26/4/10

Tentativa de hacking por un antitaurino


Un hacker está atacando la blogoesfera taurina desde hace semanas, y el pasado viernes lo intentó con esta bitácora.

Gracias a que informaron de ello los compañeros que han ido siendo víctimas del hackeado de sus blogs, no caí en el correo trampa que me encontré en mi buzón. Si no hubiera sido así, reconozco que habría picado el anzuelo de ese correo que, aparentemente, me remitía “Blogger” y, a estas horas, quienes hubierais entrado a visitar esta bitácora os habríais encontrado para siempre con una carátula fija de carácter antitaurino, con la famosa fotografía del manifestante animalista vomitando, algún slogan al uso, alguna frase despreciativa o insultante y, todo ello, enmarcado con la firma, dibujo o logo del autor del ataque.

El contenido de esta bitácora habría sido censurado y silenciado, y esa carátula habría quedado indefinidamente unida a esta dirección de internet, como una muesca más en el teclado del ordenador de este hacker justiciero de la causa animalista.

Sería inútil, tratar de dejarle a este señor algún mensaje argumentativo de lo improcedente de su acción. Para él, su causa está por encima de cualquier otra cosa, por encima incluso de la Ley y de normas tan fundamentales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 19º reconoce el derecho a la libertad de opinión y expresión, lo que incluye que todo individuo tiene derecho a “no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar, y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Él, este hacker, tiene su opinión. Y, según él, sólo es válida su opinión, sólo es defendible su opinión y sólo se puede difundir su opinión. Los demás, los que no pensamos ni sentimos como él, debemos callar, y si no lo hacemos, ahí está él para silenciarnos.


Podría haber dedicado la entrada de esta semana a hablar de cualquier tema referente al mundo de los encierros y del Toro. Podría haber hablado de un tema tan recurrente como la gravísima cogida sufrida por José Tomás, a quien deseo desde aquí una pronta y total recuperación. Podría, en fin, haber optado por silenciar el intento de ataque que he recibido con la esperanza de que, obviándolo, no se volviera a repetir. Pero he optado por denunciarlo públicamente para poner en alerta a otros compañeros, para decirles que no abran ningún correo que les parezca sospechoso, aunque lleve la aparente firma de “Blogger”. Para avisar de que sigue actuando este hacker antitaurino que nos quiere silenciar.

Y, desde aquí, toda mi solidaridad con los compañeros que ya han sido hackeados y han visto como su opinión era definitivamente violentada y censurada.

Lagun

19/4/10

Beas de Segura


Municipio de la provincia de Jaén, en la Comunidad Autónoma de Andalucía. Está situado en la comarca de la Sierra de Segura, a unos 120 kilómetros en dirección noreste de la capital de su provincia.

Puente Mocho, sobre el río Guadalimar ... Fuente: “Cosas de Beas


El Toro de San Marcos fue el rito taurino más famoso y extendido de todos los que se celebraban en la Península Ibérica; ya que, hasta hace unos pocos siglos, eran muy numerosos los pueblos de España, además de algunos de Portugal, que honraban a San Marcos con actos y simbologías de carácter taurino.

En la actualidad, en cambio, si a cada uno de nosotros se nos pidiera una relación de sitios que celebren actos o festejos taurinos con motivo de la festividad de San Marcos, la inmensa mayoría sólo seríamos capaces de citar unas pocas localidades. Ahora bien, es prácticamente seguro que en todas las listas se repetiría un mismo nombre: Beas de Segura.


HISTORIA

En el entorno de Beas de Segura está acreditada la existencia de grupos humanos que se remontan al Paleolítico Inferior y Medio por el hallazgo de materiales achelenses en el yacimiento de Puente Mocho, un extenso hábitat al aire libre junto a las terrazas del río Guadalimar. La ocupación humana debió ser muy intensa en la Edad del Bronce dado el tipo de asentamientos existentes, como el de Cornicabral, situado en la vega, o el del Cortijo de los Cuatro Vientos, en una zona alta. Y ya en tiempos de los íberos nos encontramos con poblados como El Castellón o El Morrón de Guadahornillos, que evocan a centros desde los que se ejercía un control del territorio.

