23/5/11

Soria

Capital de la provincia homónima situada en el extremo oriental de la Comunidad Autónoma de Castilla y León (España).





Soria - Ermita de San Saturio

Lo que realmente se celebra en Soria para las fiestas de San Juan es el solsticio de verano: el día en el que el Sol vence al duro invierno castellano, reina en el cielo a mayor altura y, poderoso, se muestra durante más tiempo. Por ello, uno de los principales protagonistas en esas fiestas es una ancestral divinidad solar: el Toro.

En estas fiestas se han venido repitiendo una serie de actos tradicionalmente, aunque con su inevitable evolución histórica. Unos días antes de las fiestas, las Cuadrillas de la ciudad acudían al prado donde pacían los toros, para verlos y decidir cuál de ellos seleccionaría cada una de dichas cuadrillas (Lavalenguas). Después, los compraban (La Compra). Ya en fiestas, trasladaban todos los toros desde el campo a la ciudad (La Saca). Una vez allí, cada cuadrilla corría por su barrio su propio toro enmaromado y, finalmente, lo sacrificaba (Viernes de Toros). Luego, los miembros de las cuadrillas despiezaban su res, elegían las mejores carnes y degustaban una de esas tajadas. El resto del toro, lo que no habían elegido, se subastaba (Sábado de Agés). Y, para culminar el rito, se comía la carne del Tótem, con todo su poder genésico (Domingo de Calderas). Sólo restaba festejar el hecho de haber celebrado un año más la fiesta (Lunes de Bailas).


Historia

La primera evidencia de vida humana la encontramos a unos ocho kilómetros de la ciudad, en Valonsadero. En este paraje de monte, miembros de una sociedad neolítica plasmaron en abrigos rocosos representaciones de Arte Esquemático que son una expresión simbólica de sus patrones de vida.

Muy cerca también de la ciudad, el nombre de Numancia nos traslada a otro momento histórico de la comarca soriana, a la época de la invasión de Roma. Numancia era una población de origen celtíbero que se resistió durante más de veinte años a cuantos ataques le lanzaron distintos ejércitos romanos, hasta que fue sitiada por Escipión y, tras un implacable asedio de nueve meses, cayó derrotada en el 133 a.C.

Su ubicación, a orillas de Duero, confirió a Soria carácter de enclave fronterizo en la época de la invasión musulmana y, también, tras su definitiva conquista y repoblación a comienzos del siglo XII. Soria fue declarada entonces “Cabeza” de la “Tierra de Soria” y de “Estremadura”, y adquirió trascendencia.

Esa importancia que adquirió Soria en los siglos finales de la Edad Media se vio mermada al perder su valor estratégico una vez consolidado el territorio peninsular por los Reyes Católicos; y, al tiempo, al verse privada de una de sus más importantes fuentes de pujanza financiera con la expulsión de los judíos. Así, desde el siglo XVI al XVIII, la actividad económica de Soria se centró en el comercio de la lana, al ser cabecera de varias cañadas reales.

El siglo XIX marcaría el inicio del declive económico de Soria. La ciudad quedó asolada por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia, y el principal motor económico de la provincia se extinguió con la desaparición de la Mesta. Posteriormente, el olvido de los sucesivos gobiernos de España fue cerrando posibles canales de progreso y provocando su estancamiento.

Soria es en la actualidad una pequeña ciudad, con una actividad económica basada en gran parte en el sector servicios, y con un encanto turístico que emana de sus primeros hitos históricos, de su monumentalidad religiosa y civil, así como por el hecho de haber sido fuente de inspiración literaria a eminentes escritores de nuestra literatura.

Soria:
“Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Soria”
“Soria Pura, Cabeza de Estremadura”
“Soria, la Bien Cantada”
“Soria, Ciudad de los Poetas”


Monumentos

Soria goza de un gran atractivo monumental, tanto civil como religioso; y en este último ámbito destaca, sobre todo, por su arquitectura de estilo románico. Es difícil reseñar un único monumento, pero...


La Concatedral de San Pedro (s. XVI) es uno de los edificios religiosos más importantes del patrimonio soriano. Además del propio edificio, su interior acoge numerosas obras de arte y una auténtica joya: el Claustro románico del siglo XII.

Lo podéis ver todo mucho más detallado en este enlace.


Visitas

Soria tiene dos referencias históricas muy importantes, y ambas son de obligada visita. Una es Valonsadero, pero a este paraje nos acercaremos con toda seguridad porque es el centro de celebración de los festejos taurinos populares en las Fiestas de San Juan. Por ello, como visita extrataurina, os voy a recomendar para estas fechas la visita que se corresponde con la segunda referencia: Numancia.

