23/11/08

El origen del culto al toro

(Fotografía de Jason Quinlan para la documentación del proyecto de investigación en Çatal Hüyük)

El culto al toro se remonta, cuando menos, al Neolítico, hacia el 7.000 AC.

Ampliaremos este dato, pero primero deberíamos preguntarnos si el toro pudo tener carácter sacro con anterioridad.

Para fijar dónde y cuándo comenzaron los seres humanos a venerar al toro en la prehistoria nos encontramos con el problema de la falta de pruebas concluyentes que lo certifique con rotundidad. Y es que esa limitación con las pruebas es algo que viene relacionado con la propia definición de prehistoria: “período de tiempo que transcurrió desde la aparición del primer ser humano hasta la invención de la escritura”. Es decir, que para encontrar una respuesta a nuestra pregunta sólo podemos contar con el análisis y la interpretación de objetos con una antigüedad superior a cualquier documento escrito.

Empezaremos por delimitar los límites cronológicos de la prehistoria: ni la aparición del ser humano ni la invención de la escritura tuvieron lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta, pero se podría decir que la prehistoria comienza hace unos 2.500.000 años, que es cuando se estima que apareció en África el primer ser humano, y termina hacia el 4.000 AC, pues durante ese milenio se inventó la escritura en Mesopotamia. Y ahora vamos a analizar los distintos períodos de tiempo en que se divide:

Paleolítico (desde hace 2.500.000 años al 10.000 AC, en términos generales)

En este período surgen las distintas especies de homos. De los habilis, erectus, ergaster, antecessor, heidelbergensis, neanderthalensis..., de todos nuestros antepasados, sólo contamos al día de hoy con sus propios restos, y algunos pocos objetos –como piedras, maderas, astas, etc.- que usaron para cubrir su necesidad de supervivencia. Respecto a sus posibles creencias religiosas, sabemos que los más evolucionados ya practicaban ciertos ritos funerarios. Y poco más.

El “homo sapiens” –el ser humano actual- surgió en África hace unos 150.000 años y llego a Europa hace unos 40.000 años. Sólo con él obtenemos los primeros hallazgos que nos permiten realizar análisis e interpretaciones sobre un posible culto al toro, ya que fue la única especie capaz de desarrollar una práctica para expresar sus ideas de forma que quedaran “impresas”: el arte.

Una de esas modalidades artísticas fue el arte parietal, también conocido como rupestre, que son las pinturas y grabados realizados en las paredes de cuevas y abrigos rocosos. La mayor concentración de ese tipo de arte se da en Europa Occidental y destaca en dos cuevas: Lascaux (Francia) y Altamira (España), con una antigüedad aproximada de unos 15.000 años. De esta manifestación artística destacan sobre todo los dibujos realistas de grandes herbívoros, siendo uno de ellos el toro primitivo (el uro), que aparece especialmente en la “Sala de los Toros” de la cueva de Lascaux.

(Sala de los Toros, Lascaux - Francia. Fotografía de Sisse Brimberg para National Geographic)

La relación fundamental del hombre del Paleolítico con el uro fue a través de la caza y es imaginable que aquel soberbio animal les produciría temor y, a la vez, admiración. Pero... ¿Esas pinturas rupestres de toros indican algo más? ¿Prueban algún tipo de culto o rito al toro?

Las primeras teorías interpretativas defendieron que el arte rupestre sólo tenía una función estética. Más tarde surgieron otras tesis que, efectivamente, atribuía a ese tipo de arte un carácter mágico o religioso. Por contra, la teoría más generalizada actualmente es que las pinturas rupestres no deben analizarse globalmente, sino de modo individual y que en cada caso, dependiendo de la cueva o del artista, podrían obedecer a causas distintas: estéticas, expresivas, religiosas, etc.

Así, como no se cuenta con pruebas sólidas para defender que alguna pintura o grabado con toros del arte rupestre tenga una interpretación religiosa o ritual, no podemos asegurar que en este período se venerase al toro.

