28/11/08

Pastores y Dobladores


El protagonista de un encierro es el TORO, pues su presencia es la única esencial en el desarrollo de dicho acto. No obstante, junto al toro se han ido incorporando a lo largo de la historia varios conjuntos de participantes dentro del recorrido urbano del encierro: un conjunto de participantes ajeno a la organización del encierro, que es el de los corredores; y otros dos conjuntos de participantes que han ido disponiendo los propios organizadores del encierro: los pastores y los dobladores.

Pastores

La figura del pastor es la primera que, históricamente, aparece participando en el encierro.

Antes de la invención del ferrocarril y del automóvil eran los pastores los que, a pie y con la ayuda de cabestros, realizaban la conducción de las reses desde el campo hasta la localidad donde iban a ser lidiadas y, ya a las puertas, los que arreaban a la manada para que fuera lo más rápido y limpio posible el trayecto de los toros por las calles de la población hasta culminar en el corral en el que finalmente debían ser encerrados.

Así, hasta que no aparecieron los corredores en la carrera, el pastor fue el único participante en el recorrido del encierro.

Su labor de trasladar las reses desde el campo o la dehesa cayó en desuso con la expansión del ferrocarril y la generalización del transporte por carretera, pero su figura en el encierro no terminó de desaparecer.

Aunque en la mayoría de los pueblos eran los propios mozos los que en circunstancias normales se encargaban de azuzar a las reses, cuando algún toro rehuía del camino hacia los corrales, no era extraño ver aparecer a algún empleado del ganadero en el recorrido para dirigir la situación. Es más, hubo localidades que por su cuenta dispusieron de personas específicas para actuar como pastor en el encierro; tal y como ocurrió en Pamplona, por ejemplo.

(Germiniano Moncayola, pastor del encierro de Pamplona / Feriadeltoro.net)

Germiniano Moncayola, natural de Arguedas, es el pastor más famoso de cuantos han ejercido esa labor en el encierro de Pamplona. Vestido con camisa y chaleco, con una blusa en una mano y la vara en la otra, realizó la labor de pastor en Pamplona durante los años 30, 40 y 50. Su fama es debida a la maestría con la que él sólo conducía los toros rezagados en unos años en los que apenas había mozos dispuestos a tirar de los astados sueltos.

La mayor cantidad de corredores que participan en la actualidad en los encierros y las disposiciones de los distintos reglamentos de las comunidades autónomas han relanzado la figura del pastor (independientemente del nombre que legalmente pueda recibir en cada normativa).

Su labor fundamental consiste en conducir las reses hacia el recinto donde serán encerradas, arreándolas para que no detengan su carrera o, en el caso de que se distraigan o se paren, tratando de que no se vuelvan hacia atrás y de situarlas en el sentido adecuado del recorrido para que la carrera se pueda reanudar correctamente. Esa labor del pastor implica, lógicamente, que también debe tratar de impedir que algún irresponsable distraiga a las reses o las cite en el sentido contrario de la marcha.

Dobladores

La figura del doblador (que yo sepa) apareció por primera vez en el encierro de Pamplona hacia 1930.

El día 8 de julio de 1927 era corneado mortalmente Santiago Martínez Zufía junto a uno de los burladeros de la plaza de toros de Pamplona. Debido a ese hecho, y como ya se venía percibiendo desde años antes que el ruedo se empezaba a poblar de gente justo al final del encierro, los organizadores trataron de aportar mayor seguridad en la plaza incorporando a banderilleros para que, capote en mano, trataran de controlar a los toros y los condujeran lo más rápidamente posible hacia los corrales.

Finalmente, en 1930 se encomendó ese cometido a Pedro Chaverri, “Chico de Olite”, quien lo estuvo desempeñando durante decenios, convirtiéndose por ello en una emblemática figura sanferminera; hasta el punto que en 1969 se le hizo entrega del Pañuelo de Honor de Pamplona.

(El “Chico de Olite” de banderillero / Foto Gómez / Feriadeltoro.net)

A esa nueva figura en el encierro se la denominó “doblador”, puesto que debía cumplir una función muy parecida a la que por entonces ejercía en las corridas de toros un profesional que recibía esa misma denominación.

Hasta el primer tercio del s. XX se lidiaban en las corridas unos toros con un comportamiento muy distinto al de hoy: muy agresivos con el caballo, pero que solían terminar desarrollando sentido y se aquerenciaban con frecuencia en tablas. Por ello, y para auxiliar al torero y a su cuadrilla en la lidia del toro que les correspondía en suerte, la empresa de la plaza disponía en el ruedo a unos profesionales que, sin participar en la lidia, en caso de peligro o necesidad intervenían con el capote a una mano para cambiar la embestida de los toros.