Los restos arqueológicos de la ciudad de Numancia se encuentran en el Cerro de la Muela, en Garray, a unos siete kilómetros de la ciudad de Soria. A través de los trabajos de excavación realizados en el yacimiento, se van obteniendo datos que evidencian la superposición de varias ciudades, correspondientes a la evolución urbanística que siguió Numancia desde su fundación hasta su definitiva despoblación, ya en la Edad Media.


Fiestas de San Juan



La Saca ... Foto: El Mundo

Resulta difícil señalar el origen concreto de las actuales Fiestas de San Juan de la ciudad de Soria, pero parece evidente que estamos ante una adaptación cristianizada de una fiesta pagana que se remontaría, cuando menos, a una época prerromana.

La referencia para el inicio de estas fiestas es el jueves posterior al 24 de junio, que es la festividad de San Juan, o esa misma fecha si coincidiese que es jueves. Ese día será La Saca (con su larguísimo encierro a caballo desde Valonsadero hasta Soria), que marca todo el calendario festivo de los actos que siguen en días sucesivos, así como de otros festejos que tienen lugar desde semanas antes, como el Lavalenguas y La Compra (con sus respectivas sueltas de reses en Cañada Honda). En este año 2011 es el siguiente:

-Catapán (ya ha tenido lugar): el 1 de mayo.
-Desencajonamiento: el 4 de junio.
-Lavalenguas: el 11 de junio.
-La Compra: el 19 de junio.
-La Saca y sucesivos actos: el 30 de junio y ss.

Para una mayor (y mejor) información de todo lo referente a las Fiestas de San Juan de Soria, os recomiendo el enlace de “sajuaneando.com”.

Lagun


Nota: Ruego a los titulares de los derechos de autor de las fotografías incluidas que me permitan mantenerlas en esta entrada, pues esta Bitácora no tiene una finalidad lucrativa.

10/5/11

El culto al Toro en Roma

Escultura del dios Mitra sacrificando al Toro Museo Británico


Como en todas las civilizaciones mediterráneas de la Antigüedad, en Roma también se rindió culto al Toro.

La evolución que, con el devenir de los siglos y las civilizaciones, se venía observando en las distintas regiones costeras del Mediterráneo se agudizó en la Antigua Roma. En su religión, como ya sucediera en la griega, los dioses fueron antropomorfos (con forma humana), lo que apartó del panteón divino al Toro; pero mantuvo asociados a este animal los mismos conceptos y valores que ya se le habían venido atribuyendo en otras religiones mediterráneas, por lo que el Toro siguió siendo considerado en Roma como un animal sagrado y víctima propiciatoria por excelencia para los sacrificios.

Al margen de la religión oficial, en la Antigua Roma tuvieron gran importancia otra serie de cultos, mayoritariamente mistéricos, siendo el más destacado de todos ellos el Mitraísmo, en el que el Toro también fue su símbolo sagrado.

Por otro lado, al igual que ocurrió en la isla de Creta y en ciudades griegas como Larisa, en Roma también se celebraron espectáculos o juegos en los que intervenían toros. Pero es en este apartado donde se produce una evolución más particularizada respecto a otras civilizaciones mediterráneas, puesto que los juegos con toros de Roma llegaron a perder su connotación religiosa y se convirtieron en un mero espectáculo lúdico.


El sacrificio de toros en la religión de Roma

Taurobolium ... Autor: Bernhard Rode


La relación del Toro con las culturas itálicas se remonta a sus épocas más remotas. Así, Franz Altheim señala en su Historia de Roma que los toros eran muy numerosos en la península Itálica, y que siempre fueron considerados como representación de la divinidad, hasta el punto que el propio nombre de Italia deriva de “vítuliu”, el país de los “italoi”, que viene a significar el país de los becerros, de los toros o de los descendientes del dios-toro.

En ese mismo sentido, se han conservado restos arqueológicos, como la Tumba de los Toros (mediados del siglo VI a.C.), que acreditan un culto al Toro por parte de los etruscos, un antiguo pueblo itálico que tuvo su territorio de asiento en el centro de la Península.

La religión de Roma es resultado de una fusión de ideas de los diferentes pueblos que concurrieron en su formación como Estado; y la influencia helenística fue una de las más importantes. Así, como ya ocurrió en Grecia, los dioses de la religión romana eran antropomorfos, pero ello no conllevó que al Toro se le privase de seguir siendo estimado como un animal sagrado.