El Mesolítico fue una etapa de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, que iría desde el 10.000 AC hasta el 8.000-5.000 AC, según las regiones. Un período en el que las mejores condiciones climáticas por el final de la última glaciación favorecieron que el hombre evolucionase y pasase de una vida basada en la caza y la recolección hacia otra que se basó en la producción de alimentos con la agricultura y la ganadería. Un período de evolución que también se dejó notar en la religión.

Neolítico (del 8.000 AC al 4.000 AC, aproximadamente)

Se piensa que en los períodos anteriores el hombre mitificó a las fuerzas de la naturaleza; especialmente al Sol, con el que todos los días parecía resurgir la vida. Y, como la fecundación debía resultarle un misterio, también se cree que cualquier creencia sobre la fecundación la debió centrar en la Mujer, que era la que aportaba vidas al clan. Pues bien, en el Neolítico continuaron los ritos al Sol, pero fue la Mujer la que cobró un mayor protagonismo religioso; y ligado a ella surge una nueva figura sagrada: el Toro.

La religión en el Neolítico se identificó con el ciclo agrario y se estableció un vínculo entre la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer, pues de ambas surgía la vida. Cosechas e hijos eran considerados dones sobrenaturales producto de un poder mágico, y fue en la Mujer donde se centralizó la veneración a ese poder. Así surgió el culto a la “Diosa Madre”.

Entre los asentamientos de este período nos interesa especialmente el de Çatal Hüyük (también transcrito como Çatal Höyük), situado en Anatolia, en la actual Turquía, que fue una de las primeras ciudades del Neolítico (del 7.500 AC). Dicen los investigadores que posiblemente fue en Çatal Hüyük donde la Mujer pasó de estar considerada como un ser mágico a ser elevada a la categoría de diosa. Y es que en los santuarios excavados allí se ve que tiene un papel central en figuras, pinturas murales y relieves.

Pero, mientras en otros asentamientos la figura de la Diosa Madre está sola, en Çatal Hüyük no es así: junto a ella, pero en una dimensión jerárquica inferior, aparece por primera vez en la prehistoria una divinidad masculina, un dios símbolo de fertilidad que es representado por un toro, por una cabeza o unos cuernos de toro. Estaríamos por tanto, según coinciden todos los investigadores, ante la primera prueba concluyente de un culto al Toro.

(Reconstrucción de una casa-santuario de la ciudad de Çatal Hüyük expuesta en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia, en Ankara – Turquía. )

Aunque en otros asentamientos más antiguos (del 9.000 AC), como Göbekli Tepe, Jadet al-Magara y Mureybet (el primero en Turquía y los otros dos en Siria), hay hallazgos recientes que indicarían un posible culto al Toro con una antigüedad mayor, ninguno de ellos parece ser tan determinante. Así, es en Çatal Hüyük (en Anatolia - Turquía), hacia el 7.000 AC, donde al día de hoy habría que fijar la primera sacralización del Toro.

Un culto que se extendió por todo el área oriental del Mediterráneo, prosiguió hacia occidente y se asentó en otras culturas que trataremos en posteriores textos. Pero no concluiré éste sin hablar de otra región donde, también en la prehistoria, surgió de forma autóctona el culto al Toro: el Norte de África.

Hace unos 12.000 mil años el Sahara era tan árido como ahora, pero poco tiempo después comenzó un amplio período de lluvias monzónicas en toda la región y el desierto se llegó a convertir en una sabana. Este hecho posibilitó su habitabilidad. Pero las lluvias cesaron hace unos 6.000 años, volvieron las condiciones desérticas y el hombre tuvo que emigrar hacia las costas y el valle del Nilo.

No obstante, quienes habitaron aquella región durante esos miles de años nos dejaron una crónica de su historia, ya que entre el Nilo y el Atlántico se cuentan por miles las rocas y cuevas que conservan arte rupestre: Fezzan (Libia), Tibesti (Chad) y Tassili n’Ajjer (Argelia) son sólo una muestra de algunos de los lugares más significativos.