Posiblemente sólo las empresas de las plazas de mayor categoría disponían de dichos dobladores; como ocurría en Bilbao en 1922, que ejercían esa labor Gregorio Lladó, “Lladito”, y Gregorio Yanguas, “Zapata” (podéis contrastar la información leyendo la publicación que os enlazo aquí). Y no es de extrañar que en plazas menores fueran los peones de otras cuadrillas los que se fueran turnando para realizar esa función, tal y como nos ha llegado hasta nuestros días en el tercio de banderillas.

No soy un investigador, pero sí un internauta al que le gusta naufragar por internet. Así es como llegué hasta la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, que tiene ejemplares de la revista taurina “La Reclam”, de Valencia, donde se puede leer en la publicación del día 3 de septiembre de 1922 la siguiente frase:

“...Cuando los banderilleros y dobladores andaban negros sin poder con la bestia, Rosario Olmos intervino tan bravo, tan eficaz, llegando de tal modo al hocico del buey y castigándole y haciéndose con él y sacándole al centro...”

En la misma revista, pero del día 29 de abril de 1923:

“...Pero ahora lo grande será que las empresas no respetarán ya lo de los dobladores ni nada, y como los banderilleros pretenderán cargarles el mochuelo a los matadores, se avecina otro lío, pues éstos no creo que pasen por ello...”

Y en la del día 30 de noviembre de 1929:

“...En mi juventud, cuando un matador estaba convaleciente de alguna enfermedad o cogida se ponía un burladero para que no tuviera la necesidad de saltar la valla; hoy..., cuatro burladeros en casi todas las plazas de importancia y los dobladores a recortar la res en sus primeros viajes de empuje, y... a guarecerse en el burladero...”

O, como último ejemplo de citas a la figura del doblador en la lidia de las corridas de toros, se puede leer en el “El Imparcial” del día 9 de marzo de 1926 lo que sigue:

“...Al final, en el sexto, se cambiaron los papeles y oyó los tres recados de la presidencia, sin intentar hacer nada para apoderarse del bronco animalucho. Sirva de atenuación para el diestro, nunca de justificante, el que se quedó solo en el ruedo, sin peones, sin dobladores y sin nadie que acudiera al quite...”

Siento no poder poner los enlaces, pero creo que tanta puntualización de datos me da el margen de credibilidad suficiente respecto a la veracidad de esas citas, que prueban la existencia de dobladores en las corridas de toros con anterioridad al nombramiento de “Chico de Olite” como doblador del encierro, y que aquellos ejercían la misma función que este otro, aunque el ámbito fuera distinto; y de ahí que se le aplicase la misma denominación.

Así también lo corrobora la definición que de “doblador” da el Diccionario Espasa de Términos Taurinos: “Se dice del profesional que no interviene en la lidia. Su labor, encuadrada hoy en día en los encierros, dentro de la plaza de toros se limita a cambiar la embestida de los toros utilizando el capote a una mano, bien para evitar una cogida o para hacerles entrar en los toriles.

Creo que no es necesario insistir en explicar su labor en el encierro. Sólo quedaría añadir que, al igual que los pastores, los dobladores son dignos de admiración. Asumen un riesgo evidente para velar por la seguridad de los corredores que llegan hasta el ruedo y, además, deben realizar su función de tirar de los toros procurando por todos los medios no dar un solo capotazo a los astados, pues eso les descartaría para la posterior corrida.

(NOTA: La primera fotografía de esta entrada apareció en el 2003 en la web “fiestasdesanfermín.com”, mientras que las dos siguientes aparecen en “feriadeltoro.net”, estando firmada la última por el fotógrafo Gómez. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener dichas reproducciones)

23/11/08

El origen del culto al toro

(Fotografía de Jason Quinlan para la documentación del proyecto de investigación en Çatal Hüyük)

El culto al toro se remonta, cuando menos, al Neolítico, hacia el 7.000 AC.

Ampliaremos este dato, pero primero deberíamos preguntarnos si el toro pudo tener carácter sacro con anterioridad.

Para fijar dónde y cuándo comenzaron los seres humanos a venerar al toro en la prehistoria nos encontramos con el problema de la falta de pruebas concluyentes que lo certifique con rotundidad. Y es que esa limitación con las pruebas es algo que viene relacionado con la propia definición de prehistoria: “período de tiempo que transcurrió desde la aparición del primer ser humano hasta la invención de la escritura”. Es decir, que para encontrar una respuesta a nuestra pregunta sólo podemos contar con el análisis y la interpretación de objetos con una antigüedad superior a cualquier documento escrito.