Todo ello, en conjunto, indica que Beas, además de poseer una zona rica de huertas, siempre fue un punto territorial estratégico, pues está en las inmediaciones de una divisoria de aguas, las del Segura y las del Guadalquivir, y en las estribaciones de las zonas mineras de Sierra Morena, lo que conlleva a que se creen confluencias de vías de comunicación.

Esas circunstancias motivaron que los romanos atribuyeran gran importancia al territorio de Beas y que consolidaran su núcleo de población. Así, de esa época nos han llegado numerosos restos de villas, calzadas, puentes, molinos, etc. Y, por otro lado, también hay vestigios visigodos, como los de Bastagoya.

El periodo de dominación islámica en Beas duró cinco siglos, en el cual debió erigirse una fortaleza de la que apenas quedan restos actualmente, pero que debió tener, al menos, cuatro torres y un segundo recinto con un alcázar. A lo largo de ese período islámico, Beas tuvo épocas de gran esplendor, como ocurrió en tiempos de Abderramán III.

La localidad fue conquistada durante el reinado de Fernando III el Santo, en una fecha imprecisa hacia el primer tercio del siglo XIII. Una vez incorporada a la corona de Castilla, Beas fue donada por el rey al Obispo de Osma; y éste, en 1239, se la permutó a la Orden de Santiago a cambio de otros bienes. Fue por entonces cuando Beas se repobló con gentes del norte de Castilla, recibió fueros, privilegios y el título de villa, y comenzó una nueva fase de esplendor.

Así, en las Relaciones Topográficas de Felipe II consta que Beas tenía en 1575 unos 4.500 habitantes, una fuerte impronta agraria y, por otro lado, una importante industria de paños.

En ese mismo año, 1575, Santa Teresa de Jesús fundó en Beas el primer Convento de Carmelitas Descalzas de Andalucía. Tres años después llegó a la villa San Juan de la Cruz y poco después fue nombrado Prior del Convento del Calvario.

Tras toda esa fase de esplendor, los siglos XVII y XVIII fueron años de declive económico para la localidad, que vio como, en consecuencia, la población se iría reduciendo de forma progresiva.

En 1750 se ordenó por el Consejo de Órdenes Militares que fuera derribada la fortaleza de Beas.

El siglo XIX tuvo unos inicios desastrosos para la villa. Durante la Guerra de la Independencia, Beas fue saqueada e incendiada repetidamente por las tropas francesas, causándola un enorme deterioro en su patrimonio.

En 1833, al conformarse la división del territorio español en cuarenta y nueve provincias, la localidad de Beas, que hasta entonces pertenecía al Reino de Toledo, pasó a quedar incluida en la provincia de Jaén y a ser denominada tal y como hoy la conocemos: Beas de Segura.


MONUMENTOS

El Convento de Carmelitas Descalzas, declarado Bien de Interés Cultural, es el edificio histórico-artístico más importante de Beas de Segura.

Convento de Carmelitas Descalzas ... Fuente: “Cosas de Beas


El Convento fue fundado por Santa Teresa de Jesús en 1575, pero apenas queda nada de aquella edificación debido a episodios bélicos y a períodos de obligado abandono.

La iglesia cuenta con una estilizada portada barroca del siglo XVII, y su interior presenta una única nave cubierta con bóveda de medio cañón y brazos de crucero con media naranja.

En el año 2003 se terminó una última reforma que imprimió al conjunto su aspecto actual.

Para obtener una mayor información referente a este monumento, podéis pulsar el siguiente enlace. Y os ofrezco otro más para que podáis conocer otros bienes del patrimonio cultural de Beas de Segura.


EXCURSIONES

Naturaleza.- El GR 144: La Trashumancia en la Sierra de Segura.

Beas de Segura es una de las puertas de entrada al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, el mayor espacio protegido de España y el segundo de Europa.