Entre los distintos motivos en que se inspiraron los creadores del arte rupestre sahariano está el toro; y en algunas de sus representaciones se advierte un claro componente mágico o religioso. Podemos dividirlas en tres categorías:

Toros en solitario con una esfera a modo de disco solar entre los cuernos; como aparece, por ejemplo, en Maia Dib y Wadi Djerat (Fezzan - Libia). Toros representados en escenas con alusiones sexuales de humanos, asociando al toro con la idea de fecundidad; como se puede apreciar, por ejemplo, en Tiut (Atlas sahariano). Y toros con figuras humanas que tienen los brazos alzados en actitud orante; como se ve, por ejemplo, en Ido I (Tassili n’Ajjer - Argelia) y muy especialmente en Wadi Sora (Gilf kebir - Libia).

(Pintura rupestre en Wadi Sora, Gilf Kebir – Libia)

Los investigadores no nos dan una datación individualizada de las muestras indicadas, pero afirman, sin duda, que se corresponden con el Neolítico sahariano. Y hay que resaltar además que todas estas figuraciones de toros con connotaciones religiosas aparecen en áreas geográficas muy distantes entre sí, lo que indica que el culto al Toro estaba muy extendido por todo el Norte de África y que no obedecería a una influencia del área oriental del Mediterráneo, sino que tendría una base autóctona o panafricana.

Lagun


(NOTAS:
1.- Además de recomendaros que visitéis los diversos enlaces que he insertado, os indico que en el de Lascaux, durante el tiempo de carga de la página, aparece primero una recreación de la visión de la Sala de los Toros bajo el efecto de una linterna, pero la página se abre después con todos sus contenidos.
2.- Respecto a las fotografías insertadas, la primera es de Jason Quinlan y está tomada de la web “catalhoyuk”. La segunda es una obra de Sisse Brimberg para “nationalgeographic”. La tercera no tiene firma, pero está publicada en el blog “ancient-anatolia”. La cuarta y última, aunque tampoco aparece firmada, se encuentra editada en la web “fjexpeditions”. A los propietarios de los derechos de autor de todas estas fotografías les ruego que me permitan mantenerlas, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos y sólo las he insertado por su valor científico.)

10 comentarios:

jose de mostoles dijo...

Amigo Lagun, creo que esta entrada es la mejor que ha hecho de todas.

Interesante, amena, enriquecedora, facil de leer. Si, si, facil de leer aunque te sorprenda viniendo de mi.

Me he quedado con la sensacion de que habria una segunda parte y eso es bueno.

Anónimo dijo...

No somos nada si no recordamos nuestros orígenes por muy antiguos que estos sean.

Me gusta la entrada. Es dificil contar tanto en tan poco espacio. Si señor.

Espero que se profundice o amplíe en lo que jose dice "segunda parte" y no sé si ahi se citarán otros lugares de la Peninsula con importantes hallazgos. Seguro que si. Estaremos expectantes porque pueden ser buenos sitios para visitar en invierno...

Sr. Lagun, está usted alcanzando una altura importante... Aún a costa de resultar pesao, enhorabuena (de nuevo)

Juan Nuñez "Sentimientos"

Anónimo dijo...

Querido amigo ! Imagino que para escribir este texto , primero habras tenido que recopilar muchisima informacion y despues resumirla que seguro que eso habra sido lo mas complicado , aun asi ha resultado super enriquededor conocer la historia de ese elemento tan Español que es el Toro.
Seria muy abusivo por nuestra parte pedirte que continuaras con este trabajo que has empezado , porque si hay algo que a ti no te sobra seguro que es el tiempo , pero desde aqui yo te animo a que nos deleites con otro texto de este tipo .
Enhorabuena y a seguir asi
Sonia

LAGUN dijo...

¿Qué si habrá una segunda parte sobre el culto al toro?

Una segunda, una tercera, una cuarta, una... y, así, hasta que lleguemos a la Península Ibérica.

Lo único "malo" es que en este invierno no se podrá avanzar tanto.

Gracias a Jose y a "Sentimientos". Y a Sonia: además de darte la bienvenida, quiero agradecerte tu comentario y decirte que puedes volver siempre que quieras por esta bitácora.

Aitor dijo...

