27/2/10

La guerra contra los festejos taurinos populares


En la guerra que, de forma unilateral, tienen declarada algunas cadenas de televisión a los festejos taurinos populares, las fuerzas audiovisuales protagonizaron su último intento de ataque con ocasión del Carnaval del Toro 2010 y, más concretamente, aprovechando la gravísima cogida que el martes sufrió un compañero en el festejo del Toro del Aguardiente.

Una vez que se conoció la noticia, las cadenas de televisión enemigas desplegaron el miércoles sus avanzadillas de combate en busca de comprar con su obsceno dinero imágenes del percance, que es la gran munición que utilizan para confeccionar los reportajes que luego emiten en sus telediarios de mayor audiencia.

Pero, afortunadamente, quienes poseen esas imágenes rehusaron la tentadora cantidad de dinero que se les ofrecía y decidieron no vender sus películas. Ante ese fracaso en la tentativa de obtener su armamento preferido, las cadenas de televisión enemigas optaron por no hacer alusión al hecho en los telediarios de la noche del miércoles, renunciando así a lanzar el nuevo ataque contra los festejos taurinos populares que habían planificado durante toda la jornada.

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Lo anterior bien puede parecer una “adaptación ficticia” del guión de uno de los capítulos de, por ejemplo, La Guerra de las Galaxias. Y adaptación puede ser, pero no es una ficción. Lo relatado es, a grandes rasgos, lo que sucedió el miércoles 17 de febrero tras la cogida que sufrió nuestro compañero el día anterior. Y analizando los pormenores de lo acaecido es cuando se hace mucho más evidente la ruindad de las cadenas de televisión que se vienen significando en la labor de desacreditar a los festejos taurinos populares.

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Aún cuando el Carnaval del Toro está declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional y todos los años concita en Ciudad Rodrigo a decenas de miles de personas, parece ser que ninguna cadena de televisión de cobertura nacional ofreció noticias sobre el desarrollo de los encierros, capeas y desencierros del sábado, domingo y lunes. Sólo alguna de ámbito regional o autonómico emitió resúmenes de los festejos de esos días.

Esa presunta falta de atención hacia una fiesta declarada de “Interés Turístico Nacional” por parte de los cadenas de televisión con cobertura nacional sólo se puede achacar a que sus respectivas cúpulas directivas son contrarias a los festejos taurinos populares; y a que, faltando a un mínimo sentido de la objetividad periodística exigible, esas cúpulas otorgan y deniegan a los hechos la cualidad de noticiables según su exclusivo punto de vista, y sin tener en cuenta algo tan sumamente tangible como es que al encierro a caballo del domingo de Carnaval asistan unas veinticinco mil personas todos los años.


[Me van a perdonar este paréntesis: ¿Alguien puede decirme si a alguno de los 43 desfiles de la pasarela Cibeles Madrid Fashion Week 2010 ha acudido un número de visitantes que se aproxime a esa cifra de veinticinco mil? Porque los telediarios de todas las cadenas realizaron conexiones en directo con el IFEMA y emitieron diariamente resúmenes de cada uno de esos desfiles. Y, no sé ustedes, pero lo que yo veo por las calles de nuestras ciudades no son modelos de Ángel Schlesser ni de Roberto Torretta ni de Ágatha Ruiz de la Prada, por poner tres ejemplos. Claro que: seguro que los directivos y presentadores de las cadenas de televisión, así como sus parejas, sí que se pueden dar el gusto de vestir con modelos de esos diseñadores.]


Y, por supuesto, si hasta el lunes no se habían dado noticias del Carnaval del Toro en los telediarios de difusión nacional es por una razón fundamental: porque hasta entonces los festejos se habían desarrollado sin incidencias graves en el capítulo de heridos.

No obstante, la desgracia quiso que el martes 16, durante el transcurso del Toro del Aguardiente, un compañero resultase cogido y que, como consecuencia de ese percance, sufriese lesiones de muchísima gravedad.

La Agencia EFE, al menos, hacía llegar la noticia a las redacciones de todos los medios de comunicación y, a partir de ese momento, se debieron poner en marcha las maquinarias de los gabinetes de prensa y de los equipos de redactores de las cadenas más beligerantes contra los festejos taurinos populares.

Me cuentan que en la mañana del miércoles estaban aparcados en la zona de El Registro varios vehículos de cadenas de televisión de ámbito nacional. ¡Como si estuviesen en formación! Su misión: la caza y captura de imágenes con la cogida del compañero.

Con lo que no contaban estos cazadores de imágenes morbosas es con una circunstancia; bueno, con dos.

La primera es que el tramo del encierro donde se produjo la cogida fue en el interior de La Bóveda: un estrecho túnel de unos veinte metros de longitud que atraviesa la muralla medieval para servir de puerta de entrada a las calles de la vieja Miróbriga. El hecho de que no fuese en una zona abierta, sino en el interior de un largo túnel, reducía considerablemente las posibilidades de que se hubiesen captado las imágenes por cámaras y fotógrafos.

Hasta ahora, que yo sepa, sólo se ha publicado una grabación del momento, que es la de la Agencia EFE, la que está colgada en Youtube. Pero las imágenes están tomadas justamente desde el techo de La Bóveda y, por tanto, en ellas no aparece lo que ocurre en el interior del túnel, aunque sí se ve la reacción de los participantes que estuvieron más cerca de la boca que da a El Registro.

Lógicamente, esa grabación de la Agencia EFE no les era válida a los equipos de reporteros de las cadenas de televisión que buscaban imágenes de la cogida, pues no aparece la escena. Esa grabación no produce morbo. No “vende”. Por tanto, debían buscar otra distinta. Y, por lo que me han contado, la mañana del miércoles fue de locura.

Que se sepa, y al margen de fotografías, al menos hay cuatro o cinco personas que tienen grabada la escena en vídeo. Contando por supuesto con el “reportero de encierros a pie de recorrido”.

Naufragando por internet, todos hemos sabido que los equipos de las cadenas de televisión enviados a Ciudad Rodrigo consiguieron contactar con una de esas personas. Y, por otro lado, a mí, personalmente, otra de las personas que también tiene las imágenes me ha confesado que recibió una llamada desde el gabinete de prensa de una de las televisiones que andaba tras la grabación.

La oferta en dinero que hicieron a ambas personas por la compra de la película fue de la misma cuantía. Una cantidad de dinero muy considerable. Tentadora. Muy tentadora. Demasiado.

Pero con lo que no contaban los reporteros de las televisiones y sus gabinetes de prensa era con la segunda circunstancia que se ha dado en esta ocasión.

A pesar de los tiempos de crisis en que vivimos y a pesar de lo tentadora de la oferta, la proposición fue rechazada por estas dos personas. Y habría que decir que también por aquellas otras con las que hayan podido contactar. Además, por lo que se ha visto después, nadie que tenga grabadas las imágenes de la cogida de nuestro compañero se ha dirigido a las cadenas de televisión para intentar vender su película.

Esta vez, gracias a todas estas personas, que han demostrado ser, eso, personas, las cadenas de televisión no lograron su objetivo. ¡Que se jodan!

El resultado: Si no hay imagen morbosa, no hay noticia. En los telediarios de la noche del miércoles no se hizo ninguna mención a la cogida que sufrió nuestro compañero en el Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo y, por ende, no se lanzó ningún mensaje subliminal contra los festejos taurinos populares. Pues lo más doloroso es que, además de repetir y repetir las escenas de los corredores que resultan cogidos, utilizan dichas imágenes para confeccionar las noticias de forma que desacreditan a los festejos taurinos populares. Utilizan nuestra imagen y además apalean nuestra afición.

Y, por si alguien pudiera pensar que la línea editorial que mantienen estas cadenas es por una cuestión de humanidad hacia las personas que resultan heridas en los festejos taurinos populares, puedo decir que un amigo muy cercano al compañero herido me ha confirmado que ninguna de esas cadenas de televisión se ha puesto en contacto con la familia para interesarse por el estado de nuestro compañero.

... ... ... ... ... ¡Son malos! ¡Carecen de humanidad!


Por todo ello, me hago eco de la petición que ha realizado la familia de nuestro compañero: que, por favor, todos aquellos que tengan imágenes o fotografías de lo ocurrido el martes en Ciudad Rodrigo no vendan ni publiquen su material. Y a los que ya tomaron esa decisión, renunciando a tanto dinero como les ofrecieron: GRACIAS.
A la familia del compañero la mando un abrazo y toda mi solidaridad. Y a él, un mensaje:

¡¡¡ÁNIMO, COMPAÑERO!!! ¡¡¡SIGUE LUCHANDO!!!
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17/2/10

Linajes de los primeros criadores de “Toros Jijones”

Óleo sobre papel – Autor: Pablo Moreno Alcolado


La investigación referente al ámbito histórico de la crianza del toro bravo se suele detener en una época que se sitúa hacia la mitad del siglo XVIII y, por regla general, no se aventura en centurias anteriores. Sólo unos pocos autores aportan algunas vagas referencias del siglo XVII, y sus aseveraciones, ante la falta de estudios sobre el tema, son elevadas prácticamente a la categoría de dogmas de fe por la generalidad de la bibliografía taurina, que se limita a repetirlas sin intentar abrir nuevas vías de investigación.

Con la llegada de Internet, ese mal que padece nuestra bibliografía taurina se ha agudizado. En la inmensa mayoría de páginas de la red publicamos textos sobre los orígenes de las ganaderías del toro de lidia repitiendo las mismas nociones, fechas y nombres.

Así, por ejemplo, yo tenía planificado para este día tratar el tema de la casta Jijona y, para ello, había preparado un texto con un contenido que, aunque tenía una base documentada y una redacción propia, no se salía de los repetidos parámetros que aparecen en nuestra bibliografía taurina sobre el prototipo racial de esa casta y, como no, sobre su origen y fundadores.

No obstante, ese texto lo dejo postergado para otra fecha (y tendré que rectificarlo), porque tengo la fortuna de poder publicar previamente un artículo de dos aficionados a la genealogía que, fruto de la investigación que han llevado a cabo, contiene un estudio con nuevos datos sobre la fundación de la casta Jijona que, aunque sólo sea parcialmente, modifican lo que hasta ahora tenía fijado al respecto la bibliografía taurina.

Los hermanos Candelas y Cecilio Naranjo tienen dos grandes aficiones: los toros y la genealogía. Hace meses, ante las noticias confusas e inconexas que ofrece la bibliografía taurina sobre la fundación de la casta Jijona, iniciaron una investigación que, con los datos logrados, les ha permitido elaborar un artículo en el que ubican correctamente la línea familiar directa de los titulares de la prestigiosa ganadería que siempre se ha identificado con la casta Jijona y, como novedad, aportan nuevos datos sobre otra línea familiar que también fue protagonista del origen de dicha casta.

Un artículo con en el que, además, sus autores abren nuevas vías de investigación para una posible resolución de las incógnitas que aún rodean la fundación de la casta Jijona.

Por deseo de los hermanos Naranjo, el artículo ha sido cedido a esta bitácora para que sea publicado aquí desinteresadamente. Su única intención con este estudio es tratar de aportar más información al mundo del Toro, ya que no se dedican a la investigación de forma profesional. Por ello, y con mayor razón, quiero recordar la obligación legal de citar a sus autores si fuese reproducido total o parcialmente en cualquier otro espacio o publicación.


Linajes de los primeros criadores de “Toros Jijones”


... ... ... ... ... ... ... ... ... Candelas Naranjo González
... ... ... ... ... ... ... ... ... Cecilio Naranjo González


INDICE

Introducción

1. Aproximación a la fecha de inicio de una actividad productiva de ganado vacuno en Villarrubia de los Ojos

2. Consolidación de la ganadería de los Jijones

3. Genealogía de las dos ramas de la familia Jijón

... 3.A. Los orígenes familiares
... ..... 1. Los Sánchez Crespo o Sánchez Jijón
... ..... 2. Los Jijón González

... 3.B. La época clásica de los Toros Jijones
... ..... 1. Los Jijón de Salcedo o Sánchez-Jijón
... ..... 2. Los Jijón González
... ..... ... 2.a. Rama de Villarrubia
... ..... ... 2.b. Rama de Valdepeñas

4. El ocaso de los Toros Jijones
... Don Bernabé del Águila Bolaños
... Doña Manuela de la Dehesa y Ángulo
... Los Díaz Hidalgo
... Doña María de la Paz de Silva

5. Conclusiones

...


Introducción

Quien se interese por la historia de la casta Jijona y consulte las fuentes bibliográficas se encontrará con datos contradictorios hasta en lo más básico: la fundación de la vacada originaria, que unas fuentes atribuyen a Juan Sánchez-Jijón y otras a distintos descendientes suyos. También hallará datos inconexos, como las menciones a una serie de ganaderos de apellido Jijón (Pedro, Blas o Elena), que los tratadistas se limitan a citar sin determinar, en la mayoría de los casos, su grado de parentesco con el citado Juan Sánchez-Jijón ni su presunta implicación en la fundación de la casta Jijona. Por último, comprobará que la mayoría de los autores citan los datos sin indicar las fuentes que han utilizado, con lo que impiden su cotejo y dificultan la labor a nuevos investigadores interesados en el tema.