Nacimiento del río Segura


Una buena forma de conocer ese espacio natural es adentrarse en él andando; cruzarlo, incluso. Y esa es, precisamente, la posibilidad que nos ofrece el GR 144: una ruta de 52 km con la que se puede cruzar el parque; una importante vía pecuaria que permite evocar la legendaria tarea ganadera de la trashumancia; un itinerario por el que, además de admirar los paisajes, la flora y la fauna de las zonas alta, media y baja de las montañas segureñas, podremos acercarnos a dos auténticas maravillas de la naturaleza: el nacimiento del río Segura, una poza de aguas verdes y transparentes; y el Pino Galapán, árbol emblemático del parque por sus 39 metros de altura, 10.40 metros de perímetro en la base y sus 400 años antigüedad calculada.


Turismo.- Aldeas de Beas de Segura.

Conocer el municipio de Beas de Segura también implica visitar sus aldeas: Prados de Armijo, Cuevas de Ambrosio y Cañada Catena; así como acercarse a sus cortijadas, algunas de ellas abandonadas y donde parece que se hubiera detenido el tiempo.

En este enlace tenéis información al respecto.


SAN MARCOS

Cartel de las fiestas de San Marcos 2010


Sobre el posible origen de la celebración de la festividad de San Marcos en Beas de Segura, hay dos versiones transmitidas oralmente.

Una se remontaría al año 1575 y hace referencia a la supuesta intervención de Santa Teresa de Jesús para controlar, amansar y atar a un toro o buey que andaba suelto por Beas y que sembraba el pánico entre sus vecinos tras soltarse del yugo en que estaba uncido para realizar labores de arrastre en las obras del Convento de Monjas Carmelitas Descalzas de San José del Salvador. Y se dice que aquel extraordinario acontecimiento se empezó a festejar en los años sucesivos corriendo por las calles de Beas una o varias reses ensogadas por los cuernos y engalanadas de forma vistosa.

La segunda habla de una epidemia de glosopeda que diezmaba el ganado vacuno de la localidad y que misteriosamente cesó un 25 de abril, hecho que la población atribuyó al santo de la fecha: San Marcos. Y que por ello, en señal de agradecimiento, se estableció un voto colectivo en Beas consistente en entregar anualmente dos becerros a la Iglesia para que, después de acompañar a San Marcos en la procesión, fuesen vendidos y con el dinero se atendiese a los pobres de la localidad.

Si hablamos de fuentes escritas, consta en el capítulo 52 de las respuestas que dio la villa de Beas a las Relaciones Topográficas del rey Felipe II (1575) que:

"... Ansí mismo hay voto en esta villa, día de Señor San Marcos, que no se matan ningunas carnes ni se pesan, ni abren las carnecerías de esta villa. Lo cual se prometió en voto en años pasados, por grandes infortunios e plagas de la langosta. No se sabe el tiempo que ha que se prometió el voto, mas que de tiempo inmemorial a esta parte se tiene y guarda".

Este documento, que resulta valiosísimo por su antigüedad, incide en el voto a San Marcos como razón para la celebración de la festividad. Y a este respecto, la elección de San Marcos como santidad votiva protectora, no se debe olvidar que la repoblación de Beas en el siglo XIII se realizó con gentes del norte de Castilla, que es una región donde fue muy generalizada la devoción al santo.


Para conocer el programa de fiestas del presente 2010 y para visualizar fotos de buena parte de los toros adquiridos, podéis pinchar en el siguiente enlace de “Cosas de Beas”.
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Lagun
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NOTA: ruego a los propietarios de los derechos de autor de las fotografías publicadas que me permitan mantenerlas, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos.
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12/4/10

Las Caridades


La relación entre “votos” (religiosos), “correr toros” y “caridades” pudiera parecer extraña a quienes no se hayan acercado a la historia de nuestros encierros, capeas y demás festejos taurinos populares; pero quien lo haya hecho sabe que en la interrelación de esas tres manifestaciones está el origen de un buen número de fiestas de nuestro país y, como parte de ellas, de los festejos taurinos populares que se celebran en las mismas.


Un voto es una promesa deliberada, voluntaria y libre por la cual los fieles cristianos se obligan solemnemente a realizar alguna obra piadosa o virtuosa con la intención de agradar a Dios.

