27/1/09

¡Tengan cuidado ahí fuera!


"Canción triste de Hill Street" fue una serie policíaca de los años 80 que nunca olvidaré.

Las series de policías hasta entonces solían seguir a detectives en la investigación de un caso determinado por capítulo que siempre acababan resolviendo al final del mismo. Steven Bochco revolucionó este género con "Hill Street Blues" –título de la serie en versión original–.

Estructuralmente, en cada episodio se abrían varias tramas y algunas sólo se resolvían al cabo de varios capítulos o, incluso, al final de la temporada. Ahora eso es muy común en las series de televisión, pero ésta fue pionera en ello.

Pero lo más llamativo de "Canción triste de Hill Street" era su argumento de base: narraba la vida cotidiana de los policías de una comisaría durante un día completo, desde que por la mañana comenzaban su turno en la comisaría hasta que acababan la jornada y, entonces, sacaban a relucir su vida privada. Además, la serie nos mostraba en todo momento, tanto por el día como por la noche, la cara más humana de sus personajes: el capitán Furillo, el sargento Phil Esterhaus, Hill, Renko, Belker...

Por último, como remate de elegancia, la serie contaba con una sintonía de entrada que era una bellísima composición al piano de Mike Post.

Según escribo esta entrada me parece estar oyendo como comienza a sonar ese piano bajo el sonido de una emisora de radio y la sirena de un coche patrulla. Y –como olvidarla– también se me aparece la imagen de la guapísima Veronica Hamel en el papel de Joyce Davenport.

¡Bien! Pero... ¿Y esta entrada qué relación tiene con los encierros?

Pues a todo se le puede hallar relación naufragando por internet.

Todos los episodios de "Canción triste de Hill Street" comenzaban con una reunión matutina que tenía lugar cada día en comisaría para la asignación de casos a los policías de servicio. Esa reunión la dirigía el sargento Phil Esterhaus, y siempre la cerraba con una frase que dirigía a sus compañeros antes de que partieran a unas calles en las que el peligro, incluso de muerte, estaba presente en todo momento: "¡Tengan cuidado ahí fuera!"

Una frase que se convirtió en toda una seña de identidad de la serie y que ha pasado a la posterioridad.

Esa frase me inspira tanta humanidad y compañerismo que me habría gustado ser su creador y, como no, dedicársela a todos mis compañeros antes de salir de casa para correr un encierro. Pura analogía: los corredores también nos enfrentamos en las calles a un gran peligro; incluso de muerte.

Y algo así ya venía haciendo desde hace unos años en internet. Firmando con el nick de Sargento Phil Esterhaus, solía dejar esa frase en un foro de corredores de encierros. Salvo uno de los foreros, nadie añadía comentarios, pero no me importaba: al año siguiente la volvía a poner. Hace unas horas lo he hecho de nuevo para no perder la tradición.

Pero, ¡vaya!, ahora tengo mi espacio propio en la red y he decidido importar la costumbre que mantengo en ese foro amigo.

Así, como esta entrada es la previa al inicio de los encierros de Valdemorillo –y de la temporada 2009 para mi bitácora–, desde aquí quiero pedirles un favor a todos ustedes:












"¡Tengan cuidado ahí fuera!"
..(Sargento Phil Esterhaus)

23/1/09

Feria de Valdemorillo 2009



........¡¡¡La corrida del sábado va a la calle!!!

Esa es la respuesta a la pregunta que los corredores de encierros nos hemos estado haciendo durante los últimos días en relación a si el sábado 7 de febrero se correrán o no por las calles de Valdemorillo los seis toros de distintas ganaderías seleccionados para la “encerrona” de César Jiménez.

Y la respuesta que os he dado no es una suposición mía, proviene de don Miguel Partida, Concejal de Festejos de Valdemorillo, que es la persona que tiene la facultad para tomar esa importante decisión. Y, en calidad de tal, así nos la dio a dos corredores ayer, jueves, a eso de las 13:30 h., en una amena charla que tuvo lugar en el mismo ruedo de La Candelaria.
Por supuesto, me autorizó a confirmar en la bitácora lo que ahora les estoy contando.

Lógicamente, tras confesarnos esa decisión, le hicimos la pregunta subsiguiente:

Pero... ¿los seis toros van a ir juntos, por encastes o de uno en uno?

Y, como Miguel Partida tardó en darnos una respuesta concreta, yo también me demoraré en transcribirla.

Vamos por partes.

Valdemorillo consolida en el 2009 su línea programática de los últimos años a la hora de configurar su Feria: una novillada sin picadores, una novillada picada, tres festejos con toros –este año corridas en su totalidad–, además de un concurso de recortadores; y la decidida apuesta porque todo vaya a la calle. Y también, como en otros años, está programado que se corran dos toros de capea cada uno de los cinco días de Feria, una vez que haya finalizado el encierro de las reses a lidiar en los festejos de la tarde.

