31/12/08

¡Adiós 2008!

....................................(Foto de Tomo.Yun)


A lo largo de un año ocurren demasiados hechos y es imposible que todos salgan “de dulce”. Por ello, la sensación normal cuando llega esta fecha y miras hacia atrás suele ser agridulce. Lo que entra en juego a partir de ahí son los matices; la manida gama de grises.

Pero, ¡joder!, es que para mí este año ya empezó mal y el balance final termina siendo muchísimo más agrio que dulce, de un gris muy oscuro, ya que hubo un día en el que todo se tiñó de negro.

Por ello, nunca será bueno mi recuerdo de este 2008 y me alegraré al poder cambiar de dígito dentro de unas horas. De ahí el título elegido para esta entrada.

Si tuviera que destacar un hecho personal que me evoque alegría, vitalidad sería más exacto, tengo que reconocer que sería todo el proceso de gestación de esta bitácora y, como no, su nacimiento el 26 de mayo de 2008.

Esta aventura se gestó por la necesidad personal de conservar un sentimiento, pero se ideó con la finalidad de intentar ser útil al colectivo de los corredores de encierros y de manera especial a los más jóvenes. Y con ese mismo objetivo afrontaré el año que está a punto de comenzar.

Quiero dar las gracias a mi cuadrilla de compañeros y amigos por el ánimo que me dan; a todos los que me han aportando trabajo, fotos o ideas; a todos los que han insertado algún comentario; a todos aquellos que han entrado habitualmente, aunque nunca hayan dejado un mensaje; y, por supuesto, a todos los que alguna vez se hayan asomado a esta bitácora a lo largo de sus treinta y dos primeras semanas de singladura.

A todos os deseo que la salud os respete y, a ser posible, un...

¡¡¡ FELIZ 2009 !!!


(NOTA: la preciosa fotografía con la que abro esta entrada es una obra de Tomo.Yun y la encontraréis en su web “yunphoto.net”)

23/12/08

La Trashumancia con ganado bravo


Andaba días atrás naufragando por internet con la idea de encontrar para estas fechas un tema relacionado con el Toro que no fuese habitual, que nos devolviera al pasado, que tratase sobre alguna de esas costumbres o formas de hacer las cosas ya en desuso en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Y tuve suerte; por duplicado, además: di con una forma tradicional de manejar el ganado bravo que, además, aún no se ha perdido definitivamente.

Trashumancia, según el diccionario de la Real Academia Española, es la acción y efecto de trashumar, de pasar el ganado con sus conductores desde las dehesas de invierno a las de verano, y viceversa.

Aunque, históricamente, la trashumancia se suele asociar más con el ganado ovino, también fue una práctica ganadera del vacuno de carne y, en menor medida, del ganado bravo.

Si hablamos de movimientos de largo recorrido de ganado bravo, lo más normal hasta finales del s. XIX fue, por obligado, la conducción de corridas de toros desde las ganaderías hasta las plazas donde serían lidiadas. También había, aunque en número menor, conducciones de puntas de ganado o incluso de ganaderías enteras por transacciones comerciales. Pero poco más. Y es que, ante las peculiaridades de la raza de lidia y de su explotación ganadera, los movimientos estacionales de este ganado solían ser escasos en número y de poca entidad, limitándose la mayoría de las veces a cambios entre fincas cercanas de un mismo propietario.

No obstante, siempre hubo ganaderos de bravo trashumantes.

Pero en el s. XX se fue abandonando la práctica de la trashumancia para todo tipo de ganado. Entre las causas se pueden destacar la generalización del transporte por ferrocarril y carretera, el proceso de industrialización en las explotaciones ganaderas, la falta de relevo generacional en la mano de obra precisa, la reducción del terreno dedicado a pastizales o el deterioro de las cañadas y las vías pecuarias.

Y si es normal pensar que en la actualidad son escasos los supuestos de movimientos trashumantes en el ganado ovino o en el vacuno de carne, más lógico puede ser creer que la trashumancia es una práctica en total desuso en el ganado bravo. Pues, afortunadamente, no es así. Aún siguen quedando unos pocos ganaderos de bravo que practican la trashumancia con sus reses.

Sólo a modo de ejemplo de aquellos que aún la practican, vamos a conocer a uno de ellos.

César Chico Andreu nació en 1933, en Huélamo (Cuenca) y en el seno de una familia de pastores y ganaderos. Su vida, su futuro profesional y la forma de entender su gran afición vendrían marcadas por esas raíces, que después se verían reforzadas al contraer matrimonio con Alicia García Merchante, también procedente de familia ganadera.

Licenciado en Veterinaria, ejerció la profesión durante 45 años y la combinó con la cría de ganado bravo. Hasta donde alcanzo a saber, regenta tres hierros: uno a nombre de Valdelarina SA, otro en el que es su mentada esposa la que aparece como titular y un tercero en el que reza como dueña su hija, Alicia Chico García. Pero el aspecto más genuino de sus raíces se hace patente por el hecho de que este ganadero sigue fiel a una práctica ganadera que siempre se practicó en su familia: la trashumancia.

El ganado que regenta César Chico pasa el verano en fincas radicadas en la Sierra de Albarracín (Teruel), pero a mediados del mes de noviembre es trasladado hasta una finca del término municipal de Vilches (Jaén), entre Sierra Morena y la Sierra de Cazorla, para que realice allí la invernada. Luego, en el mes de mayo vuelve el ganado a los frescos prados turolenses.

Los toros, ya sean añojos, erales, utreros o cuatreños, realizan el viaje en camión, para evitar complicaciones; pero el resto de las reses son conducidas a pie, conformando una comitiva de vacas, crías sin destetar, algún semental y cabestros que, dirigida por vaqueros a caballo, cubren los 400 kms que separan los puntos de salida y de destino en unos 25 días, aproximadamente.

El recorrido que sigue este grupo es el de la Cañada Real Conquense o de Los Chorros. Así, en el mes de noviembre, tras abandonar la provincia de Teruel, cruzan la provincia de Cuenca de arriba a abajo y recorren parajes de las provincias de Albacete y Ciudad Real hasta entrar finalmente en la de Jaén.

Quien dirige la trashumancia de la ganadería de César Chico desde hace unos 30 años es su mayoral: Gerardo Barrera, vecino de Noguera de Albarracín (Teruel). Junto a él, un pequeño grupo de vaqueros, todos a caballo y auxiliados por perros, se encarga de realizar las labores precisas para cumplir dos veces al año con esta tradición que se remonta a... al Neolítico, sin duda.

La actividad comienza muy temprano cada jornada. Con las primeras luces del alba, se agrupa la manada y se la hace pasar por algún lugar estrecho para contarla; si sale la cuenta, se inicia la marcha hasta el mediodía. Luego, tras un prolongado descanso, se vuelve a hacer un nuevo recuento para reanudar el camino hasta que llegue la noche. Pero ahí no termina la labor, porque los componentes de la expedición deben hacer turnos de vela para controlar en la oscuridad de la noche que el ganado permanece concentrado en el lugar de acampada y tratar de evitar posibles problemas con animales que se puedan separar del rebaño.

Por otro lado, y como es lógico, Gerardo y los vaqueros deben ser autosuficientes durante el mes que viene a durar el viaje.

(Gerardo Barrera y sus compañeros almorzando en un viaje trashumante)

Lógicamente, estos hombres son remunerados por su labor; pero, más que con una profesión, con lo que cumplen dos veces al año es con una tradición de la que, sin duda, son gustosos practicantes. Por que sería imposible si no fuese así que en pleno s. XXI aguantasen durante un mes las rigurosas inclemencias del tiempo que se suelen encontrar durante el viaje y en las condiciones de vida que se ven obligados a llevar: montados a caballo por el día y durmiendo al raso por la noche.

Hay que dejar constancia que, no obstante el romanticismo que puede inspirar esta entrada, ganado y vaqueros encuentran en su marcha múltiples problemas derivados del poco respeto que tenemos con las vías pecuarias: vertidos de basuras, escombreras, cruces de carreteras a nivel, trazados de carreteras sobre la misma vía pecuaria, edificaciones en la ruta... Acciones humanas que conllevan, cuando menos, la degradación o el estrechamiento de las vías pecuarias, cuando no la desaparición del algún tramo.

La trashumancia es una tradición que no se debería perder. Y no sólo por una cuestión de romanticismo, está constatado científicamente que el pastoreo extensivo y la trashumancia son muy importantes para mantener la biodiversidad de nuestro entorno.

Pero, para que se mantenga la tradición de la trashumancia es necesaria la confluencia de muchos factores, especialmente a nivel político, aunque aquí sólo mencionaré tres a nivel ciudadano: Uno, que todos respetemos las vías pecuarias; dos, César Chico Andreu es sólo el ejemplo del resto de ganaderos que, aunque no han sido nombrados aquí, aún siguen practicando la trashumancia, pero sería necesario que más ganaderías siguieran con esta tradición y que sus sucesores, como Alicia Chico García, la conservaran; y tres, es imprescindible que hombres como Gerardo Barrera y los vaqueros que le suelen acompañar tengan relevo generacional.

Si todo ello ocurriera, y los políticos tomaran las decisiones pertinentes, conseguiríamos que no se perdiera para siempre la bucólica imagen de una ganadería de bravo trashumando por nuestros campos.


EPÍLOGO:

No he puesto nombre a los vaqueros de este texto, salvo a Gerardo Barrera por ser el mayoral; pero a él también le incluyo en este grupo de vaqueros anónimos. Y no les he puesto nombre por que son pastores, de ganado bovino, pero pastores al fin y al cabo, como lo eran aquellos a los que, cuando dormían al raso, un Ángel les anunció el nacimiento de Jesús en Belén. Y de aquellos tampoco sabemos el nombre.

¡Sí, señores! ¡Estamos en Navidad!

Y con este texto en el que, hablando del TORO, intervienen unos pastores encontré la forma, naufragando por internet, de entrar a felicitaros estas fiestas.

