22/2/09

Francisco José Goya y Lucientes

..................El Pintor de Cámara ........ GOYA ........ El genio


Francisco José Goya y Lucientes (1746-1828) es uno de los grandes genios de la pintura universal, uno de los tres pilares básicos de la pintura española de todos los tiempos y, en lo que a este estudio interesa, la primera gran figura de la pintura de tema taurino.

Goya asumió en su formación las corrientes estilistas anteriores y coetáneas a su tiempo, pero su genialidad le llevó a desvincularse de todas ellas y a crear una obra artística con la que abrió nuevos horizontes en la pintura, anunciando estilos del futuro como el impresionismo, el expresionismo o el surrealismo.

A lo largo de su carrera trató una amplia variedad de temas, lo que convierte a su obra en un escaparate de su subconsciente, de la alta sociedad y de la cultura más popular. Ese Goya costumbrista tuvo en la temática taurina una de sus más importantes fuentes de inspiración, pues la abordó en distintos períodos de su vida artística y dejó para la posterioridad una iconografía taurina de importancia capital.


Don Francisco el de los toros

Francisco de Goya nació en Fuendetodos (Zaragoza), en una época en la que el toreo a pie ofrecía sus primeros esbozos y al tiempo que veían también la luz Costillares, Pepe-Hillo y Pedro Romero, quienes compondrían años después el primer gran trío de figuras coetáneas del toreo y entablarían en los ruedos la primera gran rivalidad taurina de la historia. Algo de lo que Goya, muy aficionado a los toros, fue testigo directo.

Es más, Goya nació y creció en una tierra en la que, por entonces, se practicaba un toreo de suertes muy populares y se cuenta que “don Francisco el de los toros”, tal y como él mismo solía llamarse, toreó en sus años mozos. No se sabe a ciencia cierta si fue así o no; y, en caso afirmativo, qué tipo de toreo pudo practicar.

Lo que si es cierto es que Goya, en su época de pintor de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fue autor de un cuadro que lleva por título “La novillada”, del que algunos estudiosos mantienen que el joven vestido de rosa que aparece en la parte central de la escena es el propio pintor aragonés, que se habría autorretratado capeando a un toro.


La novillada (1780). Museo del Prado - Madrid. Dentro de una serie dedicada a las diversiones populares durante el reinado de Carlos III, Goya representa por primera vez en su vida artística una obra de temática taurina: una jornada popular de toros.

Su formación como pintor, sus aspiraciones y los cargos que fue logrando en la Corte limitaron la libertad de Goya a la hora de elegir la temática de sus cuadros y, quizás por ello, no trató la temática taurina durante las primeras épocas de su carrera artística más que en este cuadro.


Cuadros de gabinete

Francisco de Goya estuvo liberado de obligaciones en 1793, cuando intentaba superar la grave enfermedad que padeció un año antes y que le dejaría sordo para el resto de sus días. Entonces, según sus propias palabras, “para ocupar la imaginación de mis males, ..., me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas...”

En ese momento, siguiendo únicamente el dictado de su imaginación, vuelve a surgir el tema taurino en la obra de Goya con una serie de pequeños cuadros realizados sobre hojalata en los que representa diferentes suertes del mundo del toreo, tanto en la plaza como en el campo: “Apartado de toros” (o Toros en el arroyo), “La captura del toro” (o El Gayumbo), “Suerte de banderillas” (o Banderillas en el campo), “Toreando de capa” (o Pase de capa), “Suerte de matar”, “Cogida de un picador” (o Muerte del picador)...

De toda esa serie es preciso destacar el último cuadro citado, no ya por su calidad, ni por su dramatismo, sino por la posible influencia que esta obra ejerció en Picasso.

Cogida de un picador o Muerte del picador (1793). British Rail Pension Trustee Co LTD - Londres. Muestra una escena en la que un toro está corneando a un picador en el ruedo de una plaza, al tiempo que el resto de la cuadrilla intenta socorrer al picador y a su caballo, que aparece caído en el suelo y destripado. La violencia y el movimiento son captados a la perfección por el artista, creando una escena de gran realismo.


Retratos

Francisco de Goya reanudó en 1794 sus labor de retratista de la nobleza y otros destacados personajes de la alta sociedad de su época, además de representaciones de la familia real al lograr el cargo de Primer Pintor de Cámara. Lógicamente, la temática taurina queda postergada en ese momento de su carrera artística, pero por entonces está fechado un retrato que, ya sea por encargo o por afición, Goya realizó a uno de los tres toreros más importantes de su época: Pedro Romero.