Ese combinado de noticias confusas, datos inconexos y rastros eliminados es el que nosotros, como aficionados a los toros, nos encontrábamos al leer libros de tauromaquia donde se incluye algún capítulo dedicado a la casta fundacional Jijona. Por ello, nos planteamos la posibilidad de tratar de buscar nuevas referencias que nos aportaran algo más de luz al tema y, como aficionados a la genealogía, dejamos aparcados los estudios privados que habitualmente nos ocupan y nos enfrascamos en la investigación de los primeros criadores de Toros Jijones.

Comenzamos reuniendo la información que ofrecen autores como Luis Uriarte, Filiberto Mira, Luis Villalobos, Antonio López Martínez, Rafael Cabrera Bonet, Francisco López izquierdo o, como no, José María de Cossio. Así mismo, buscamos información general en obras de diversas temáticas relacionadas con campos históricos, económicos y sociales de Villarrubia de los Ojos y la región de La Mancha escritas por autores como Carmelo Viñas y Ramón Paz, Luis Díaz de la Guardia, Jerónimo López-Salazar o Trevor J. Dadson, quien nos ha aportado información muy valiosa aún cuando su libro, Los moriscos de Villarrubia de los Ojos, no tiene relación alguna con la temática taurina.

Finalmente, buscamos nuevos datos en diferentes archivos: Archivo Histórico Nacional, Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Archivo General del Palacio Real de Madrid, Archivo de la Real Chancillería de Granada, Archivo General de Simancas y Archivo Diocesano de Ciudad Real.

Debemos lamentar la escasez de protocolos notariales de Villarrubia de los Ojos anteriores a mediados del siglo XVIII, pues en el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real sólo se conservan los de 1678 y 1679; y que las partidas de bautismo, matrimonio y defunción de Villarrubia comiencen a partir de 1586, 1587 y 1645, respectivamente. Esas dos circunstancias dificultaron nuestra investigación, pero cruzando e interpretando las referencias que hemos localizado, estamos en disposición de decir que la historia de la fundación de la casta Jijona debería rectificarse, aunque sólo sea de forma parcial. Conclusión que trataremos de explicar a lo largo de este artículo.

Disponemos de otros datos sobre los orígenes de la familia Jijón y el desarrollo de sus diversas ramas que nos pueden servir de base para un estudio genealógico que se publicaría en foros especializados, pero esos datos no parecen, en principio, relevantes en la fundación de la casta Jijona. Por ello, no nos remontaremos en el tiempo para entrar a debatir con Villalobos sobre el posible origen de la familia y el artículo arrancará en 1575, fecha de las Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II, que nos servirán de punto de partida para tratar de fijar el inicio de la actividad ganadera en Villarrubia de los Ojos.


1. Aproximación a la fecha de inicio de una actividad productiva de ganado vacuno en Villarrubia de los Ojos.

Mapa de situación de Villarrubia de los Ojos


Nadie ha aportado hasta ahora pruebas fehacientes que acrediten el origen de la casta Jijona, por lo que sólo cabe calificar como de teorías lo recogido al respecto por la bibliografía taurina.

La más repetida es que la casta jijona procede de la ganadería que en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) fundó Juan Sánchez-Jijón hacia 1618 aprovechando las posibilidades que le ofrecía su cargo de intendente del rey Felipe III en la vacada del Real Patrimonio.

Ese dato de la supuesta intendencia de Juan Sánchez-Jijón es tan significativo que lo rastreamos para evaluar la verosimilitud de esta teoría mayoritaria. Para ello, hicimos una consulta al Archivo General del Palacio Real de Madrid, que es donde se conserva toda la documentación del Real Sitio de Aranjuez, pidiendo que nos confirmara si habían ostentado los cargos de intendentes Juan Sánchez-Jijón o su padre, Gonzalo Sánchez. La respuesta recibida fue: “Consultada nuestra Sección de Expedientes Personales, no se ha localizado ninguna persona que coincida con los datos aportados”.

Quisimos constatar en persona ese desmentido oficial y pudimos comprobar que en el siglo XVII no existía el cargo de “intendente” en el Real Patrimonio y que el oficio de “mayoral” de la Real Vacada, que era el que más se acercaba a lo que estábamos buscando, fue ocupado sucesivamente entre finales del siglo XVI y mediados del XVII por: Juan de Aragón, Diego Peinado, Diego Peinado de la Higuera, Juan Martínez de la Higuera y Alonso Peinado.

Juan Sánchez-Jijón no aparece en el archivo.

Encontramos documentos relativos a un Juan Sánchez, que fue “Tenedor de Materiales del Real Sitio” entre 1624 y 1634. Ya no sería, por tanto, ni intendente ni mayoral de la vacada. Pero, en todo caso, creemos que no es el Juan Sánchez-Jijón que buscamos. En primer lugar, porque al tratarse de un nombre tan común aumentan las probabilidades de que sea otra persona; y, sobre todo, porque Juan y José Jijón de Salcedo, nietos del célebre Juan Sánchez-Jijón, solicitaron en 1730 copia de una carta de hidalguía otorgada a un supuesto antepasado suyo por la Real Chancillería de Valladolid en 1534 (ARCHGR: Sección de hidalguías. 4636-3 y 14419-24, 31 y 32), detallando en esa solicitud todos los títulos y cargos honoríficos ostentados por los miembros de su familia y no hacen mención alguna a que su abuelo hubiese servido en la Casa Real. Algo que, de ser cierto, sin duda hubieran incluido.

Por todo ello, salvo que aparezca una prueba fehaciente en contrario, creemos que Juan Sánchez-Jijón no fue intendente de la vacada del Real Patrimonio en tiempos de Felipe III ni ostentó ningún otro cargo en Palacio, con lo que la tesis mayoritaria de la fundación de la ganadería que dio origen a la casta Jijona pierde su verosimilitud. Y, por supuesto, negamos toda credibilidad a otros artículos en los que se dice que la ganadería fue fundada por Juan Sánchez-Jijón en 1598 dado que, en esa fecha, sólo contaba con cinco años de edad.

Estos desmentidos obligan a partir en la investigación del dato indubitado de que la supuesta vacada primigenia de la que surgió la casta Jijona estuvo asentada en Villarrubia de los Ojos para tratar de hallar el inicio de una actividad productiva de ganado vacuno en dicha localidad.

En las Relaciones Topográficas de Felipe II, fechadas en 1575, los vecinos de Villarrubia de los Ojos declararon que una gran parte del término estaba dedicada a pastos comunales con monte bajo y encinares, circunstancia que favorecía una actividad ganadera relativamente importante que se centraba, según consta en la respuesta al capítulo 42, en las especies de ovino, caprino y porcino. Los vecinos responden al capítulo 26 que “también hay algunos ganados vacunos”, pero eso no nos hace pensar en una ganadería ni específica ni trascendente, sino más bien en unas pocas cabezas de ganado: “vacas y bueyes de arada”, como se dice en la respuesta al capítulo 24.

Según detalla Jerónimo López-Salazar (López-Salazar: 1986, pág. 45), la producción ganadera de Villarrrubia de los Ojos a finales del siglo XVI era:

Lanar y cabrío.... 1.030.250 maravedís
Vacuno............ .... -----
Cerda.............. 1.500.000 maravedís
Otros................. 112.500 maravedís

Es decir, expresamente nos señala este autor la ausencia de actividad productiva de ganado vacuno en Villarrubia a finales del siglo XVI.

Ese hecho se vuelve a confirmar a principios del XVII. En Villarrubia se celebraba una feria de ganado anual el día de San Andrés, a la que acudían tanto ganaderos de la comarca como trashumantes, y en la feria de 1603 sólo se comercializó con puercos, caballos, mulas, yeguas y potros (AHPZ: Híjar. 4-288-1. Citado por Dadson: 2007, pág. 209).

No será hasta 1645 cuando hallemos la primera noticia de una actividad productiva trascendente de ganado vacuno en Villarrubia.

El duque de Híjar, señor de Villarrubia, estando inmerso en una disputa judicial contra un pariente de Juan Jijón de Salcedo, amplía el cerco familiar y ordena en 1645 que se instruya un proceso contra éste “sobre daños que sus ganados vacuno, ovejuno y yeguas hacían en las heredades de los demás vecinos” (AHPZ: Híjar, 4ª-288-1. Citado por Dadson: 2007. Pág 737).

Según declaran los testigos, Juan Jijón de Salcedo era propietario de: 300 cabezas de ganado vacuno, entre toros y vacas, 80 lechones, mucho ganado lanar y una gran yeguada, que pastaban libremente en Villarrubia invadiendo los sembrados (AHPZ: Híjar. 4-288-1).

Queremos dejar indicado que el nombre que aparece en el documento es “Juan Jijón de Salcedo”. Aunque en la bibliografía taurina siempre se habla del apellido “Sánchez Jijón”, y nosotros hasta aquí así lo veníamos utilizando, el apellido usado normalmente por la familia en esta época era “Jijón de Salcedo”. Por ello, a partir de ahora, al referirnos a este personaje utilizaremos la fórmula “Juan Sánchez-Jijón de Salcedo” para evitar confusiones y, de alguna forma, tratar de respetar el apellido familiar.

Es notorio, según este documento, que Juan Sánchez-Jijón de Salcedo en 1645 era criador de todo tipo de ganado: vacuno, ovejuno, yeguas y cerdos. Entendemos, eso sí, que por aquellos años debía estar incrementando notablemente el número de cabezas de ganado vacuno, y que pastaban libremente por los prados comunales de Villarrubia, de ahí que surja una primera denuncia por daños al resto de vecinos.

Aunque no aparece como denunciado, en este mismo documento se cita a otro propietario de vacuno: Francisco Jijón. Años más tarde, en 1650, su hijo don Pedro Jijón González es denunciado por haber vendido una partida de 25 ó 26 toros a un vecino de Tembleque (Toledo) sin haberlo declarado, tratando de evitar el impuesto de las alcabalas (AHPZ: Híjar. 4-288-1).

Más trascendente para la historia de la casta Jijona es el informe que la justicia de Villarrubia inicia en 1657 “sobre los daños que en dichas tierras hacen los ganados de los Jijones”, en el que los vecinos manifiestan que: “...tan gran multitud de ganado y reses vacunas, que pasaban de mil y quinientas, que era ganado indómito y sumamente nocivo, además de cuatro yeguadas y muchas muletadas y gran suma de ganado lanar, cabrío y de cerda que cubrían los campos de esa villa, sin que tuviesen dehesas fuera de los términos para ello, como los tenían los demás ganaderos de la comarca, ni querer encerrar en corrales de noche las vacas, toros y becerros. Que era el ganado más perjudicial que había...” (AHPZ: Híjar. 4-288-1. Citado por Dadson: 2007, pág. 743).

Ya no se trata de un mero enfrentamiento personal con el duque Híjar, sino de una auténtica denuncia de los vecinos que va dirigida contra cuatro personas:

-Doña Quiteria de Cervantes, viuda de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo.
-Juan Jijón de Salcedo, el hijo que continuó al frente de la ganadería.
-Doña María de Salcedo Jijón, hermana del ganadero fallecido.
-Don Pedro Jijón González, el hijo de Francisco Jijón.

Analizando estos documentos podemos obtener algunos datos que nos parecen importantes a la hora de estudiar el origen de la casta Jijona.

El hecho de que se incluya a doña María de Salcedo Jijón junto a la viuda e hijo de Juan Sánchez-Jijón nos hace sospechar la posibilidad no documentada de que la explotación ganadera pudieran haberla heredado de su padre, Gonzalo Sánchez, en cuyo caso éste pasaría a ser el fundador primigenio de la vacada.

Por otro lado, la inclusión en la denuncia de don Pedro Jijón González es el primer indicio de que, en todo lo relacionado con el ganado, incluido el vacuno, la rama familiar de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo actuaba conjuntamente con la de don Pedro Jijón González y que ambas conformaban todo un grupo familiar conocido como los Jijones.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


Las partidas sacramentales de Villarrubia no alcanzan a documentar la más que posible relación de parentesco entre don Pedro Jijón González y Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, pero todos los indicios apuntan a que podrían ser dos descendientes de un mismo tronco familiar, los Jijón González por vía masculina y los Sánchez-Jijón de Salcedo por vía femenina. De hecho, los dos aparecen citados entre los herederos de Juan González “el mayor” en 1637 (ARCHGR: 4636-3).

Ahora bien, más allá de la posible relación familiar entre Juan Sánchez-Jijón de Salcedo y don Pedro Jijón González, la importancia de que estas dos ramas familiares sean denunciadas conjuntamente en 1657 viene dada porque, como iremos viendo, las dos seguirán apareciendo unidas en los negocios de ganado. Lo que indica que, más que ante dos ganaderos individualizados, estamos ante una gran explotación ganadera familiar. Algo que quedaría definitivamente sellado con un doble matrimonio entre hijos e hijas de ambas líneas.