Son unos días en los que se suele buscar la compañía de familiares y amigos. Por eso, hoy, hasta la mañana del día 31, os dejo publicado este texto; para que todos los que entréis por aquí sepáis que yo os considero componentes de una gran familia de amigos y que os siento junto a mí en cada momento.

¡¡¡Feliz Navidad, amigos!!!

(NOTA: la fotografía que encabeza este texto está tomada de la web “trashumanciadebravo.es”; la segunda, la de Gerardo Barrera y los vaqueros, la podéis encontrar en “nogueranaturalmente.com”; y la tercera está colgada en la web “consumer.es” y aparece firmada por “José María”. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener estas reproducciones)

18/12/08

Variabilidad genética de la raza de lidia

(Don Javier Cañón Ferreras / Fotografía del periódico digital "larazón.es")

Naufragando por internet, en una serie sucesiva de enlaces sin sentido lógico, llegué en el mes de septiembre a un trabajo científico cuyo título era “Estudio de los encastes y ganaderías utilizando marcadores de ADN”.

Como podrán suponer todos aquellos que me conocen, me descargué el archivo y me dispuse a leerlo. Pero debo reconocer que me superó. Hubo un momento en el que me perdí en medio de términos que ignoraba y aún ignoro: nucleótidos, haplotipos, heterocigosis, autosomas... Y confieso que dejé la lectura de aquel estudio para seguir naufragando por internet en busca de... otras cosas que me recreasen más la vista.

No obstante, conservé el archivo dentro de la carpeta que tengo destinada a la bitácora y, de vez en cuando, le iba echando ojeadas para tratar de comprender todo lo que en aquel trabajo se decía y mantenía. Pero, la verdad, no me resultaba fácil. ¡Soy de letras, al fin y al cabo!

Puede que nunca hubiera sacado a relucir aquí ese estudio, pero se ha dado una concatenación de hechos que me llevó a encontrarme otra vez con él.

Hace unas semanas quedé con dos de los más asiduos visitantes a esta bitácora para tratar de un tema relativo a una posible idea que publicaría hacia el mes de mayo del 2009. En la comida que mantuvimos salieron a relucir otras materias. Una de ellas fue el Aula de Tauromaquia de la Universidad San Pablo CEU que dirige don Rafael Cabrera Bonet y, a la vista del calendario de este curso, decidí que asistiría a la conferencia del día 4 de diciembre, cuyo título era "Variabilidad genética del toro de lidia basada en información molecular".

Así, el pasado día cuatro fui al Aula de Tauromaquia y (¡¡¡sorpresa!!!) el contenido de la conferencia, aunque con un título distinto, era exactamente el mismo que el de aquel estudio que me encontré tres meses antes naufragando por internet.


El conferenciante era don Javier Cañón Ferreras, Catedrático de Genética de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, quien precisamente había dirigido aquel estudio científico que yo no había sido capaz de digerir totalmente, y debo reconocer que en el Aula se esforzó por utilizar una terminología comprensible para todos los que asistimos a la presentación de su trabajo. El resultado: una conferencia muy interesante. De ahí que voy a intentar haceros partícipes de, al menos, algunas de sus conclusiones (de todas me resultaría imposible).




Sobre el origen del toro de lidia, nos contó el profesor Javier Cañón que hay presencia genética tanto del Uro que se domesticó en Oriente Próximo como del domesticado en el Sahara Oriental. Desde ambos lugares, por movimientos migratorios, se produjo una difusión de ejemplares hasta llegar a la Península por el norte, atravesando los Pirineos, y por el sur, a través del Estrecho de Gibraltar.

La mayor influencia proviene de las razas de Oriente Próximo. Como dato concreto, creo recordar que la influencia de las razas africanas en los encastes actuales es, a nivel general, de un 15 % aproximadamente; pero, como es lógico, esa influencia africana no es la misma en cada uno de los encastes. Así, como apunte curioso, se puede comentar los casos de las ganaderías de Miura y Partido de Resina, a cuyos encastes respectivos siempre se les atribuye un origen similar. Pues bien: mientras en Partido de Resina es nula o prácticamente nula la influencia de las razas africanas, en el caso de Miura esa influencia supera el 50 %.


Partiendo de vacadas asentadas en distintos valles fluviales de la Península en las que nunca se había hecho una selección basada en la bravura, en el s. XVIII aparecieron ganaderos que ya sí criaron toros para la lidia según criterios basados en la estampa, el poderío y la bravura; y fue ahí cuando surgió la raza del toro de lidia actual. De esas primeras ganaderías, que han sido denominadas castas fundacionales y que ya tenían orígenes diferentes (geográficos y morfológicos principalmente), unas han desaparecido (al menos en la UCTL), otras se han mantenido con cierta pureza desde su origen y sin dividirse, mientras que otras se han diversificado en distintas líneas que se denominaron encastes.

Posteriormente, cada ganadero, que partía ya de un material con origen diferente, fue realizando a su vez una selección propia y diferenciada; y, lo que es más importante, sometiendo a su ganadería a un régimen de aislamiento más o menos estricto. Resultado de todo ello es, según don Javier Cañón, que la distancia genética entre los distintos encastes de la raza del toro de lidia es, por término medio, casi tres veces superior a la distancia que hay entre cualquier pareja de razas de otros bovinos europeos.

Ese hecho que revela el estudio llevó a su director a afirmar que la raza del toro de lidia, más que una raza, vendría a ser una “metaraza”; es decir, que sería una raza de razas o, lo que es lo mismo, una raza que está compuesta de muchas razas distintas, ya que hay gran diversidad genética entre los distintos encastes que la constituyen y se podría llegar a mantener que muchos de esos encastes serían, en sí mismos, una raza individualizada.

A modo de concreción, por el estudio se han descubierto los encastes que están más distanciados genéticamente como consecuencia de su aislamiento reproductivo o, para entenderlo mejor, por haber intercambiado menos reproductores: Cuadri, Albaserrada, Pablo Romero y Miura. Por el contrario, los encastes Contreras, Carlos Núñez, Hidalgo Barquero y Juan Pedro Domecq serían los más próximos en promedio por haber intercambiado más reproductores.

Y, como puntualización curiosa a esa concreción, nos explicó el conferenciante que del estudio se desprende, por ejemplo, que los encastes Albaserrada y Pablo Romero han estado sometidos a un gran aislamiento, pero sobre todo con sus machos, por que las hembras sí que las han compartido, adquirido o cedido con otros encastes. Y, al contrario, el alto grado de aislamiento de Miura viene proporcionado más por sus vacas que por sus toros.



Tras analizar todos las conclusiones de su trabajo, el profesor Javier Cañón realizó una advertencia y una recomendación.

La advertencia: al contrario de lo que ocurre con encastes como Domecq o Núñez, que hay muchas ganaderías procedentes de ellos, de cada uno de los encastes Cuadri, Pablo Romero y Miura sólo hay una ganadería representante, por lo que un accidente en estas ganaderías que provocara su desaparición equivaldría a la extinción de esos encastes. Y, por tanto, como decíamos antes, a la extinción de una auténtica “raza”; por lo que se puede asegurar que estos encastes o “razas” de toros de lidia están en un evidente y continuo peligro de extinción (Albaserrada tiene tres ganaderías y, por lo tanto, está en una situación menos preocupante).

La recomendación: es de vital importancia conservar la diversidad genética que conllevan estos encastes únicos y, para evitar o minimizar su peligro de desaparición, debería realizarse un programa de conservación que, en vez de partir del hecho de la existencia de una única raza del toro de lidia, debería tener en cuenta que esa raza está dividida en encastes y que varios de ellos corren un serio peligro de extinción para, así, elegir las decisiones conservacionistas oportunas en base a las particulares situaciones de riesgo existentes.


Evidentemente, al margen de las conclusiones, nos comentó don Javier Cañón que son muchas las aplicaciones posibles que se pueden desprender de este trabajo. La que se puede intuir más fácilmente es que, como a través del análisis del ADN de una muestra del cuerpo de un toro de lidia (un pelo, por ejemplo) es posible conocer el encaste de origen e, incluso, la proporción de genes que ese toro puede tener de distintos encastes, un ganadero que se sirviera de este tipo de análisis podría llegar a conocer a la perfección la vacada que dirige y, así, podría seguir organizando los cruzamientos en base a su particular percepción empírica como ganadero pero apoyándose en esta base científica para tener mayores garantías de éxito en la consecución de la línea ganadera deseada.

(...)

Espero (deseo más bien) que haya sabido transmitir, más o menos claramente, algunas de las conclusiones (no todas) que se desprenden del estudio dirigido por don Javier Cañón y que de forma tan brillante nos trasladó en la conferencia impartida el pasado día 4 de diciembre en el Aula de Tauromaquia de la Universidad San Pablo CEU.

Sólo me resta unirme a la petición que este ilustre Catedrático de Genética de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid realiza a los organismos públicos.

Con independencia de que estemos ante unos animales que son de propiedad privada, la diversidad de nuestra cabaña brava debe ser preservada por los organismos públicos y deben arbitrar las medidas oportunas para evitar o, cuando menos, minimizar el peligro de extinción en el que se encuentran algunos de los encastes más emblemáticos de la raza del toro de lidia.

No debemos resignarnos a la idea de que en un futuro la raza del toro de lidia esté compuesta únicamente por ejemplares de casta Vistahermosa o, lo que sería aún peor, de encaste Domecq.


(NOTA: Los dibujos que he incluido en la entrada son dos figuras similares, que no iguales, a otras tantas que aparecen en el estudio que se comenta, pero no son fidedignas y además se han eliminado las leyendas explicativas, por lo que carecen de rigor científico y sólo deben tomarse como ilustraciones del texto y no del estudio. Por otro lado, la foto que encabeza esta entrada apareció ayer publicada en el periódico digital "larazón.es", sin que conste su autoría. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego se me permita mantener la fotografía y las ilustraciones insertadas. No obstante, serán eliminadas si soy requerido para ello)

14/12/08

Federico García Lorca


No voy a colgar un texto de introducción sobre la influencia del tema taurino en nuestra literatura. Y no lo voy a hacer fundamentalmente por una razón: no estoy capacitado para ello. Hay eruditos con un bagaje cultural infinitamente superior al mío que tratan esta materia y, si esos expertos ya confiesan que resulta imposible realizar la tarea en unas pocas cuartillas, os podéis imaginar como quedaría el resumen que yo hiciera.