Desde los tiempos del Antiguo Testamento, los votos se solían hacer cuando los hombres, individual o colectivamente hablando, estaban angustiados, en peligro o tenían el deseo de recibir un favor divino. Y en la Edad Media, y hasta el siglo XVIII incluso, fueron una práctica muy común ante situaciones como epidemias, plagas, hambrunas, sequías, etc.

William A. Christian, en su obra Religiosidad local en la España de Felipe II, nos detalla que las calamidades sanitarias y los desastres naturales constituían el 79,50 % de los motivos concretamente especificados para la práctica de los votos que hacia 1575 se incluyen en las Relaciones Topográficas de los pueblos de Castilla la Nueva:

el 36,7 % por pestilencias, mortandades y enfermedades
el 16,6 % por plagas de la vid
el 14,8 % por plagas de langostas
el 11,4 % por granizos, tormentas o sequías

La devoción es otro de los motivos que aparece expresamente indicado, pero en este caso sólo se corresponde con el 8 % de los votos incluidos.

Se puede decir por ello que la práctica del voto se fue generalizando durante la Edad Media en la religiosidad popular por la sensación de impotencia que los hombres sentían frente a la naturaleza y porque consideraban que su único recurso de auxilio posible era Dios, ya sea directamente o de forma indirecta a través de la Virgen o algún santo intercesor, contándose entre los más reputados a San Sebastián, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio Ostiense, San Roque, San Marcos, San Blas, San Agustín o Santa Ana.

Así, la práctica totalidad de los pueblos y ciudades de España contaba con algún tipo de voto emitido bajo la guía de la Iglesia, y para su cumplimiento, generalmente, se prometía solemnemente celebrar misas, procesiones u otros oficios religiosos, realizar obras virtuosas como observar vigilias de ayuno o de abstinencia de comer carne (con lo que ello conllevaba en aquellos tiempos), respetar fechas señaladas en las que se imponía la obligación de no tener que trabajar (con el riesgo que se asumía en jornadas de recolección de frutos, por ejemplo), o asumir la obligación de hacer caridades entre los pobres, que solían consistir en ofrecerles pan, queso, aceite, vino...

Es en ese marco donde, entre los distintos ofrecimientos votivos que hacían los miembros de una comunidad o los habitantes de un pueblo para honrar a “su santo”, también fue apareciendo el compromiso solemne de correr toros en un fecha determinada y, como caridad, el reparto al día siguiente de su carne entre los pobres y los fieles que se congregasen con motivo de la celebración de los actos prometidos con el voto.

Una de las primeras noticias de este tipo de votos aparece en un manuscrito conservado en el Monasterio de Silos, y de ella nos dio cuenta el Conde de las Navas en su obra El espectáculo más nacional (Madrid, 1899):

El Concejo de Roa (Burgos), por una pestilencia que afectaba a la localidad, se obligó en el 4 de enero de 1394 con un voto a Dios y a la Cofradía del Corpus Christi de la villa a dar cada año mil quinientos maravedís que debían pagar todos: caballeros, escuderos, dueñas, doncellas, fijosdalgo, legos, clérigos, indios y moros, para comprar cuatro toros que serían corridos por amor a Dios y para que, por su santa merced y misericordia, les librara de la pestilencia. Dos de esos toros serían corridos el día del Corpus, y al domingo siguiente se darían cocidos con pan y vino a los “envergoñados i pobres” que llegaran a la villa.

A lo largo de nuestra geografía, y de nuestra historia, fueron muy numerosos los pueblos con votos que contenían el ofrecimiento de correr toros y la caridad de dar su carne, principalmente a los pobres. A este respecto, Plácido González Hermoso tiene publicado en su blog “MITOTAURICO” un elaborado artículo donde nos ofrece una amplia relación.

En este texto, en cambio, nos vamos a centrar únicamente en la fiesta votiva de Fuentelencina en honor de San Agustín, puesto que José Ramón López de los Mozos tiene publicado un estudio en la web de la Fundación Joaquín Díaz que nos permite observar toda su evolución histórica. De él vamos a tomar las siguientes notas.