Además, ya podemos hablar de una actividad productiva de ganado vacuno importante, en la que se aprecia un claro incremento del número de reses. Hay que recordar en el proceso de 1645 se decía que Juan Sánchez-Jijón de Salcedo poseía 300 cabezas y ahora entre sus herederos y don Pedro Jijón González ha aumentado su número hasta las 1.500, por lo que, en conjunto, la explotación familiar de vacuno se habría duplicado en doce años.

Tras esta denuncia, las dos ramas de los Jijones actuaron unidas en la defensa de sus intereses, alcanzando un acuerdo con el Concejo consistente en arrendar las cuatro quintas partes de los pastos comunales para pastoreo del ganado de todo el grupo familiar. Cinco años más tarde, en 1662, don Pedro Jijón González y sus parientes volvieron a actuar unidos al solicitar la renovación del arrendamiento (AHPZ: Híjar. 1-120-82). Renovación que, por cierto, fue denegada por el Concejo. Y es en ese desencuentro en la negociación donde habría que encuadrar el pleito civil que la viuda de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo planteó en 1662 contra dos vecinos de Villarrubia por haber matado a uno de sus toros (AHPZ: Híjar. 4-288-1).

Cerramos, pues, este capítulo con la siguiente conclusión: Francisco Jijón y, posiblemente, Gonzalo Sánchez Crespo eran propietarios de ganado vacuno en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) en la primera mitad del siglo XVII, aunque fue a finales de ese periodo cuando sus hijos, don Pedro Jijón González y Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, impulsaron la creación de una gran explotación familiar, que era conocida como la ganadería de los Jijones.


2. Consolidación de la ganadería de los Jijones.

Casa de los Jijones. Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real)


Resulta imposible determinar la razón que llevó a los Jijones a incluir el vacuno entre las distintas especies de ganado con las que ya vendrían comerciando. Caben todas las posibilidades.

Hay constancia de que el Ayuntamiento de Madrid en 1628 ya comisionaba a veedores para ir a los montes de Toledo a buscar toros para ser corridos en los festejos de la villa (López Izquierdo: 1975), por lo que cabría pensar que los Jijones quisieran criar toros para la lidia. No obstante, la prudencia nos obliga a pensar que no debió ser esa su intención primordial sino la de ampliar su explotación ganadera con vacuno para dedicarlo al abasto de carne y sólo de forma ocasional, como era común en la época, destinar alguna res para la lidia si es que así se lo demandaban. Pero, hasta este momento, los documentos sólo permiten asegurar que los Jijones poseían ganado vacuno.

En la segunda mitad del siglo XVII, la política de casamientos llevada a cabo por las dos ramas familiares surtió efecto:

Juan Jijón de Salcedo y Juana Jijón (hijos de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo), se habían casado respectivamente con Isabel Jijón y Pedro Jijón González (hijos de don Pedro Jijón González). Los cabezas de familia de esos dos matrimonios, Juan Jijón de Salcedo y Pedro Jijón González, siguieron llevando conjuntamente el negocio ganadero que ellos heredaron, de forma que la mayor parte del ganado de los Jijones continuó unido y bajo una misma línea de gestión.

Sólo algunas puntas del ganado heredado no habrían formado parte de ese gran acuerdo familiar. Así, por ejemplo, se tiene constancia de que doña Quiteria Jijón y Cervantes (hija de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo), otorgó poder en 1678 para presentar una querella ante la Justicia Ordinaria de Villarrubia por la muerte de uno de sus toros (AHPCR: Leg. 670–1678, fol. 396). Y, por otro lado, Cristóbal Jijón González (hijo de don Pedro Jijón González) en 1679 otorgó poder para vender en Tembleque (Toledo) una corrida de hasta 18 toros de muerte de su vacada, (AHPCR: Leg. 670-1679, fol. 336).

Es en el marco de toda esta nueva generación de ganaderos donde podemos acreditar que vendían toros para la lidia y que lo hacían, además, en una cantidad significativa. Es muy probable que ya vinieran haciéndolo desde años atrás, pero la falta de documentos nos impide afirmarlo con rotundidad. Los únicos protocolos notariales del siglo XVII que se conservan de Villarrubia son de los años 1678 y 1679 y en ellos aparecen los siguientes contratos de ventas de ganado:

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 21 de agosto de 1678 por un vecino de Solera, jurisdicción de Cuenca, a favor de doña María de Mora, de don Pedro Jijón González (viuda e hijo de don Pedro Jijón González) y de don Juan Jijón de Salcedo, por importe de 2.500 reales correspondientes a la venta de cuatro novillos de sus vacadas: dos de don Juan Jijón, uno de doña María y otro de don Pedro Jijón; es decir, dos de cada una de las ramas familiares (AHPCR: Leg. 670-1678, fol. 213).

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 14 de noviembre de 1678 por don Juan Rodríguez Carretero a favor de don Juan Jijón de Salcedo, por importe de 1.875 reales correspondientes a la venta de tres novillos (AHPCR: Leg. 670–1678, fol. 341).

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 16 de enero de 1679 por la “Justicia” de Lillo (Toledo) a favor de don Pedro Jijón y don Juan Jijón, por importe de 2.550 reales correspondientes a la venta de tres toros para correrlos y matarlos el día 20 de ese mes (AHPCR: Leg. 670-1679, fol. 10).

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 1 de agosto de 1679 por la cofradía de San José de Lillo (Toledo) a favor de don Pedro Jijón y don Juan Jijón, por importe de 6.300 reales correspondientes a la venta de ocho toros para correr el 11 de septiembre (AHPCR: Leg. 670-1679, fol. 164).

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 1 de octubre de 1679 por vecinos de Fuente El Fresno (Ciudad Real) a favor de don Pedro Jijón y don Juan Jijón, por importe de 1.600 reales correspondientes a la venta de dos toros de muerte y capeo para San Miguel (AHPCR: Leg. 670-1679, fol. 206).

Es evidente que los cuñados Juan Jijón y Pedro Jijón actuaron como socios en la práctica totalidad de los protocolos, lo que nos lleva a sostener que ambos ejercían de titulares de una única ganadería de carácter familiar, aunque cada uno de ellos fuera propietario de sus propias reses y las pudiera diferenciar por cualquier tipo de distintivo. Por otro lado, se aprecia que sus toros ya gozaban en 1679 de un prestigio que se extendía, al menos, por tres provincias: Ciudad Real, Toledo y Cuenca. A este respecto hay que tener en cuenta que los documentos reseñados sólo hacen referencia a ventas de reses con precio aplazado, pero hay que presumir que en aquellos años ya debían ser mucho más numerosas las ventas de toros que realizaban, pues en los casos en los que se pagaba al contado y la venta quedaba cerrada no se acostumbraba a protocolizar las ventas ante fedatario público.

Tenemos, además, noticias de otros ganaderos de vacuno que vendieron toros para la lidia:

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 18 de enero de 1678 por la justicia de Lillo a favor de don Juan de Bustillo, por importe de 2.550 reales correspondientes a la venta de tres toros de su vacada para correr y matar el 20 de ese mes (AHPCR: Leg. 670-1678, fol. 9).

-Escritura de reconocimiento de deuda firmada el 9 de septiembre de 1678 por los alcaldes y regidores de Villarrubia de los Ojos a favor de don Pedro Jijón González, don Juan Jijón de Salcedo, Carlos de Bustillo, Juan Sánchez Terrinches y Diego López Valle, por importe de 700 reales a cada uno de ellos de la venta de cinco toros de muerte para correr y matar ese mismo día en la Plaza Mayor de Villarrubia con motivo de la festividad de la Natividad de Nuestra Señora. (AHPCR: Leg. 670-1678, fol. 226).


Todo apunta a que la ganadería de los Jijones se había consolidado. Y la mejor prueba la encontramos en este otro documento:

-Don Pedro Jijón González y don Juan Jijón de Salcedo firmaron un poder el 15 de agosto de 1679 a favor de “... Pedro del Moral, vecino de Caramanchel, para que representando nuestras propias personas venda en la villa de Madrid y otras partes donde le pareciere una corrida de treinta toros de los de nuestras vacadas ajustando el precio de cada uno de ellos y el plazo de la paga...” (AHPCR: Leg. 670-1679, fol. 356).

De los treinta toros que se citan en este protocolo del mes de agosto, veinte debieron ser los que se corrieron el día 25 de septiembre de 1679 en la Plaza Mayor de Madrid con motivo del voto anual de San Juan. Entre los pagos que se realizaron a los Jijones por dicha corrida cabe destacar los 16.000 reales que recibieron por los toros, a 800 por res (López Izquierdo: 1993, pág. 216).

Hay tratadistas que defienden que en el año 1618 ya había lidiado sus toros en Madrid Juan Sánchez-Jijón; y otros mantienen que un supuesto Blas Jijón lo hizo en 1654. Ambos datos, en principio, hay que rechazarlos. El primero porque es muy probable que en 1618 los Jijones no hubieran empezado a criar ganado vacuno. Y el segundo porque, como se explicará más detalladamente en otro capítulo, no aparece ningún Blas Jijón hasta 1667 y, por tanto, es imposible que nadie lidiara toros con ese nombre en 1654.

Nos parece mucho más fundada la opinión de Francisco López Izquierdo, pues ha revisado todas las cuentas del Archivo de la Villa de Madrid referentes a las corridas de toros de la época y sostiene que fue en ese festejo de 25 de septiembre de 1679 cuando por primera vez aparece lidiando en Madrid un ganadero de apellido Jijón, refiriéndose a don Juan y don Pedro Jijón (López Izquierdo: 1975, pag. 84).

Ese dato y esa fecha vienen a coincidir en el tiempo con la escritura de apoderamiento que los ganaderos otorgaron el 15 de agosto a favor de Pedro del Moral, un vecino de Carabanchel, ganadero o quizás tratante de ganado, que solía actuar por cuenta del Concejo de Madrid como veedor de toros para la Villa y Corte (López Izquierdo: 1993, pág 216). Pero en este documento no aparece como veedor, sino que es apoderado por los Jijones para ejercer de intermediario. Esto nos indicaría que Juan Jijón y Pedro Jijón no debían ser muy conocidos en la capital y que no tendrían otro tipo de contacto en la Villa, lo que reforzaría la idea de que la fecha de presentación en Madrid de estos toros no debió ser anterior a ese poder y sí la indicada por López Izquierdo: el 25 de septiembre de 1679.


La falta de protocolos nos impide saber las ventas que los Jijones hicieron en los años siguientes, pero se intuye que su intención era continuar con el negocio, pues el 1 de octubre de 1679, cinco días después de su presentación en Madrid, ambos otorgaron un poder a favor de Cristóbal Jijón González y de Diego Cabrero Jijón, vecinos de Almodóvar del Campo, para que ajustasen con Diego Muñoz de Molina el gozo del patio y tierra de Mochuelos y las lomas que se agregasen y concertasen para que pasten en ellos sus ganados (AHPCR: Leg. 670 - 1679, fol. 367).

Cinco años después, en 1684, morirían Juan Jijón de Salcedo y Pedro Jijón González. Casualmente, los dos en el mismo año. Como ganaderos habían logrado una de las grandes metas de todo criador de toros bravos: lidiar en Madrid. Y todo apunta a que la ganadería familiar estaba ya consolidada, pues disponer de más de cincuenta toros para la lidia implica un alto número de cabezas de ganado. Tras la muerte de ambos, sus herederos dividieron la ganadería en tres partes al menos:

-La correspondiente a los hijos de don Juan Jijón de Salcedo, Juan y José Jijón, que la siguieron gestionando juntos. De aquí procede la que, con el tiempo, llegaría a ser la más célebre ganadería de casta Jijona.

-La correspondiente a don Blas Jijón, hijo de don Pedro Jijón González, que lidiaría en Madrid en 1690.

-La de don Cristóbal Jijón, hermano del anterior, que se trasladaría a Valdepeñas, dando origen a otra línea clásica de este origen. Su nieta, doña Elena Jijón, debutaría en Madrid en 1776.


Llegados a este punto, nos surge la siguiente pregunta: si los documentos notariales nos indicaban que la ganadería de los Jijones estaba ya consolidada en 1679 con los cuñados Juan Jijón de Salcedo y Pedro Jijón González, ¿se puede dar también por fundada la casta Jijona?

Óleo sobre papel – Autor: Pablo Moreno Alcolado


La bibliografía taurina suele considerar fundadores de la casta Jijona a Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, por el mero hecho de ser el supuesto creador de la vacada, o a sus nietos Juan y José Jijón, diciendo que fueron éstos los que realmente seleccionaron la ganadería, la dedicaron a la cría específica de toros de lidia y fijaron su prototipo racial, creando el toro de casta Jijona.

Respecto a la atribución más genérica de la fundación de la casta Jijona a Juan Sánchez-Jijón de Salcedo por ser el creador de la vacada, ya hemos visto en el capítulo anterior que dicho honor le corresponde tanto a él como a su consuegro don Pedro Jijón González. Por lo que, si se utiliza ese criterio genérico, la atribución debe otorgarse a esos dos ganaderos y no a uno sólo.