Por su fuerza, su poder fecundante y su valor material, el ganado bovino fue considerado en Roma como el más valioso en los sacrificios a los dioses mayores o para las fiestas del ciclo agrario en las que se practicaban ritos de fertilidad. Y, como muestra de la importancia que se le otorgaba, hay que reseñar que no se le elegía como especie, genéricamente hablando, sino que se le llegaba a seleccionar hasta por factores tan particulares como la raza, edad, sexo y capa.

Así, en general, en Roma se sacrificaban machos a los dioses, y hembras a las diosas; incluso vacas preñadas en ritos en los que “a la tierra fecunda se le ofrecía una víctima fecunda”, como señala Francisco J. Flores Arroyuelo en su libro Del toro en la Antigüedad: animal de culto, sacrificio, caza y fiesta.

Y, como indica Pedro Sáez Fernández en Sobre la Fiesta de los Toros en el mundo romano, se sacrificaban bovinos de capa blanca a las divinidades celestes, de capa negra a las subterráneas y funerarias, y de capa colorada a Vulcano, por ser el dios del fuego.

Hay que destacar que en todos esos ritos sacrificiales tuvo un papel de suma importancia la sangre como ingrediente transmisor de potencia y fertilidad, como sustancia vivificadora y también como elemento que posibilitaba el rito iniciático en los bautismos. Así, al menos, aparece en el rito llamado “Taurobolium”, que se celebraba, según defiende una línea doctrinal, en el culto a la diosa Cibeles.

La diosa Cibeles, original del Asia Menor, era la Gran Madre de los dioses y personificaba la fuerza creadora de la Naturaleza. Junto a ella estaba Atis, con el que formaba pareja. Aún cuando su culto tuvo connotaciones mistéricas, Cibeles llegó a ser una diosa nacional romana, cuya fiesta se celebraba en el equinoccio de primavera y de cuyo culto se suele destacar como ritual más significativo el Taurobolium.

Como se aprecia en el grabado de Bernhard Rode, el taurobolio era un rito de iniciación, en el que el aspirante se introducía en una fosa cuya parte superior se cubría con un tablón de madera, debidamente agujereado, y sobre dicha plataforma se sacrificaba a un toro para que la sangre que derramara se colara por los orificios y, como elemento purificador, chorrease sobre la cabeza y el cuerpo del iniciado.

Era, sin duda, la escenificación de un bautismo, de un ritual regenerador de vida y, más concretamente, de regeneración espiritual.

Hay otra línea doctrinal que sostiene que este rito del Taurobolium no perteneció a los misterios de Cibeles, sino a los de Mitra.


El culto a Mitra

Mitreo de la ciudad de Ostia


Se denomina “Mitraísmo”, y también “misterios de Mitra”, a una religión de connotaciones mistéricas que estuvo muy difundida en el Imperio Romano entre los siglos I y IV d.C., en la que se rendía culto a una divinidad llamada Mitra, y en la que tenía un papel destacado el Toro como animal y símbolo sagrado ligado a conceptos de fertilidad.

Apenas existe documentación que nos aporte noticias fiables respecto a las creencias y rituales del Mitraísmo, pues este culto no tenía un cuerpo escrito de doctrina, sus rituales eran secretos y sólo se transmitían de forma oral entre iniciados. No obstante, se conservan restos arqueológicos relacionados con la práctica del culto en numerosos lugares del Imperio, consistentes en grutas naturales o construcciones subterráneas con esa apariencia, así como inscripciones y obras de arte, que vienen sirviendo a los investigadores para elaborar teorías respecto a los contenidos de esta religión.


Mitra era, en origen, una de las más antiguas divinidades indoeuropeas, miembro del panteón común que hubo entre el norte de India e Irán. El testimonio más antiguo que menciona a Mitra es una tablilla procedente de Boghaz-Köy, en Anatolia, la actual Turquía, en la que el dios es invocado como garante de un tratado entre hititas y mitanios. Dicha tablilla puede datarse en el 1380 a.C., según nos indica Juan Ramón Carbó García en Los cultos orientales en la Dacia romana.

En India mantenía el orden del cosmos y vigilaba la moralidad y la conducta religiosa. En el Imperio Persa velaba por el orden de la sociedad y era garante de los tratados y los acuerdos, extendiendo su influencia a las negociaciones y los contratos, incluidos los matrimoniales. Por otro lado, también aparece personificado como la Luz, en continua batalla con la oscuridad, o asimilado al Sol, lo que le identifica como generador de vida. Además, en el gran himno de Mitra se le relaciona con la reproducción de la naturaleza.

Cuando Alejandro Magno conquistó el Imperio Persa (330 a.C.), el culto a Mitra persistió en algunas de sus regiones, pero lo que aún no se ha logrado demostrar es el posible nexo directo, si es que lo hubo, que este culto habría seguido desde ese espacio temporal y local hasta el Mitraísmo que se profesó en Roma siglos más tarde.