En Fuentelaencina (Guadalajara), se erigió como patrón a San Agustín por decisión del Concejo tomada en 1520, que votó el día de su nacimiento, 28 de agosto, como fiesta principal, y le tomó como defensor contra la peste, que entonces padecía la villa, la langosta, las tempestades, el pedrisco, la falta de lluvia, las calenturas y cualquier otro mal o calamidad que pudieran padecer.

En las Relaciones Topográficas de Felipe II correspondientes a la localidad, realizadas en 1575, podemos leer en la respuesta 52 como se describía el voto en una época prácticamente coetánea a la de su constitución, pues sólo habían transcurrido cincuenta y cinco años:

“Hay votada la fiesta de San Agustin de ayunar su vigilia, y holgar el dia, y correr toros en tiempo permitido, y el dia en la hermita se da de caridad doscientos arreldes de vaca con pan e vino para esta fiesta. Cuando se votó, un carnicero dio un novillo de cien arreldes con condicion que todos los carniceros lo den cada año para ayuda de la caridad. Siempre se guarda esta costumbre...”

La fiesta comenzaba el día de la víspera, que era de ayuno, no se debía trabajar y se corría un toro siempre que estuviera permitido, según “dicen”.

No hay que olvidar que Pío V estableció en 1567 la prohibición de correr toros con la publicación de la bula De salutis gregis dominici, y que en el Concilio de Toledo (1566-67) se prohibió la emisión de votos con el ofrecimiento de correr toros. Aunque dichas prohibiciones, en la práctica, apenas fueron respetadas en España.

Una vez sacrificada la res, por la noche y junto a la ermita que a las afueras del pueblo se erigió en honor del santo en 1524, se cocinaban los mejores trozos de la carne y a las doce se distribuía el caldo de su cocción, que era bebido como cosa bendita y aún milagrosa, según entendía la fe de las gentes.

Aunque no queda detallado suficientemente, debemos suponer que en el día de la fiesta de San Agustín, tras los oficios religiosos, se servía el resto de la carne, acompañada de vino y dos panecillos o tortas que se cocinaban especialmente para la ocasión.


En el siglo siguiente, fray Francisco de Ribera escribió en el año 1684 una obra sobre la vida de San Agustín, y en ella ofreció datos sobre el voto al santo en Fuentelencina en dicha época.

La fiesta comenzaba el día de la víspera con la suelta de una res enmaromada, toro o vaquilla, que se corría por las calles del pueblo y cuya carne, una vez sacrificada, se ponía a cocer al anochecer junto a la ermita del santo. A la media noche comenzaban a repartir el caldo resultante, ya que tal cocción se consideraba como medicina protectora contra las fiebres tercianas.

El hecho de que, en vez de toros, se deje abierta la posibilidad de que se corran vacas, nos puede estar indicando que, como consta documentado en la población de Loeches (Madrid), se estaría acatando la literalidad de la prohibición eclesiástica de correr “toros”, pero se seguiría cumpliendo el voto corriendo “vacas”.

La carne se dividía en cuatro partes correspondientes a otras tantas cuadrillas, tres formadas por los propios del lugar y la cuarta por forasteros, que a veces llegaban desde hasta diez leguas (entre 50 y 60 kilómetros), pues tenían derecho a participar todos los asistentes, tanto los vecinos del pueblo como los forasteros, generalmente pobres y enfermos que acudían para saciar su hambre los unos y en busca de un milagro sanatorio los otros. Y en cada cuadrilla se repartía la caridad con dos panecillos o tortas del santo, que se confeccionaban para la ocasión, además de un cuartillo de vino (medio litro) por persona.


Muy interesantes son dos testimonios que ofrece el autor del estudio: uno de 1955, de Ernesto Navarrete, y otro de 1973, de Antonio Herrera Casado, porque con ellos nos situamos en la segunda mitad del siglo XX y observamos la evolución de los ceremoniales del voto en fecha tan cercana a la actual.