Empezaremos por delimitar los límites cronológicos de la prehistoria: ni la aparición del ser humano ni la invención de la escritura tuvieron lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta, pero se podría decir que la prehistoria comienza hace unos 2.500.000 años, que es cuando se estima que apareció en África el primer ser humano, y termina hacia el 4.000 AC, pues durante ese milenio se inventó la escritura en Mesopotamia. Y ahora vamos a analizar los distintos períodos de tiempo en que se divide:

Paleolítico (desde hace 2.500.000 años al 10.000 AC, en términos generales)

En este período surgen las distintas especies de homos. De los habilis, erectus, ergaster, antecessor, heidelbergensis, neanderthalensis..., de todos nuestros antepasados, sólo contamos al día de hoy con sus propios restos, y algunos pocos objetos –como piedras, maderas, astas, etc.- que usaron para cubrir su necesidad de supervivencia. Respecto a sus posibles creencias religiosas, sabemos que los más evolucionados ya practicaban ciertos ritos funerarios. Y poco más.

El “homo sapiens” –el ser humano actual- surgió en África hace unos 150.000 años y llego a Europa hace unos 40.000 años. Sólo con él obtenemos los primeros hallazgos que nos permiten realizar análisis e interpretaciones sobre un posible culto al toro, ya que fue la única especie capaz de desarrollar una práctica para expresar sus ideas de forma que quedaran “impresas”: el arte.

Una de esas modalidades artísticas fue el arte parietal, también conocido como rupestre, que son las pinturas y grabados realizados en las paredes de cuevas y abrigos rocosos. La mayor concentración de ese tipo de arte se da en Europa Occidental y destaca en dos cuevas: Lascaux (Francia) y Altamira (España), con una antigüedad aproximada de unos 15.000 años. De esta manifestación artística destacan sobre todo los dibujos realistas de grandes herbívoros, siendo uno de ellos el toro primitivo (el uro), que aparece especialmente en la “Sala de los Toros” de la cueva de Lascaux.

(Sala de los Toros, Lascaux - Francia. Fotografía de Sisse Brimberg para National Geographic)

La relación fundamental del hombre del Paleolítico con el uro fue a través de la caza y es imaginable que aquel soberbio animal les produciría temor y, a la vez, admiración. Pero... ¿Esas pinturas rupestres de toros indican algo más? ¿Prueban algún tipo de culto o rito al toro?

Las primeras teorías interpretativas defendieron que el arte rupestre sólo tenía una función estética. Más tarde surgieron otras tesis que, efectivamente, atribuía a ese tipo de arte un carácter mágico o religioso. Por contra, la teoría más generalizada actualmente es que las pinturas rupestres no deben analizarse globalmente, sino de modo individual y que en cada caso, dependiendo de la cueva o del artista, podrían obedecer a causas distintas: estéticas, expresivas, religiosas, etc.

Así, como no se cuenta con pruebas sólidas para defender que alguna pintura o grabado con toros del arte rupestre tenga una interpretación religiosa o ritual, no podemos asegurar que en este período se venerase al toro.

El Mesolítico fue una etapa de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, que iría desde el 10.000 AC hasta el 8.000-5.000 AC, según las regiones. Un período en el que las mejores condiciones climáticas por el final de la última glaciación favorecieron que el hombre evolucionase y pasase de una vida basada en la caza y la recolección hacia otra que se basó en la producción de alimentos con la agricultura y la ganadería. Un período de evolución que también se dejó notar en la religión.

Neolítico (del 8.000 AC al 4.000 AC, aproximadamente)

Se piensa que en los períodos anteriores el hombre mitificó a las fuerzas de la naturaleza; especialmente al Sol, con el que todos los días parecía resurgir la vida. Y, como la fecundación debía resultarle un misterio, también se cree que cualquier creencia sobre la fecundación la debió centrar en la Mujer, que era la que aportaba vidas al clan. Pues bien, en el Neolítico continuaron los ritos al Sol, pero fue la Mujer la que cobró un mayor protagonismo religioso; y ligado a ella surge una nueva figura sagrada: el Toro.

La religión en el Neolítico se identificó con el ciclo agrario y se estableció un vínculo entre la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer, pues de ambas surgía la vida. Cosechas e hijos eran considerados dones sobrenaturales producto de un poder mágico, y fue en la Mujer donde se centralizó la veneración a ese poder. Así surgió el culto a la “Diosa Madre”.