Es por ello que a los interesados en el tema os remito a obras como El Cossío, por ejemplo, que en varios de sus tomos aparecen estupendos artículos que hacen referencia a esta materia; o a este mismo medio, a internet: como muestra os enlazo el discurso de ingreso del Dr. José Antonio Trujillo Ruiz en la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, cuyo título fue, precisamente: “Los toros en la literatura”.

Lo más que puedo hacer yo es centrarme concretamente en alguno de nuestros literatos más reconocidos, dejar alguna que otra pincelada de su obra y, con ello, descubrir algunas de las genialidades que el mundo de los toros ha inspirado en aquellos que dominaron la pluma. Después, será labor vuestra profundizar en esos y en otros autores.

Así, hoy, por ser la primera vez que toco el tema de la literatura, me he decidido por hablaros de Federico García Lorca. Hay muchas razones para esta elección, sobre todo por calidad, pero os cuento sólo una que tiene un trasfondo cultural muy genérico:

Actualmente somos testigos de un fenómeno que hacía tiempo no se producía. El torero José Tomás ha despertado el interés por los toros en gente de la literatura, la música, las artes en general y muchos otros sectores sociales que hacía mucho tiempo que no se asomaban al balcón de este viejo rito. Así, vemos frecuentemente en los medios de comunicación a personas del campo artístico o escénico que le siguen allá donde torea. Es más: José Tomás está siendo fuente de inspiración para todos ellos y al cabo de unos años habrá obras que versarán sobre este torero en particular y sobre el mundo de los toros en general.

Hace algo menos de cien años ocurrió un fenómeno parecido; puede que de mayor calado artístico, pero eso son cosas de los tiempos. Ignacio Sánchez Mejías, un torero con menguadas cualidades artísticas, pero valiente como ningún otro, fue fuente de inspiración de toda una generación de artistas, especialmente del mundo de las letras: la Generación del 27. Entres sus componentes, elogiaron la figura de ese torero Miguel Hernández, Rafael Alberti y, como no, su amigo Federico.

Federico García Lorca (1898-1936), natural de Fuente Vaqueros (Granada).

Su estilo como dramaturgo es muy poético, se desarrolla en espacios míticos y encara problemas sustanciales del ser o el existir. El tema taurino aparece dentro de su obra teatral en “Mariana Pineda” (1927). En una de las escenas describe una corrida de toros en la plaza de Ronda.

“En la corrida más grande
que se vio en Ronda la vieja.
Cinco toros de azabache,
con divisa verde y negra...”

“Cinco toros mató; cinco,
con divisa verde y negra.
En la punta de su espada
cinco flores dejó abiertas,
y a cada instante rozaba
los hocicos de las fieras,
como una gran mariposa
de oro con alas bermejas...”
.
.
Donde García Lorca juega más veces con el tema taurino es en su poesía. En su obra poética conviven la tradición culta y la más popular, y es el reflejo de un sentimiento trágico de la vida. Así, una obra donde se alude al tema de los toros y que sirve como ejemplo de su estilo es el “Romancero Gitano” (1928), en el que los dos grandes temas son la muerte y la incompatibilidad moral del mundo gitano con la sociedad burguesa.
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Uno de los poemas que están incluidos en él es “Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla”.

“Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros...”

(...)

“Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir...”


Ahora bien, la inspiración taurina más fuerte de Federico García Lorca estalla con la desaparición de Ignacio Sánchez Mejías, que murió de gangrena por la cornada del toro “Granadino” en Manzanares.
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“Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” (1935) está considerada como su obra cumbre y, además, como la cima de toda la poesía elegíaca.

En el primer poema, “La cogida y la muerte”, Lorca nos habla del momento de la cogida del torero y de su posterior muerte por gangrena, pero no concatena los dos momentos, el tiempo lo detiene “a las cinco de la tarde” y la repetición de ese verso tiene el mismo sonido de una campana tocando a muerto.

“A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde...”

(...)

“Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde...”


En el segundo poema, “La sangre derramada”, García Lorca se muestra conocedor del necesario y trágico peaje que lleva implícito el toreo, pero aquella vez le había correspondido pagarlo a un amigo y Lorca no puede resistir el dolor que le causa saber que nunca más podrá disfrutar de su presencia, que ese ser tan querido ha partido hacia... la eternidad:

“¡Que no quiero verla!

Dile a la Luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla! ...”

(...)

“¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea! ...”


Después, en el mismo poema, convierte al torero muerto en héroe de los héroes y en espejo en el que deberían mirarse el resto de los humanos:

“No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras...”


En los dos últimos poemas, “Cuerpo presente” y “Alma ausente”, Federico García Lorca nos habla de la defunción, de la ausencia, del tiempo, del olvido... pero él se aferra al recuerdo de su amigo:

“No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre...”

(...)

“No te conoce nadie. No. Pero yo te canto
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento...”


“Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” es un canto de amistad de Federico García Lorca, pero también un conjunto de poemas en los que la fiesta y la tragedia de los toros irrumpen en la poesía y dan esplendor a nuestra literatura. Podéis disfrutarlo en este enlace, pero yo os recomiendo adquirir un libro para poder leerlo siempre y en cualquier momento.
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8/12/08

Visita a "Los Bolsicos"


Un pequeño grupo de amigos tuvimos la fortuna de poder visitar en el último fin de semana de noviembre la finca de la ganadería de los Herederos del Excmo. Sr. Conde de la Corte: “Los Bolsicos”.

También, como no, fueron dos días en los que disfrutamos de platos típicos de la comarca más sureña de Extremadura, especialmente los derivados del cerdo ibérico, cuya muestra más representativa es un plato de jamón de... “del de allí”. ¡Tremendo!

En el almuerzo posterior a la visita no hablamos en exceso, ya que se corría el riesgo de perder comba en la mesa, pero todos los comentarios que se hicieron fueron referentes a lo que habíamos visto minutos antes.

La primera sorpresa de la visita fue que nos atendió el propio representante de la ganadería: don Luis Guillermo López Olea; y, además, debo subrayarlo, con un trato fabuloso. Luego, más que una sorpresa, vimos confirmada una esperanza: hacer la visita en automóviles; así, los pasos por los distintos cercados pudieron ser mucho más intensos que cuando se hacen en remolque y, sobre todo, muy cercanos a los toros. Y, por decir sólo una tercera, que la visita fue muy completa, ya que duró más de dos horas.

“Los Bolsicos” es una preciosa dehesa de unas 765 hectáreas perteneciente al término municipal de Jerez de los Caballeros (Badajoz), con una orografía que presenta ondulaciones y un terreno variado, pues abarca desde zonas de monte hasta una zona de ribera junto a la que transcurre el río Ardila. Ahí precisamente, pegado al cauce, tiene la finca un impresionante corredero de un kilómetro y medio de longitud para realizar las tientas a campo abierto.


Preside la finca un imponente caserío, construido sobre los muros de una antigua torre templaria. En la misma línea del caserío y frente a él se encuentran algunas de las dependencias propias de una ganadería (cabellerizas, cuadras...), y el espacio que separa ambas fachadas, más que una calle, es una preciosa manga hacia el resto de las dependencias (plaza de tientas, zonas de saneamiento, manga de embarque...) por la que tienen que pasar forzosamente las reses para realizar todas las labores del ganado bravo.


Mientras Salvador Magallanes, el mayoral, enseñaba a mis amigos algunas de esas dependencias, yo preferí quedarme en la manga. Soñando. Allí, yo solo, me imaginé al ganadero en la puerta de su caserío, emocionado, viendo pasar a su lado a todos los becerros de una nueva camada camino del herradero; también me le imaginé en esa misma puerta viendo pasar con lágrimas en los ojos una corrida camino del embarcadero, despidiéndose de los seis toros y pidiéndoles que lucieran y defendieran con orgullo la divisa del Conde de la Corte.


Rodeando el caserío y las dependencias, el terreno aparece dividido por unas altas y robustas paredes de piedra que delimitan los distintos cercados; los más próximos son los de los toros de saca y los más alejados donde pastan vacas, añojos, erales y utreros.

Lo primero que salió a relucir cuando en los comentarios del almuerzo tocamos el tema de los toros fueron los breves apuntes que recordábamos de la historia de la ganadería: con reses compradas en 1920 a la viuda del Marqués de Tamarón (procedentes de Parladé y, por tanto, de casta Vistahermosa), fundó esta ganadería don Agustín Mendoza Montero, Conde de la Corte; en 1964 la heredó su sobrino don Luis López Ovando, quien en 1988 se la cedería a sus hijos, recayendo su dirección y representación en don Luis Guillermo López Olea. Desde 1967 tiene un segundo hierro a nombre de doña María Olea, madre del actual ganadero, aunque ambas vacadas se llevan en conjunto, sin más distinción que la administrativa.

En la actualidad, según nos dijo el ganadero, cuenta con unas mil cabezas de ganado, entre las cuales hay 207 vacas de vientre y 18 sementales.

De memoria hice la cuenta y resulta que, conjuntados ambos números, el porcentaje de toros transmisores de “sangre condesa” viene a ser más alto de la media que suelen tener otras vacadas; y es que, según López Olea, en esta mítica ganadería, como no se quiere introducir sangre ajena para mantener impoluta su pureza, sólo queda el recurso de aumentar el número de sementales y abrir más líneas de selección para evitar problemas de consaguinidad y buscar el equilibrio ideal entre casta y nobleza.

Según íbamos pasando de cercado en cercado y viendo los toros dispuestos para ser lidiados en el próximo año, entre seis y siete corridas, se hacían evidentes las características básicas del toro del Conde de la Corte.