Ahora bien, quienes utilizan el criterio más específico de atribuir la fundación de la casta Jijona a Juan y José Jijón, afirmando que fueron ellos quienes años después crearon el prototipo racial, están incurriendo en un grave error, por cuanto esa afirmación implica una importantísima contradicción con la historia de la división del tronco Jijón original en sus diversas líneas ganaderas.

Así, por ejemplo, decir que el prototipo racial de la casta Jijona fue creado por Juan y José Jijón implica tanto como negarle el componente de dicha casta a las ganaderías que crearon Manuel Aleas y Gil Flores.

Que Manuel Aleas y Gil Flores adquirieron reses de casta Jijona para formar sus ganaderías es algo que viene manteniendo la bibliografía taurina y que ha sido ratificado por el profesor Javier Cañón con sus estudios sobre genética. Y también se mantiene que dichas reses procedían de las de doña Elena Jijón, vecina de Valdepeñas. Entonces, si hubieran sido Juan y José Jijón los que hubieran fijado el prototipo racial, lógicamente, de sus reses deberían proceder las de doña Elena.

Pues bien, doña Elena no era descendiente ni de Juan ni de José Jijón. Como hemos indicado anteriormente, provenía de la otra línea familiar: era biznieta de Pedro Jijón González. Así, si se mantiene que las reses de doña Elena eran de casta Jijona, forzosamente hay que convenir que el prototipo racial de la casta Jijona estaba ya fijado antes de que se dividiera la ganadería a la muerte de los cuñados Pedro Jijón González y Juan Jijón de Salcedo.

Cuadro de los criadores de Toros Jijones donde se puede comprobar la división del tronco original antes de la titularidad de los hermanos Juan y José Jijón


Respecto al posible origen de las reses con las que se conformó la vacada primigenia, unos tratadistas mantienen que procedían de la Real Vacada de Aranjuez, otros defienden que eran del Valle de Alcudia y también hay autores que aseguran que fueron escogidas entre las que se criaban por la comarca de los Montes de Toledo. Sobre este punto, cualquier postura que se adopte es una mera conjetura, pues no hay documentos para sostener ninguna de las tres. El hecho de que desde Madrid se mandasen veedores a la comarca de Los Montes de Toledo en 1628 nos está indicando que en la zona ya existían vacadas. Por tanto, lo más lógico sería pensar que las reses fueron adquiridas a ganaderos de la zona.


A modo de resumen de este capítulo, cabe concluir que la ganadería que a mediados del siglo XVII crearon Juan Sánchez-Jijón de Salcedo y don Pedro Jijón González fue heredada sin apenas división por sus hijos Juan Jijón de Salcedo y Pedro Jijón González, quienes debutaron en Madrid el 25 de septiembre de 1679. Estos dos ganaderos desarrollaron su labor hasta 1684, dejando la ganadería consolidada y habiendo fijado ya en su ganado unas singularidades propias por vía de selección que configuraron su reconocimiento como reses de casta Jijona. A su muerte, la ganadería quedaría dividida en tres lotes: el de Juan y José Jijón, el de Blas Jijón y el de Cristóbal Jijón, que pasó a Valdepeñas.


3. Genealogía de las dos ramas de la familia Jijón

Escudo de los Jijón de Salcedo


... A. Los Orígenes familiares

Para evitar la constante referencia a las fuentes, entiéndase que, mientras no se indique lo contrario, todas las referencias a datos de Villarrubia de los Ojos posteriores a 1586 proceden de los libros sacramentales, depositados en el Archivo Diocesano de Ciudad Real, y los datos anteriores a esa fecha o que hacen referencia a otras localidades proceden de una Real Provisión de 1732, que se conserva en la Real Chancillería de Granada (ARCHGR: 4.636-3).

... ... 1. Los Sánchez Crespo o Sánchez Jijón

Según la documentación presentada a la Real Chancillería de Granada, los hermanos don Juan y don José Jijón serían descendientes de un lejano antepasado llamado Juan Sánchez Jijón, natural de la villa de Arganza (en el reino de León) y vecino de Villar del Olmo (en la tierra de Alcalá de Henares), que obtuvo de la Real Chancillería de Valladolid una carta de hidalguía en 1534. Posteriormente, este Juan Sánchez Jijón pasó a residir a Barajas de Melo (jurisdicción de Huete, en Cuenca), donde nacería Gonzalo Sánchez, que fue quien terminaría avecindándose en Villarrubia de los Ojos.

Debemos advertir que hasta el siglo XIX no se normalizó el uso de los apellidos, por lo que en estas épocas encontramos irregularidades en su transmisión de padres a hijos e incluso en su utilización a lo largo de la vida de cada individuo. En este caso, por ejemplo, los hermanos Jijón no aportaron a la Real Chancillería transcripciones literales de los documentos originales, sino que fueron enumerando las partidas sacramentales y testamentos de las primeras generaciones de la familia, utilizando reiteradamente el apellido Sánchez-Jijón. Sin embargo, este dato no coincide con las partidas sacramentales de Villarrubia de los Ojos, donde el apellido familiar es Sánchez o Sánchez Crespo. Hemos encontrado otras discrepancias en los documentos aportados, pero eso nos llevaría a una larga disertación que omitimos porque en nada afectaría al origen de la ganadería que nos ocupa.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


I. Gonzalo Sánchez Crespo, o Sánchez Jijón (1540-1597). Fue bautizado en Barajas de Melo el 10 de abril de 1540. Contrajo matrimonio en Villarrubia de los Ojos el 15 de octubre de 1564 con Beatriz de Jijón, hija de Pedro Jijón. Murió en Barajas de Melo el 20 de octubre de 1597, pero declara ser vecino de Villarrrubia en su testamento, otorgado el 29 de septiembre de ese mismo año (ARCHGR: 4636-3). Entre sus hijos cita a:

II. Gonzalo Sánchez Crespo, o Sánchez Jijón (1566-1617). Fue bautizado en Villarrubia el 8 de julio de 1566. Contrajo matrimonio con Elvira de Salcedo. Murió en Villarrubia el 10 de diciembre de 1617. En el testamento que otorgó ese mismo día (ARCHGR: 4636-3) declara que los bienes de su hijo, Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, estaban incluidos dentro del patrimonio familiar, lo que deberían tener en cuenta sus herederos a la hora de partir la herencia. Como hemos visto, ésta será una constante en la familia. El patrimonio, y con él la ganadería, sufrieron pocas particiones y se gestionó más como una empresa familiar que como bienes privados de sus titulares.

Probablemente, Gonzalo Sánchez ya era criador de vacuno, lo que explicaría que en 1657 se incluya a su hija entre los denunciados por el Concejo.

Hijo de Gonzalo Sánchez fue:

III. Juan Sánchez-Jijón de Salcedo (1593-1647). Fue bautizado en Villarrubia el 4 de abril de 1593. El 20 de mayo de 1622 contrae matrimonio en Camuñas con doña Quiteria de Cervantes (AHN: Calatrava. Exp. 2369). Murió en Villarrubia el 22 de mayo de 1647.

Tradicionalmente se le atribuye la fundación de la ganadería y los documentos que hemos aportado confirman su condición de criador de ganado vacuno. En esta actividad se le relaciona con Francisco Jijón en 1645, lo que es indicio de una asociación económica que se confirmará en la siguiente generación.

Don Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, familiar del Santo Oficio, siguió para sus hijos la política matrimonial que ya habían iniciado sus antepasados. Casó a una de sus hijas con el que años después sería I Conde de las Cabezuelas, y con el resto de sus hijos consolidó las relaciones con dos viejas familias de Villarrubia: los Díaz Hidalgo y los Jijón. Con un doble matrimonio entre sus hijos y los de don Pedro Jijón González refuerzan con un vínculo familiar la unificación de la ganadería que ellos ya habían comenzado por intereses comerciales.


... ... 2. Los Jijón González

Creemos que, en su origen, esta rama tuvo mayor relevancia social que la de los Sánchez Crespo o Sánchez Jijón. Hay indicios que nos hacen pensar que estamos ante descendientes de un mismo tronco familiar, los Sánchez Jijón por vía femenina y los Jijón González por vía masculina, pero este extremo no lo hemos podido documentar.

Diversas familias de apellido Jijón llevaban tiempo asentadas en algunos pueblos de la provincia de Ciudad Real. Además de en Villarrubia, los encontramos en Almodóvar del Campo, Argamasilla y Corral de Calatrava, entre otros. En Villarrubia tenemos constancia de su presencia, al menos, desde principios del siglo XVI, pero al primero que podemos relacionar directamente con el linaje que nos ocupa es a Francisco Jijón “el menor”.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


I. Francisco Jijón “el menor”. El 15 de abril de 1602 contrae matrimonio con Isabel González. Nos consta que su suegro, Juan González “el menor”, era criador de caballos y, como hemos visto, él tenía vacuno entre sus ganados. Fruto de este matrimonio fue:

II. Don Pedro Jijón González (1609-1667). Fue bautizado en Villarrubia el 29 de octubre de 1609. Contrajo matrimonio el 12 de abril de 1638 en Madridejos con María Ortega, también denominada María de Mora en algunos documentos (AHN: Calatrava. Exp. 2369).

Don Pedro debió ser un hombre relevante en la Villarrubia de la primera mitad del siglo XVII. En los documentos siempre le dan el tratamiento de “don”. Fue Alguacil Mayor del Santo Oficio de Toledo y alcalde de Villarrubia en varias ocasiones. Fue él, y no los de otras ramas, quien dio nombre a la calle en la que vivía: la calle de los Jijones (Dadson: 2007, pág. 1209). Al margen del doble matrimonio de sus hijos con los de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, vemos que su tercer hijo, don Cristóbal, termina avecindado en Almodóvar del Campo, un enclave ganadero de primer orden debido a la importancia de sus pastos.


Las dos ramas familiares de los Jijón se debían dedicar a la ganadería desde hacía varias generaciones, aunque su producción se centrase en el ganado porcino, lanar y caballar. Sin embargo, alguna circunstancia les llevó a introducir el vacuno entre sus ganados en las primeras décadas del siglo XVII. Posiblemente pensaron en las ventajas que su producción les podía reportar y que no les sería difícil vender sus reses para el abasto de las carnicerías de las ciudades, teniendo en cuenta sus cada vez más amplios vínculos familiares y sociales y su poder económico. Lo cierto es que su producción de vacuno era más que considerable a mediados del siglo XVII y que su espectacular incremento fue causa de enfrentamientos entre los Jijones y los agricultores de la zona.


... B. La época clásica de los Toros Jijones

Igual que en el capitulo anterior, advertimos que, mientras no se indique lo contrario, todas las referencias a partidas sacramentales de Villarrubia y Valdepeñas están sacadas de los libros de esas parroquias, depositados en el Archivo Diocesano de Ciudad Real. El resto de los datos constan en el expediente 2369 de la Orden de Calatrava, depositado en el Archivo Histórico Nacional.


... ... 1. Los Jijón de Salcedo o Sánchez-Jijón

A partir de este punto, la sucesión en la titularidad de la ganadería de los Jijón de Salcedo es relativamente bien conocida. Con todo, creemos adecuado seguir la línea hasta su extinción.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


IV. Don Juan Jijón de Salcedo (1630-1684), hijo de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo y de doña Quiteria de Cervantes, con los que interrumpimos la rama en el capítulo anterior. Fue bautizado en Villarrubia el 17 de julio de 1630. Contrajo matrimonio el 22 de enero de 1657 con doña Isabel de Jijón González, hija de don Pedro de Jijón González y de doña María de Ortega. Muere en Villarrubia el 8 de noviembre de 1684.

Su actividad como ganadero de bravo, siempre en compañía de su cuñado don Pedro Jijón González, queda ampliamente documentada en los protocolos de Villarrubia que hemos reseñado y en el hecho de que lidiara 20 toros en Madrid el 25 de septiembre de 1679. Dejar constancia únicamente de que a ellos dos adjudicamos la consolidación de la ganadería y la fijación del prototipo racial de la casta Jijona.

De su matrimonio quedaron varios hijos, pero solamente los varones continuaron con la actividad ganadera:

V.a. Don Juan Jijón de Salcedo (1661-1743). Fue bautizado en Villarrubia el 1 de mayo de 1661. Murió sin sucesión el 15 de abril de 1743.

V.b. Don José Jijón de Salcedo (1679-1735). Bautizado en Villarrubia el 1 de abril de 1679. Contrajo matrimonio en Consuegra en 1724 con doña Josefa María de Torres Figueroa y Valdés, y las velaciones se celebraron en Villarrubia el 4 de octubre de 1724. Murió 1 de junio de 1735.


Don Juan, al ser el mayor de los dos hermanos, fue el que en un primer momento tomó las riendas de la parte de la ganadería que heredaron de sus padres.