Amigo Lagun, buenisima entrada, habia algunos datos que desconocia y que han sido muy reveladores y de una gran riqueza cultural. Por un momento he sentido volver a las clases de arqueología de la facultad,jejeje, aunque eso sí bastante más interesante tu tema y sobre todo muy inteligente la forma en que lo has tratado, para que llegue a todos los lectores. Por mi parte un 10.
Un abrazo y a seguir así.

LAGUN dijo...

¡Hola Aitor!

No había admitido la publicación de dos comentarios anteriores al tuyo que dejaban sendos mensajes en unos términos bastante parecidos. Y es que no quiero que se piense que esta entrada era una especie de lección o algo similar.

Aunque tenía algunas nociones sueltas sobre el tema, preparar esta entrada me ha llevado más de cuatro semanas de ratos libres y yo he sido, sin duda, el más beneficiado con esa preparación. Luego, mi pretensión al publicarla, como con casi todo el blog, ha sido simplemente compartir nociones con la gente que pueda entrar por aquí.

Y si he admitido la publicación de tu mensaje es por que, dados tus estudios de Historia, me siento muy satisfecho cuando dices aquello de que te ha gustado la forma de tratar el tema para que pueda llegar a todos los lectores. Como esa era el fin, acepto tu mensaje en lo que hace referencia a esta expresión: ¡¡¡Misión cumplida!!!

Muchas gracias, Aitor. Y ya sabes que en mí tienes a un seguidor fijo de tu magnífico blog.

Gahirupe dijo...

Buen texto y amena lectura.

Estoy deseando leer la siguiente entrada en la cual espero que nos ilustre de nuevo con algunos datos más sobre el culto al toro que se ha dado a lo largo de los siglos en toda la cuenca mediterránea.

Un par de cuestiones ¿qué periocidad tendrán ahora las actualizaciones de su blog? ¿Blog de Aitor?

Pensé cuando comencé a leer esta entrada que llegaría hasta el Serapeum, habrá que esperar.

Un cordial saludo.

LAGUN dijo...

Amigo Garrapo, por ahora nos hemos quedado hacia el 4000 AC, cuando aún no se habían forjado las primeras civilizaciones, por lo que el "Serapeum" deberá esperar a que le llegue su turno correspondiente, ya sea por civilizaciones o por fechas o... No sé aún como lo abordaré.

Respecto a la periodicidad venidera de la bitácora, salvo causa de fuerza mayor, no tengo previsto hacer cambios: más o menos, una entrada por semana, como siempre. Pero caben sorpresas: no sé si en las fechas claves de Navidad me acomodoré a los días más significados publicando entre semana o si colgaré dos entradas cada siete días. En todo caso, no creo que las entradas de esas dos/tres semanas caigan en lunes. Por si acaso, no se acomode/n usted/es a entrar sólo un día de cada siete y visitenme a diario. Mi contador lo agradecerá.

Respecto al blog de Aitor, lo tengo enlazado en la barra lateral de la derecha, en el apartado de "enlaces de amigos". Pinche usted donde pone "Espai Taurí" y añádalo a sus blogs favoritos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Querido Lagún, está entrada es de mucha enjundia y aún así de lectura amena.

Me he quedado con la misma sensación que muchos de los lectores: con la miel en los labios.

Espero y sin abusar que continúe vd. regalándonos con próximos capítulos de los origenes, creo que dará para muchos comentarios y reflexiones.

Desde luego le reconozco y agradezco el esfuerzo por lo que le ha debido de suponer la realización.

Un saludo muy grande,

Media Verónica

Unknown dijo...

No sé qué más decir que no se haya dicho ya, pero es totalmente cierto: Interesantísimo tema, amena lectura, necesidad (sí, necesidad) de una 2ª parte (por lo menos), ...

No obstante, aprovecho para felicitarte por esta entrada y, nuevamente por el blog en general, ya que, en apenas medio año, has conseguido una "corte" de incondicionales que necesitamos asomarnos aquí para que la semana laboral sea ... "más llevadera".

Un abrazo, Maestro.

Por cierto, ... ¡AUPA!


¡¡¡ Ya falta menos ... pa´ SAN FERMÍN !!!