Retrato del Matador Pedro Romero (1795-98). Kimbell Art Museum – Fort Worth, Texas. El estilo de Goya en este retrato es fiel al de otras obras similares de esos años. Recorta la figura sobre un fondo neutro para darla mayor perspectiva y volumen, y con un fogonazo de luz ilumina la cara y el cuerpo de Pedro Romero, que aparece en pose relajada y elegantemente vestido. Llama la atención del espectador en general la factura preciosista del rostro del retratado; pero la mayor carga simbólica para un espectador aficionado a los toros se encuentra en el minucioso trazo de la mano derecha, pues es la mano con la que ese gran torero mató a más de 5000 toros sin que ninguno le hiriera. Se podría decir que Goya presenta en esta obra dos cosas: por un lado, el rostro del hombre llamado Pedro Romero; y, por el otro, la mano del Matador de Toros más grande de todos los tiempos.

Hay otros retratos de Pedro Romero y de su hermano José Romero que se atribuyen a Goya sin que haya dudas respecto a dicha autoría, pero también se le adjudican sin tanta certeza retratos de otros toreros contemporáneos. Sobre alguno de ellos, finalmente, se ha revisado su autoría. Tal es el caso de un famoso retrato de Joaquín Rodríguez, “Costillares”, que se atribuía al aragonés y resulta ser de Francisco Domingo Marqués.


La Tauromaquia

Los críticos suelen opinar que el Goya de los grabados es el más genial, pues son obras no encargadas, que brotan de su imaginación y de su espíritu de artista. Precisamente es en los grabados donde encontramos la mayor y más ilustre aportación de Francisco de Goya a la pintura de temática taurina. Así, la colección titulada “La Tauromaquia” es celebrada universalmente y es, sin duda alguna, su legado más importante a la iconografía taurina.

Realizada posiblemente entre 1814 y 1816, la primera tirada de “La Tauromaquia” salió a la venta en 1816 y se componía de 33 estampas. Posteriores ediciones de la colección aparecieron ya con 40 estampas, pues siete grabados aparecen en el reverso de otras planchas ya utilizadas. Pero los tratadistas aseguran que esta colección está compuesta de cinco estampas más, aunque no se conservan sus planchas, lo que elevaría a un total de 45 el número de obras que componen esta serie.

La colección se puede dividir en tres partes diferenciadas:

1) Un primer grupo lo compondrían las estampas que reflejan los antecedentes de las corridas de toros y que, según algunos autores, serían ilustraciones literales de datos que su amigo Leandro Fernández de Moratín había recogido en su “Carta histórica sobre el origen y progresos de la fiesta de toros en España”.

Carlos V lanceando un toro en la plaza de Valladolid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es una buena muestra de esa sección, pues refleja un lance de una corrida caballeresca, el antecedente inmediato del toreo a pie. En concreto es el momento en el que Carlos V lancea un toro en el festejo con el que se celebró el nacimiento de su heredero, Felipe II.


2) Una segunda parte la formarían aquellas estampas con las que Goya da a conocer suertes del toreo que se practicaban en su época, basándose en faenas o acciones de famosos toreros coetáneos, entre los que cabe citar a Martincho, El Estudiante de Falces (al que probablemente no llegó a conocer el artista), Pedro Romero o Juanito Apiñani.

Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es muy representativa de esta sección, pues el salto de la garrocha es una suerte muy practicada a lo largo de la historia del toreo en festejos profesionales y, del mismo modo, por aficionados en los festejos populares. Juanito Apiñani, torero de Calahorra que actuó en Madrid y Zaragoza entre 1750 y 1770, practicaba la suerte del salto de la garrocha, alcanzando mucha fama por su agilidad.


3) Y en una tercera sección es donde queda representada la cara más amarga de los toros, con algunas cogidas dramáticas; algunas, incluso, con resultado trágico, como la de Pepe-Hillo.

La desgraciada muerte de Pepe-Hillo en la plaza de Madrid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es el suceso más famoso de los reflejados en este grupo: la cogida mortal sufrida por Pepe-Hillo en Madrid, el día 11 de mayo de 1801, en el momento de entrar a matar al toro “Barbudo”.


Gracias a “goya.fuendetodos.org” podemos ver completa una de las ediciones de “La Tauromaquia”; así como otras tres ediciones de grabados correspondientes a “Los Caprichos”, “Los Desastres de la Guerra” y “Los Disparates”.


Otras aportaciones de Goya a la temática taurina

De temática taurina es también un cuadro de gabinete realizado en tabla. Resulta difícil datarlo, pero tiene relación temática con los grabados de “La Tauromaquia”.

Corrida de toros en una aldea (1812-19). Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando – Madrid. La escena reflejada por el pintor se desarrolla en una improvisada e irregular plaza de tablas, donde un picador está dispuesto a recibir con su pica la embestida de un toro.


Con posterioridad a “La Tauromaquia”, posiblemente a continuación de ella (entre 1816 y 1823), Goya elaboró sus grabados más enigmáticos y los que plantean más problemas de interpretación a los investigadores: “Los Disparates”. En esta serie, dicen que inacabada, está agrupada una estampa donde aparecen representados unos toros.

Disparate de toritos (1819-23). Museo Lázaro Galdiano – Madrid. Una curiosa composición donde, jugando con el blanco, el gris y el negro, Goya representa a unos toros que parecen llover del cielo, flotar en el aire o... ¿quizás en el subconsciente del pintor?