El tardío matrimonio de don José, la soltería de don Juan y la diferencia de edad entre los dos hermanos, debieron condicionar el hecho de que nunca llegaran a partir sus bienes, incluida la ganadería. Don José declara en el poder para testar otorgado a favor de su hermano el 28 de mayo de 1735 que, salvo la dote de su esposa, el resto de los bienes de su hacienda “son partibles” con su hermano.

Meses antes de morir don José lo habían hecho su esposa y varios de sus hijos, posiblemente victimas de varias epidemias que se desataron en Villarrubia por esa época. En los protocolos encontramos varios poderes para testar que se van modificando según se suceden los acontecimientos familiares, sin duda consecuencia del temor a la epidemia. En el último, el de 28 de mayo al que antes hacíamos referencia, don José ordenó fundar un vínculo con el tercio de sus bienes a favor de su hijo don José Antonio, imponiendo la obligación de utilizar el apellido Sánchez Jijón y el escudo de armas a sus titulares (AHPCR: Leg. 671, fol. 138).

De su matrimonio habían quedado dos hijos menores, don José Antonio y don Miguel, por lo que nombró como administradores de sus bienes a don Juan Jijón de Salcedo, su hermano; a don Hermenegildo Alfonso Díaz Hidalgo, emparentado con los menores tanto por línea paterna como materna; y a don Dionisio de Torres y Figueroa, un tío de su esposa domiciliado en Tembleque.

Así, don Juan siguió dirigiendo la ganadería, como titular que era de la mitad y administrador de la parte de sus sobrinos. Posiblemente fuese en esa condición como aparece lidiando a su nombre el 22 de agosto de 1737 en Madrid (Uriarte: 1970, pág. 155, citando una documentación de la Archicofradía de la Sacramental de San Isidro, de la que no da referencia).

Don Juan murió sin sucesión en 1743 y, según consta en su partida de defunción, incrementó el vínculo creado por su hermano a favor de don José Antonio, creó otro a favor de don Miguel y confirmó como tutores de los menores a don Hermenegildo Alfonso Díaz Hidalgo y don Dionisio de Torres y Figueroa.

Villalobos publicó algunos datos de los inventarios procedentes de las testamentarías fechados en 1736 y 1743 que, junto a los del Catastro de Ensenada de 1753, nos permiten acercarnos a lo que pudo ser la realidad de la ganadería.

Fuente: Villalobos: 1967, págs. 39 y 54; Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (AGS: CE- RG L469) y López Martínez: 2002, pág. 247.


Por el Catastro de Ensenada conocemos, además, la composición del patrimonio familiar y comprobamos que su ganadería era tan variada como había sido la de sus antepasados y que seguían manteniendo un importante número de mulos, caballos, yeguas, ganado lanar fino, cabras, cerdos y bueyes de labor (López Martínez: 2002, pág. 247).

Del matrimonio de don José y doña Josefa quedaron dos hijos:

VI.a. Don José Antonio Pantaleón Jijón (1725-1802). Bautizado en Villarrubia el 27 de julio de 1725. Contrajo matrimonio con doña Leonor del Águila Bolaños en Villarrubia el 4 de noviembre de 1798. Murió sin sucesión el 9 de junio de 1802. Caballero de la Orden de Calatrava desde el 17 de junio de 1737 (AHN: Calatrava. Exp. 2369).

VI.b. Don Miguel Sebastián Jijón (1731-1791). Bautizado en Villarrubia el 27 de julio de 1725. Murió soltero y sin sucesión el 14 de diciembre de 1791.

Con ellos, los toros jijones llegan a su cenit. Y, al mismo tiempo, sus circunstancias familiares llevarían a la práctica desaparición de una ganadería que la familia Jijón había manteniendo durante más de 150 años.


Tras la muerte de su tío, en 1743, la administración de los bienes recayó en los albaceas testamentarios, don Hermenegildo Alfonso Díaz Hidalgo y don Dionisio de Torres y Figueroa, aunque fue don Hermenegildo el que se encargó directamente de la ganadería. La empresa familiar debía ser boyante y, para satisfacer las necesidades del ganado, tenían arrendados pastos en Calatrava la Vieja (AGS: CE-RG-L469) y en el Valle de Alcudia (López Martínez: 2002, pág. 247). Los tutores adquirieron, además, los derechos sobre los pastos de la Encomienda de Carrión en 1749 (Villalobos: 1967, pág. 56). No todos debían estar destinados al ganado bravo. En Calatrava la Vieja, por ejemplo, tenían 100 yeguas y 38 bueyes en 1753.

Don José Jijón, que debía ser de carácter difícil, tuvo fuertes diferencias con don Hermenegildo, y éste decidió cesar en la administración de sus bienes. Algo parecido debió ocurrir con don Dionisio que, a principios de 1750, solicita de las autoridades el cese en sus funciones como administrador. Alegó que don José estaba a punto de cumplir los 25 años, con lo que alcanzaría la mayoría de edad; que don Hermenegildo se negaba a seguir ocupándose de la hacienda de los menores, como venía haciéndolo hasta entonces; y que él no podía asumir esas funciones por residir fuera de Villarrubia. Las autoridades declararon la mayoría de edad de don José y le nombraron tutor de su hermano Miguel, debido a que no encontraron a nadie que quisiera hacerse cargo de su tutela. A partir de ese año, don José pasa a ser el administrador único de la ganadería (Villalobos: 1967, pág. 60).

Aunque hasta este momento los datos conocidos sobre la lidia de toros jijones son escasos, la ganadería debía gozar de gran crédito. De hecho, para la corrida que se iba a celebrar el 15 de julio de 1760, con motivo de la entrada de Carlos III en Madrid, se mandó un mensajero solicitando a don José que enviase 20 toros (López Izquierdo: 1993, pág. 300). Según Villalobos, fue entonces cuando se trasladó a Madrid y, como muestra de la afición a los pleitos que mantuvo a lo largo de toda su vida, tras la corrida inició uno contra el Ayuntamiento de Madrid, reclamando que se le pagasen los toros al mismo precio que se habían pagado los toros de Aranjuez, con los que compartía cartel (López Izquierdo: 1993, pág. 302).

También habían comenzado las desavenencias con su hermano, y don José permaneció en Madrid llevando una vida de dispendios mientras que don Miguel, que ya era mayor de edad, seguía en Villarrubia haciéndose cargo de la hacienda familiar. La ruptura definitiva vino por una corrida que don José contrató en Madrid en 1762 sin consultar con su hermano. Éste, que consideraba que había sido un mal año de pastos y que el ganado no estaba en condiciones de lidiarse en Madrid, hizo volver al mayoral, a los vaqueros y al ganado cuando ya estaban en Puerto Lápice. Don José inició un pleito contra su hermano que mantuvo hasta su muerte. De las actuaciones de ese pleito se desprenden las quejas de don Miguel con respecto a su hermano, al que declara haber enviado a Madrid más de 1.O00.000 de reales. Fue así como, por decisión judicial, don Miguel pasó a ser administrador único de la hacienda familiar en 1766 (Villalobos: 1967, págs. 65 y ss.).

Aunque la bibliografía taurina ha vinculado el nombre de don José Jijón al momento de mayor auge de la ganadería, creemos que sería de ley reivindicar el nombre de don Miguel Jijón y su labor al frente de la misma hasta su fallecimiento en 1791.

Sería prolijo hacer una relación de las corridas en las que se lidiaron toros jijones bajo su administración, pero baste decir que, al margen de su presentación en Sevilla el 7 de junio de 1783 (Uriarte: 1970. Pág. 158), solamente en Madrid se lidiaron:



La mejor muestra de su preocupación por la ganadería la encontramos en su testamento, publicado íntegramente por Villalobos. En él nombra heredero universal de sus bienes a su hermano. Pero, seguro de los problemas que iban a surgir, ordena que a los mayorales y otros empleados de la casa se les debía pagar su salario integro hasta su muerte, aunque dejaran de servir en ella. Fue un claro intento de frenar los caprichos de su hermano y una forma de obligarle a mantener al personal que venía ocupándose de la ganadería, dado el alto coste económico que supondría su despido. Como era de esperar, don José denunció el testamento y se iniciaron nuevos pleitos entre él y los albaceas (Villalobos: 1967, págs. 191 y ss.).


En circunstancias aún sin aclarar, don José es detenido por orden real el 29 de septiembre de 1792 y puesto preso en el Sacro Convento de Calatrava la Nueva. Posiblemente en el origen de esta decisión esté algún tipo de protesta familiar. Recordemos que, aunque don José era soltero, tenía una parte de sus bienes vinculados por los testamentos de su padre y su tío, y que esos bienes debían pasar íntegros a los descendientes de su tía doña Isabel Jijón de Salcedo. Por otro lado, él mantenía relaciones muy estrechas con parte de su familia materna y, por entonces, ya debía tener concertado su matrimonio con un miembro de esa familia, doña Leonor del Águila y Bolaños, 49 años más joven que él. Estando preso, el 9 de julio de 1794, redactó un testamento cerrado, que no se legalizó hasta el 16 de septiembre. En él nombra heredera universal de sus bienes a su futura esposa, doña Leonor del Águila. Dada la edad de don José, que entonces contaba con 69 años, extraña que la boda se demorara aún cuatro años y que no se celebrara hasta 1798.

Los últimos toros que se anunciaron en los carteles a su nombre fueron los lidiados en Aranjuez el 29 de mayo de 1802, con motivo de la celebración del día de San Fernando, y el 31 de mayo de ese mismo año, en la quinta corrida de la temporada de la Plaza de Madrid. Pocos días después, el 21 de junio de 1802, doña Leonor del Águila lidiaba a su nombre en Madrid, en la séptima corrida de la temporada. (Diario de Madrid: 1802, págs. 594, 600, 684).


... ... 2. Los Jijón González

En la bibliografía taurina se incluyen noticias de otros ganaderos de apellido Jijón a los que se ha relacionado vagamente con los miembros de la rama de los Sánchez Jijón. Nos referimos a Pedro, Blas y Elena Jijón. A la vista de los documentos que hemos podido consultar, podemos afirmar que estos ganaderos eran descendientes de don Pedro Jijón González y de doña María de Ortega. Esta rama no ha sido estudiada hasta ahora debido a que, por diversos motivos, la mayoría de sus miembros abandonaron Villarrubia y terminaron avecindándose en Daimiel, Valdepeñas y Almodóvar del Campo. No alcanzaron la relevancia de los Sánchez Jijón, pero se les atribuye un papel importante en la formación de otras ganaderías de casta Jijona.


... ... ... 2.a. Rama de Villarrubia

A esta rama pertenecieron:

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


III. Don Pedro Jijón González (1639-1684). Hijo de don Pedro Jijón González y de doña María de Ortega. Fue bautizado en Villarrubia el 19 de enero de 1639. Contrajo matrimonio el 1 de octubre de 1663 con doña Juana Jijón y Cervantes, hija de don Juan Sánchez-Jijón de Salcedo y de doña Quiteria de Cervantes. Murió el 28 de octubre de 1684.

Con el matrimonio de don Pedro y doña Juana quedó sellada la asociación económica que habían iniciado sus progenitores y que él continuó con su cuñado, don Juan Jijón de Salcedo. Ya hemos hecho referencia a los contratos donde constan ventas de reses para la lidia, al hecho de que lidiara en Madrid en 1679 y a su protagonismo en la consolidación de la ganadería y la fijación del prototipo racial de la casta Jijona. Siempre junto a su cuñado.

El año 1684 fue fatídico para los Jijón. El 28 de octubre de ese año moría don Pedro Jijón y once días después lo haría su cuñado. Don Pedro murió relativamente joven, siendo sus hijos menores de edad, lo que condicionó el devenir de esta rama de la ganadería.


IV. Don Blas Antonio Jijón (1667-1722). Fue bautizado en Villarrubia el 3 de octubre de 1667. Murió el 10 de marzo de 1722. Pocos días antes había contraído matrimonio secreto con Ana María Fernández, una empleada de su casa, con la que tenía un hijo natural que quedó legitimado por este matrimonio.

No sabemos cuando se hizo público el matrimonio, pero en su partida de defunción no se hace referencia a su condición de casado. Sus sobrinos y albaceas testamentarios iniciaron un pleito para declarar nulo el matrimonio, pero la sentencia no les fue favorable y dos años después, el 24 de octubre de 1724, el matrimonio se inscribía en los libros parroquiales (Villalobos: 1967, pág. 202. La sentencia está inserta en el Libro 5º de Matrimonios de Villarrubia, fol. 271v). Esta historia, que puede parecer anecdótica, tendrá importantes repercusiones en el devenir de esta rama de los Jijón y en su desaparición de Villarrubia para avecindarse definitivamente en otras poblaciones manchegas.

Don Blas lidió sus toros en Madrid el 17 de agosto de 1690. En la documentación de esa corrida consta que cobró: 4.840 reales por 10 toros y un cabestro que le mataron en el encierro (López Izquierdo: 1993, pág. 246).

