglos antes se practicó en Creta. No obstante, se tiende a extender su uso para englobar los distintos tipos de juegos que el hombre practicó con toros en la antigüedad. De ahí el título de este apartado.

Aclarado lo anterior, también es preciso indicar que, dada la fama que han alcanzado en todo el mundo por uno de los frescos hallados en el palacio de Cnosos y, como no, dada su relación directa con el ámbito al que se dedica esta bitácora, resulta obligatorio dedicar una atención especial a los juegos con toros que se practicaron en la isla de Creta durante la civilización minoica; para lo cual me voy a servir particularmente de los estudios específicos que a este tema ha dedicado el profesor titular de la Universidad de Alicante don Manuel Serrano Espinosa, de quien he tomado la práctica totalidad de las conclusiones que iré realizando en este texto.


El Salto del Toro

El arte minoico nos ha legado abundantes muestras de arriesgados saltos de toros que practicaban jóvenes cretenses.

Como ocurre con el resto de temáticas relativas a la civilización minoica, la carencia de documentos escritos nos impiden tener una explicación de todos los aspectos concernientes a estos juegos con toros que se practicaron en Creta, especialmente sobre su origen y razón o finalidad. Todas las conclusiones de los tratadistas parten de la interpretación de los restos encontrados, con la impronta de relatividad subjetiva que ello puede conllevar.

Respecto al origen, no se han hallado pruebas que evidencien que estos juegos de los saltos de toros ya se hubiesen practicado en otras culturas anteriores y que pudiesen haber sido importados a Creta. Sí que se han encontrado algunas piezas aisladas en varios puntos de la costa oriental del Mediterráneo que podrían llevar a realizar un razonamiento en ese sentido, pero tanto el hecho de tratarse de piezas aisladas como la difícil datación de las mismas, pues la más significativa fue hallada en un bazar en fechas relativamente recientes, llevan por ahora a la conclusión de que los saltos del toro fueron una modalidad de juegos taurinos que tuvo su origen en la isla de Creta.

Respecto a la razón o finalidad de estos arriesgados saltos, en un principio hay que situarlos dentro del marco de una celebración religiosa. Dado el carácter sagrado que tenía el Toro para la civilización minoica y su condición de símbolo de fortaleza y fecundidad, estos saltos del toro pudieran ser en origen un rito de paso de la adolescencia a la madurez que practicaban los jóvenes cretenses. Un ritual a través del cual, por el contacto con el toro en la práctica del salto, ya fuese al apoyarse en los cuernos, en el morrillo o en el lomo, se transmitía de forma “mágica” su fortaleza y capacidad fecundadora.

Siguiendo ese razonamiento, cabe la posibilidad de que las celebraciones con saltos del toro finalizasen con el sacrificio del animal, pues la sangre del Toro estaba considerada como la esencia donde se concentran todas sus virtudes genésicas.

Por otro lado, el profesor Serrano Espinosa también explica que estos juegos con toros en el período final de la civilización minoica podrían haber traspasado el ámbito religioso para convertirse en un mero espectáculo lúdico, produciéndose algo tantas veces repetido como es la pérdida del componente sagrado de una celebración que pasa así a convertirse en un mero juego profano.


Los saltadores

Dado el papel preponderante que tuvo la mujer en la civilización minoica y relacionando detalles de sus iconografías en otros ámbitos, siempre se ha mantenido, y se mantiene, que los jóvenes cretenses que practicaban los saltos del toro eran de ambos sexos, señalándose específicamente que las mujeres tomaban parte activa en los mismos.

Ilustración de Rudolph F. Zallinger en la que presenta a una joven cretense protagonizando el salto del toro


Las iconografías del arte minoico no muestran explícitamente el sexo de los protagonistas en los saltos del toro. No obstante, hay un matiz que históricamente ha propiciado que los tratadistas se decanten por la opción de que los saltadores eran tanto hombres como mujeres.

Independientemente de la temática, en las pinturas murales que se han hallado en el palacio de Cnosos aparecen figuras humanas a las que se las asigna su sexo en función del color con el que aparecen representadas: los hombres con un tono oscuro y las mujeres con el color blanco. Esa especificación ha llevado a los tratadistas a mantener que los saltos del toro estaban protagonizados tanto por hombres como por mujeres, pues de ambos tonos son las tres figuras que aparecen en el famoso fresco que representa ese arriesgado juego.

No obstante, Serrano Espinosa pone en duda que las mujeres fueran las protagonistas principales de los saltos del toro, decantándose por la teoría de que los saltadores cretenses eran hombres. Y llega a esa conclusión en base a dos argumentos.