Según Ernesto Navarrete, en 1955 la fiesta comenzaba el día 27 de agosto, la víspera, con la salida de una vaquilla ensogada que se corría por las calles del pueblo hasta llegar a la plaza del ayuntamiento, a una de cuyas columnas era atada y apuntillada por el propio alcalde. Este último dato del alcalde se niega en la versión de Herrera Casado en 1973.

Después, la vaca era descuartizada, dejándose los mejores trozos para freírlos detrás de la iglesia, y con el aceite resultante, el resto de la carne y los huesos se hacían en grandes calderas las denominadas Sopas de San Agustín. En 1973 serían los hombres los únicos encargados de la preparación.

Se calculaba el fuego para que a las nueve de la noche estuvieran a punto (en 1973 tras los oficios religiosos de las vísperas) y, previa bendición del sacerdote, servir las sopas, que preservaban y curaban las fiebres tercianas, según creencia, siempre que se invocase el nombre del santo con devoción y las sopas se tomasen con fe. El dato de la hora es significativo, pues en un principio era a las doce, es decir que se ayunaba toda la jornada y sólo se comía a partir de los primeros minutos del día de la fiesta; en cambio, dando las "sopas" a las nueve ya no se estaría cumpliendo con la antigua promesa del ayuno en la víspera.

El día del santo, una vez concluida la misa, sacerdote, autoridades, funcionarios e invitados se trasladaban al ayuntamiento, donde tomaban un chocolate seguido de la carne de la vaca. Finalizado ese acto, el alcalde y el sacerdote salían al balcón que da a la plaza, donde se arremolinaba la gente en espera de que les echasen los huesos de la vaquilla que habían sido usados para condimentar las sopas, disputándoselos como reliquia protectora y milagrosa. Este acto no se llevó a cabo en 1973, según la versión de Herrero Casado.


Como es lógico pensar, en la actualidad ha desaparecido completamente ese carácter caritativo de las fiestas de Fuentelencina.

En el año 2007, según el programa de fiestas, la suelta de vaquillas comenzó desde la misma madrugada del día 27 hasta las nueve y media de la mañana. A las cuatro de la tarde estaba programada la preparación de las calderas, y la degustación de la tradicional sopa a las ocho. Posteriormente, el día 28, el de la fiesta, a las nueve se entregó el cesto de las caridades; y, después de la misa de doce, la degustación del chocolate y de la carne.

Si bien se mantiene la señalización de los días tradicionales, los actos han perdido el carácter que les dio origen y variado sus contenidos y horarios. Además, se añaden nuevos encierros los días 29 y 30 de agosto, y una nueva caldereta el día 31.

Y desde “diez leguas” o más siguen acudiendo gentes al reclamo de las fiestas de Fuentelencina en honor de San Agustín, pero no son, precisamente, ni pobres ni enfermos.

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Con la institución religiosa de los votos y las caridades, el pueblo pudo arrogarse en los siglos XV y XVI, fundamentalmente, su derecho a correr toros frente a lo establecido por el poder real, que sólo se lo concedía a los nobles y haciéndolo a caballo. Y, por otro lado, ese enfrentamiento del hombre a pie con el toro en base a habilidad y valor únicamente era una práctica que la Iglesia venía declarando como una pervivencia pagana, pero en un primer momento la cristianizó de hecho al integrarla en fiestas patronales, no sin polémica doctrinal de por medio.

No obstante, la prohibición de correr toros y más concretamente por promesa realizada mediante voto alcanzó su mayor cota con la bula de Pío V (1567) y el Concilio de Toledo (1566-67). De ese mismo tenor fueron el Sínodo de Cartagena (1583), el Sínodo de Coria (1606) o el Sínodo de Málaga (1671).

En todos ellos se prohibían los votos de correr toros por honra de Dios; ahora bien, no se siguió prohibiendo el acto de correr toros propiamente dicho, siempre y cuando fuese por libre voluntad y no por voto.

Del contenido del Sínodo de Toledo celebrado en 1682 (un siglo después) se deduce que las prohibiciones no surtían efecto, ya que por entonces, además de celebrarse festejos taurinos por libre voluntad, también se seguían cumpliendo votos que llevaban aparejados correr toros. Y, es más, se siguieron emitiendo y cumpliendo durante el siglo XVIII. Una tradición tan antigua no podía erradicarse fácilmente.