Estos son los carteles:

Miércoles, 4 de febrero. Erales de La Laguna.
Christian Escribano, Álvaro Montalvo y Raúl Ribera.

Jueves 5 de febrero. Novillos de Campo Amor.
El Sombrerero, Javier Cortés y Pablo Lechuga.

Viernes 6 de febrero. Toros de Antonio San Román.
Curro Díaz, Juan Bautista y Daniel Luque.

Sábado 7 de febrero. Toros de Victorino Martín, Núñez del Cuvillo, Luís Algarra, Alcurrucén, El Torreón y Antonio San Román.
César Jiménez, en solitario.

Domingo 8 de febrero. Toros de Buenavista.
El Fundi, Antonio Ferrera y Ángel Teruel.

Según el Concejal de Festejos, la novillada del jueves viene gorda y las corridas están muy bien presentadas, llamando la atención algunos de los toros del habitual encierro de Antonio San Román, así como lo bien completada que viene la de Buenavista y la variedad de encastes para la del sábado.

Hablando del sábado, continúo con lo que antes dejé a medias. Si a don Miguel Partida se le notó seguridad cuando afirmó que se correrían por las calles de Valdemorillo los seis toros de distintas ganaderías que el sábado lidiará César Jiménez, a la hora de aclarar como se soltarían salieron a relucir las dudas. Y es que el Concejal de Festejos no lo tiene decidido aún.

Nos comentó que a él, como aficionado, le gustaría echarlos juntos, aunque todos los implicados en el festejo se lo desaconsejan; simplemente, pues nadie pone objeciones a la decisión que tome el responsable del área de Festejos del Ayuntamiento. Si se descartara esa opción, nos manifestó que agrupar los toros por encastes puede tener las mismas complicaciones que si salen todos a la vez, pues se ha encontrado con el inconveniente de no poder intentar hermanarlos poco a poco por lotes al negarse los ganaderos a enviarlos con anterioridad a lo estrictamente señalado por la normativa. Y, por último, nos confesó que soltarlos de uno en uno y arropados con tres cabestros parece ser la decisión más razonable, aunque también conlleva otro tipo de inconvenientes.

Yo, tras escucharle sus razonamientos, creo que se correrán de uno en uno, con tres cabestros en cada carrera; pero no descarto que finalmente decida echar toda la corrida junta. Desde luego sería una decisión arriesgada y muy difícil de tomar.

En cualquier caso, lo que los corredores sí tenemos garantizado el sábado 7 de febrero es un gran día de encierro: entre una y seis carreras para conducir hasta la plaza los toros de Victorino Martín, Núñez del Cuvillo, Luís Algarra, Alcurrucén, El Torreón y San Román; un encierro en manada con los toros del concurso de recortadores y, además, el postre de los dos toros de capea corriendo, esos sí, en solitario por las calles de Valdemorillo.

Como ya dije aquí una vez, no me gusta hacer pronósticos sobre posibles desarrollos de encierros futuros, y no los voy a hacer ahora. Sólo quiero comentar que, primero, la inmensa mayoría de los toros que se correrán en estos cinco días tienen encaste Domecq –que suelen hacer encierros explosivos por su constitución corporal–; en segundo lugar, que estamos a principios de temporada y es de suponer que las reses traigan la edad bastante justa –lo que también podría contribuir a que se moviesen con más agilidad y rapidez–; y, en tercer lugar, que no están garantizadas unas carreras tranquilas por el hecho de que los toros de la corrida del sábado se pudieran soltar de uno en uno con tres cabestros. Y menos aún teniendo en cuenta las características concretas de dos de los tramos del recorrido del encierro, la calle Real y la parte media de la calle de la Oliva, con unos entornos urbanos muy abiertos, lo que conlleva que entre mucha luz en la manga y que las carreras suelan ser más rápidas y nerviosas.

Señores: ayer en Valdemorillo ya olía a toro.


18/1/09

Valdemorillo

Municipio de la Comunidad de Madrid (España), situado en la zona oeste de la misma, a los pies de la sierra de Guadarrama y a unos 40 kilómetros de la capital.


............................Foto: Manuel


La costumbre de correr toros está tan arraigada en nuestro país que hasta en pleno invierno hay pueblos que nos convocan a este ancestral rito. Es el caso de Valdemorillo con sus fiestas patronales de los días 2 y 3 de febrero, cuya feria taurina está considerada tradicionalmente como la primera de la temporada y cuyos encierros están logrando en los últimos años unas cotas muy altas de calidad.