(Un “condeso” de 3 para 4 años que ya se encuentra en un corral de saca)

La capa que predomina es la negra, pero también vimos castañas, coloradas y burracas; la cabeza es ancha de sienes, con encornaduras finas y de buen desarrollo generalmente, aunque no vimos tantos toros como creíamos con cornamentas tan impresionantes como las de los seis que corrieron el año pasado por las calles de Pamplona; la talla es media, sin embargo se aprecia claramente la línea ganadera de buscar un toro más “pegado al suelo”; del cuerpo destaca la diferencia entre la robustez del cuarto delantero y el poco desarrollo del trasero, que resulta anguloso y algo caído; y, por lo demás, es un toro fino de cabos, morrillo poco marcado, y de cola larga y muy poblada en su extremo.

Tan cerca vimos a los toros del Conde que os puedo decir, incluso, que resulta llamativa la nobleza de su mirada. Aunque, como curiosidad, os contaré que hubo uno que va para cinqueño, galán y gallardo, que se me encaró cuando, tras cerrar la puerta de uno de los cercados, me dirigía andando hacia el coche que abría la comitiva. A la que dejó de mirarme le tiré una foto.


Para rematar el tema de la morfología típica de los toros de esta ganadería nos dijo López Olea que, no obstante todo lo anterior, unos años salen las camadas más igualadas y otras más dispares. Como parece ser que ocurre con la del próximo año, en la que bajo mi exclusivo punto de vista me pareció ver una gran disparidad de hechuras.

Luis Guillermo López Olea sacó a lo largo de las más de dos horas de visita muchos temas de conversación sobre su propia ganadería, otras ganaderías, ganaderos, toreros, veedores y periodistas. Ahí estuvo generoso en anécdotas, pero este texto se alargaría en exceso si las refiriera todas. Así, sólo os contaré una referente a su ganadería. Nos dijo que es costumbre en la casa herrar al toro número 100 con los dígitos en orden inverso: 001.

(El toro 100 de esta camada herrado con los dígitos en orden inverso)

También os diré que, cuando toqué el tema de los festejos taurinos populares, me dijo el representante de la ganadería que no era muy partidario de vender sus toros para ese tipo de festejos. Y, cuando nos mostró el espectacular corredero de la finca y le pregunté si el año pasado hizo “entrenar” ahí a los toros reseñados para los sanfermines, me comentó que él criaba el ganado a la usanza clásica y que, aunque en los últimos años se dice algo de eso de las ganaderías que van a Pamplona, él no hizo correr a sus toros en las fechas previas a San Fermín.

Donde ya no estuvo tan locuaz el ganadero fue respondiendo a las preguntas sobre las distintas líneas de sementales que se siguen en la ganadería. Algo que es lógico y, además, comprensible. Esos son secretos de la casa. No obstante, don Luis Guillermo nos enseñó a todos sus reproductores; y, entre ellos, al que según él atesora la “sangre condesa” más pura. También, como curiosidad, nos mostró a la vaca más vieja de la casa, que tiene veinte años.


-“Oye, chaval” –llamé al camarero-. “Ponnos otra de jamoncito”.


En fin: siempre quedará en mi recuerdo que la mañana del día 30 de noviembre del año 2008 visité “Los Bolsicos”, la finca de la ganadería del Conde de la Corte. Una de las más señeras, de las más puras y, sin duda, la madre del mayor número de ganaderías existentes en la actualidad.

(Toro de saca para la próxima temporada en el que el ganadero tiene puestas grandes esperanzas por sus hechuras; especialmente por ser de “manitas cortas” y por su forma de descolgar la cabeza)

Yo os recomiendo, sobre todo a los más jóvenes, que visitéis ganaderías. Sólo en el campo se aprende a amar al toro; después, ese sentimiento se traducirá en respeto y admiración cuando es soltado en una calle o salta a un ruedo


(NOTA: En esta ocasión no procede que haga la habitual relación de méritos y agradecimientos, pues las fotografías que quedan incluidas en esta entrada fueron realizadas por varios miembros del grupo mientras realizábamos la visita. Pueden ser utilizadas para otros espacios de la red, pero se deberá citar su procedencia y añadir un enlace a esta bitácora)

4/12/08

Correr los toros en España



Francisco J. Flores Arroyuelo es antropólogo, profesor titular de Antropología en la Universidad de Murcia y miembro de la Real Academia Alfonso X el Sabio. Como escritor, ha cultivado el género de la narrativa y además es autor de multitud de estudios y ensayos sobre historia, arte, literatura y etnografía, entre otras materias.

Entre las obras de Flores Arroyuelo hay una que lleva por título: “Correr los toros en España. Del monte a la plaza”. Un título y una obra que, con esta entrada, incluyo en la biblioteca de mi bitácora.

El autor analiza en este libro el origen de la fiesta de correr los toros, así como los procesos evolutivos que se derivaron de esa práctica hasta llegar, por un lado, a las corridas de toros y, por otro, a las diversas variantes de festejos populares en cientos de pueblos españoles. Y todo ello mediante un completo y exhaustivo análisis de las fiestas de toros en España desde la Edad Media hasta nuestros días.

Es un libro que se termina leyendo con avidez, por lo enriquecedor que resulta; aunque pueda parecer denso al principio y de difícil lectura, dado el numeroso material etnológico que aporta y la rigurosa documentación que nos presenta. No quiero desanimaros con esto; al contrario: os lo recomiendo encarecidamente. Y lo hago en esta fecha para que lo tengáis en cuenta de cara a la lista de regalos que tenemos que ir haciendo para las próximas navidades.

Título: Correr los toros en España. Del monte a la plaza
Autor: Francisco J. Flores Arroyuelo
Edita : Biblioteca Nueva, SL
Precio (aprox): 17,00 €

28/11/08

Pastores y Dobladores


El protagonista de un encierro es el TORO, pues su presencia es la única esencial en el desarrollo de dicho acto. No obstante, junto al toro se han ido incorporando a lo largo de la historia varios conjuntos de participantes dentro del recorrido urbano del encierro: un conjunto de participantes ajeno a la organización del encierro, que es el de los corredores; y otros dos conjuntos de participantes que han ido disponiendo los propios organizadores del encierro: los pastores y los dobladores.

Pastores

La figura del pastor es la primera que, históricamente, aparece participando en el encierro.

Antes de la invención del ferrocarril y del automóvil eran los pastores los que, a pie y con la ayuda de cabestros, realizaban la conducción de las reses desde el campo hasta la localidad donde iban a ser lidiadas y, ya a las puertas, los que arreaban a la manada para que fuera lo más rápido y limpio posible el trayecto de los toros por las calles de la población hasta culminar en el corral en el que finalmente debían ser encerrados.

Así, hasta que no aparecieron los corredores en la carrera, el pastor fue el único participante en el recorrido del encierro.

Su labor de trasladar las reses desde el campo o la dehesa cayó en desuso con la expansión del ferrocarril y la generalización del transporte por carretera, pero su figura en el encierro no terminó de desaparecer.

Aunque en la mayoría de los pueblos eran los propios mozos los que en circunstancias normales se encargaban de azuzar a las reses, cuando algún toro rehuía del camino hacia los corrales, no era extraño ver aparecer a algún empleado del ganadero en el recorrido para dirigir la situación. Es más, hubo localidades que por su cuenta dispusieron de personas específicas para actuar como pastor en el encierro; tal y como ocurrió en Pamplona, por ejemplo.

(Germiniano Moncayola, pastor del encierro de Pamplona / Feriadeltoro.net)

Germiniano Moncayola, natural de Arguedas, es el pastor más famoso de cuantos han ejercido esa labor en el encierro de Pamplona. Vestido con camisa y chaleco, con una blusa en una mano y la vara en la otra, realizó la labor de pastor en Pamplona durante los años 30, 40 y 50. Su fama es debida a la maestría con la que él sólo conducía los toros rezagados en unos años en los que apenas había mozos dispuestos a tirar de los astados sueltos.

La mayor cantidad de corredores que participan en la actualidad en los encierros y las disposiciones de los distintos reglamentos de las comunidades autónomas han relanzado la figura del pastor (independientemente del nombre que legalmente pueda recibir en cada normativa).

Su labor fundamental consiste en conducir las reses hacia el recinto donde serán encerradas, arreándolas para que no detengan su carrera o, en el caso de que se distraigan o se paren, tratando de que no se vuelvan hacia atrás y de situarlas en el sentido adecuado del recorrido para que la carrera se pueda reanudar correctamente. Esa labor del pastor implica, lógicamente, que también debe tratar de impedir que algún irresponsable distraiga a las reses o las cite en el sentido contrario de la marcha.

Dobladores

La figura del doblador (que yo sepa) apareció por primera vez en el encierro de Pamplona hacia 1930.

El día 8 de julio de 1927 era corneado mortalmente Santiago Martínez Zufía junto a uno de los burladeros de la plaza de toros de Pamplona. Debido a ese hecho, y como ya se venía percibiendo desde años antes que el ruedo se empezaba a poblar de gente justo al final del encierro, los organizadores trataron de aportar mayor seguridad en la plaza incorporando a banderilleros para que, capote en mano, trataran de controlar a los toros y los condujeran lo más rápidamente posible hacia los corrales.

Finalmente, en 1930 se encomendó ese cometido a Pedro Chaverri, “Chico de Olite”, quien lo estuvo desempeñando durante decenios, convirtiéndose por ello en una emblemática figura sanferminera; hasta el punto que en 1969 se le hizo entrega del Pañuelo de Honor de Pamplona.

(El “Chico de Olite” de banderillero / Foto Gómez / Feriadeltoro.net)

A esa nueva figura en el encierro se la denominó “doblador”, puesto que debía cumplir una función muy parecida a la que por entonces ejercía en las corridas de toros un profesional que recibía esa misma denominación.

Hasta el primer tercio del s. XX se lidiaban en las corridas unos toros con un comportamiento muy distinto al de hoy: muy agresivos con el caballo, pero que solían terminar desarrollando sentido y se aquerenciaban con frecuencia en tablas. Por ello, y para auxiliar al torero y a su cuadrilla en la lidia del toro que les correspondía en suerte, la empresa de la plaza disponía en el ruedo a unos profesionales que, sin participar en la lidia, en caso de peligro o necesidad intervenían con el capote a una mano para cambiar la embestida de los toros.