Los conocidos como “misterios de Mitra” surgieron en Roma en la segunda mitad del siglo I d.C., y desde allí se difundieron a lo largo y ancho de todo el Imperio, con mayor o menor presencia dependiendo de las regiones. A este respecto cabe señalar que el Mitraísmo era un culto religioso exclusivo de hombres, y muy enraizado en el ejército de Roma. Así, en general, el Mitraísmo no llegó a alcanzar gran importancia allí donde la presencia del ejército tampoco fue relevante; y, por contra, tuvo una presencia destacada en provincias fronterizas, donde se acantonaban numerosas legiones, como es el caso de la frontera septentrional del Imperio en el Rin y el Danubio.

El culto a Mitra se fue difundiendo por el Imperio a mediados del siglo II d.C., alcanzando rápidamente su máxima extensión geográfica: desde el Rin y el Danubio hasta el Nilo, y desde Britania hasta Siria. No obstante, su máximo apogeo llegaría en el siglo III d.C.

Tras un período de estancamiento en su difusión y auge, en el siglo IV d.C. se reavivó el Mitraísmo, además de otros muchos cultos tradicionales romanos, como protesta contra la rigidez creciente de la postura de los emperadores en cuestiones religiosas, lo que venía a favorecer al pujante Cristianismo.

Pero ese resurgimiento del culto a Mitra fue pasajero, ya que no existen testimonios que atestigüen su continuidad en el siglo V d.C., lo que ha llevado a los tratadistas a fijar su desaparición a comienzos del mismo o, incluso, a finales del siglo IV d.C., tras ser declaradas ilegales todas las religiones paganas por el emperador Teodosio en el año 394 d.C.

Pese a esa larga trayectoria de más tres siglos, el Mitraísmo nunca llegó a ser un culto oficial en Roma. Ello no excluyó que algunos emperadores y su círculo más próximo sintieran simpatía por él, le dieran protección e, incluso, fueran iniciados en los misterios de Mitra.

Era un culto exclusivamente reservado a hombres y practicado en el ámbito de pequeños grupos autónomos de iniciados que se organizaban como en una fraternidad y estaban jerarquizados en siete grados de iniciación, que conocemos por un texto de San Jerónimo, Epístola CVII - Ad Laetam, y se confirman por algunas inscripciones. Serían los siguientes: corax (cuervo), cryphius (oculto), miles (soldado), leo (león), perses (persa), heliodromus (emisario del sol) y pater (padre).

Los ceremoniales del culto a Mitra se celebraban en lugares subterráneos que recibían el nombre de mitreos, consistentes en grutas naturales o en construcciones realizadas en el subsuelo con esa misma apariencia, y que reproducían de forma simbólica la bóveda del cielo y la imagen del universo. Es característico de los mitreos que su espacio era muy reducido. En la ciudad de Roma se han encontrado unos sesenta, entre los que cabe destacar por su lugar de ubicación el del Circo Máximo. Es muy reseñable también el mitreo de las termas de Caracalla, pues es de grandes dimensiones y constituye toda una excepción. No obstante, Paloma Aguado García, en El culto a Mitra en la época de Caracalla, deja apuntada la posibilidad de que no se trate de un mitreo, sino de un serapeo para los rituales del dios Serapis.

Ahora bien, tanto si fue un mitreo como si fue un serapeo, lo que sí es cierto es que esta construcción que se encuentra en el interior de las termas de Caracalla fue un centro donde se rindió culto a una divinidad taurina. Como ya vimos en el Culto al Toro en Egipto, Serapis era un dios-toro de origen egipcio e influencia helenística, cuyo culto se extendió al Imperio Romano. Por tanto, el culto a Serapis que se practicó en el Imperio Romano no deja de ser otra variante más de culto al Toro.

En lo que se refiere a los valores, creencias y rituales del Mitraísmo, hay que insistir en que no disponemos de textos que nos hayan legado los misterios de Mitra, de forma que los estudiosos se han visto obligados a intentar una reconstrucción con la información que nos proporciona, principalmente, su iconografía, que mantuvo una relativa uniformidad en las manifestaciones halladas en todo el Imperio. Dado que no existe esa reconstrucción ideológica con una base documental indubitada y, en todo caso, dado que aquí nos interesa centrarnos en los aspectos que sitúan al Toro como objeto o medio de cultos religiosos, no incidiremos en esos aspectos del Mitraísmo y nos centraremos en la iconografía mitraica, en la que el Toro cobra protagonismo.