Señores: como para muchos de ustedes, para esta bitácora comienza la temporada de encierros 2009. Con una cadencia parecida a la del año pasado, en ésta visitaremos una docena de localidades, aproximadamente. Y la primera es Valdemorillo. Aquí les dejo su ficha para que entre carrera y carrera puedan disfrutar de otras muchas cosas más.

Historia

Los orígenes de Valdemorillo se podrían remontar a la Edad de Bronce, pues a orillas del río Aulencia se han encontrado fragmentos de cerámica que podrían pertenecer a esa época y nos indicarían la existencia de un posible asentamiento humano.

Hasta la Edad Media no tendremos las primeras noticias fidedignas de Valdemorillo: tenía por entonces varias fábricas de tejas, ladrillos y cacharrería, al tiempo que sus montes eran utilizados como cazaderos por reyes castellanos como Juan II y Enrique IV.

Durante las distintas monarquías de la Casa de los Austrias, en los siglos XVI y XVII, Valdemorillo alcanzó un gran esplendor por la construcción del Monasterio de El Escorial. Aunque en un principio fue mal recibida por los lugareños, ya que vieron como parte de sus tierras eran absorbidas por el Real Sitio y desviadas las aguas de sus arroyos hacia los jardines y fincas escuarialenses, lo cierto es que los beneficios conseguidos fueron mucho mayores, puesto que floreció en la localidad una potente industria hostelera por la proximidad al Monasterio, a lo que se añadía el impulso de los monarcas por su continua presencia en el término con fines cinegéticos.

En esta época sucedió en Valdemorillo uno de los hechos más significativos de su historia: el pueblo acogió durante los días 2 y 3 de febrero de 1574 la comitiva real con los restos mortales del emperador Carlos I al Panteón Real del Monasterio de El Escorial.

Felipe IV concedió al pueblo en 1628 el Privilegio de Villazgo.

El siglo XVIII marcó el inicio de la decadencia de Valdemorillo. Los cazaderos de la localidad dejaron de ser frecuentados por los monarcas de la dinastía Borbón y, con ellos, los nobles coetáneos, lo que supuso el declive de la hostelería en el municipio. La actividad económica de Valdemorillo volvió a centrarse en la producción de cerámica y en la explotación de sus canteras de granito, de donde salieron los sillares de la Basílica de San Francisco el Grande, de Madrid. Del mismo modo, también se explotaron a partir del s. XIX sus minas de caolín por la Sociedad del Aulencia, Falcó y Cía.

Esta fábrica de Falcó, que produjo una de las lozas de más calidad de la época, incorporó a Valdemorillo al movimiento industrial. Alrededor de ella surgieron los llamados fabriquines, unos pequeños talleres de producción cerámica que consolidaron la especialización de Valdemorillo en este tipo de producción

La Fábrica cerró en 1912, pero volvió a abrir en 1915 tras ser comprada por Juan Giralt, y se mantuvo activa hasta la Guerra Civil.

Como ocurriría con la mayor parte de los pueblos de la Sierra del Guadarrama, Valdemorillo encontró en el siglo XX una nueva forma de desarrollo con el sector de la construcción, al que se ha añadido muy recientemente la industria centrada en el turismo rural.

Monumentos y arte


El monumento más representativo de esta localidad es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (s. XVI). Edificada posiblemente en el siglo VIII, fue transformándose en los siglos posteriores hasta llegar a su aspecto actual, fruto de la reforma realizada por Bartolomé de Elorriaga -discípulo de Juan de Herrera- a finales del siglo XVI y que quedó culminada en 1601. Esta última reforma dio al edificio un aspecto unitario, y claramente herreriano, pero aún conserva restos mozárabes en su fachada norte, además de algunos elementos románicos, góticos y barrocos.

Para una mayor información de su historia y de su interior, pinchad en este enlace.

Excursiones

Naturaleza .- El término municipal de Valdemorillo, con el río Aulencia y el embalse de Valmayor, está incluido dentro del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su entorno.


Para obtener información sobre esta temática, os dejo el siguiente enlace.

Turismo.- El pueblo de Valdemorillo está incluido dentro de la “Ruta Imperial de la Comunidad de Madrid”, en la que sobresale concretamente el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, a 14 kilómetros del pueblo de referencia en esta ficha.

Para obtener información sobre esta temática, os dejo el siguiente enlace.

Fiestas

La comitiva real que portaba los restos mortales del emperador Carlos I al Panteón Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue acogida en Valdemorillo los días 2 y 3 de febrero de 1574. En conmemoración de ese hecho, el pueblo decidió centrar en esos dos días sus fiestas patronales. Así, Valdemorillo celebra sus fiestas mayores en el entorno de La Candelaria y San Blas, incluyendo en el programa de festejos, entre otros actos, una feria taurina y sus tradicionales encierros.