Posiblemente sólo las empresas de las plazas de mayor categoría disponían de dichos dobladores; como ocurría en Bilbao en 1922, que ejercían esa labor Gregorio Lladó, “Lladito”, y Gregorio Yanguas, “Zapata” (podéis contrastar la información leyendo la publicación que os enlazo aquí). Y no es de extrañar que en plazas menores fueran los peones de otras cuadrillas los que se fueran turnando para realizar esa función, tal y como nos ha llegado hasta nuestros días en el tercio de banderillas.

No soy un investigador, pero sí un internauta al que le gusta naufragar por internet. Así es como llegué hasta la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, que tiene ejemplares de la revista taurina “La Reclam”, de Valencia, donde se puede leer en la publicación del día 3 de septiembre de 1922 la siguiente frase:

“...Cuando los banderilleros y dobladores andaban negros sin poder con la bestia, Rosario Olmos intervino tan bravo, tan eficaz, llegando de tal modo al hocico del buey y castigándole y haciéndose con él y sacándole al centro...”

En la misma revista, pero del día 29 de abril de 1923:

“...Pero ahora lo grande será que las empresas no respetarán ya lo de los dobladores ni nada, y como los banderilleros pretenderán cargarles el mochuelo a los matadores, se avecina otro lío, pues éstos no creo que pasen por ello...”

Y en la del día 30 de noviembre de 1929:

“...En mi juventud, cuando un matador estaba convaleciente de alguna enfermedad o cogida se ponía un burladero para que no tuviera la necesidad de saltar la valla; hoy..., cuatro burladeros en casi todas las plazas de importancia y los dobladores a recortar la res en sus primeros viajes de empuje, y... a guarecerse en el burladero...”

O, como último ejemplo de citas a la figura del doblador en la lidia de las corridas de toros, se puede leer en el “El Imparcial” del día 9 de marzo de 1926 lo que sigue:

“...Al final, en el sexto, se cambiaron los papeles y oyó los tres recados de la presidencia, sin intentar hacer nada para apoderarse del bronco animalucho. Sirva de atenuación para el diestro, nunca de justificante, el que se quedó solo en el ruedo, sin peones, sin dobladores y sin nadie que acudiera al quite...”

Siento no poder poner los enlaces, pero creo que tanta puntualización de datos me da el margen de credibilidad suficiente respecto a la veracidad de esas citas, que prueban la existencia de dobladores en las corridas de toros con anterioridad al nombramiento de “Chico de Olite” como doblador del encierro, y que aquellos ejercían la misma función que este otro, aunque el ámbito fuera distinto; y de ahí que se le aplicase la misma denominación.

Así también lo corrobora la definición que de “doblador” da el Diccionario Espasa de Términos Taurinos: “Se dice del profesional que no interviene en la lidia. Su labor, encuadrada hoy en día en los encierros, dentro de la plaza de toros se limita a cambiar la embestida de los toros utilizando el capote a una mano, bien para evitar una cogida o para hacerles entrar en los toriles.

Creo que no es necesario insistir en explicar su labor en el encierro. Sólo quedaría añadir que, al igual que los pastores, los dobladores son dignos de admiración. Asumen un riesgo evidente para velar por la seguridad de los corredores que llegan hasta el ruedo y, además, deben realizar su función de tirar de los toros procurando por todos los medios no dar un solo capotazo a los astados, pues eso les descartaría para la posterior corrida.

(NOTA: La primera fotografía de esta entrada apareció en el 2003 en la web “fiestasdesanfermín.com”, mientras que las dos siguientes aparecen en “feriadeltoro.net”, estando firmada la última por el fotógrafo Gómez. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener dichas reproducciones)

23/11/08

El origen del culto al toro

(Fotografía de Jason Quinlan para la documentación del proyecto de investigación en Çatal Hüyük)

El culto al toro se remonta, cuando menos, al Neolítico, hacia el 7.000 AC.

Ampliaremos este dato, pero primero deberíamos preguntarnos si el toro pudo tener carácter sacro con anterioridad.

Para fijar dónde y cuándo comenzaron los seres humanos a venerar al toro en la prehistoria nos encontramos con el problema de la falta de pruebas concluyentes que lo certifique con rotundidad. Y es que esa limitación con las pruebas es algo que viene relacionado con la propia definición de prehistoria: “período de tiempo que transcurrió desde la aparición del primer ser humano hasta la invención de la escritura”. Es decir, que para encontrar una respuesta a nuestra pregunta sólo podemos contar con el análisis y la interpretación de objetos con una antigüedad superior a cualquier documento escrito.

Empezaremos por delimitar los límites cronológicos de la prehistoria: ni la aparición del ser humano ni la invención de la escritura tuvieron lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta, pero se podría decir que la prehistoria comienza hace unos 2.500.000 años, que es cuando se estima que apareció en África el primer ser humano, y termina hacia el 4.000 AC, pues durante ese milenio se inventó la escritura en Mesopotamia. Y ahora vamos a analizar los distintos períodos de tiempo en que se divide:

Paleolítico (desde hace 2.500.000 años al 10.000 AC, en términos generales)

En este período surgen las distintas especies de homos. De los habilis, erectus, ergaster, antecessor, heidelbergensis, neanderthalensis..., de todos nuestros antepasados, sólo contamos al día de hoy con sus propios restos, y algunos pocos objetos –como piedras, maderas, astas, etc.- que usaron para cubrir su necesidad de supervivencia. Respecto a sus posibles creencias religiosas, sabemos que los más evolucionados ya practicaban ciertos ritos funerarios. Y poco más.

El “homo sapiens” –el ser humano actual- surgió en África hace unos 150.000 años y llego a Europa hace unos 40.000 años. Sólo con él obtenemos los primeros hallazgos que nos permiten realizar análisis e interpretaciones sobre un posible culto al toro, ya que fue la única especie capaz de desarrollar una práctica para expresar sus ideas de forma que quedaran “impresas”: el arte.

Una de esas modalidades artísticas fue el arte parietal, también conocido como rupestre, que son las pinturas y grabados realizados en las paredes de cuevas y abrigos rocosos. La mayor concentración de ese tipo de arte se da en Europa Occidental y destaca en dos cuevas: Lascaux (Francia) y Altamira (España), con una antigüedad aproximada de unos 15.000 años. De esta manifestación artística destacan sobre todo los dibujos realistas de grandes herbívoros, siendo uno de ellos el toro primitivo (el uro), que aparece especialmente en la “Sala de los Toros” de la cueva de Lascaux.

(Sala de los Toros, Lascaux - Francia. Fotografía de Sisse Brimberg para National Geographic)

La relación fundamental del hombre del Paleolítico con el uro fue a través de la caza y es imaginable que aquel soberbio animal les produciría temor y, a la vez, admiración. Pero... ¿Esas pinturas rupestres de toros indican algo más? ¿Prueban algún tipo de culto o rito al toro?

Las primeras teorías interpretativas defendieron que el arte rupestre sólo tenía una función estética. Más tarde surgieron otras tesis que, efectivamente, atribuía a ese tipo de arte un carácter mágico o religioso. Por contra, la teoría más generalizada actualmente es que las pinturas rupestres no deben analizarse globalmente, sino de modo individual y que en cada caso, dependiendo de la cueva o del artista, podrían obedecer a causas distintas: estéticas, expresivas, religiosas, etc.

Así, como no se cuenta con pruebas sólidas para defender que alguna pintura o grabado con toros del arte rupestre tenga una interpretación religiosa o ritual, no podemos asegurar que en este período se venerase al toro.

El Mesolítico fue una etapa de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, que iría desde el 10.000 AC hasta el 8.000-5.000 AC, según las regiones. Un período en el que las mejores condiciones climáticas por el final de la última glaciación favorecieron que el hombre evolucionase y pasase de una vida basada en la caza y la recolección hacia otra que se basó en la producción de alimentos con la agricultura y la ganadería. Un período de evolución que también se dejó notar en la religión.

Neolítico (del 8.000 AC al 4.000 AC, aproximadamente)

Se piensa que en los períodos anteriores el hombre mitificó a las fuerzas de la naturaleza; especialmente al Sol, con el que todos los días parecía resurgir la vida. Y, como la fecundación debía resultarle un misterio, también se cree que cualquier creencia sobre la fecundación la debió centrar en la Mujer, que era la que aportaba vidas al clan. Pues bien, en el Neolítico continuaron los ritos al Sol, pero fue la Mujer la que cobró un mayor protagonismo religioso; y ligado a ella surge una nueva figura sagrada: el Toro.

La religión en el Neolítico se identificó con el ciclo agrario y se estableció un vínculo entre la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer, pues de ambas surgía la vida. Cosechas e hijos eran considerados dones sobrenaturales producto de un poder mágico, y fue en la Mujer donde se centralizó la veneración a ese poder. Así surgió el culto a la “Diosa Madre”.

Entre los asentamientos de este período nos interesa especialmente el de Çatal Hüyük (también transcrito como Çatal Höyük), situado en Anatolia, en la actual Turquía, que fue una de las primeras ciudades del Neolítico (del 7.500 AC). Dicen los investigadores que posiblemente fue en Çatal Hüyük donde la Mujer pasó de estar considerada como un ser mágico a ser elevada a la categoría de diosa. Y es que en los santuarios excavados allí se ve que tiene un papel central en figuras, pinturas murales y relieves.

Pero, mientras en otros asentamientos la figura de la Diosa Madre está sola, en Çatal Hüyük no es así: junto a ella, pero en una dimensión jerárquica inferior, aparece por primera vez en la prehistoria una divinidad masculina, un dios símbolo de fertilidad que es representado por un toro, por una cabeza o unos cuernos de toro. Estaríamos por tanto, según coinciden todos los investigadores, ante la primera prueba concluyente de un culto al Toro.

(Reconstrucción de una casa-santuario de la ciudad de Çatal Hüyük expuesta en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia, en Ankara – Turquía. )

Aunque en otros asentamientos más antiguos (del 9.000 AC), como Göbekli Tepe, Jadet al-Magara y Mureybet (el primero en Turquía y los otros dos en Siria), hay hallazgos recientes que indicarían un posible culto al Toro con una antigüedad mayor, ninguno de ellos parece ser tan determinante. Así, es en Çatal Hüyük (en Anatolia - Turquía), hacia el 7.000 AC, donde al día de hoy habría que fijar la primera sacralización del Toro.