Los toros de Burdeos

Francisco de Goya decide salir de España en la última fase del reinado de Fernando VII, cuando se produce la restauración del régimen absolutista y se persigue con más ahínco a los liberales. Por ese motivo viajó con destino a Francia en 1824 y, aunque volvería a España ocasionalmente, se estableció en Burdeos de forma definitiva.

Allí, sin las obligaciones que conllevaba el cargo de Pintor de Cámara, continúa su carrera artística con total libertad a la hora de elegir temática. Y, como siempre que ocurrió cuando tuvo esa oportunidad, eligió el tema taurino para realizar algunas de sus últimas obras.

Por ello, pero quizás también porque se encontraba lejos de su tierra y posiblemente porque se veía ya con muchos años de edad, Goya evoca su época de juventud con una colección de estampas que reflejan escenas de festejos taurinos populares. Es un Goya libre, pero también un Goya nostálgico, muy íntimo. Y también, como siempre en su carrera, un Goya innovador, pues esta serie la realiza entre 1824 y 1825 con la recientemente inventada técnica litográfica.

La serie es de cuatro litografías y lleva por título “Los toros en Burdeos”: “Bravo toro”, “El famoso americano Mariano Ceballos”, “Plaza partida” y “Diversión de España”.

Diversión de España (1824-27). Biblioteca Nacional - Madrid. La temática de los festejos taurinos populares escogida para esta serie adquiere su máxima expresión en “Diversión de España”, estampa en la que Goya ofrece una perfecta visión de una capea popular, con los toros ocupando el centro del ruedo y con numerosos personajes alrededor, dispuestos a correrlos o a capearlos. La composición circular, la sensación de movimiento y el espíritu alegre del festejo están interpretados de forma magistral.


De sus años en Burdeos también es un óleo sobre lienzo que presenta una escena tan sumamente taurina como es la suerte de varas. En este cuadro utilizó una técnica que recuerda al Goya de las “Pinturas Negras”, las creadas para decorar los muros de la llamada Quinta del Sordo.

Suerte de varas (1824). The J. Paul Getty Museum – Malibú, Los Ángeles. Un picador, rodeado del resto de la cuadrilla, alza su vara para recibir a un astado. La tensión que se refleja en las figuras humanas contrasta con la relajación que aparentan el toro y el caballo. Un caballo blanco, como son casi todos los caballos de picar de Goya; un caballo herido, como ocurría de forma habitual en una época en la que aún no se había implantado el peto; un caballo destripado, como Picasso recogería posteriormente en muchas de sus obras.


“Don Francisco el de los toros” nos legó una importantísima iconografía taurina, el reflejo de la fiesta de los toros en una época a caballo entre los siglos XVIII y XIX. En unos casos mostrando su crudeza, como en “Suerte de varas”; en otros su aspecto más jovial, como en “La novillada”; en otros su cara más popular, como en “Diversión de España”; todos en conjunto en la serie más completa, “La Tauromaquia”; y no podemos olvidar la perspectiva más personal de Goya, la surrealista, como ocurre en “Disparate de toritos” y en una obra muy relacionada temáticamente: “El toro mariposa”, un dibujo a carboncillo que es la última obra del pintor que ha adquirido el Museo del Prado.

El toro mariposa (1824-27). Museo del Prado – Madrid. Como en “Disparate de toritos”, Goya dibuja aquí un toro que vuela en el aire (así lo escribe al pie: “Fiesta en el ayre” y “Buelan, buelan”). Un toro suspendido por unas alas de mariposa que enmarcan unos rostros grotescos, carnavalescos. El dibujo no refleja una realidad, es una imagen que sólo está en la mente de un pintor adelantado a su tiempo, al surrealismo en este caso. Un dibujo de un pintor verdaderamente moderno.


Fue bautizado como Francisco José Goya y Lucientes, es conocido como Francisco de Goya y citado por todo el mundo como Goya, pero para los taurinos siempre será “don Francisco el de los toros”.


(Nota: La imagen que encabeza el texto es una composición propia. A la izquierda: “El pintor Francisco de Goya”, obra de Vicente López Portaña; Museo del Prado – Madrid. A la derecha: “Autorretrato”, de Francisco de Goya; Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos)

16/2/09

Carnaval del Toro 2009


Si el Concejal de Festejos de Ciudad Rodrigo, Enrique Cencerrado, nos sorprendía amargamente en el 2008 modificando el recorrido tradicional del encierro -“pamplonizándolo”-, en este año 2009 se ha descolgado con un acuerdo que ha vuelto a generar polémica.