Mitra matando al Toro ... Tauroctonía de los Museos Vaticanos


El tema esencial y fundamental de la iconografía mitraica es la escena de la tauroctonía, la muerte o sacrificio del Toro a manos de Mitra, que son las dos figuras principales que están representadas, aunque aparecen algunas más.

Según narra la leyenda, el dios Mitra, la Luz, nació del interior de una roca, a la orilla de un manantial y bajo un árbol sagrado. Cuando surgió a este mundo, Mitra iba desnudo, sólo llevaba cubierta su cabeza con un gorro típico de la región de Frigia (en Anatolia, la actual Turquía), iba armado con un cuchillo y portaba una antorcha, que era con la que se habría iluminado en las tinieblas interiores de la roca.

Este acontecimiento ocurrió coincidiendo con el solsticio de invierno y, por ello, su celebración en el Imperio Persa se fijó el 25 de diciembre.

Unos pastores que cuidaban sus rebaños por aquella zona fueron testigos del nacimiento de Mitra a este mundo, lo adoraron y le ofrecieron presentes.

Después, Mitra bebió agua del manantial, comió los frutos del árbol sagrado, cubrió su desnudez con hojas del árbol y, a partir de ese momento, comenzó a deambular por el mundo para medir la fuerza de su poder.

Así, cuando Mitra se encontró con el toro, agarró al animal por los cuernos y lo montó. El toro trató de derribar a Mitra, pero éste se sujetó con fuerza y aguantó montado hasta que el toro quedó exhausto. Entonces, Mitra cargó al animal sobre sus hombros y lo llevó a la cueva donde había fijado su morada.

Pasado el tiempo, el toro huyó y el dios Ormuz mandó hasta la cueva a un cuervo para decir a Mitra que debía volver a capturar al toro y sacrificarlo. Cuando Mitra volvió a encontrarlo, saltó sobre él y, tras sujetarlo, le clavó su cuchillo en un costado. En ese preciso instante, del cuerpo del toro brotaron espigas de trigo, que dan el pan, y su sangre se transformó en vino según se derramaba.


Todos los mitreos estaban presididos por una escultura o un relieve con esta tauroctonía. Y el toro, en todas ellas, siempre es representado con capa blanca.

Son muchas las obras conservadas con esta iconografía mitraica. En las más completas, además de Mitra y el Toro, aparecen otras figuras: dos personajes humanos y, sobre todo, un perro que salta para lamer la herida del toro, una serpiente que se arrastra por el suelo tratando de reptar por el vientre del animal y un escorpión que se aferra a los testículos. En otras también se incorporan un cuervo y un león.

Sobre el significado del conjunto de la iconografía y cada una de sus figuras particularizadas se han elaborado multitud de teorías y su mero resumen harían muy extenso este texto. Además, a este respecto, la conclusión de Israel Campos Méndez, en su obra El culto del dios Mitra en el Antiguo Irán y en el Imperio Romano: análisis y revisión de los elementos de continuidad, es que las muy distintas explicaciones ideadas han podido complicar lo que, seguramente, venía a ser algo más sencillo para los hombres de la época: “la identificación del episodio del sacrificio del toro como un acontecimiento mítico que venía a significar una alegoría del ciclo vital, del comienzo de la regeneración y salvación de toda la Creación”.


Para finalizar este apartado, decir que habrá resultado fácil detectar en él algunas similitudes entre el Mitraísmo y el Cristianismo: el nacimiento del dios un 25 de diciembre, la adoración de los pastores o, incluso, el sacrificio de un “ser” para regenerar el mundo, con la alegoría de que su cuerpo es el pan y su sangre es el vino, así como la celebración por sus distintos fieles de rituales y banquetes (o cenas) con esos bienes para conmemorar los respectivos sacrificios de uno u otro.

Efectivamente. Y son muchas más las similitudes si se profundiza en el tema. Lo curioso, además, es que el Mitraísmo y el Cristianismo fueron los dos más importantes cultos no oficiales en Roma, y que rivalizaron en la captación de adeptos hasta que Teodosio impuso el Cristianismo en todo el Imperio. A este respecto, muchos analistas opinan que, si no hubiese sido así, las culturas latinas, en vez de cristianas, podrían haber terminado siendo mitraicas. Y ello implicaría que el Toro sería en ellas el símbolo sagrado por excelencia.