Un culto que se extendió por todo el área oriental del Mediterráneo, prosiguió hacia occidente y se asentó en otras culturas que trataremos en posteriores textos. Pero no concluiré éste sin hablar de otra región donde, también en la prehistoria, surgió de forma autóctona el culto al Toro: el Norte de África.

Hace unos 12.000 mil años el Sahara era tan árido como ahora, pero poco tiempo después comenzó un amplio período de lluvias monzónicas en toda la región y el desierto se llegó a convertir en una sabana. Este hecho posibilitó su habitabilidad. Pero las lluvias cesaron hace unos 6.000 años, volvieron las condiciones desérticas y el hombre tuvo que emigrar hacia las costas y el valle del Nilo.

No obstante, quienes habitaron aquella región durante esos miles de años nos dejaron una crónica de su historia, ya que entre el Nilo y el Atlántico se cuentan por miles las rocas y cuevas que conservan arte rupestre: Fezzan (Libia), Tibesti (Chad) y Tassili n’Ajjer (Argelia) son sólo una muestra de algunos de los lugares más significativos.

Entre los distintos motivos en que se inspiraron los creadores del arte rupestre sahariano está el toro; y en algunas de sus representaciones se advierte un claro componente mágico o religioso. Podemos dividirlas en tres categorías:

Toros en solitario con una esfera a modo de disco solar entre los cuernos; como aparece, por ejemplo, en Maia Dib y Wadi Djerat (Fezzan - Libia). Toros representados en escenas con alusiones sexuales de humanos, asociando al toro con la idea de fecundidad; como se puede apreciar, por ejemplo, en Tiut (Atlas sahariano). Y toros con figuras humanas que tienen los brazos alzados en actitud orante; como se ve, por ejemplo, en Ido I (Tassili n’Ajjer - Argelia) y muy especialmente en Wadi Sora (Gilf kebir - Libia).

(Pintura rupestre en Wadi Sora, Gilf Kebir – Libia)

Los investigadores no nos dan una datación individualizada de las muestras indicadas, pero afirman, sin duda, que se corresponden con el Neolítico sahariano. Y hay que resaltar además que todas estas figuraciones de toros con connotaciones religiosas aparecen en áreas geográficas muy distantes entre sí, lo que indica que el culto al Toro estaba muy extendido por todo el Norte de África y que no obedecería a una influencia del área oriental del Mediterráneo, sino que tendría una base autóctona o panafricana.

Lagun


(NOTAS:
1.- Además de recomendaros que visitéis los diversos enlaces que he insertado, os indico que en el de Lascaux, durante el tiempo de carga de la página, aparece primero una recreación de la visión de la Sala de los Toros bajo el efecto de una linterna, pero la página se abre después con todos sus contenidos.
2.- Respecto a las fotografías insertadas, la primera es de Jason Quinlan y está tomada de la web “catalhoyuk”. La segunda es una obra de Sisse Brimberg para “nationalgeographic”. La tercera no tiene firma, pero está publicada en el blog “ancient-anatolia”. La cuarta y última, aunque tampoco aparece firmada, se encuentra editada en la web “fjexpeditions”. A los propietarios de los derechos de autor de todas estas fotografías les ruego que me permitan mantenerlas, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos y sólo las he insertado por su valor científico.)

17/11/08

In Memoriam

............................(Foto: Carlos Briones)

Ahora que -para quien os escribe- ha terminado la temporada del año dos mil ocho, quiero dedicar esta entrada a recordar y homenajear a todos los corredores de encierros que nos han dejado para siempre.

Un día, por un motivo u otro, estos compañeros debieron embarcar con rumbo a “un mar desconocido”. Les deseo que, allá donde estén, permanezcan en paz.

(NOTA: Quiero agradecer a Carlos Briones que me haya dado autorización para ilustrar este homenaje con su magnífica fotografía)

14/11/08

Encuesta (4)

¿Qué edad tenías cuando participaste por primera vez en un encierro?
.
65 ...................... Total de votos
.
07 ... 10,77 % ... 12 años o menos
11 ... 16,92 % ... 13 años
14 ... 21,54 % ... 14 años
08 ... 12,31 % ... 15 años
13 ... 20,00 % ... 16 años
07 ... 10,77 % ... 17 años
05 ... 07,69 % ... 18 años o más

Tomando sin distinción de épocas los datos globales ofrecidos por los corredores votantes, se aprecia que la mayoría de ellos, un 53.85 %, comenzó a participar en encierros a una edad comprendida entre los 14 y los 16 años. En concreto, hemos obtenido una media de 14 años y 9 meses.

Los 14 años (con un 21.54 %) y los 16 años (con un 20.00 %) han resultado ser las edades concretas en la que más corredores se iniciaron, la edad de 15 años aparece como un momento valle de iniciación y tanto por debajo de los 14 como por encima de los 16 se aprecia un escala gradual de incorporaciones.

Pero, como decía antes, estos datos son los resultantes globalizando los votos, ya que pedíamos a los corredores que distinguiesen si se iniciaron cuando ya existía un reglamento que limitase la edad de participación en encierros o si, por el contrario, no había reglamento cuando corrieron su primer encierro. Los resultados en uno y en otro caso son muy diferentes.


Los resultados obtenidos de corredores que se iniciaron en los encierros estando vigentes los reglamentos con limitaciones de edad son los siguientes:

39 ...................... Parcial de votos
.
01 ... 02,56 % ... 12 años o menos
07 ... 17,95 % ... 13 años
10 ... 25,64 % ... 14 años
04 ... 10,26 % ... 15 años
10 ... 25,64 % ... 16 años
03 ... 07,69 % ... 17 años
04 ... 10,26 % ... 18 años o más

La composición de este cuadro de resultados es parecida a la del global, si bien se aprecia que la media de edad de iniciación asciende a los 15 años justos y que se produce una mayor concentración de votos en las edades concretas de los 14 y los 16 años, en ambos casos con un 25.64 %.

Resulta también llamativo que apenas se producen incorporaciones en el tramo de edad más joven, el de los 12 años, debido sin duda a la vigilancia policial.


Por otro lado, los resultados obtenidos entre los corredores que se iniciaron en los encierros cuando no existían normativas que limitasen la edad para participar son los que siguen:

26 ...................... Parcial de votos
.
06 ... 23,08 % ... 12 años o menos
04 ... 15,38 % ... 13 años
04 ... 15,38 % ... 14 años
04 ... 15,38 % ... 15 años
03 ... 11,54 % ... 16 años
04 ... 15,38 % ... 17 años
01 ... 03,85 % ... 18 años o más

Resulta altamente curioso que se hayan obtenido prácticamente los mismos votos en todos los tramos de edad entre los 13 y los 17 años, debiendo incluirse el de los 12, pues sé a ciencia cierta que al menos uno de sus votos (y no es el mío) se correspondería con la edad de 11 años.

Creo que esa paridad en los votos sólo obedece a una razón: naturalidad y espontaneidad ante la ausencia de prohibiciones

Por último, se confirma que en épocas anteriores la media de edad en la que se comenzaban a participar en encierros era más baja: 14 años y 4 meses.

10/11/08

Operación retorno desde Saint-Sever


Tardé muchas horas para volver de Saint-Sever. Tantas que no pude evitar acordarme de los tiempos de mi infancia. De aquellos viajes en los que familias enteras, abuelos incluidos, se apretujaban en un Seat 600 con todo el equipaje –además de sombrilla, mesa y hamacas– y se chupaban horas y horas de viaje por unas carreteras plagadas de curvas y de baches para volver de las vacaciones.

También entonces se descansaba cada dos horas, pero era porque el coche se calentaba y había que detener la marcha forzosamente para que se refrigerase el motor.

Se paraba en el cruce de un camino, se sacaba del maletero la bolsa con los platos, los cubiertos, la tartera y el termo, se bajaban de la baca la mesa y las hamacas –hasta la sombrilla si hacia falta– y toda la familia almorzaba con la tortilla de patatas y los filetes empanados que había preparado la abuela, al tiempo que comentaban los días de vacaciones.

¡Qué viajes aquellos!

Volviendo de Francia, nosotros también hicimos parada en una ciudad de la costa de Aquitania para comer. Y tuvimos dos temas de conversación: los bonitos ojos azules de la camarera y, como es lógico, el fin de semana de Saint–Sever.


Fue duro salir de casa sabiendo que, físicamente, no compartiríamos viaje con Iván. Yo le conocí precisamente en mi primer viaje a Saint–Sever y, por ello, tuve su imagen y su recuerdo muy presente durante todo el viernes... el viernes, el sábado y el domingo, claro.

El domingo le rendimos un homenaje. Primero, cuando en la Abadía dieron las doce, guardamos un minuto de silencio en la Place du Tour du Sol, con un respeto total de la afición francesa. Luego, en el encierro, todas las carreras se las dedicamos a Él.

Y fueron muchas las carreras que se le dedicaron porque creo que este año hubo más corredores que en ediciones anteriores.


Los que no vienen a Saint–Sever aducen que es un viaje muy largo, que hay que firmar previamente una renuncia a reclamar en caso de percance, que los toros son de corro, etc.

Yo tengo que confesar que este encierro me enganchó desde que lo conocí y sólo puedo hablar bien de él.

Es cierto que a muchos nos pilla “un poco lejos” Saint–Sever. Pero, dadas las fechas en que se celebra, viene a ser el cierre de la temporada para la inmensa mayoría de los corredores que participamos en su encierro y, como hay que hacer noche allí, es una oportunidad única para organizar un viaje de fin de semana y reunirte con un grupo de amigos y compañeros para hacer de ese final de temporada un motivo de celebración. Por ello, al margen de que se pueda quedar ya desde el viernes, me gusta muchísimo la idea de la cena que la Peña Jeune Aficion prepara el sábado en el Convento de los Jacobinos, ya que en ella se suelen reunir corredores que el domingo participarán en el encierro y todos los años se crea un gran ambiente dentro de los viejos muros del Convento.