El encierro del sábado se venía programando a las once de la mañana desde el año 2003 y, al menos últimamente, con cinco toros que después se repartían en dos sesiones de capeas y desencierros: una al mediodía y otra por la tarde. Pues bien, según aparece reflejado en el programa del Carnaval del Toro correspondiente al año 2009, el encierro del sábado se volverá a celebrar a las 13:00 horas, con tres toros nada más y no habrá capea ni desencierro hasta la tarde, una vez que haya finalizado el Festival Taurino.

Hablando de tradiciones, o de lo tradicional, habrá quien se acogerá al viejo dicho de “una de cal y otra de arena”: este año toca la de cal, al recobrar la tradición de programar a la una del mediodía el encierro del sábado, ya que el año pasado tocó la de arena, al cambiar el recorrido tradicional. ¡Sí, vale! Pero lo que yo pienso es que don Enrique Cencerrado nos “la ha dado con queso” en estos dos años: en el 2008 nos quitó “Los Pinos” y en el 2009 nos resta dos toros en la jornada del sábado y, además, nos priva de la capea y desencierro matutinos.

Y no es que yo quiera “soplar y sorber a la vez”. Pienso que lo tradicional del sábado de carnaval en Ciudad Rodrigo es que haya encierro, lo mismo me da a las 11:00 que a las 13:00 hs.; que haya capea y desencierro, y si hay varias sesiones mejor que una sólo; y, lógicamente, que haya toros, y mejor cinco que tres.

Es decir: pienso que lo importante es conservar las tradiciones y, a ser posible, sumando, nunca restando.

(Por cierto: menos toros, menos capeas, menos desencierros... Menos... Menos... Menos... ¿Y a mí que eso me suena a apretarse el cinturón, a CRISIS, y no a que se quiera recuperar lo tradicional?)

Lo que sí me comentan algunos mirobrigenses con los que he estado en contacto en estas semanas previas al Carnaval es que este año habrá una sensible mejora en la presentación de los toros, pues han sido elegidos por ellos mismos, por una comisión, y no se ha delegado como en años anteriores en el organizador del encierro a caballo.

Eso mismo he podido leer en algunos foros. También se dice por ahí que si el encierro mejor presentado en conjunto es el del martes, con el hierro de El Sierro; que llama la atención por su pelaje uno de los toros del sábado, de Francisco Galache; y se desea, como no, que de buen juego el ejemplar de Juan Manuel Criado que se ha elegido para Toro del Aguardiente.


Ya se sabe que las fotos pueden dar lugar a ideas erróneas; pero, bueno, con esa premisa ya sabida podéis ver todos los toros de este año en “carnavaldeltoro.es”. De ahí, precisamente, he tomado la anterior foto del Toro del Aguardiente 2009.

Como ha salido a relucir esta página, no me quiero dejar en el tintero -en el teclado- un acto que se incorpora por primera vez al programa de festejos: ¡¡¡El Campanazo!!! Una iniciativa de dicha web que espero tenga éxito y se incluya en posteriores ediciones.

Con ese acto se abrirá el programa de fiestas y aquí os dejo la relación concreta de encierros, capeas y desencierros del “Carnaval del Toro 2009”:

Viernes, 20 de febrero
19:00 horas.- Encierro de Mansos con 6 bueyes de Martín Perrino.

Sábado, 21 de febrero
00:15 horas.- Capea Nocturna con 2 toros de Herederos de Manuel Santos Alcalde.
11:00 horas.- Encierro Infantil con carretones, organizado por la Peña “El Caballo”.
13:00 horas.- Encierro Urbano con 3 toros de Francisco Galache.
Tarde.- Capea y Desencierro.

Domingo, 22 de febrero
11:00 horas.- Salida del Encierro de Campo a Caballo con 7 toros de Jacinto Ortega.
Mediodía.- Capea y Desencierro.
Tarde.- Capea y Desencierro.

Lunes, 23 de febrero
11:00 horas.- Encierro Urbano con 7 toros de Antonio Pérez.
Mediodía.- Capea y Desencierro.
Tarde.- Capea y Desencierro.

Martes, 24 de febrero
00:05 horas.- Capea Nocturna con 2 toros de Francisco Galache.
09:00 horas.- Toro del Aguardiente de Juan Manuel Criado.
11:00 Horas.- Encierro Urbano con 7 toros de El Sierro.
Mediodía.- Capea y Desencierro.
Tarde.- Capea y Desencierro.

Que doña Cuaresma aguarde unos días. Llegan jornadas de carnestolendas y el telón de las Tres Columnas debe abrirse para dar paso a don Carnal, que animará calles y plazas con su alegre corte de máscaras y disfraces, que les incitará a bailar al son de sus rondallas y que, como es costumbre local, se alzará hasta lo más alto de la Casa Consistorial de Miróbriga para hacer sonar la Campana Gorda y anunciar la entrada en esas medievales rúas de su majestad el Toro.

9/2/09

Ciudad Rodrigo


Municipio de la provincia de Salamanca, en la Comunidad Autónoma de Castilla y León (España), situado a unos 90 kilómetros de su capital provincial en dirección suroeste.