Entre los asentamientos de este período nos interesa especialmente el de Çatal Hüyük (también transcrito como Çatal Höyük), situado en Anatolia, en la actual Turquía, que fue una de las primeras ciudades del Neolítico (del 7.500 AC). Dicen los investigadores que posiblemente fue en Çatal Hüyük donde la Mujer pasó de estar considerada como un ser mágico a ser elevada a la categoría de diosa. Y es que en los santuarios excavados allí se ve que tiene un papel central en figuras, pinturas murales y relieves.

Pero, mientras en otros asentamientos la figura de la Diosa Madre está sola, en Çatal Hüyük no es así: junto a ella, pero en una dimensión jerárquica inferior, aparece por primera vez en la prehistoria una divinidad masculina, un dios símbolo de fertilidad que es representado por un toro, por una cabeza o unos cuernos de toro. Estaríamos por tanto, según coinciden todos los investigadores, ante la primera prueba concluyente de un culto al Toro.

(Reconstrucción de una casa-santuario de la ciudad de Çatal Hüyük expuesta en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia, en Ankara – Turquía. )

Aunque en otros asentamientos más antiguos (del 9.000 AC), como Göbekli Tepe, Jadet al-Magara y Mureybet (el primero en Turquía y los otros dos en Siria), hay hallazgos recientes que indicarían un posible culto al Toro con una antigüedad mayor, ninguno de ellos parece ser tan determinante. Así, es en Çatal Hüyük (en Anatolia - Turquía), hacia el 7.000 AC, donde al día de hoy habría que fijar la primera sacralización del Toro.

Un culto que se extendió por todo el área oriental del Mediterráneo, prosiguió hacia occidente y se asentó en otras culturas que trataremos en posteriores textos. Pero no concluiré éste sin hablar de otra región donde, también en la prehistoria, surgió de forma autóctona el culto al Toro: el Norte de África.

Hace unos 12.000 mil años el Sahara era tan árido como ahora, pero poco tiempo después comenzó un amplio período de lluvias monzónicas en toda la región y el desierto se llegó a convertir en una sabana. Este hecho posibilitó su habitabilidad. Pero las lluvias cesaron hace unos 6.000 años, volvieron las condiciones desérticas y el hombre tuvo que emigrar hacia las costas y el valle del Nilo.

No obstante, quienes habitaron aquella región durante esos miles de años nos dejaron una crónica de su historia, ya que entre el Nilo y el Atlántico se cuentan por miles las rocas y cuevas que conservan arte rupestre: Fezzan (Libia), Tibesti (Chad) y Tassili n’Ajjer (Argelia) son sólo una muestra de algunos de los lugares más significativos.

Entre los distintos motivos en que se inspiraron los creadores del arte rupestre sahariano está el toro; y en algunas de sus representaciones se advierte un claro componente mágico o religioso. Podemos dividirlas en tres categorías:

Toros en solitario con una esfera a modo de disco solar entre los cuernos; como aparece, por ejemplo, en Maia Dib y Wadi Djerat (Fezzan - Libia). Toros representados en escenas con alusiones sexuales de humanos, asociando al toro con la idea de fecundidad; como se puede apreciar, por ejemplo, en Tiut (Atlas sahariano). Y toros con figuras humanas que tienen los brazos alzados en actitud orante; como se ve, por ejemplo, en Ido I (Tassili n’Ajjer - Argelia) y muy especialmente en Wadi Sora (Gilf kebir - Libia).

(Pintura rupestre en Wadi Sora, Gilf Kebir – Libia)

Los investigadores no nos dan una datación individualizada de las muestras indicadas, pero afirman, sin duda, que se corresponden con el Neolítico sahariano. Y hay que resaltar además que todas estas figuraciones de toros con connotaciones religiosas aparecen en áreas geográficas muy distantes entre sí, lo que indica que el culto al Toro estaba muy extendido por todo el Norte de África y que no obedecería a una influencia del área oriental del Mediterráneo, sino que tendría una base autóctona o panafricana.

Lagun


(NOTAS:
1.- Además de recomendaros que visitéis los diversos enlaces que he insertado, os indico que en el de Lascaux, durante el tiempo de carga de la página, aparece primero una recreación de la visión de la Sala de los Toros bajo el efecto de una linterna, pero la página se abre después con todos sus contenidos.
2.- Respecto a las fotografías insertadas, la primera es de Jason Quinlan y está tomada de la web “catalhoyuk”. La segunda es una obra de Sisse Brimberg para “nationalgeographic”. La tercera no tiene firma, pero está publicada en el blog “ancient-anatolia”. La cuarta y última, aunque tampoco aparece firmada, se encuentra editada en la web “fjexpeditions”. A los propietarios de los derechos de autor de todas estas fotografías les ruego que me permitan mantenerlas, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos y sólo las he insertado por su valor científico.)