Y es que asistir a esa cena es “ir de encierro”; los que, aún pudiendo, deciden no participar en esa cena simplemente “van a correr un encierro”.

Respecto a la renuncia a reclamar en caso de percance, es un tema muy personal sobre el que todo corredor debe tener una idea ya formada y, por tanto, mientras que para unos será motivo para no participar en este encierro, para otros sólo será una forma de suscribir algo de lo que ya están íntimamente convencidos. Y ahí no tengo nada que comentar. Ni puedo ni quiero tratar de convencer a ningún corredor para que tome más riesgos de los que él está dispuesto a asumir.

Y sobre que el encierro se suele organizar con toros de corro y que, por tanto, tiene poca emoción, mejor no hablamos después de lo ocurrido el pasado mes de octubre con un puto cabestro.


Por otro lado, a mí, personalmente, me encanta el recorrido del encierro de Saint–Sever; especialmente el tramo de la rue Lafayette y, sobre todo, cuando es en subida, en las carreras de ida. Hay cosas a mejorar, como los bordillos de la entrada a la Place du Tour du Sol, pero el recorrido es muy variado y tiene un gran encanto.


Y qué decir de los corredores que allí se dan cita: los justos, por lo que la carrera se ve y se lee perfectamente; y todos buenos y experimentados, gente que sabe correr. Un placer.


Por todo ello, Saint-Sever es una cita que yo tengo marcada en rojo en mi calendario.

Pero además hay otra razón: la defensa de la ancestral costumbre de correr encierros (tan de moda ahora con la consulta de Paterna sobre los bous al carrer).

De los políticos españoles no me fío nada. Pero nada de nada. Son tan falsos que estoy convencido de que serían capaces de venderle a Europa la tradición de los toros por un plato de lentejas. Los políticos franceses, en cambio, no dudan en dar su apoyo a los toros; y el alcalde de Saint-Sever, por ejemplo, se juega su carrera política cada vez que se celebra un encierro en la “Cap de Gascogne”. Por eso sé que, mientras en Francia se celebren corridas de toros y en Saint-Sever se corran encierros, los políticos españoles no se atreverán a venderse a Europa.

Y si algún día lo hicieran siempre tendríamos un consuelo: aplicando al caso la famosa frase del gran Humphrey Bogart en la película Casablanca, “siempre nos quedará... Saint-Sever”.

¡¡¡Merci beaucoup Peña Jeune Aficion!!! ..... ¡¡¡Merci beaucoup Saint-Sever!!!



(NOTA: la foto que encabeza esta entrada la he tomado de la página "seat600.info" Con esta bitácora no tengo fines lucrativos y por ello ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantenerla)

3/11/08

Saint-Sever

Municipio de Francia perteneciente al departamento de Las Landas en la región de Aquitania. Está situado, por tanto, en la zona suroeste del país y a unos 130 kilómetros de la frontera española en Irún.


Au Nord des Pyrénées il y a de superbes coureurs d’encierros. L´Histoire a résolu qu'ils habitent un autre pays et qu'ils parlent une autre langue, mais ils composent avec tous les coureurs du reste de la planète le village global où tous nous sommes unis: le monde des coureurs d’encierros.

Les coureurs qui habitent le Nord des Pyrénées partent souvent vers le Sud pour courir des encierros. En Novembre ce sera à l'envers: nous, les coureurs qui habitons le Sud des Pyrénées, nous partirons au Nord à la recherche du moment magique de faire une course devant la face d'un taureau.

¡¡¡ Nos vamos a Saint-Sever !!!


HISTORIA

El nombre de Saint-Sever procede de Severus, quien fue enviado a evangelizar Aquitania en el s. V y terminó siendo martirizado y decapitado por los Vándalos.

Las reliquias de San Severus quedaron cobijadas en una iglesia que se edificó, muy posiblemente, en el mismo lugar donde estaba la sepultura: en un cerro que dominaba el valle del río Adour. Allí se instalaron en el s. VII los benedictinos y fundaron una primera abadía que resultaría derruida como consecuencia de las distintas invasiones y luchas que sufrió la región hacia los siglos IX y X.

La abadía actual fue erigida en el 988 por Guillaume Sanche, duc de Gascogne.

Tras un incendio hacia el año 1060, la reconstruyó el Abad Grégoire de Montaner, siguiendo un plano benedictino de siete ábsides escalonados. Fue durante el transcurso de estos siglos, el X y el XI, cuando en el entorno de esta abadía benedictina nació y empezó a crecer un núcleo de población: Saint-Sever.

El abad Suavius fortificó la población en el año 1100 y para organizar la vida municipal la concedió una ordenanza, en la que se otorgaba a la figura del Abad la potestad de mando sobre la villa y se dictaba una carta de derechos y deberes de los ciudadanos.

En 1152, por el segundo matrimonio de Aliénor d’Aquitaine, Saint-Sever pasó a ser de soberanía inglesa y no sería hasta el año 1442 cuando la ciudad fue definitivamente de posesión francesa, tras tres siglos con continuos cambios de dependencia entre Inglaterra y Francia por guerras y disputas dinásticas.

Durante ese período, concretamente en 1280, se fundó el Convento de los Jacobinos a instancias de Leonor de Castilla, esposa de Eduardo I de Inglaterra.

En 1569, las tropas protestantes de Gabriel de Lorges, Conde Montgomery, destruyeron parcialmente la villa, afectando los destrozos tanto a la Abadía como al Convento.

En 1789 estalla en París la Revolución Francesa y la villa de Saint-Sever, bajo el nuevo y efímero nombre de “Mont-Adour”, es designada como capital de un distrito, por lo que se instaura allí un tribunal y la guillotina cumple su función en la Place du Tour du Sol, frente a la Abadía. Las congregaciones de religiosos abandonaron la ciudad, sus bienes fueron expropiados y los templos quedaron desafectados de su función religiosa.

Años después, el templo de la Abadía recuperaría su afectación a los cultos religiosos, pero no así el Convento de los Jacobinos, que fue destinado desde entonces a distintos servicios municipales y culturales.

Saint-Sever es al día de hoy una localidad de unos 5.000 habitantes que mira al futuro, para lo que potencia sus distintos sectores de producción. Pero también sabe vivir el presente, disfrutando con las actividades deportivas, ocupando en animadas charlas las terrazas de sus cafés y divirtiéndose con las distintas manifestaciones festivas y culturales que se programan a lo largo del año. Y, lo que es muy importante, trata de conservar su pasado, sus monumentos, sus tradiciones e, incluso, esa antigua forma de denominar a su tierra: “Cap de Gascogne”.


MONUMENTOS Y ARTE

La Abadía fue el germen de Saint-Sever y aún hoy sigue siendo el corazón de la parte más antigua de la villa.

Situada en la Place du Tour du Sol, en el mismo recorrido del encierro, la abadía está abierta todos los días, de 09:00 a 18:00 hs., y se puede visitar libremente fuera de las horas de los oficios. Los domingos, en cambio, tiene un horario especial, por lo que recomiendo a los corredores interesados en visitarla que el sábado adelanten su llegada. Del interior me permito llamar la atención sobre sus 150 capiteles, de los que 77 son románicos, de finales del s. XI y principios del s. XII.

Fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1998. Para una mayor información disponéis de este enlace.

Por otro lado, tanto la capea como la cena programadas por la Peña Jeune Aficion para el sábado tienen como marco el Convento de los Jacobinos. Cuando estéis allí, fijaos en ese edificio erigido en 1280 a instancias de Leonor de Castilla. Para una mayor información disponéis de este enlace.


EXCURSIONES

Se me hace muy difícil hablaros a los corredores españoles de realizar excursiones porque muchos de vosotros, entre la ida y la vuelta, tendréis que hacer más de mil kilómetros de carretera para poder correr en el encierro de Saint-Sever.

No obstante, tenéis sitios muy cercanos: Mont de Marsan (a 16 kms.), como ciudad importante y todo el potencial turístico que ello conlleva; la villa galorromana de Gleyzia, en Augreilh (a 3 kms.), como atracción arqueológica por los mosaicos que allí se han descubierto; o, simplemente, disfrutar del sinuoso valle del Adour realizando una ruta naturista a pie por los caminos más cercanos al río hasta Mugron, por ejemplo.


FIESTAS

¿Cuál es el motivo para que en Saint-Sever se celebre en noviembre este encierro?

La Peña Jeune Aficion de Saint-Sever viene organizando a principios de noviembre una Semana Cultural Taurina –este año será la XXIV edición– y es precisamente en el marco de esa programación donde se encuadra el encierro.


Os facilito un enlace con todo el programa en español.

El encierro se incluyó por primera vez en los actos de la semana cultural en 1999, se corría sólo con vacas y el recorrido terminaba en el Claustro del Convento de los Jacobinos, donde se instalaba una placita portátil. Pero en el año 2004 la Peña Jeune Aficion dio un paso hacia delante y organizó un encierro con toros; el primero que se hacía en Francia.. Aquello fue un hecho histórico. Además, también se cambió el recorrido para que quedara incluido en el mismo la plaza de toros, les arènes de Morlanne, y el encierro se configuró como un carrera desde la plaza hasta un corral situado detrás de la Abadía y después, tras un pequeño descanso, la carrera de vuelta. Al año siguiente, en el 2005, se duplicaron las carreras: dos de ida y dos de vuelta. Y es así como viene celebrándose desde entonces.

Alguno de vosotros se preguntará si en este pueblo de Francia es tradicional la afición por los toros y por los encierros. La respuesta es SÍ. Y lo he escrito con mayúscula porque Saint-Sever puede presumir de tener la tradición taurina más antigua de Francia, ya que se tiene conocimiento por un documento de 1457 que allí ya existía por entonces la costumbre de correr por las calles un toro para San Juan Bautista y hasta hoy ningún otro municipio francés ha presentado un documento de fecha anterior que contenga una información similar.