La costumbre de correr toros en España vino unida desde la Edad Media a todo tipo de fiestas, celebraciones y acontecimientos que conllevaran felicidad, y el Carnaval es una fiesta cuyo fundamento máximo es la alegría y la felicidad, por lo que no nos debe resultar extraña la costumbre de correr toros en carnestolendas.

Hay, incluso, una localidad que viene conjugando al máximo esta tradición; tan es así que llaman a la fiesta el “Carnaval del Toro”. Hablamos de la antigua Miróbriga, de Ciudad Rodrigo.

Historia

En el entorno de la ciudad ha habido hallazgos que nos indicarían la existencia en la zona de asentamientos humanos del Paleolítico; e, igualmente, del Neolítico, dada la existencia en Pedrotoro de una necrópolis megalítica. Además, en el casco urbano, se han hallado piezas de la Edad del Bronce, como el “ídolo de Ciudad Rodrigo”.

No obstante, los primeros pobladores conocidos son los vetones, pueblo de origen celta que ocupó la región hacia el siglo VI AC y de quienes se conserva el verraco situado en la Plaza del Castillo. Posteriormente, hacia el siglo II AC, tuvo lugar la invasión romana, quedando la localidad incorporada a la provincia de Lusitania. De esa época procede el emblema de la ciudad: las Tres Columnas.

Según mantienen algunos historiadores, la población era conocida por entonces como Miróbriga, de donde procede el gentilicio de mirobrigenses.

Pocas son las noticias que disponemos de todas esas épocas; y aún se tienen menos de los tiempos en que la comarca fue dominada por suevos, visigodos y musulmanes.

Será en el año 1100, bajo el reinado de Alfonso VI, cuando el conde don Rodrigo González comience una repoblación en el municipio y lo dé nombre definitivo: Ciudad Rodrigo. Poco después, hacia 1165, Fernando II de León fortificó la ciudad con murallas, la otorgó fueros y la nombró sede episcopal, al tiempo que se ordenaba comenzar las obras de la Catedral. Todo ello con la finalidad de que Ciudad Rodrigo fuese una plaza fuerte frente a la amenaza de Portugal y los almohades.

El municipio tuvo su período de mayor esplendor en el siglo XV y, especialmente, en el XVI, puesto que la mayoría de los monumentos y casas señoriales que aún hoy se conservan son de aquella época y, además, está constatado que por entonces experimentó un gran crecimiento en población.

La importancia geoestratégica de la plaza jugó en su contra en la Guerra de Restauración de Portugal (a mediados del s. XVII) y en la Guerra de Sucesión de España (a principios del s. XVIII). Tanto la ciudad como su entorno sufrirían graves daños en esos episodios.

Pero el enfrentamiento bélico que resultó más dañino para la vieja Miróbriga fue el que tuvo lugar por la invasión francesa y la Guerra de la Independencia. La plaza se vio asediada en dos ocasiones: una en 1810 para la toma por los franceses y otra en 1812 para su liberación por el ejército inglés. En esos dos asedios se destruyó gran parte de la riqueza arquitectónica mirobrigense.

Menos perjudicial para el entramado urbano fue la Guerra Civil, pero sí que conllevó para la ciudad y su comarca, como a toda Castilla, un posterior período de crisis económica.

Actualmente, Ciudad Rodrigo se encuentra en fase de crecimiento y desarrollo; y lo que se busca es, además de acordar medidas para la conservación y explotación de su potencial turístico, crear un sólido tejido industrial que fortalezca esa tendencia.

Monumentos y arte


Ciudad Rodrigo fue declarado en 1944 Conjunto Histórico Artístico. Pero, si hay que destacar un monumento entre todo ese conjunto, resulta ineludible significar a la Catedral de Santa María.

Su construcción comenzó en la segunda mitad del siglo XII, a iniciativa de Fernando II de León, y se conserva como un conjunto uniforme, aunque con reformas. El estilo de la Catedral es de transición del románico al gótico y está compuesta de tres naves sobre planta de cruz latina y una cabecera compuesta de tres ábsides escalonados. Atesora auténticas joyas artísticas.

Os dejo este enlace para una mayor información, pero os aconsejo su visita y que, una vez allí, prestéis especial atención al Pórtico del Perdón, a la Sillería del Coro y al Claustro.

Excursiones

Turismo.- Dadas las fiestas tan especiales que se vivirán en los próximos días, os propongo una visita turística que no precisa salir de Ciudad Rodrigo. ¡Ahora, sí! Os recomiendo que recorráis todo el Conjunto Histórico Artístico que conforma la ciudad: su recinto fortificado (para que conozcáis su Alcázar, sus murallas y sus puertas), así como todas las maravillas arquitectónicas que encontraréis al caminar por sus calles medievales.

Para que os sirva de guía, entrad a la página “ciudadrodrigo.net” y, pulsando el menú “Guía Turística”, tendréis una gran información sobre este apartado.