17/11/08

In Memoriam

............................(Foto: Carlos Briones)

Ahora que -para quien os escribe- ha terminado la temporada del año dos mil ocho, quiero dedicar esta entrada a recordar y homenajear a todos los corredores de encierros que nos han dejado para siempre.

Un día, por un motivo u otro, estos compañeros debieron embarcar con rumbo a “un mar desconocido”. Les deseo que, allá donde estén, permanezcan en paz.

(NOTA: Quiero agradecer a Carlos Briones que me haya dado autorización para ilustrar este homenaje con su magnífica fotografía)

14/11/08

Encuesta (4)

¿Qué edad tenías cuando participaste por primera vez en un encierro?
.
65 ...................... Total de votos
.
07 ... 10,77 % ... 12 años o menos
11 ... 16,92 % ... 13 años
14 ... 21,54 % ... 14 años
08 ... 12,31 % ... 15 años
13 ... 20,00 % ... 16 años
07 ... 10,77 % ... 17 años
05 ... 07,69 % ... 18 años o más

Tomando sin distinción de épocas los datos globales ofrecidos por los corredores votantes, se aprecia que la mayoría de ellos, un 53.85 %, comenzó a participar en encierros a una edad comprendida entre los 14 y los 16 años. En concreto, hemos obtenido una media de 14 años y 9 meses.

Los 14 años (con un 21.54 %) y los 16 años (con un 20.00 %) han resultado ser las edades concretas en la que más corredores se iniciaron, la edad de 15 años aparece como un momento valle de iniciación y tanto por debajo de los 14 como por encima de los 16 se aprecia un escala gradual de incorporaciones.

Pero, como decía antes, estos datos son los resultantes globalizando los votos, ya que pedíamos a los corredores que distinguiesen si se iniciaron cuando ya existía un reglamento que limitase la edad de participación en encierros o si, por el contrario, no había reglamento cuando corrieron su primer encierro. Los resultados en uno y en otro caso son muy diferentes.


Los resultados obtenidos de corredores que se iniciaron en los encierros estando vigentes los reglamentos con limitaciones de edad son los siguientes:

39 ...................... Parcial de votos
.
01 ... 02,56 % ... 12 años o menos
07 ... 17,95 % ... 13 años
10 ... 25,64 % ... 14 años
04 ... 10,26 % ... 15 años
10 ... 25,64 % ... 16 años
03 ... 07,69 % ... 17 años
04 ... 10,26 % ... 18 años o más

La composición de este cuadro de resultados es parecida a la del global, si bien se aprecia que la media de edad de iniciación asciende a los 15 años justos y que se produce una mayor concentración de votos en las edades concretas de los 14 y los 16 años, en ambos casos con un 25.64 %.

Resulta también llamativo que apenas se producen incorporaciones en el tramo de edad más joven, el de los 12 años, debido sin duda a la vigilancia policial.


Por otro lado, los resultados obtenidos entre los corredores que se iniciaron en los encierros cuando no existían normativas que limitasen la edad para participar son los que siguen:

26 ...................... Parcial de votos
.
06 ... 23,08 % ... 12 años o menos
04 ... 15,38 % ... 13 años
04 ... 15,38 % ... 14 años
04 ... 15,38 % ... 15 años
03 ... 11,54 % ... 16 años
04 ... 15,38 % ... 17 años
01 ... 03,85 % ... 18 años o más

Resulta altamente curioso que se hayan obtenido prácticamente los mismos votos en todos los tramos de edad entre los 13 y los 17 años, debiendo incluirse el de los 12, pues sé a ciencia cierta que al menos uno de sus votos (y no es el mío) se correspondería con la edad de 11 años.

Creo que esa paridad en los votos sólo obedece a una razón: naturalidad y espontaneidad ante la ausencia de prohibiciones

Por último, se confirma que en épocas anteriores la media de edad en la que se comenzaban a participar en encierros era más baja: 14 años y 4 meses.

10/11/08

Operación retorno desde Saint-Sever


Tardé muchas horas para volver de Saint-Sever. Tantas que no pude evitar acordarme de los tiempos de mi infancia. De aquellos viajes en los que familias enteras, abuelos incluidos, se apretujaban en un Seat 600 con todo el equipaje –además de sombrilla, mesa y hamacas– y se chupaban horas y horas de viaje por unas carreteras plagadas de curvas y de baches para volver de las vacaciones.