En su obra Los Toros, José María de Cossío dice que en 1654 lidió sus toros en Madrid don Blas Jijón, de Villarrubia de los Ojos. Uriarte, a partir de este dato, especula sobre un posible hermano de don Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, que pudiera haber sido tutor de sus hijos. Después de examinar detenidamente los registros parroquiales de Villarrubia llegamos a la conclusión de que se trataba de un dato erróneo. No existió ningún Blas Jijón anterior al que nos ocupa que pudiera lidiar en 1654.

La confirmación de que se trata de un error la encontramos en la obra de López Izquierdo. José María de Cossío dice:

Este mismo año [1654] encuentro el nombre de doña Jacinta María Calvo y Manrique, viuda de don Antonio Maroto, y sobre todo, el de don Blas Jijón, de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, primera vez que este apellido celebérrimo en los fastos ganaderiles aparece”. (Cossío: Tomo I, Ed. 1992, pág. 244).

Según los documentos que transcribe López Izquierdo, el 26 de junio de 1679 lidiaba sus toros en Madrid doña Jacinta María Calvo y Manrique, viuda de don Antonio Maroto, y el 25 de septiembre de ese mismo año lo hacían don Juan y don Pedro Jijón, vecinos de Villarrubia de los Ojos (López Izquierdo: 1993, pág. 213 y 216). La presencia en los carteles de ese año de doña Jacinta María nos confirma que la fecha no es 1654 sino 1679, y que no lidió don Blas sino su padre y su tío.


V. Don Pedro Jijón de Salcedo (+ 1752). Hijo natural de don Blas Antonio Jijón y de Ana María Fernández. No hemos logrado identificar su partida de nacimiento, pero fue legitimado por el matrimonio de sus padres en 1722.

De su actividad ganadera hemos localizado este dato procedente de la plaza de Valencia:

La Iltre. Ciudad ha acordado la fiesta de toros en los días 6 y 7 de Octubre.
Vienen 32 toros, 12 de Don Pedro Xigón de Villarrubia, 12 de D. Pedro Stuart de Torada de Jarama, cuatro de la torada del Rei y cuatro de D. Pedro Díaz de Benavente
” (Hospital Provincial de Valencia: 1951, pág. 106).

Aunque en el documento no consta el año, la presencia en el cartel de don Pedro Stuart (1720-1791), hermano del duque de Veragua, puede ayudarnos a situar la fecha en la década de los cuarenta.

Don Pedro Jijón murió soltero, de “accidente repentino”, el 5 de mayo de 1752. Y Su madre el 28 de julio de 1759. Posiblemente las diferencias con los sobrinos de su marido justifiquen el hecho de que dejara como únicos herederos a don José y don Miguel Jijón, los célebres ganaderos. Con ello, se corta esta rama, que pasó a integrarse en la famosa ganadería de los hermanos Jijón.


... ... ... 2.b. Rama de Valdepeñas

Todos los autores que se han ocupado de la historia de los toros jijones hacen referencia a doña Elena Jijón, vecina de Valdepeñas, dando por supuesta su relación familiar con la rama de los Sánchez Jijón, pero sin aportar ninguna documentación.

Hemos podido establecer la ascendencia de la rama familiar de doña Elena y encontrar la conexión, no con los Sánchez Jijón, sino con los Jijón González de Villarrubia.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


IV. Don Cristóbal Jijón González (1669-1700). Hijo de don Pedro Jijón González y de doña Juana Jijón y Cervantes. Fue bautizado en Villarrubia el 4 de agosto de 1669. Contrajo matrimonio en Valdepeñas con doña María Manuela Muñoz de la Fuente Calero y las velaciones se celebraron el 9 de mayo de 1698 en Villarrubia. Fallece en Villarrubia dos años después, el 24 de julio de 1700, dejando dos hijos menores.

Murió muy joven y apenas ha dejado rastro en la documentación. Hay que suponer que continuaría con la actividad ganadera de sus padres.


V. Don Juan Antonio Jijón Muñoz (aprox. 1699-1769). Hijo de don Cristóbal Jijón González y de María Manuela Muñoz de la Fuente. Contrajo matrimonio en Valdepeñas hacia 1720 con doña Ana María Teresa Ortiz de la Mota. Murió en Valdepeñas el 19 de septiembre de 1769.

No tenemos noticias de que lidiara, pero sí de que criaba vacuno. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (AGS: Ensenada. RG-L469), el ganado vacuno que había en Valdepeñas era propiedad de don Juan Jijón y se especifica que tenía:

-100 vacas de vientre
-80 novillas
-50 machos de todas las edades


VI. Doña Elena Jijón y Mota (+ 1790). Hija de don Juan Antonio Jijón Muñoz y de doña Ana María Teresa Ortiz de la Mota. No conocemos su fecha de nacimiento, pero el 9 de septiembre de 1746 figura como madrina en el acta de bautismo de uno de sus hermanos. Murió soltera y sin descendencia el 18 de diciembre de 1790.

La descripción de esta rama se justifica porque consideramos que ésta es la doña Elena Jijón, vecina de Valdepeñas, que presentó sus toros en Madrid el 1 de julio de 1776 con divisa azul. Hasta donde hemos podido comprobar, esta noticia, que se repite una y otra vez en la literatura taurina, procede del catálogo de la exposición “El arte en la tauromaquia” publicado en 1918 por José María Palacio y Abarzuza, en el que se confecciona un listado de las ganaderías que lidiaron en Madrid a partir de los carteles de la colección de la familia Ortiz Cañabate.

Uriarte, que tuvo que consultar las fuentes originales de Valdepeñas, al referirse a la familia Jijón dice:

“Sé de un Manuel Jijón Salceda valdepeñero que usaba los apellidos de su madre y paisana Juana y casó con una Muñoz, María Manuela, valdepeñera a su vez; pero el tal Manuel murió en 1600...” (Uriarte: 1970, pág. 187).

Sin duda, debió sufrir un error en sus notas, pues el marido de doña María Manuela era don Cristóbal Jijón González, y no murió en 1600 sino en 1700.

Siguiendo con la filiación de doña Elena, Uriarte dice:

“Hija del MANUEL JIJÓN que sonó como de Valdepeñas en los primeros años del último tercio del siglo XVIII debió de ser ELENA JIJÓN, de Valdepeñas igualmente, que el l de julio de 1776 se presentó como ganadera en Madrid, con divisa azul. Y ella sería la esposa de BENITO TORRUBIA, de Granátula, de quien ya se sabe con seguridad que era hijo político del tal Manuel Jijón -¿de cuál otro podría serlo, por las fechas?- y que de él procedía su vacada, cuya divisa azul celeste y rosa disfrutó de sólido crédito...” (Uriarte: 1970, pág. 188).

Como hemos indicado, doña Elena murió soltera y sin descendencia, por lo que no pudo ser la esposa de Benito Torrubia. Este dato es importante porque se afirma que de la ganadería de Benito Torrubia derivó gran parte del ganado al que se le ha atribuido origen Jijón (Gil Flores, Manuel Aleas, José Manzanilla, etc.).

Creemos que el señor Uriarte tuvo acceso a una amplia documentación que, como es habitual en la literatura taurina, no citó en su libro. En sus investigaciones debió encontrar alguna fuente que le permitió sostener que las reses de Torrubia procedían de la ganadería de doña Elena, pero lo que él afirma en medio de tanta duda no pudo ser por vía de matrimonio, ya que doña Elena murió soltera, sino por vía de compraventa.


4. El ocaso de los Toros Jijones

Como hemos visto, los linajes ganaderos de los Jijón se extinguieron en 1790 en Valdepeñas y en 1802 en Villarrubia. Quedaron descendientes de estas familias pero lo fueron por vía femenina y utilizaron otros apellidos, sin que tengamos noticia de que tuvieran ninguna relación con la lidia. Ya nos hemos referido a la posible adquisición de la ganadería de doña Elena Jijón por parte de Torrubia. Ahora nos ocuparemos de otros ganaderos relacionados con Villarrubia a los que tradicionalmente se atribuye un origen Jijón para sus ganados y que, de alguna forma, son el epílogo de esta importante ganadería.


... Don Bernabé del Águila Bolaños (1759-1830)

Al morir don José Jijón, comenzó a lidiar su viuda, doña Leonor, conservando la antigüedad de la ganadería. Apenas un año después contrae matrimonio con su tío, don Bernabé del Águila y Bolaños, que se presentó en Madrid el 9 de abril de 1804, haciendo constar en los carteles la procedencia Jijón y conservando la antigüedad (Diario Madrid: 06/04/1804).

La ganadería siguió funcionando con regularidad. En 1808 renuevan el contrato para el aprovechamiento de los pastos de la Encomienda de Carrión por cinco años a 73.000 reales anuales (Diario Oficial de Avisos de Madrid: 4/08/1865), y su nombre aparece en los carteles, incluso durante la dominación francesa (Asín Cormán: 2008. Pág. 163). Los problemas vendrían algo más tarde. Don Bernabé era militar e hizo incursiones en el mundo de la política, con una participación especialmente destacada en el Trienio Liberal (1820-1823). Al término del periodo fue acusado de traición e injurias al Rey, delito que se castigaba con la pérdida de la mitad de los bienes y del que fue indultado a finales de 1824 (Díaz-Pintado: 1998). Posible consecuencia de estos acontecimientos sea el hecho de que, a partir de 1823, sus toros comienzan a aparecer en los carteles a nombre de don Manuel Gaviria (Diario de Madrid: 01/06/1823) y doña Manuela de la Dehesa (Diario de Madrid: 05/09/1824).


... Doña Manuela de la Dehesa y Ángulo (+ 1851)

Estuvo casada con el comerciante madrileño Pedro Bringas. Este matrimonio aparece citado en el testamento de don Miguel Jijón, con el que parece que les unía una estrecha amistad pese a la diferencia de edad. El 13 de octubre de 1822, ya viuda, doña Manuela presenta sus toros en Madrid (Diario de Madrid: 12/10/1822). En los carteles de las corridas del 6 y 23 de septiembre de 1824 se anuncia como “doña Manuela Angulo, de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, que antes pertenecieron a don Bernabé del Águila y Bolaños” (Diario de Madrid: 5 y 22/09/1824). Su actividad continúa hasta 1840, y el 30 de junio de 1845 sus toros se anuncian a nombre de don Manuel de la Torre y Rauri (Diario de Avisos de Madrid: 29/06/1845).


... Los Díaz Hidalgo

Las relaciones familiares entre los Sánchez Jijón y los Díaz Hidalgo fueron muy estrechas a lo largo de los siglos siglos XVI y XVII. En el XVIII, la familia Sánchez Jijón quedó seriamente restringida, pero siguieron manteniendo lazos familiares a través de sus esposas.

Fuente: elaboración propia a partir de la documentación utilizada en este artículo.


Los miembros de esta familia que tuvieron relación con cría de reses bravas fueron:

I. Don Hermenegildo Alfonso Díaz Hidalgo (+ 1758). Nieto de doña Quiteria Jijón, contrajo matrimonio con doña Luisa María de Torres y Figueroa, prima hermana de la esposa de don José Jijón. Estuvo al frente de la ganadería de los Sánchez Jijón desde 1743 hasta 1750 como administrador de los bienes de José y Miguel. Tres años después de su ruptura con los hermanos Jijón se realiza el Catastro de Ensenada y entre los bienes de don Hermenegildo aparecen ganados de distintas clases pero ni una sola cabeza de vacuno. Hijos de este matrimonio fueron:

II.a. Don Juan Díaz Hidalgo (+ 1819). Nació en Tembleque hacia 1735. Contrajo matrimonio con doña Isabel del Águila Bolaños, hermana de doña Leonor. Presentó sus toros en Madrid el 21 de abril de 1800 (Cossío: Tomo I, Ed. 1992, pág. 315).

II.b. Don Hermenegildo Díaz Hidalgo (1746-1834). Hermano del anterior, fue bautizado el 12 de marzo de 1746 en Villarrubia. Se presentó en Madrid el 3 de junio de 1782 (Cossío: Tomo I, Ed. 1992, pág. 315), aunque ya desde 1780 se estaba ofreciendo a los Reales Hospitales, gestores de la plaza (Villalobos Racionero: 2000. Pág. 24).

El 5 de febrero de 1805 se publica la Real Pragmática prohibiendo las corridas de toros y, apenas un mes después, los hermanos Díaz Hidalgo ponen en venta sus ganaderías (Diario de Madrid. 05/03/1805 y 09/03/1805). Por estos anuncios conocemos la composición de las vacadas:



No sabemos si las ventas llegaron a realizarse, pero en 1815 los dos hermanos vuelven a aparecer en los carteles.

Don Juan muere en 1819 y en 1822 sus herederos venden la ganadería a la sociedad “Arratia y Sobrinos” (Vázquez y Rodríguez: 1886, pag. 36). A partir de 1830 don Hermenegildo vuelve a lidiar con regularidad. Posiblemente en esos momentos la ganadería ya estaba en manos de su hijo don Fulgencio.