Por último, me gustaría subrayar que, dadas las fechas en que se corre, este encierro de Saint-Sever tiene un significado especial para la práctica totalidad de los corredores que en él participan, pues viene a ser el cierre de la temporada para ellos. Por ese motivo tan especial y aprovechando la cena de bienvenida que suele ofrecer el sábado la Peña Jeune Aficion en el Convento de Los Jacobinos, todos los aficionados y corredores que se acercan hasta la “Cap de la Gascogne” se suelen fundir en un único grupo para disfrutar de una gran noche de alegría.

(...)

NOTA: La primera fotografía de esta entrada está tomada de la enciclopedia libre Wikipedia, la segunda de la página de la Abadía de Saint-Sever, cuyo enlace está ya incluido en el texto, y el cartel del encierro de la web de la Peña Jeune Aficion. En ninguna consta su autoría. No obstante ruego a los propietarios de los derechos de autor que se me permita mantenerlas en esta bitácora, pues no tengo ningún fin lucrativo con ella.

27/10/08

Los corredores de encierros

En un encierro hay un protagonista principal, que es el TORO, y junto a él varios conjuntos de participantes. El más importante de todos ellos es el de los corredores.

....................................(Foto: Hireen)
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Antiguamente, y hasta un límite temporal que podríamos fijar en la década de los años sesenta del pasado s. XX, en las fiestas de cualquier pueblo participaba la práctica totalidad de la población local, además de pequeños grupos de la comarca, fundiéndose todos en un conjunto muy homogéneo. Así, en el encierro era muy generalizada la participación de los hombres; de tal forma que, aunque hubiese un reducido número de mozos que actuase con más arrojo, la mayor parte de la población masculina se situaba en el interior del recorrido, junto a puertas, ventanas o al pie de los carros, e intervenía en el festejo con mayor o menor atrevimiento. El resultado de esa concepción de la participación en los encierros era que quedaba muy difuminada la línea divisoria entre corredores y espectadores.

El progreso industrial y el mayor nivel de renta de la sociedad facilitó a partir de los años setenta la posibilidad de desplazamiento entre las poblaciones. Ese logro, junto a la expansión demográfica que se vivió entonces, originó que la participación en las fiestas de los pueblos se fuera haciendo cada vez más numerosa y heterogénea.

Hablando de encierros, fue aumentando paulatinamente la presencia en el recorrido de mozos, tanto por el mayor número de los locales como por la asistencia de otros foráneos, incluso de pueblos lejanos. Por otro lado, poco a poco, y especialmente en la década de los noventa, la organización de los festejos populares se fue reglamentando y, entre otras materias, se fueron estableciendo mayores medidas de seguridad, como el cerramiento de puertas y ventanas, vallados especiales e, incluso, el doble vallado. Con todo ello, además de conseguir una mayor seguridad para la población respecto de los animales, se están produciendo otros efectos: que los espectadores queden más nítidamente separados del recorrido y que los mozos con menor pericia o atrevimiento tengan más reparos para permanecer en el interior de la manga.

El resultado de todo ello ha sido una rápida evolución durante el último cuarto del siglo XX en lo que respecta al concepto de participación en el encierro, que ahora se caracteriza porque es más masificada y porque se diferencian más claramente las figuras de quienes asisten con el ánimo de observar el festejo y quienes acuden con la intención de correr en el encierro.


Retrato del corredor de encierros

En primer lugar, y que nadie me interprete mal, hay que decir que la inmensa mayoría de los corredores son varones. Aunque afortunadamente se eliminaron las prohibiciones al respecto, aún son contadas las mujeres que participan activamente en los festejos taurinos populares; todas honrosas, algunas de calidad, pero excepciones a una realidad muy marcada.

Respecto a la edad de los mozos que, a mayor o menor distancia, corren en encierros (y con la dificultad que entraña este tipo de cálculo), estimo que un 15 % cuenta con menos de 20 años; más de la mitad, un 55 %, viene a tener entre 20 y 30 años; y un 20 % se sitúa en la estrecha franja que va de los 30 a los 35 años. El resto, un 10 %, se movería en la banda de 35 a 45 años, aunque siempre se dejan ver corredores aislados que superan esa edad. Así, la edad media del corredor sería del entorno de los 27 años.

No obstante, hay muchos corredores que a partir de los 30 años, aproximadamente, según van adquiriendo mayores responsabilidades en la vida, van reduciendo su asistencia a encierros y, más aún, su participación; no es que se retiren radicalmente, simplemente van seleccionando aquellos encierros en los que sienten una motivación especial para participar, como suele ocurrir con las grandes citas del calendario, en las que es evidente que la media de edad de los corredores es más alta de lo habitual. Algo que también viene motivado por el hecho de que el corredor menor de 20 años no se suele desplazar más allá de su comarca.

La gran mayoría de los corredores, dada la media de edad y la creciente afición a las actividades deportivas, encaran los encierros con una buena preparación física. A este respecto, y bajo mi modesto criterio de observador (pues soy lego en medicina), la antropometría que presenta el corredor medio se correspondería con la de un atleta de carreras populares de medias o largas distancias. Hay que reseñar, además, que son excepcionales los casos de “supuestos corredores” con cuadros de intoxicación etílica.

Por último, indicar que la inmensa mayoría son de nacionalidad española. Los corredores extranjeros que participan en encierros son pocos, por cultura y por distancia, pero generalmente son buenos, y algunos excepcionales. Respecto a su procedencia, en Pamplona parecen destacar los anglosajones y en determinados encierros se adivina la presencia de portugueses, pero últimamente hay varias cuadrillas de franceses que acuden a todas nuestras grandes citas y que son fantásticos corredores.


Y... ¿por qué corren en los encierros?

Nunca podremos saber la razón que movió al primer hombre que se puso a correr voluntariamente delante de un toro; después...

Tradicionalmente, la mayoría de los corredores cruzaban por primera vez el vallado para “participar de forma activa” en un encierro a una edad aproximada a los catorce años, y la razón más generalizada para que se produjera ese impulso solía ser la imitación de conductas: querer parecerse a los mayores que corrían delante de los toros.

El hecho de que correr encierros sea una costumbre generalizada en la mayor parte de la Península Ibérica facilita que en los niños se produzca ese fenómeno de imitación sin presión alguna; y, con ello, una continuada cantera de corredores. Pero, hablando sobre todo de localidades en las que participar en un determinado festejo taurino popular pareciera más un rito que una simple costumbre, también se dan casos en los que se puede llegar a crear en la mentalidad de algunos chavales la necesidad de tener que dar el paso adelante y participar, aunque sólo sea una vez, para cumplir con una especie de requisito en su autorrealización personal o bien para sacudirse una cierta presión social construida en torno a ese rito.

Y hablando sobre la edad de inicio, que venía siendo sobre los catorce años, en los reglamentos ahora vigentes en las comunidades autónomas se establece la prohibición de participar en todo tipo de festejos taurinos populares a los menores de dieciséis años, edad que en ocasiones se eleva hasta los dieciocho. Ello ha provocado, al menos, cuatro consecuencias:
...................................(Foto: Joseba Carnicer)

1) Que, en todo caso, ahora los chicos empiezan a participar en encierros con una edad más alta y, mientras tanto, sólo pueden jugar a ser corredor y soñar con llegar a serlo.

2) Que hay chavales que, antes de cumplir los dieciséis o los dieciocho, adquieren otras aficiones (unas sanas y otras que lo son menos) y que llegado el momento ya no se sienten atraídos por la costumbre de correr encierros; ni tan siquiera una primera vez.

3) Que, por el contrario, también hay chavales que desde niños desearon fervientemente ser corredores y, al verse impedidos a intentarlo hasta los dieciséis años, llegan con mayor deseo a su primer encierro y con una afición más cuajada que los de generaciones anteriores.

4) Que el legislador crea una situación de riesgo con esa limitación de edad acompañada de la prohibición de encierros infantiles con becerras, pues los adolescentes con dieciséis años o los hombres con dieciocho, como ya no son unos críos, se pueden creer en condiciones de hacerlo en cualquier encierro y recorrido sin haber pasado por la necesaria fase de aprendizaje previo y acortamiento de distancias.


Una vez superado esa especie de rito iniciático, siempre hay chavales que deciden no continuar. Otros, en cambio, siguen adelante. Y cada uno tiene su propia motivación para hacerlo, aunque es lógico pensar que en esta etapa adquiere gran importancia el afán de superación personal: el querer correr mejor y a menor distancia de los toros.

Hay que decir también que en los últimos años se puede ver a muchos jóvenes que, desligados de todo apego por las tradiciones, contemplan los festejos taurinos populares como una simple forma de participar en una actividad de riesgo, lo que resulta altamente pernicioso para el futuro de la concepción de los encierros, ya que se los desvincula de la ancestral costumbre que motiva a cada festejo y, además, se altera totalmente la escala de valores, dando primacía al corredor sobre el toro.


Y, finalmente, después de que un joven alcanza la madurez como corredor, ¿qué razones pueden motivar a aquellos pocos que, tras contraer matrimonio, tener hijos y adquirir responsabilidades laborales o profesionales, deciden no retirarse y, por contra, siguen calzándose las zapatillas y corriendo encierros hasta edades avanzadas?

¿Afición, pasión, fidelidad al rito, promesas íntimas, homenajes...?

Cada corredor de encierros es un mundo y lleva tras de sí su propia historia.
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Lagun
...

NOTAS:

1) La primera fotografía que aparece en esta entrada lleva la firma de “Hireen”, quien tiene una galería abierta en “
flickr.com”; la segunda es obra de “Joseba Carnicer”, un aficionado al mundo del toro y de la fotografía que, tras varias incursiones por la BlogEsfera, nos muestra sus trabajos en una web propia: “everyoneweb.es/toriviciao”. A ambos les ruego que permitan mantener sus respectivas fotografías, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos. Y a todos los que entráis en este blog os aconsejo que visitéis sus galerías.

2) Por otro lado, como es habitual con cada texto, hoy os he colgado una nueva encuesta. Creo que sería interesante que la comentarais entre vuestros amigos para que obtuviésemos el mayor número de votos posibles y, así, tratar de que el resultado sea lo más cercano posible a la realidad.