También entonces se descansaba cada dos horas, pero era porque el coche se calentaba y había que detener la marcha forzosamente para que se refrigerase el motor.

Se paraba en el cruce de un camino, se sacaba del maletero la bolsa con los platos, los cubiertos, la tartera y el termo, se bajaban de la baca la mesa y las hamacas –hasta la sombrilla si hacia falta– y toda la familia almorzaba con la tortilla de patatas y los filetes empanados que había preparado la abuela, al tiempo que comentaban los días de vacaciones.

¡Qué viajes aquellos!

Volviendo de Francia, nosotros también hicimos parada en una ciudad de la costa de Aquitania para comer. Y tuvimos dos temas de conversación: los bonitos ojos azules de la camarera y, como es lógico, el fin de semana de Saint–Sever.


Fue duro salir de casa sabiendo que, físicamente, no compartiríamos viaje con Iván. Yo le conocí precisamente en mi primer viaje a Saint–Sever y, por ello, tuve su imagen y su recuerdo muy presente durante todo el viernes... el viernes, el sábado y el domingo, claro.

El domingo le rendimos un homenaje. Primero, cuando en la Abadía dieron las doce, guardamos un minuto de silencio en la Place du Tour du Sol, con un respeto total de la afición francesa. Luego, en el encierro, todas las carreras se las dedicamos a Él.

Y fueron muchas las carreras que se le dedicaron porque creo que este año hubo más corredores que en ediciones anteriores.


Los que no vienen a Saint–Sever aducen que es un viaje muy largo, que hay que firmar previamente una renuncia a reclamar en caso de percance, que los toros son de corro, etc.

Yo tengo que confesar que este encierro me enganchó desde que lo conocí y sólo puedo hablar bien de él.

Es cierto que a muchos nos pilla “un poco lejos” Saint–Sever. Pero, dadas las fechas en que se celebra, viene a ser el cierre de la temporada para la inmensa mayoría de los corredores que participamos en su encierro y, como hay que hacer noche allí, es una oportunidad única para organizar un viaje de fin de semana y reunirte con un grupo de amigos y compañeros para hacer de ese final de temporada un motivo de celebración. Por ello, al margen de que se pueda quedar ya desde el viernes, me gusta muchísimo la idea de la cena que la Peña Jeune Aficion prepara el sábado en el Convento de los Jacobinos, ya que en ella se suelen reunir corredores que el domingo participarán en el encierro y todos los años se crea un gran ambiente dentro de los viejos muros del Convento.

Y es que asistir a esa cena es “ir de encierro”; los que, aún pudiendo, deciden no participar en esa cena simplemente “van a correr un encierro”.

Respecto a la renuncia a reclamar en caso de percance, es un tema muy personal sobre el que todo corredor debe tener una idea ya formada y, por tanto, mientras que para unos será motivo para no participar en este encierro, para otros sólo será una forma de suscribir algo de lo que ya están íntimamente convencidos. Y ahí no tengo nada que comentar. Ni puedo ni quiero tratar de convencer a ningún corredor para que tome más riesgos de los que él está dispuesto a asumir.

Y sobre que el encierro se suele organizar con toros de corro y que, por tanto, tiene poca emoción, mejor no hablamos después de lo ocurrido el pasado mes de octubre con un puto cabestro.


Por otro lado, a mí, personalmente, me encanta el recorrido del encierro de Saint–Sever; especialmente el tramo de la rue Lafayette y, sobre todo, cuando es en subida, en las carreras de ida. Hay cosas a mejorar, como los bordillos de la entrada a la Place du Tour du Sol, pero el recorrido es muy variado y tiene un gran encanto.


Y qué decir de los corredores que allí se dan cita: los justos, por lo que la carrera se ve y se lee perfectamente; y todos buenos y experimentados, gente que sabe correr. Un placer.


Por todo ello, Saint-Sever es una cita que yo tengo marcada en rojo en mi calendario.

Pero además hay otra razón: la defensa de la ancestral costumbre de correr encierros (tan de moda ahora con la consulta de Paterna sobre los bous al carrer).

De los políticos españoles no me fío nada. Pero nada de nada. Son tan falsos que estoy convencido de que serían capaces de venderle a Europa la tradición de los toros por un plato de lentejas. Los políticos franceses, en cambio, no dudan en dar su apoyo a los toros; y el alcalde de Saint-Sever, por ejemplo, se juega su carrera política cada vez que se celebra un encierro en la “Cap de Gascogne”. Por eso sé que, mientras en Francia se celebren corridas de toros y en Saint-Sever se corran encierros, los políticos españoles no se atreverán a venderse a Europa.