III. Don Fulgencio Díaz Hidalgo (n. 1789). Hijo de don Hermenegildo y de doña Francisca de Losada y Plata. Fue bautizado en Villarrubia el 18 de enero de 1789. Sucede a su padre en la ganadería y se presenta en Madrid el 4 de septiembre de 1843 (Vázquez y Rodríguez: 1886, pag. 49). Las últimas noticias que tenemos de su actividad ganadera son de la década de los cincuenta.


... Doña Maria de la Paz de Silva.

Era nieta de don José Rafael de Silva Fernández de Híjar Portugal y Palafox, XII duque de Híjar y señor de Villarrubia de los Ojos. Su padre, don Cayetano de Silva y Fernández de Córdoba, utilizaba por esos años el título de Conde de Salvatierra y, con el tiempo, llegaría a ser el XIII duque de Híjar y señor de Villarrubia.

Presentó sus toros en Madrid el 29 de mayo de 1837 (Diario de Avisos de Madrid: 29/05/1837). Alguna vez se ha asegurado que esta ganadería procede de don Juan Díaz Hidalgo.

Murió siendo aún niña y la ganadería pasó a su madre, la marquesa de Salvatierra (Diario de Avisos de Madrid: 27/04/1845). Posteriormente la adquirió el Marqués de la Conquista. En ese momento contaba con 374 cabezas de ganado, incluidos 88 toros de todas las edades, y el precio de venta se fijó en 9.000 duros (La España: 10/12/1850).


5. Conclusiones

Al comenzar este trabajo, nos propusimos documentar la genealogía de la familia Jijón. Éramos conscientes de que sería muy difícil encontrar documentos que pudieran resolver las incógnitas que existían sobre el origen de la ganadería, temores que se confirmaron al comprobar la práctica inexistencia de documentación notarial del siglo XVII. Con todo, creemos que el esfuerzo no ha sido inútil:

-Sabemos que la introducción del vacuno en Villarrubia de los Ojos en la primera mitad del siglo XVII no fue el resultado de una decisión personal, sino la consecuencia de la ampliación del negocio de varias familias que ya venían comerciado con otros tipos de ganado.

-Hemos descubierto la figura de don Pedro Jijón González como impulsor junto a su consuegro, el conocido Juan Sánchez-Jijón de Salcedo, de una explotación de ganado vacuno en Villarrubia de los Ojos.

-Respecto al prototipo racial de los toros jijones, hemos acreditado que debía estar fijado en la época en que los cuñados Pedro Jijón González y Juan Jijón de Salcedo codirigían la ganadería familiar que habían heredado de sus padres, dado que a su muerte se dividió en varias ramas y todas ellas fueron consideradas de casta Jijona.

-Ha quedado documentada la hasta ahora desconocida genealogía de los Jijón González y, por tanto, la relación que existe entre los distintos ganaderos de apellido Jijón que la bibliografía taurina citaba sin saber ubicarlos.

-Y, sobre todo, esperamos que este trabajo sirva para abrir nuevas vías de investigación. Quedan lagunas en la historia de los Toros Jijones que habrá que resolver investigando en la documentación notarial del siglo XVIII.

...


ILUSTRACIONES: Pablo Moreno Alcolado
FOTOGRAFÍAS: Fernando Beneytez Peñuelas

Agradecemos a los autores la autorización para publicar sus obras en este artículo. Agradecimiento que hacemos extensivo a Ana Rosa Maesa Govantes y a la familia Peñuelas, de Villarrubia de los Ojos, por su buena predisposición para colaborar en nuestro trabajo.


DOCUMENTACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA

Abreviaturas

ADCR: Archivo Diocesano de Ciudad Real.
AGS: Archivo General de Simancas.
AHN: Archivo Histórico Nacional.
AHPCR: Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real.
AHPZ: Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.
ARCHG: Archivo de la Real Chancillería de Granada.


Bibliografía

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Cossío, José María de: Los Toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, varios años.

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Viñas Mey, Carmelo y Paz, Ramón(1951): Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Ciudad Real.

8/2/10

La relación de la capacidad visual del toro con su comportamiento en un encierro

Foto: Gorka Azpilicueta & Arsenio Ramírez ... Fuente: “porlasrutasdeltoro.com ...


El comportamiento del toro es un fenómeno complejo en el que intervienen todos sus elementos anatómicos y fisiológicos que están en conexión con el medio ambiente, siendo la visión uno de los más determinantes. Por ello, es fundamental conocer algunas de las características básicas de la capacidad visual que posee el toro para poder comprender mejor su comportamiento durante el encierro.


... I.- Capacidad visual del toro

... ..... 1) Campo visual

El toro, como herbívoro que es, tiene miedo a sus predadores, lo que le lleva a permanecer vigilante continuamente para poder huir de cualquier amenaza de ataque. Por ello, a lo largo de millones de años ha seguido una evolución anatómica que, entre otros detalles, le ha llevado a tener situados los ojos en una posición lateral de la cabeza, con lo que dispone de un amplio campo visual panorámico, que viene a ser de unos 300º aproximadamente y en el que sólo queda excluida la sección que ocultan sus cuartos traseros. De esa forma puede controlar su entorno mientras realiza todas sus actividades de conducta habituales.

Los ojos del toro están separados por el hueso frontal, cuya anchura viene a ser de unos 30 centímetros. Si bien esa disposición le otorga unos amplios campos de visión lateral con cada uno de sus ojos (visión monocular), por el contrario le provoca que al frente tenga un menor campo de convergencia ocular o, lo que es lo mismo, de visión con los dos ojos (visión binocular).

Como únicamente se obtienen imágenes tridimensionales cuando se mira con los dos ojos, el toro sólo dispone de ese reducido campo de visión binocular para lograrlas y, así, poder realizar un perfecto cálculo de la distancia real a la que se encuentra un elemento extraño. Por ello mismo, no resulta tan precisa la información que obtiene cuando capta la imagen de ese elemento extraño dentro del campo de visión monocular, lo que le provoca una gran desconfianza. Del mismo modo, el toro siente una gran desconfianza o temor cuando es consciente, aunque no lo pueda ver, que un elemento extraño se encuentra en la zona ciega situada tras sus cuartos traseros.


Por otro lado, esa disposición lateral de los ojos con el hueso frontal de por medio conlleva otra contrariedad para el toro: que tiene un espacio de visión nula delante de su cara cuando mira al frente en busca de obtener una visión con los dos ojos. Ese espacio de visión nula tiene forma de un triángulo isósceles, cuya base es la hipotética recta que hay de ojo a ojo, y sus lados son sendas líneas que van desde cada uno de los ojos hasta el punto de convergencia que le permite el hueso frontal y el tabique nasal. La distancia media a la que se encuentra ese vértice del triángulo de visión nula es de un metro, aproximadamente. Es decir: el toro no ve absolutamente nada en un área frontal triangular que tiene su vértice a un metro de la frente; y, además, a ese área de visión nula hay que adicionarle otra zona de visión difusa, también triangular y cuyo vértice se aleja del anterior hasta el punto donde, además de poder ver, cada animal en particular logra un enfoque nítido de la imagen.

Campo visual del toro. En gris: visión nula. En verde claro: visión binocular. Resto: visión monocular


Ese logro evolutivo de tener una amplia visión panorámica se complementa con una característica del ojo: que sus pupilas son horizontales. Con ello puede percibir mejor las líneas verticales que las horizontales, lo que le permite pastorear al mismo tiempo que vigila todo el entorno que capta con su visión panorámica. El inconveniente que conlleva esa circunstancia es que no le permite la visualización de objetos muy cercanos ubicados por encima de la línea de su cabeza. Salvo que éstos se muevan.

Ese cúmulo de características adaptadas para poder ver en las grandes distancias y captar movimientos acarrea que, en cambio, tengan dificultades para enfocar la vista rápidamente en los objetos cercanos, debido a que sus músculos oculares son débiles, lo que explica los fuertes sobresaltos que sufren cuando algo se mueve repentinamente cerca de ellos.

Otro detalle más es que es muy sensible a los contrastes de luz y de sombra, por lo que tiene una gran tendencia a moverse desde las zonas de escasa iluminación hacia otras mejor iluminadas, pero nunca se acercará a una luz cegadora.


... ..... 2) Discriminación de colores


La luz es la parte de la energía radiante electromagnética capaz de sensibilizar el ojo produciendo el mecanismo de la visión. Su longitud de onda está comprendida entre 380 nm y 780 nm. Esa energía es captada en la retina por unas células que, a su vez, se encargan de transformarla en impulsos eléctricos para transmitirlos por medio del nervio óptico hasta el cerebro, que es donde se obtiene la sensación del color.

En la retina hay dos tipos de células especializadas en recibir esa energía: los conos y los bastones. Los conos actúan con luz intensa, ofreciendo una buena resolución de imagen y permitiendo la visión de los colores. Por el contrario, los bastones funcionan con poca luz, permitiendo ver en condiciones de penumbra, pero sin ofrecer ni una buena resolución ni información de los colores.

Para obtener la percepción del color, los conos poseen unos pigmentos que son sensibles selectivamente a cada una de las diferentes longitudes de onda que tiene cada color primario: uno para las longitudes de onda largas (luz roja), otro que es sensible a las longitudes de onda media (luz verde) y un tercero con mayor sensibilidad a las longitudes de onda cortas (luz azul). De la mezcla de varias de ellas resultan las distintas gamas de colores, y con la superposición de todas juntas se obtiene el blanco.

Pues bien, dependiendo del número de conos con pigmentación diferente que tenga una especie animal, su visión se clasifica en:

-Monocromática: los que sólo tienen un tipo de cono (los mapaches y las salamandras, por ejemplo).
-Dicromática: los que tienen dos tipos de conos (la inmensa mayoría de los animales, entre ellos el toro).
-Tricromática: los que tienen tres tipos de conos (el hombre y los primates).
-Tetracromática: los que poseen cuatro a más conos, por lo que pueden captar incluso la radiación ultravioleta (aves, reptiles y peces).


Refiriéndonos a los bóvidos y más concretamente al toro, es aquí donde surge uno de los debates más típicos: ¿El toro capta el color rojo? Y, en caso afirmativo: ¿El toro siente un especial estímulo para embestir a objetos de color rojo?

Habiéndose superado teorías antiguas que defendían que el toro no distinguía tan siquiera los colores y que su visión era en blanco y negro, o sólo con distintas tonalidades de grises; actualmente todos los investigadores ya mantienen que el toro tiene una visión en la que capta los colores, pero que sólo es dicromática. Es decir que sólo tiene dos tipos de conos y que, por lo tanto, no es capaz de captar uno de los tres colores básicos (que recordemos son el rojo, el verde y el azul).

¡Sí! ¿Pero cuál de ellos?

La teoría más generalizada, o más clásica, indica que el toro tiene una visión dicromática con conos que son más sensibles a la luz amarillenta-verde (552 a 55 nm) y a la azul-purpúrea (444 a 445 nm). Ello conllevaría que no posee conos con una pigmentación que le permita captar las longitudes de onda más largas y que, por lo tanto, no puede distinguir el color rojo. Así, en base a ello, los defensores de esta teoría mantienen que en el movimiento de los objetos es donde encuentra el toro el mayor estímulo para embestir, independientemente del color de esos objetos, y que no hay argumento posible para mantener que el toro embiste al color rojo.


En cambio, C.J.C. Phillips y C.A. Lomas, tras un estudio realizado en el año 2001 con novillas de raza frisona, llegan a la conclusión de que el ganado vacuno es capaz de distinguir la luz de onda larga (luz roja) de la luz de onda media o corta (luz verde o azul). Y que, sin embargo, comparado con los humanos, el ganado vacuno muestra una muy limitada capacidad para diferenciar la luz de media longitud de onda de la de corta longitud, es decir, luz verde de la azul.

Por otra parte, J.A. Riol, J.M. Sánchez, V.G. Eguren y V.R. Gaudioso realizaron en 1989 un experimento con pruebas de comportamiento operante (el animal opera-actúa sobre el medio para obtener una recompensa) con un grupo de novillas de raza de lidia criadas en estabulación desde los 2 meses de edad. Se evaluó la capacidad de los animales para distinguir siete colores del espectro visible (violeta, azul, verde azulado, verde amarillento, amarillo, naranja y rojo) respecto a muestras de gris con una luminosidad equivalente. Los animales fueron sometidos a 80 ensayos de diferenciación entre cada color y su correspondiente gris. A partir de los resultados obtenidos en los ensayo del 61 al 80, con un muy alto porcentaje de aciertos, concluyen que el toro de lidia ve perfectamente los colores con una longitud de onda entre 550 nm y 700 nm (verde amarillento, amarillo, naranja y rojo), pero tienen dificultades entre 400 nm y 500 nm (violeta, azul y verde azulado), pues no se alcanzó un nivel significante de aciertos en esos ensayos.

Resultados similares han obtenido los polacos B. Dabrowska, W. Harmata, Z. Lenkiewicz, Z. Schiffer, R. J. Wojtusiak.


Así, según esta otra línea de investigadores, habría que decir que la atención que el toro pueda mostrar durante un festejo a un determinado estímulo no tiene porqué deberse exclusivamente al movimiento de éste, sino que también puede venir motivada por su color. Y que el toro podría acometer con mayor ímpetu contra estímulos de color rojo, naranja o amarillo, que favorecen dicha reacción, frente a otros estímulos de color verde, azul o violeta.