Los juegos de toros en Roma: venationes

Autor: Antonio Niccolini …… Bridgeman Art Library


En un principio, los “juegos” que se celebraron en Roma fueron funciones que tuvieron un significado religioso. Se ofrecían a los dioses y, en algunas de sus modalidades, eran una equivalencia a los sacrificios. Pero las celebraciones de los juegos fueron aumentando con el devenir de los tiempos, y se llegaron a organizar en base a razones que nada tenían que ver con la religión: motivos políticos, conmemoraciones de hazañas bélicas o, incluso, por el simple hecho de ofrecer al pueblo el espectáculo con el que más disfrutaba y más demandaba. Y los juegos con intervención de toros eran tan solo una de sus variedades.

Así, los juegos de toros en el Imperio Romano se fueron convirtiendo en un espectáculo lúdico, y llegaron a perder toda la connotación religiosa que se les había venido atribuyendo en los primeros tiempos de Roma y en otras civilizaciones mediterráneas de la Antigüedad.

Entre el conjunto de juegos que se celebraban en los circos y en los anfiteatros romanos, los más seguidos por el público eran los combates de gladiadores y las carreras de caballos, pero también tenían mucha notoriedad las denominadas “venationes” (de venatio, -onis; caza), que eran aquellos en los que intervenían animales exóticos y fieras.

Hubo venationes de varios tipos:

1) Exhibiciones de animales exóticos y desconocidos que las legiones se iban encontrando según iban ampliando las fronteras del imperio. Generalmente, fieras salvajes, pero también algunas que se conseguían adiestrar.

2) Combates entre fieras salvajes, a las que se llegaba a atar por los dos cabos de una misma cuerda para asegurar que se acometiesen entre ellas.

En esta variante era muy común el uso de toros enfrentados a otros animales: osos, rinocerontes, elefantes, leones...

Detalle de mosaico con una escena de combate entre un oso y un toro

3) Representaciones dentro del recinto, pero con total realismo, de cacerías de fieras por parte de hombres que recibían dos tipos de denominaciones distintas: bestiarii y venatores.

Paphos. Mosaico procedente de la casa de Dionisos, según Karageorgis

En esta variante de las cacerías también fueron muy utilizados los toros, a los que trataban de dar muerte los venatores armados con lanzas, generalmente, y entrando siempre por el frente. También existen testimonios que acreditaría el uso en algunas ocasiones de una tela, a modo de muleta, para conducir las embestidas de los toros.

4) Espectáculos en los que hombres a pie y a caballo practicaban distintos lances y suertes frente a un toro. Esta variante era la más específicamente taurina de todas las que se celebraban.

Como se prueba en un cipo pintado de la ciudad de Thina (Túnez), en el territorio que dominaba el Imperio de Roma se siguieron efectuando algunas suertes taurinas ya practicadas con anterioridad en otras civilizaciones de la Antigüedad, como el salto del toro que se ejecutó en la civilización minoica (ver el capítulo del Culto al Toro en Creta), o el derribo e inmovilización de toros por parte de hombres que iniciaban su participación montados a caballo para después lanzarse sobre la cabeza y las astas del animal, que era un tipo de juego ya practicado en Larisa y en otras ciudades griegas bajo el nombre de taurokathapsia (ver el capítulo del Culto al Toro en Grecia).

Pero, además de éstas ya comentadas, se han conservado obras que indican la práctica de otras modalidades de suertes, como la que actualmente conocemos como salto de la garrocha y que en el Código Justiniano se cita como “contomonobolon” (según Pedro Sáez Fernández, op. cit., Sobre la fiesta...).

Lo que resulta imposible aclarar es si esta última suerte fue invención romana, si fue importada de alguna región concreta o, como es más probable, si estamos ante un tipo de salto tan básico y primitivo que pudo ser practicado desde épocas remotas en cualquier lugar donde el hombre se enfrentó a un toro o, incluso, laboró con él.

5) Por último, y también dentro de este marco de los juegos, otro de los espectáculos con fieras que se ofrecía era, más que una modalidad de juego en sí, la ejecución de una de las condenas más crueles que imponía el derecho romano, la reservada a los peores delincuentes de la época: la condena a morir por el ataque de las fieras (“damnatio ad bestias”).

Es sobradamente conocido el dato de condenados a ser arrojados en el circo a los leones sin ningún tipo de defensa con la que tratar de evitar el hecho de terminar siendo devorados. En algunas ocasiones se llegaba, incluso, a atar a los condenados a un poste para asegurar una mayor rapidez y eficacia. Pero el león no fue el único animal utilizado en Roma para esta finalidad. También se emplearon toros.