Y si algún día lo hicieran siempre tendríamos un consuelo: aplicando al caso la famosa frase del gran Humphrey Bogart en la película Casablanca, “siempre nos quedará... Saint-Sever”.

¡¡¡Merci beaucoup Peña Jeune Aficion!!! ..... ¡¡¡Merci beaucoup Saint-Sever!!!



(NOTA: la foto que encabeza esta entrada la he tomado de la página "seat600.info" Con esta bitácora no tengo fines lucrativos y por ello ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantenerla)

3/11/08

Saint-Sever

Municipio de Francia perteneciente al departamento de Las Landas en la región de Aquitania. Está situado, por tanto, en la zona suroeste del país y a unos 130 kilómetros de la frontera española en Irún.


Au Nord des Pyrénées il y a de superbes coureurs d’encierros. L´Histoire a résolu qu'ils habitent un autre pays et qu'ils parlent une autre langue, mais ils composent avec tous les coureurs du reste de la planète le village global où tous nous sommes unis: le monde des coureurs d’encierros.

Les coureurs qui habitent le Nord des Pyrénées partent souvent vers le Sud pour courir des encierros. En Novembre ce sera à l'envers: nous, les coureurs qui habitons le Sud des Pyrénées, nous partirons au Nord à la recherche du moment magique de faire une course devant la face d'un taureau.

¡¡¡ Nos vamos a Saint-Sever !!!


HISTORIA

El nombre de Saint-Sever procede de Severus, quien fue enviado a evangelizar Aquitania en el s. V y terminó siendo martirizado y decapitado por los Vándalos.

Las reliquias de San Severus quedaron cobijadas en una iglesia que se edificó, muy posiblemente, en el mismo lugar donde estaba la sepultura: en un cerro que dominaba el valle del río Adour. Allí se instalaron en el s. VII los benedictinos y fundaron una primera abadía que resultaría derruida como consecuencia de las distintas invasiones y luchas que sufrió la región hacia los siglos IX y X.

La abadía actual fue erigida en el 988 por Guillaume Sanche, duc de Gascogne.

Tras un incendio hacia el año 1060, la reconstruyó el Abad Grégoire de Montaner, siguiendo un plano benedictino de siete ábsides escalonados. Fue durante el transcurso de estos siglos, el X y el XI, cuando en el entorno de esta abadía benedictina nació y empezó a crecer un núcleo de población: Saint-Sever.

El abad Suavius fortificó la población en el año 1100 y para organizar la vida municipal la concedió una ordenanza, en la que se otorgaba a la figura del Abad la potestad de mando sobre la villa y se dictaba una carta de derechos y deberes de los ciudadanos.

En 1152, por el segundo matrimonio de Aliénor d’Aquitaine, Saint-Sever pasó a ser de soberanía inglesa y no sería hasta el año 1442 cuando la ciudad fue definitivamente de posesión francesa, tras tres siglos con continuos cambios de dependencia entre Inglaterra y Francia por guerras y disputas dinásticas.

Durante ese período, concretamente en 1280, se fundó el Convento de los Jacobinos a instancias de Leonor de Castilla, esposa de Eduardo I de Inglaterra.

En 1569, las tropas protestantes de Gabriel de Lorges, Conde Montgomery, destruyeron parcialmente la villa, afectando los destrozos tanto a la Abadía como al Convento.

En 1789 estalla en París la Revolución Francesa y la villa de Saint-Sever, bajo el nuevo y efímero nombre de “Mont-Adour”, es designada como capital de un distrito, por lo que se instaura allí un tribunal y la guillotina cumple su función en la Place du Tour du Sol, frente a la Abadía. Las congregaciones de religiosos abandonaron la ciudad, sus bienes fueron expropiados y los templos quedaron desafectados de su función religiosa.

Años después, el templo de la Abadía recuperaría su afectación a los cultos religiosos, pero no así el Convento de los Jacobinos, que fue destinado desde entonces a distintos servicios municipales y culturales.

Saint-Sever es al día de hoy una localidad de unos 5.000 habitantes que mira al futuro, para lo que potencia sus distintos sectores de producción. Pero también sabe vivir el presente, disfrutando con las actividades deportivas, ocupando en animadas charlas las terrazas de sus cafés y divirtiéndose con las distintas manifestaciones festivas y culturales que se programan a lo largo del año. Y, lo que es muy importante, trata de conservar su pasado, sus monumentos, sus tradiciones e, incluso, esa antigua forma de denominar a su tierra: “Cap de Gascogne”.