Naturaleza.- Al suroeste de la provincia de Salamanca está sito el Parque Natural denominado “Las Batuecas - Sierra de Francia”. Este espacio protegido de 32.300 hectáreas incluye bosques, ríos, valles y crestas, entre las que destaca la Peña de Francia.


Para una mayor información sobre el Parque natural, os dejo este enlace.

El Carnaval del Toro

Declarado de Interés Turístico Nacional, el Carnaval del Toro es la fiesta más importante de Ciudad Rodrigo. El espíritu festivo que impregna el Carnaval, con sus disfraces, charangas y bailes, se une indisolublemente con el espíritu taurino del Bolsín, las capeas, los encierros y desencierros.

(Encierro a caballo, subida al Registro. 1921-1923. Autor: Agustín Pazos. Publicada en www.ciudadrodrigo.net)

El acto que tradicionalmente se vive con más intensidad es, sin duda, el Encierro a Caballo del domingo, pero durante todos los días que están incluidos en el programa de fiestas es Carnaval.

La fantasía y la imaginación llenarán de colorido las medievales calles de la antigua Miróbriga y sus gentes vivirán en una animada y continuada fiesta, aunque siempre atentos al momento en el que el sonido de la Campana Gorda anuncie la aparición del protagonista de su Carnaval: el Toro.


(NOTA: La fotografía que encabeza esta entrada está tomada de la página personal de “jmanuel”, pero ahí no deja constancia de su autoría; la segunda fotografía aparece en la web “salamancaturismo”; la tercera, en “panoramicaslaalberca”; y, por último, la cuarta está publicada en “ciudadrodrigo.net” y su autor es Agustín Pazos. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego a los respectivos propietarios de los derechos de autor que me permitan mantenerlas para ilustrar el texto).

3/2/09

El culto al toro en Mesopotamia


La escritura fue un invento importantísimo en el devenir de la humanidad y, en lo que a este estudio interesa, resulta fundamental para conocer posibles cultos al Toro, así como ritos y tradiciones en los que este animal es protagonista. Su invención coincide con la aparición de las primeras grandes civilizaciones y concretamente se produjo en el cuarto milenio AC. Ahí finaliza la Prehistoria y comienza la Historia, que es donde ahora nos adentramos.

Mesopotamia (término de origen griego que significa “entre ríos”) es como se denominó en la Edad Antigua al territorio comprendido entre los ríos Tigris y Éufrates, que actualmente pertenece de forma mayoritaria a Irak; y fue allí, en Mesopotamia, donde surgió la primera gran civilización de la Historia. Aunque hay que aclarar que al hablar de civilización mesopotámica, más que a una cultura, se hace referencia a la sucesión de culturas de los pueblos que tuvieron el control político-militar de la región entre el 3.500 y el 539 AC: sumerios, acadios, amorreos y asirios, principalmente.

Los impulsores de esta civilización fueron los sumerios: un pueblo que erigió en la Baja Mesopotamia ciudades-estado como Eridu, Ur, Uruk, Lagash, Nippur o Kish; que ideó innovaciones como la escritura, la rueda o la canalización de aguas fluviales; que alcanzó un alto nivel cultural y que, además, elaboró un complejo ideario religioso en el que se veneró a un gran número de dioses y se rindió culto al Toro.

(Mapa con las principales ciudades de Mesopotamia: las sumerias y las capitales de los acadios (Akkad), amorreos (Babilonia) y asirios (Assur). Además, como muestra de su cercanía, he incluido Çatal Hüyük, en Anatolia, y otras dos localidades relacionadas con el culto al Toro en el Neolítico)


La religión sumeria partía de una cultura neolítica y, por tanto, agrícola, por lo que su base más arcaica se fundamentaba en cultos propiciatorios de la fertilidad y, para lograrla, en un culto a la fuerza fecundadora que fue simbolizada en el toro. No obstante, llegó a abordar temas de tipo cosmogónico, como el origen del universo o la creación del hombre, y sus cultos se extendieron a todo tipo de fuerzas de la naturaleza. Pero, aún así, el toro continuó siendo su símbolo de la fuerza creadora de vida y la formula que usaron para representar esa simbología fue otorgar pares de cuernos a las figuras antropomorfas (de apariencia humana) con las que identificaron a sus dioses. Con ello daban a entender que esas divinidades poseían la fuerza fecundadora de un toro, la máxima capacidad para generar el universo y la vida.

Así, a los principales dioses sumerios, entre ellos la Tríada Suprema compuesta por An, Enlil y Enki (que simbolizaban el cielo, el aire y el agua), los representaron como figuras con apariencia humana que portaban en sus cabezas una corona o tiara con cuernos.