Como último apunte a esta sección, cabe señalar que una visión dicromática, como la del toro, puede servir para tener una mejor visión nocturna y para detectar mejor los movimientos.


... II.- Zona de fuga

Se han podido corroborar a través de trabajos etológicos que técnicas que se vienen usando tradicionalmente para el manejo de animales herbívoros que viven en manada está relacionadas con principios básicos de comportamiento de este tipo de animales en los que la visión juega un papel importante.

Toda persona que quiera acercarse a un toro, o a un grupo compacto de ellos, debería conocer las reacciones que puede tener ese animal o ese grupo dependiendo del lugar en que se sitúe dicha persona.

Así, ya vimos al tratar la sección del campo visual que el toro tiene una visión periférica de unos 300º y que sólo detrás de él tiene una zona ciega en la que no es aconsejable situarse para no generarle intranquilidad.

Al margen de esa concreta posición, está comprobado que el punto concreto de la cruz del toro actúa de eje determinante en su comportamiento respecto a una persona que se sitúe junto a él. Un toro se moverá hacia delante si una persona se ubica por detrás de la línea de su cruz; y, al contrario, el animal retrocederá si la persona se coloca delante de ese eje.

Estos dos apuntes quedan comprendidos dentro de un principio de comportamiento más amplio que es conocido como la zona de fuga (que en el caso del toro también puede ser de embestida, lógicamente, aunque seguiré denominándola con el nombre genérico de “fuga”).

Figura de la zona de fuga


Directamente relacionado con su campo de visión, el toro tiene un área o espacio que considera propio y cuya amplitud dependerá del lugar donde se encuentre, de su grado de bravura o mansedumbre, del nivel de excitación o de calma, de quien se acerque, de la forma de acercarse a ese área, etc. Así, un caballo muy manso no tiene zona de fuga y cualquier persona puede acercarse, tocarlo y no se alejará.

En la figura anterior se ha dibujado alrededor del toro un círculo representativo de lo que podría ser su zona de fuga, y dos posiciones factibles para señalar las reacciones que se pueden producir en el animal. Si una persona se mueve fuera de la zona de fuga, posición “0”, el animal permanece parado o se detiene, si es que se le estaba moviendo. Si una persona entra dentro de la zona de fuga, el animal se moverá. Se ha señalado como posición “1” un lugar situado detrás del punto de balance, lo que implicaría que, si alguien se sitúa ahí, el animal se movería hacia delante. Lógicamente, una hipotética situación que se marcase con el número “2” y que estuviese delante del punto de balance implicaría que el animal retrocedería.

De todos los animales que observan este principio de la zona de fuga, el toro de lidia es uno de los que sigue unas pautas con algún grado de relatividad respecto al tipo de movimiento que iniciaría, pues su instinto a poder optar entre huir o embestir cuando se siente acosado puede hacer variar ese parámetro.


... III.-Posibles comportamientos del toro en un encierro relacionados con su capacidad visual

El comportamiento de un toro es un fenómeno complejo en el que intervienen muchos elementos y factores. Especialmente trascendente es el de su visión. No obstante, como indicaba al final del capítulo anterior, su instinto a poder optar entre huir o embestir cuando se siente acosado puede hacer variar cualquier argumento que se pueda realizar a priori sobre su comportamiento. Teniendo en cuenta esta premisa, vamos a analizar algunos modelos de conducta del toro imaginando supuestos muy-muy generales dentro del imprevisible acto de un encierro.


Tras la salida del corral de suelta, lo primero que percibirá el toro, o la manada de toros, es que se encuentran en un lugar ajeno a su hábitat natural, en un lugar que identifican como amenazante. Así, azuzados desde el corral, su primera intención será la de huir a la carrera de aquel lugar por el único sitio que se les ofrece: en el sentido que le marca el recorrido del encierro.


Si el encierro es de los de escasa participación, el toro puede visualizar la manga en toda su amplitud y por delante tiene metros suficientes para captar con su visión binocular el movimiento de los pocos corredores que se encuentran por delante en el recorrido. La zona de fuga del toro ocupará todo el ancho de la manga y por delante se extenderá hasta donde se lo permitan su visión y la disposición urbana del recorrido.

Por lo tanto, como son pocos los corredores que hay en el recorrido, y todos irán quedando incluidos dentro de la zona de fuga del toro, a todos ellos los asociará como una amenaza, corran por el centro o corran por un lado, y el toro tendrá espacio suficiente para ir divisándolos con antelación, centrar en ellos su mirada binocular, medir la distancia que les separa y lanzarse tras ellos con la intención de embestirles. El toro irá repitiendo constantemente esa pauta de conducta durante todo el encierro.


Ahora bien, si nos situamos en un encierro de alta participación, como puede ser el de Pamplona, nos encontraremos con situaciones muy diversas y ello conllevará, a su vez, distintos tipos de reacciones en el comportamiento de los toros.

Así, cuando en los primeros metros de carrera los toros empiezan a encontrarse a los lados las primeras figuras de corredores en movimiento resulta típica la imagen en el que los toros giran el cuello en dirección a esos participantes, al tiempo que continúan corriendo hacia delante y pareciera que hasta quisieran apartar sus cuartos traseros del lateral tratando de alejarse hacia el centro de la manga.

Evidentemente, los toros han empezado a captar en los campos monoculares de sus ojos a figuras en movimiento y, además, a una distancia que en principio notan muy cercana. Al margen de que es el inicio del encierro y que los toros, ya sólo por eso, se encuentran en la fase de miedo más aguda, esas apariciones en su campo monocular de figuras en movimiento es algo que los aterra, de ahí que intenten apartarse de ellas y que giren sus cabezas para tratar de enfocar su imagen con la visión binocular. En cualquier momento se puede producir una embestida a cualquiera de esas figuras laterales, especialmente por los toros que van en el centro de la manada, pues son los que más sufren con esas apariciones; pero resulta casi más normal que a los toros les venza el miedo y que sigan huyendo calle adelante hasta que se van acostumbrando al escenario en el que se encuentran y se centran en la carrera.

Transcurridos esos primeros metros de carrera, los toros aprecian como los corredores van acortando progresivamente la distancia a la que corren de ellos, lo que provoca que también se vaya reduciendo su campo de visión y, consecuentemente, su zona de fuga. Llegado un momento, los toros llegan a estar prácticamente rodeados de corredores.


Así, en primer lugar, el toro que abre manada se llega a encontrar con corredores que consiguen situarse a escasos centímetros de sus astas. Esos corredores, que corren a una distancia que se antoja inverosímil, se encuentran: o bien en la zona ciega de visión que el toro tiene a un metro de su testuz, o bien en la zona de visión difusa por falta de distancia para tener un enfoque nítido. Ese toro no puede llegar a definir cuál es el “objeto” que tiene delante; de ahí que, a veces, hasta aparte su cabeza para sobrepasarle en la carrera. Más que una cornada premeditada por el toro, el mayor peligro para ese corredor que corre a escasos centímetros de las astas es el de resultar arrollado o simplemente volteado. Es más común, incluso, que ese toro frene su velocidad y se amolde a la del corredor que tiene justo delante.


Si ese primer corredor que tiene delante el toro que abre carrera, en vez de estar a escasos centímetros de las astas, estuviese a una distancia de tres metros, por ejemplo, ya estaría situado en la zona de visión binocular del toro. El toro le enfoca perfectamente y calcula la distancia. Pero, en principio, ese corredor no es su mayor amenaza, sino los corredores que se van descolgando a sus lados, a los que sólo puede captar con visión monocular. El toro, por tanto, y en principio, se limita a seguir su carrera hacia delante a toda la velocidad que le permiten desarrollar sus fuerzas, huyendo más de esos corredores que percibe a los lados, especialmente los que están tras su punto de balance, que persiguiendo al corredor que tiene delante. El riesgo para este corredor queda pendiente del desarrollo futuro de la carrera, del momento del alcance.


Delante del toro que abre carrera, y también de los del resto de la manada, hay una tercera posición que ocupan algunos corredores: los que están algo más adelantados, pero también algo escorados. El toro, que corre con la vista centrada en su frente, ya no tiene a ese corredor en la zona de visión binocular, sino en la de visión monocular. El toro capta al corredor, pero no le puede definir totalmente; y ello le produce cierta intranquilidad e, incluso, puede llegar a sentirse amenazado por él. El toro se podría sentir tentado en cualquier momento a desviar su trayectoria y embestir a ese corredor. Esa situación se agudiza en aquellos momentos en los que, a la salida de una curva, por ejemplo, se pueda abrir algún hueco entre los participantes y la figura del corredor analizado se haga más concreta.


Las dos siguientes figuras de corredores que rodean al toro ya no están delante, sino a su misma altura.


El corredor que se sitúa a la misma altura de la cabeza del toro se encuentra en la posición más peligrosa. No ya tanto porque esté junto a sus astas, sino porque se encuentra frente por frente a uno de los ojos del toro. El animal puede llegar a sentirse muy amenazado por la figura de ese corredor, tanto por el hecho de estar muy cerca, como por estar en movimiento y, además, en un punto de visión que es únicamente monocular. Todo ello, en conjunto, le aterra al toro y el riesgo que tiene ese corredor de ser embestido es muy alto, pues el toro en cualquier momento puede optar por girar su cabeza y tratar de embestir a ese corredor para quitárselo de ahí.


La siguiente posición es la que ocupa el corredor que se sitúa junto al toro, pero detrás de su punto de balance. El toro, que está rodeado por el resto de sus hermanos de camada y por figuras de corredores, carece totalmente de zona de visión y, por tanto, de zona de fuga. Llega a permitir, incluso, que algún corredor se apoye en su lomo. Algo impensable en cualquier otra situación. Ese corredor, lejos de significar una amenaza para el toro, resulta un “aliado” en su intención, que es la de correr hacia delante; pues al situarse dicho corredor tras el punto de balance del toro, le está incitando precisamente a seguir corriendo hacia delante, que es lo que él quiere. El riesgo de ese corredor es mínimo; por lo que esa escena de corredores apoyados en el lomo de los toros, tan repetida en Pamplona, resulta ser la que conlleva un menor peligro de embestida, al margen de la consideración estética que merezca a cada espectador.


Y, por último, queda el corredor que se sitúa justo detrás del toro y, por tanto, en su zona ciega. En esa posición, el toro no puede ver al corredor. Pero, si sintiera ahí su presencia, se podría sentir inquieto. Por ello mismo, ningún corredor debería situarse en esa posición, no ya por el riesgo que asume, que es prácticamente nulo, sino porque puede causar tal inquietud al toro que podría llegar a girarse para comprobar que es lo que tiene detrás y provocar que se descuelgue del resto de la manada.

Por supuesto, ante la figura de un toro suelto en un encierro, los corredores deben evitar totalmente situarse cerca de los cuartos traseros del animal por ese mismo motivo.


Finalmente, constatar que, si bien es el movimiento el que parece ser el elemento que más estimula la embestida del toro, según las investigaciones a las que aquí se ha hecho referencia, estímulos de color rojo podrían incidir en el ánimo del toro para embestir. Ese dato, que en encierros de poca o media participación podría no ser muy relevante, puede adquirir una mayor significación en el encierro de Pamplona, donde el toro tiene delante de sus ojos una auténtica “pared de pantalones blancos” que bloquean uniformemente su visión, pero donde también aparecen fajines de color rojo que, además, se bambolean sobre ese uniforme fondo blanco. Un elemento, pues, al que cabría dar cierta relevancia según dichos estudios.

...

Repito lo que ya dije anteriormente: cuando hay un toro en la calle, no cabe hablar de pautas generales. Un toro siempre puede tener un comportamiento imprevisible. Pero creo que con esta entrada los corredores tendremos más criterios para comentar en los almuerzos la última carrera que hayamos realizado.

Lagun


NOTA:
En primer lugar, quiero agradecer a Chema Aparicio, veterinario, la aportación de ideas y datos para este texto.
En segundo lugar: la foto de la portada es de Gorka Azpilicueta & Arsenio Ramírez, que en su día me la remitieron del archivo de su web:
http://www.porlasrutasdeltoro.com/. Hoy les pido a dichos autores que me permitan mantenerla publicada junto a este texto, pues con mi bitácora no tengo fines lucrativos.
Por otro lado, las figuras de la visión panorámica del toro y de la zona de fuga, aunque he partido de otras similares que hay en la red, son de elaboración propia.
Por último, las recreaciones de las posiciones de los corredores en carrera junto al toro, son montajes que he realizado partiendo también de otras similares de la red, y que se corresponden a un juego denominado “San Fermín”, cuyos derechos creo que son de “Artheria Network” (
http://www.artheria.com/”). Espero (deseo) que no planteen problemas por su inclusión, pues repito que no tengo ningún fin lucrativo con esta bitácora y las he colgado por una mera cuestión ilustrativa.