MONUMENTOS Y ARTE

La Abadía fue el germen de Saint-Sever y aún hoy sigue siendo el corazón de la parte más antigua de la villa.

Situada en la Place du Tour du Sol, en el mismo recorrido del encierro, la abadía está abierta todos los días, de 09:00 a 18:00 hs., y se puede visitar libremente fuera de las horas de los oficios. Los domingos, en cambio, tiene un horario especial, por lo que recomiendo a los corredores interesados en visitarla que el sábado adelanten su llegada. Del interior me permito llamar la atención sobre sus 150 capiteles, de los que 77 son románicos, de finales del s. XI y principios del s. XII.

Fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1998. Para una mayor información disponéis de este enlace.

Por otro lado, tanto la capea como la cena programadas por la Peña Jeune Aficion para el sábado tienen como marco el Convento de los Jacobinos. Cuando estéis allí, fijaos en ese edificio erigido en 1280 a instancias de Leonor de Castilla. Para una mayor información disponéis de este enlace.


EXCURSIONES

Se me hace muy difícil hablaros a los corredores españoles de realizar excursiones porque muchos de vosotros, entre la ida y la vuelta, tendréis que hacer más de mil kilómetros de carretera para poder correr en el encierro de Saint-Sever.

No obstante, tenéis sitios muy cercanos: Mont de Marsan (a 16 kms.), como ciudad importante y todo el potencial turístico que ello conlleva; la villa galorromana de Gleyzia, en Augreilh (a 3 kms.), como atracción arqueológica por los mosaicos que allí se han descubierto; o, simplemente, disfrutar del sinuoso valle del Adour realizando una ruta naturista a pie por los caminos más cercanos al río hasta Mugron, por ejemplo.


FIESTAS

¿Cuál es el motivo para que en Saint-Sever se celebre en noviembre este encierro?

La Peña Jeune Aficion de Saint-Sever viene organizando a principios de noviembre una Semana Cultural Taurina –este año será la XXIV edición– y es precisamente en el marco de esa programación donde se encuadra el encierro.


Os facilito un enlace con todo el programa en español.

El encierro se incluyó por primera vez en los actos de la semana cultural en 1999, se corría sólo con vacas y el recorrido terminaba en el Claustro del Convento de los Jacobinos, donde se instalaba una placita portátil. Pero en el año 2004 la Peña Jeune Aficion dio un paso hacia delante y organizó un encierro con toros; el primero que se hacía en Francia.. Aquello fue un hecho histórico. Además, también se cambió el recorrido para que quedara incluido en el mismo la plaza de toros, les arènes de Morlanne, y el encierro se configuró como un carrera desde la plaza hasta un corral situado detrás de la Abadía y después, tras un pequeño descanso, la carrera de vuelta. Al año siguiente, en el 2005, se duplicaron las carreras: dos de ida y dos de vuelta. Y es así como viene celebrándose desde entonces.

Alguno de vosotros se preguntará si en este pueblo de Francia es tradicional la afición por los toros y por los encierros. La respuesta es SÍ. Y lo he escrito con mayúscula porque Saint-Sever puede presumir de tener la tradición taurina más antigua de Francia, ya que se tiene conocimiento por un documento de 1457 que allí ya existía por entonces la costumbre de correr por las calles un toro para San Juan Bautista y hasta hoy ningún otro municipio francés ha presentado un documento de fecha anterior que contenga una información similar.

Por último, me gustaría subrayar que, dadas las fechas en que se corre, este encierro de Saint-Sever tiene un significado especial para la práctica totalidad de los corredores que en él participan, pues viene a ser el cierre de la temporada para ellos. Por ese motivo tan especial y aprovechando la cena de bienvenida que suele ofrecer el sábado la Peña Jeune Aficion en el Convento de Los Jacobinos, todos los aficionados y corredores que se acercan hasta la “Cap de la Gascogne” se suelen fundir en un único grupo para disfrutar de una gran noche de alegría.

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NOTA: La primera fotografía de esta entrada está tomada de la enciclopedia libre Wikipedia, la segunda de la página de la Abadía de Saint-Sever, cuyo enlace está ya incluido en el texto, y el cartel del encierro de la web de la Peña Jeune Aficion. En ninguna consta su autoría. No obstante ruego a los propietarios de los derechos de autor que se me permita mantenerlas en esta bitácora, pues no tengo ningún fin lucrativo con ella.