El primero es que todas las figuras, independientemente del color de su piel, visten el típico faldellín minoico, propio de los hombres y que remarca los atributos sexuales masculinos. Además, también son típicos del hombre minoico el resto de los elementos de la indumentaria, tales como la banda de la cabeza, los brazaletes y el calzado.

Y el segundo es que, al contrario de lo que ocurre en otras pinturas murales, en las que los senos de las mujeres son representados claramente, las figuras de los saltadores del toro, tanto las de tono oscuro como los de tono blanco, presentan un pecho que carece de formas femeninas y que, por contra, se asemeja al de un atleta varón.

Para el hecho de que parezcan un tanto asexuadas las figuras que ejecutan el salto del toro, pues tienen los detalles de varones antes indicados pero cierto aire femenino en el rostro, el profesor Serrano Espinosa aporta una teoría a modo de explicación. Argumenta, como queda indicado anteriormente, que estos juegos probablemente supusieran para los saltadores una prueba de madurez, un rito de paso, y que el autor del fresco se permitiese la licencia artística de jugar con los colores y la feminidad del rostro para representar la adolescencia de los saltadores.


Tipos de saltos


La celebración del Salto del Toro fue profusamente representada en la civilización minoica. A través de diversos objetos conocemos distintas modalidades que debieron ser utilizadas por los jóvenes cretenses:

La más conocida y popular, a la que Serrano Espinosa denomina el “Salto de Evans” (en recuerdo, imagino, del famoso fresco que el arqueólogo descubrió en Cnosos), es en la que el saltador se apoya en los cuernos del toro para, aprovechando el movimiento innato de la embestida del animal, impulsarse por encima de su cuerpo y, tras realizar una cabriola en el aire, apoyarse sobre el lomo para lanzarse al suelo.


En otra modalidad, a la que el profesor de la Universidad de Alicante denomina “Diving Leaper”, el saltador no se apoya en los cuernos del toro, sino que, con impulso propio, salta por encima de la cabeza del animal y se apoya en el cuerpo para realizar la voltereta y terminar el salto en el suelo directamente o bien realizando un segundo apoyo sobre los cuartos traseros.




Si bien la modalidad primera es la más popular, ésta es la que aparece más repetida en la iconografía cretense.

Una tercera modalidad que aparece representada es la que don Manuel Serrano llama “Bull Vaulting”, donde el saltador aparece suspendido en el aire con una mano en uno de los cuernos del toro y la otra sobre el morrillo, mientras que sus piernas aparecen en posición horizontal.

Al margen, también hay representaciones en las que, en vez de ser frontal, el salto es lateral, por encima tan solo del cuerpo del animal y, por tanto, sin tener que salvar sus astas.

Resulta imposible determinar si alguna de estas modalidades fue la original y el resto solamente derivaciones, o si todas formaban parte de un amplio repertorio.


El recinto
Ilustración de la colección "Historia del Hombre", publicada en la revista "Mampato", dirigida por Eduardo Armstrong. Fuente: "saladehistoria.com"


Acerca del lugar donde pudieron tener lugar los juegos con toros, no existen pruebas concluyentes que nos lo determinen. Siempre ha sido mayoritaria la idea de que debían tener lugar en el patio central de los palacios, por ser el espacio abierto más importante y el lugar neurálgico donde confluían todas sus edificaciones, en cuyo caso debía ser imprescindible la instalación de estructuras provisionales de madera que dotaran a la edificación de la necesaria seguridad. Sin embargo, algunos estudiosos han conjeturado con la posibilidad de que se celebraran en otros lugares específicos alejados de la edificación palacial.

En Cnosos no han aparecido restos arqueológicos de estructuras para la celebración de los juegos, ni fijas ni portátiles, aunque sí hay elementos en el palacio de Festos que llevan a incidir en la idea del patio central como lugar de celebración de los juegos con toros en la antigua Creta.

De ahí que siga siendo mayoritaria la idea de que los patios centrales de los palacios cretenses se acondicionasen para la celebración de juegos con toros en las solemnidades más señaladas cuando menos, sin descartarse la posibilidad de que se utilizasen otros recintos para eventos de menor rango y los necesarios entrenamientos.


Reflexión final

Que en Creta surgió la primera gran civilización europea está acreditado por la datación de los restos arqueológicos que se han ido descubriendo, y que en esta civilización se rindió culto al Toro resulta más que evidente por las iconografías encontradas.