(Imagen de dos sellos cilíndricos. 2300-2200 AC. British Museum, Londres. Son de la época inmediatamente posterior a la sumeria, de la acadia, pero sirven de ilustración de la tiara con cuernos con la que representaban a los dioses en estas miniaturas de 4 cm. de altura)


Otros detalles que denotan en estos tres dioses esa asociación de conceptos (fuerza fecundadora, toro y dios) se encuentran en expresiones del Himno al dios An: “Señor supremo, que precedes a todo... el enorme, el toro, del que sale todo germen... An, rey de los dioses...” Algo parecido tenemos con el dios Enlil, al que se le calificó de “Toro Poderoso”. Y, por otro lado, se podría dejar constancia de que al dios Enki se le llegó a representar como un Toro apareándose con el Río, para simbolizar que gracias a su poder fecundador y generador de vida se obtenía la fertilidad de los ríos Tigris y Éufrates.

Además de estos tres, hubo otros dioses que también fueron asociados con el toro: como Sin, que era representado con la figura de un toro; Gugalanna, cuyo nombre significa “Toro del Cielo”; Inanna, que aparece coronada con una tiara de cuernos y era la diosa del amor y la fertilidad (una contiuación de las “diosas madres” prehistóricas), pero que también fue la diosa de la guerra; o Dumuzi, a quien la propia diosa Inanna llama “Toro Salvaje”.


Tras los sumerios, el pueblo acadio tomó el control político-militar en la Baja Mesopotamia acaudillado por Sargón I, quien fundó Akkad y extendió su dominio por toda la cuenca del Tigris y el Éufrates. Sumerios y acadios habían estado conviviendo durante siglos en el entorno de la ciudad de Kish (ver mapa) y, aunque eran de etnias diferentes, ya se había producido una fusión gradual de culturas antes de ese relevo en el mando sobre la región.

Así, los acadios adoptaron los dioses sumerios y lo que hicieron fue limitarse a amoldarlos a sus credos, cambiar algunos nombres y realizar algún reajuste en la jerarquía divina. Por ejemplo:

Sobre los cambios de nombres, a los componentes de la Triada Suprema les llamaron Anu, Enlil y Ea; pero se les siguió representando con tiara de cuernos. Y, respecto a la jerarquía, es de destacar que, tras cambiar de nombre a varios dioses, los acadios compusieron una segunda tríada de primer rango, la Tríada Astral, formada por Sin: dios de La Luna y que, como ya vimos, se le representaba con la figura de un toro; Shamash: dios del Sol, representado con una figura humana con una tiara de cuernos; y la diosa Ishtar (la Inanna sumeria): una diosa representada con una figura femenina y tiara de cuernos, que simbolizaba a Venus y que, como su antecesora, era la diosa del amor y de la guerra.

(A la derecha, relieve que –con dudas- podría representar a Ishtar; o a Ereshkigal. British Museum, Londres. A la izquierda, abajo, el dios Shamash. Y, en la parte superior de la izquierda, la escultura de un toro androcéfalo que, por la tiara de cuernos, representaba a una divinidad, sin que se pueda asegurar que se trate del dios Sin. Museo del Louvre, París. Obsérvese la similitud entre este toro androcéfalo mesopotámico y la “Bicha de Balazote” –en la barra lateral del blog-, que es muy posterior y fue hallada en la Península Ibérica)


La idea mesopotámica de la tríada de dioses fue perdiendo valor con el devenir de los siglos y de los pueblos que se impondrían en Mesopotamia, puesto que hubo una tendencia a simplificar el panteón divino y a otorgar la máxima jerarquía a un único dios.

Así, en el período acadio hubo un dios que fue ganando importancia hasta alcanzar la máxima jerarquía divina cuando otro pueblo, los amorreos, se hizo con el poder en Mesopotamia e hizo de Babilonia su capital. Ese dios fue Marduk, y su asociación con el toro la encontramos en el significado de su nombre: “Toro Joven del Sol”.


El pueblo asirio, quizás por su carácter guerrero, fue el que menos aportaciones hizo al culto al Toro en Mesopotamia. Eso sí, impuso a su dios Assur como máximo referente religioso. Un dios al que no le faltaba el casco con cuernos en sus representaciones. No obstante, gracias a su arte (y a sus creencias religiosas) lo que sí nos han legado los asirios es la figura taurina que, sin ser un dios concretamente, quizás sea la más conocida de toda la civilización mesopotámica. Me refiero a los lamassu.

Los lamassu eran una especie de genios protectores que, según se creía, ahuyentaban a los malos espíritus, por lo que eran colocados por parejas en las puertas de los palacios; uno a cada lado. Son unas tallas, entre escultura y relieve, que tienen cuerpo de toro, melena y cola de león, alas extendidas de águila y cabeza humana coronada con una tiara de cuernos.

(Toro alado de Khorsabad. Oriental Institute, Universidad de Chicago)


Hablando de arte, y aunque sólo sea a modo de reseña, dejar constancia de otras obras de arte mesopotámico muy conocidas: las cabezas de toro barbadas con las que se decoraron los frentes de algunas arpas reales y que representan, sin duda, a dioses-toros.