Una de las modalidades empleadas era atar al condenado al lomo de un toro o un cebú y exponerlos juntos al ataque de otras fieras salvajes. Otra modalidad se usaba en el caso de varios condenados unidos por fuertes lazos afectivos: a uno se le ataba a un poste y a otro se le dejaba suelto en la arena para que defendiese al primero de las embestidas del toro que se soltaba, ya fuese distrayendo su atención con algunas suertes a cuerpo limpio o, incluso, intentando mancornar al animal (en la versión de 1951 de la película “Quo Vadis” se recrea una condena de este tipo en una de sus escenas).


Como último ejemplo de damnatio ad bestias, también se seguía la modalidad de exponer a las embestidas de un toro a un condenado envuelto y sujeto por una red.

Si, como se decía, estas ejecuciones eran, en el fondo, unos sacrificios o reminiscencia de ellos, es curioso advertir como el toro cambia su rol en estos supuestos “sacrificios” de Roma, pues de tradicional víctima propiciatoria pasó a ser el verdugo.


A modo de conclusión, sólo resta insistir en que Roma también rindió culto al Toro; aunque, definitivamente, incidió en la línea ideológica griega de situar al toro, más que como una divinidad propiamente dicha, como símbolo sagrado y víctima propiciatoria por excelencia en los sacrificios religiosos. Y, en lo referido a los juegos de toros en Roma, resaltar que, si bien Flores Arroyuelo (op. cit., Del Toro en la Antigüedad...) defiende que los juegos continuaron teniendo cierta connotación religiosa, aunque fuese un tanto velada; desde mi punto de vista es mucho más real la opinión de Ludwig Friedländer, que comienza su trabajo titulado Juegos y espectáculos romanos asegurando que los juegos perdieron toda significación religiosa, no ya en la corrupta época de la Roma Imperial, sino incluso antes, en los últimos tiempos de la República.

Lagun


NOTA: Al pie de las imágenes dejo indicado los datos referentes a los autores de las obras, así como el museo o lugar donde se encuentran expuestas (en la medida en que he logrado encontrar dichos datos). Respecto a la imagen en blanco y negro con la venatio del toro y las otras dos con los saltos, dejar indicado que están tomadas del artículo de Pedro Sáez Fernández en Sobre la Fiesta de los Toros en el mundo romano, que aparece publicado en “celtiberia.net”.
Con todo ello, solicito a los autores, así como a los propietarios de los derechos de autor de cada una de las imágenes, que me permitan mantenerlas en este texto, puesto con esta bitácora no tengo fines lucrativos y se han incluido para facilitar a los lectores una mayor comprensión de la materia.

1/5/11

Colmenar de Oreja



Municipio de la Comunidad de Madrid (España), situado a unos 60 kilómetros de la capital en dirección sureste.


Foto: “CaRmEn C” .......... Fuente: Flickr


Colmenar de Oreja no entendería la celebración de sus fiestas sin la presencia del Toro en sus calles y en su Plaza Mayor. Las corridas, las capeas, los encierros y, en todo ello, sus protagonistas principales: los toros, son un equivalente a festejo, a diversión y, sobre todo, a tradición.

Una tradición taurina que cercenaron en 1996 con la prohibición de celebrar festejos con toros embolados que se impuso en el reglamento de festejos taurinos populares de la Comunidad de Madrid. No obstante, una cuadrilla de colmenaretes, perseverantes en conservar viva esa costumbre local ahora prohibida, ha logrado que se la considere como una de las mejores cuadrillas de emboladores del país, aunque para embolar tengan que salir de su pueblo y su comunidad autónoma.


HISTORIA

Una antigua localidad llamada Oreja junto con la actual Colmenar de Oreja fueron hasta la Edad Moderna dos partes de una misma jurisdicción: Oreja era la urbe principal y Colmenar de Oreja un anejo de la misma. Ambos nombres serían derivaciones castellanizadas de “Aureliae” y “Apis Aureliae”, asentamientos romanos formados en la época del cónsul Aurelio. No obstante, restos arqueológicos señalan a la zona como el lugar donde Aníbal derrotó a los carpetanos en el 220 AC.

Tras la dominación romana y el reinado visigodo, se tiene certeza de la existencia en Oreja de una gran fortaleza árabe que controlaba la frontera del Tajo camino de Toledo. Alfonso VII conquistaría definitivamente esa fortificación en 1139, y después procedió a repoblar su área de influencia con la concesión del Fuero de Oreja.

El castillo de Oreja, su término y todas sus aldeas, incluida Colmenar, fueron cedidos a la Orden de Santiago en 1171. Posteriormente se desmembró la Encomienda, y Colmenar fue donado al Duque de Maqueda en 1540. Por último, en 1625 se creó el Condado de Colmenar y su título recayó en el Duque de Frías, bajo cuya jurisdicción permaneció hasta la abolición de los señoríos.