Muy probablemente, el origen de las creencias taurinas de los cretenses debe provenir de Anatolia, pero todas las civilizaciones contemporáneas y próximas a la minoica (Mesopotamia, Canaán, las ciudades-estado fenicias, Egipto, etc.) eran también culturas de alto significado taurino, por lo que la evolución que se pudo llevar a cabo en las creencias religiosas cretenses por el contacto con otras culturas sólo pudo incidir en la sacralización del Toro.

La falta de documentos escritos descifrables nos impiden (hasta ahora) ahondar en los detalles o, incluso, saber de otras manifestaciones que estos momentos podemos desconocer. Pero, como decíamos al iniciar este texto, que el Toro estaba fuertemente arraigado en Creta ya era imaginable a la vista de los muchos mitos en los que aparecen relacionados, siendo quizás el más famoso de todos ellos el del Minotauro y su laberinto.

Cuenta el mito...
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Lagun
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NOTA: salvo en el caso en que cito la fuente, el resto de imágenes aparecen en innumerables páginas de la red y resulta difícil determinar cuál pueda ser la original; por lo que, en todo caso, ruego que se me permita mantenerlas por cuanto no tengo fines lucrativos con esta bitácora.
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8/3/10

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

Foto: “Futuros corredores I”, de Candy Lopesino
Fuente: “Asociación Cultural El Encierro



El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer para conmemorar la lucha histórica por los derechos de las mujeres.

Precisamente, hoy es 8 de marzo, y lunes, que es el día de la semana en el que suelo publicar mis entradas. Por ello, hace tiempo que tenía señalada esta fecha en el calendario de la bitácora para publicar una entrada con la que celebrar el día que hoy se conmemora y, de alguna manera, darla un matiz relacionado con el mundo de los toros en general y de los festejos taurinos populares en particular.

Así, quiero rendir homenaje a todas aquellas personas que históricamente han luchado por la defensa de los derechos de las mujeres y quiero reivindicar que se adopten todas las medidas legales oportunas para salvaguardar sus derechos en todos los sectores de la vida.

Y, dado el ámbito al que está dedicado esta bitácora, quiero hacer hincapié en todas aquellas mujeres que han luchado por dedicar su vida, su profesión y su afición al mundo del toro, y por poder hacerlo en igualdad de derechos con los hombres. Desde las que se vistieron de luces hasta las que laboraron con un mono azul en nuestras dehesas, pasando por todas las posibles parcelas que están relacionadas con el toro bravo y sin olvidar, lógicamente, a las mujeres ganaderas que históricamente se han dedicado a la cría del toro bravo. Y quiero reivindicar los derechos que asisten a las que en la actualidad ocupan y ejercen esos oficios, labores y aficiones.

Naturalmente, y como no podría ser de otra manera, también quiero rendir un homenaje a todas aquellas mujeres que alguna vez sintieron la llamada de la ancestral costumbre de correr en nuestros encierros y, de forma consciente y reflexiva, se lanzaron a la carrera delante de un toro. Y, por supuesto, a las mujeres que actualmente son corredoras de encierros o participan en festejos taurinos populares. Que nadie ose menospreciarlas, pues deben merecer todo nuestro respeto y admiración, que nadie las niegue un consejo y que nadie las prive de ese “¡Suerte!” que es la mayor muestra de nuestra fraternidad.

Y, al hilo de un tema muchas veces debatido en nuestros almuerzos, ojalá que ahora, que tenemos las leyes más restrictivas de la historia para la incorporación de nuevas generaciones de corredores de encierros, sean muchas las chicas que se animen a participar en los encierros infantiles con carretones que se celebran en España y que aquellas madres que no pudieron cumplir su sueño de correr encierros puedan y sepan inculcar esa afición en las generaciones femeninas venideras, como se intuye en la foto de portada. Porque seguro que, así, esa aparentemente incomprensible llamada de los encierros prenderá en muchas jóvenes y en el futuro tendremos a más compañeras que ahora corriendo encierros “codo con codo” junto a nosotros, sus compañeros.
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Lagun
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NOTA: como dejo indicado al pie, la fotografía que encabeza este texto lleva por título “Futuros corredores I”, su autora es Candy Lopesino y apareció incluida en el calendario 2009 de la Asociación Cultural el Encierro, de San Sebastián de los Reyes, cuyos representantes me han asegurado que se contó con la autorización oportuna para su difusión y ahora me han dado el correspondiente permiso para incluirla en esta entrada.