En la actualidad están en desuso prácticamente aquel tipo de votos, pero aún perduran muchas de las fiestas que surgieron a raíz de su emisión. A modo de ejemplo, podríamos señalar El Domingo de Calderas en Soria, o Las Mondas en Talavera de la Reina (Toledo). Y en algunos casos nos han llegado con sus festejos taurinos populares, mientras que en otros no ha sido así.

Y, por otro lado, se podría decir que las caridades con carne de toro aún perviven, aunque han evolucionado a comidas comunales de simple carácter festivo, en las que han desaparecido los matices caritativo y religioso que antaño tuvieron. Así, se siguen celebrando con el nombre de Caridad de... San Roque, por ejemplo, que es una de las más recurrentes.

Mi amiga “Chon” comenzando a cocinar una de las quince calderetas de toro que todos los años se preparan en el “Día de la Carne” de las fiestas de un pequeño pueblo de La Alcarria, del que me van a perdonar que me reserve el nombre


Pero también hay muchos casos de pueblos en los que esa comida comunal no ha conservado la denominación de “caridad” que, sin duda, debió tener en su día, aunque sí que se habla del “Día de la Carne” y el “Día de los Toros” para distinguir ambas jornadas.


Todo lo anterior nos lleva a pensar que, tanto en unos casos como en otros, los vecinos que habitaron esos pueblos hace unos cinco siglos, cuando menos, con la emisión de votos y al obligarse con caridades forjaron la tradición de que hombres a pie corrieran toros por sus calles. En cada pueblo con su propia y específica modalidad. Y que, generación tras generación, han ido preservando esa costumbre: su actual encierro, su capea o su festejo taurino popular.

Lagun


NOTA: Quiero agradecer a “Chon” su amistad, el hecho de que en los dos últimos años me haya permitido actuar de “pinche” en la elaboración del caldero que ella cocina para las fiestas y que me haya autorizado a publicar la fotografía con su imagen para esta entrada. Por ello mismo, queda prohibida su publicación en cualquier otro medio sin la debida autorización del autor de esta bitácora, que también lo es de las fotografías primera y tercera que aquí se han insertado.

5/4/10

Cien años de soledad


Como ya adelanté en el “Prólogo” de esta bitácora, en la sección que denomino “Biblioteca” voy a incluir algunos títulos que no guardan relación con el mundo de los toros, pues hay que leer sobre muchas otras temáticas, además de la taurina.

Y, así, si el año pasado os recomendé la lectura de El Quijote en las semanas previas al Día Mundial del Libro, en éste, aprovechando también la inminencia de esa misma jornada conmemorativa, os voy a recomendar la lectura de otra obra maestra:

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.


La crítica es unánime al considerar que Cien años de soledad es una de las mejores obras de la literatura universal de todos los tiempos y la segunda más importante en lengua castellana, después del Quijote, precisamente.

En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez ideó una maravillosa mezcla de realidad y magia, combinando sin una línea de demarcación definida sucesos cotidianos de la vida real con episodios fantasiosos, para recrear la historia de la familia Buendía en la aldea de Macondo. Un círculo repetitivo y depravado de nombres y de actos; de josearcadios, de aurelianos... de buendías; de amores, desamores, alegrías, tristezas, tragedias, fatalidades, incestos, espejismos... y, sobre todo, de SOLEDAD.

Una novela que no puede faltar en nuestra biblioteca ni en nuestro bagaje de obras leídas o, incluso, releídas.

Correr un encierro es un lance fantástico, leer un libro es una aventura maravillosa y ambos tipos de experiencias se cruzaron hace un año en esta bitácora, cuando entre todos compartimos recomendaciones para el Día del Libro. Ahí, al menos para mí, surgió la magia: un grato recuerdo, la lectura de un libro fabuloso y nuevas amistades. Ojalá que en éste suceda algo parecido. Para ello, os rogaría que todos recomendarais la lectura de un libro.
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Lagun
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