Entre tanto, la construcción del Real Sitio de Aranjuez provocó un progresivo despoblamiento de Oreja. En cambio, Colmenar veía como su vecindario iba creciendo con el paso del tiempo, y la localidad iba adquiriendo prosperidad debido a sus canteras de caliza, entre otros motivos.

Por otro lado, sí el cauce del Tajo actuó siempre como trazo natural de separación entre Oreja y Colmenar, la división provincial de España que se realizó en 1833 separó administrativamente ambos núcleos: Oreja quedó encuadrada en la provincia de Toledo, mientras que Colmenar de Oreja pasó a formar parte de la de Madrid.

Alfonso XIII concedió a la localidad de Colmenar de Oreja el título de ciudad en 1922. Un título de sobra merecido, pues llegó a ser el tercer municipio más poblado de la provincia de Madrid y gozaba de una gran prosperidad gracias a su pujante agricultura y su prospera industria.


MONUMENTOS

En este apartado se puede destacar la Plaza Mayor de Colmenar de Oreja, pues es una de las obras más importantes de la localidad y, además, hace la función de coso taurino en las fiestas patronales.

Se trata de un espléndido ejemplar de plaza castellana porticada, con columnas de piedra y balconadas de madera, que comenzó a erigirse en el s. XVII. El inicio suponía una compleja obra de ingeniería, como era rellenar un barranco que dividía la localidad, y que se logró con la construcción del Túnel de Zacatín, una extensa galería de más de setenta metros sobre la que se asienta la plaza.

Pero en Colmenar de Oreja se puede disfrutar visitando otros monumentos, como es el caso de la Iglesia de Santa María La Mayor. De todos ellos podéis obtener información en la Guía que os enlazo.


EXCURSIÓN

La cercanía entre Colmenar de Oreja y Aranjuez propicia que el Real Sitio sea un lugar ideal para completar una jornada festiva. Tanto desde el punto de vista TURÍSTICO, con la posibilidad de visitar monumentos como el Palacio Real, la Casa del Labrador o sus jardines; como desde el enfoque de la NATURALEZA, pues Aranjuez atesora espacios naturales de gran valor ambiental. Tal es el caso, por ejemplo, de la Reserva Natural El Regajal – Mar de Ontígola, con una excepcional importancia en elementos entomológicos y una destacada avifauna acuática.


FIESTAS DEL CRISTO DEL HUMILLADERO

El primer fin de semana completo del mes de mayo marca la fecha de la fiesta del Santísimo Cristo del Humilladero en Colmenar de Oreja.

Don Bernardino de Cárdenas, Señor de Colmenar de Oreja, murió como un héroe en la Batalla de Lepanto (1571). A modo de reconocimiento, su hija recibió un obsequio del Papa Pío V: la imagen del Cristo que tenía en su oratorio privado. Dicha imagen se trasladó hasta Colmenar de Oreja, se depositó en un humilde humilladero de la localidad (de donde proviene su nombre actual) y fue adquiriendo tanta devoción entre los colmenaretes que, finalmente, fue declarado patrón de la villa.

Como curiosidad, hay que recordar que el mentado Pío V fue el autor de la bula “De salutis gregis dominici”, en la que decretó la prohibición de correr toros bajo pena de excomunión; y que aquel Cristo que él donó es hoy Patrón de Colmenar de Oreja y, casualmente, en su honor se celebran señalados festejos taurinos.

La Plaza Mayor se convierte durante las fiestas del Santísimo Cristo del Humilladero en una preciosa plaza de toros, que es el marco de celebración de unas emocionantes capeas y, además, es punto final del trepidante recorrido del encierro de la localidad: una vez superada la zona de la Casa de los Siete Patios, los tramos intermedios del recorrido son en descenso, por calles estrechas, con suelo irregular y muy escasos lugares de refugio hasta que se encara la parte final con la entrada a la Plaza.

Para las fiestas del presente 2011 se han programado encierros y sueltas de reses los días 6, 7 y 8 de mayo, en distintos horarios que podéis consultar en el programa de fiestas que os enlazo.

Lagun

NOTA: La preciosa foto de portada es obra de “CaRmEn C”, como ya queda reflejado al pie, y la tiene publicada en Flickr. Las otras dos imágenes que se incluyen están tomadas de publicaciones del Ayuntamiento de Colmenar de Oreja, pero ignoro quienes puedan ser sus autores concretos. En todo caso, solicito a los propietarios de los derechos de todas ellas que me permitan mantenerlas en esta entrada, pues no tengo fines lucrativos con mi Bitácora y su inclusión se debe a razones meramente ilustrativas del texto.