Del conjunto de la religión mesopotámica provienen una serie de mitos y ritos que tuvieron una gran influencia en otras religiones del área. Entre los más sobresalientes está el Poema de Gilgamesh, quien mató al “Toro Celeste” en su frustrada búsqueda de la inmortalidad; el Poema Enuma Elish, donde se relata como creó el universo y la humanidad el “Toro Joven del Sol”, el dios Marduk; o el Poema del Descenso de Ishtar a los Infiernos, donde se narra como la diosa del amor y la fertilidad desciende a los infiernos para rescatar de la muerte al dios-toro Tammuz, lo que viene a ser una alegoría de fertilidad asociada a las cosechas, pues Tammuz sería la encarnación del grano de trigo que parece morir en el subsuelo para luego dar vida en la tierra gracias a la fertilidad de Ishtar. Un poema éste que conlleva algo más trascendente: el paso de la muerte a una nueva vida –fundamental en religión-, y que es realizado por un toro –también muy reseñable para ciertos ritos-.


Como se puede ver, la figura del toro era básica en la religión mesopotámica. Pero también hubo monarcas que se hicieron representar como poseedores de los poderes del Toro; especialmente los reyes acadios, que llegaron a atribuirse carácter divino en vida. Así se aprecia en la Estela de Naram-Sin, donde el rey tiene el protagonismo de la escena, desplazando a los dioses y representándolos con simples símbolos solares, mientras que él lleva un casco con cuernos, que es la caracterización más típica de una divinidad.

(Detalle de la Estela de Naram-Sin. Museo del Louvre, París)


Esa forma de proceder de los reyes acadios no cuajó, pero sí hay que destacar que, desde entonces, los reyes se presentan, al menos, como una especie de vicarios de los dioses. Así se ve, por ejemplo, en la Estela del Código de Hammurabi, en la que este rey se sitúa cara a cara ante el dios Shamash para recibir las leyes de su propia mano.

Y lo cierto es que se llegó a creer que los reyes recibían los poderes de los dioses y que, al poseer la fuerza fecundadora del Toro, hasta se unían en matrimonio sagrado con diosas; especialmente con Ishtar, la principal divinidad femenina. Esas uniones sagradas tenían su escenificación ritual en las fiestas y la figura del Toro estaba muy presente en ellas.

La Fiesta del Año Nuevo, Akitu, fue la más importante en Mesopotamia. Sus orígenes se remontan a la época sumeria, pero la celebraron todos los pueblos que conforman la civilización mesopotámica e, incluso, la fueron dando mayor esplendor, aumentando el número de días para las celebraciones y el número de actos que se representaban.

En la mayoría de las ciudades tenía lugar en primavera, aunque en algunas era en otoño, y su fin era rendir culto a la renovación anual del ciclo agrícola para el logro de una cosecha fértil, pero globalizando su sentido, de forma que la renovación abarcase al ámbito político, al espiritual y, más aún, al vital. Esa finalidad se evidencia con su primitivo nombre sumerio: A-ki-til, que quería decir “fuerza que hace revivir el mundo”.

Así, a lo largo de varios días, en el Akitu se representaban una serie de ritos, entre los que podemos reseñar los siguientes:

Se recitaba el Enuma Elish, el poema de la Creación, y al mismo tiempo se representaba, para que en el inicio del rito apareciese ese mundo original, caótico y sin vida, del que surgiría después el universo gracias al “Toro Joven del Sol”, al dios Marduk.

En otro de los actos el rey era despojado de sus vestiduras e insignias de poder y, tras dar cuenta de los actos realizados durante el año, era humillado y golpeado públicamente por el Sumo Sacerdote como castigo por sus faltas, para provocar que su rostro se llenase de lágrimas (lo que auguraba un buen año de lluvias y fertilidad). Tras la humillación del rey, equivalente a su muerte, se sacrificaba un toro para que, con su sangre, el rey expiase sus pecados, “resucitase” y pudiese renovar su reinado un año más.

Y uno de los últimos rituales del Akitu era la celebración del matrimonio sagrado: una vez renovado en su estatus, el rey asumía el papel del dios-toro Marduk, poseedor de la fuerza fecundadora, para unirse en matrimonio con Ishtar, cuyo papel lo asumía una de las sacerdotisas de su templo, para “garantizar” con esa unión la fertilidad para el territorio mesopotámico en el año que comenzaba.

La Fiesta del Año Nuevo era una fiesta anual de renovación de la Creación, de muerte del año viejo y de nacimiento de un nuevo año lleno de vida para el hombre y la naturaleza; una fiesta mesopotámica de Pascua con unos rituales en los que siempre estaba presente la simbología y el culto a un dios: el Toro.


(NOTA: las dos primeras ilustraciones son de autoría propia; el resto son fotografías que he tomado de espacios libres, especialmente de los museos reseñados a pie de foto, y las he incorporado a esta entrada por su valor cultural, por lo que ruego que se me permita mantenerlas al no tener fines lucrativos con esta bitácora)