El encierro de Valdemorillo, que va adquiriendo año a año mayor calidad y, con ello, mayor prestigio entre los aficionados a los festejos taurinos populares, tiene actualmente una configuración que ofrece una carrera con los toros que serán lidiados por la tarde, acompañados de una parada de cabestros, y el postre añadido de algunas carreras más con toros de capea y su posterior suelta en el interior de la plaza cubierta.


(Nota: La foto en blanco y negro que encabeza este texto lleva la firma de “Manuel” y está tomada de este enlace público. Os recomiendo su visita porque descubriréis imágenes con sabor a añejo. La segunda aparece en la web “guiamadridrural” y la tercera en la enciclopedia libre “wikipedia”. La cuarta y última foto es de “valdemorillorecursoswordpress”. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos y ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantenerlas; no obstante serán eliminadas si soy requerido para ello)

14/1/09

Psicología del corredor


El título completo del libro que, con la entrada de hoy, vamos a incorporar a la biblioteca es “Psicología del corredor en el encierro de los toros en Pamplona”, y su autor es Luis del Campo.

Don Luis del Campo (Pamplona, 1912-1995) fue médico y, además, un prolífico escritor. Lógicamente, la medicina fue uno de los temas que abordó a lo largo de su carrera, pero la popularidad le viene dada por sus obras sobre distintos personajes y épocas de la historia de Navarra, por sus publicaciones de temática taurina en general y pamplonesa en particular, y sobre todo por sus libros dedicados al encierro de Pamplona.

“Psicología del corredor en el encierro de los toros en Pamplona” es uno de ellos. Guiado por su propia experiencia como corredor, su vinculación posterior al encierro como médico durante cuatro décadas y su perenne anhelo investigador, don Luis del Campo nos ofrece su particular visión sobre el corredor en el encierro de Pamplona: desde las razones que pueden motivar a los jóvenes para querer correr en el encierro hasta los motivos que suelen llevar a la retirada de un corredor; además de otros capítulos en los que nos habla sobre el miedo, los grados de corredor o las apetencias del corredor, por poner tres ejemplos.

Hay que dejar constancia que estamos ante un libro de muy pocas páginas –sesenta y cinco, en concreto– y que la mitad de ellas, prácticamente, están dedicadas a recoger una treintena de fotografías, todas ellas interesantísimas y correspondientes al tercer cuarto del siglo XX. En el resto del volumen es donde podremos leer este ensayo escrito hacia 1981, de amena lectura y que nos ofrece unas conclusiones que, quizás por lógicas y sencillas, resultan sorprendentes.

En el fondo, y ahí es donde debe mirarse el lector, Luis del Campo nos retrata a un corredor de raíz profunda, tan antiguo y tan moderno como el propio encierro de Pamplona.

No resulta fácil localizar esta libro en los habituales puntos de venta, pues carece de editorial. Deberéis dirigiros a tiendas especializadas en temática taurina, a tiendas “de viejo” y, como no, a tiendas “on-line”. Por esa misma razón, encontraréis una gran disparidad de precios en las pocas ofertas disponibles. No obstante:

¡Buscadlo, adquiridlo y disfrutaréis con su lectura!


Título: “Psicología del corredor en el encierro de los toros en Pamplona”
Autor: Luis del Campo
Edita: sin editorial
Precio: no hay una referencia básica, pero sobre los 13,00 €.

9/1/09

Premios al MEJOR corredor


En uno de mis habituales naufragios por internet varé en un foro de festejos taurinos populares y allí encontré un mensaje en el que el remitente se hacía eco del rumor que circula por SanSe referente a que el jurado de la Peña “El Remedio” de dicha localidad ya ha alcanzado un acuerdo para elegir a los ganadores de su tradicional premio al “Mejor Corredor de Encierros” de las Fiestas del Cristo de los Remedios 2008.

Vaya por delante, en primer lugar, mi respeto a la decisión de dicha Peña de otorgar todos los años esos premios. Y, en segundo lugar, quiero expresar mi convencimiento de los méritos que atesoran los corredores que pudieran ser premiados.

Aclarado lo anterior, quiero decir que, desde mi exclusivo punto de vista, no considero que sea una buena iniciativa convocar ese tipo de premios al MEJOR corredor de encierros. Es por ello por lo que, al hilo de ese rumor, no voy a perder la oportunidad de realizar una crítica, aunque constructiva, a la concesión de trofeos como esos. Algo que, por otro lado, también se viene haciendo en otras localidades (léase Collado Villalba o Tordesillas, por ejemplo).

Mis razones para no compartir la idea de dar un premio al MEJOR corredor son varias.

Desde el punto de vista de los participantes, significar a un solo corredor como el mejor rompe con la idea de grupo que siempre debería definir a los corredores de encierros. No es que esté abogando por la idea del anonimato a ultranza ni por la de uniformidad en la vestimenta; defiendo simplemente los principios de colectivo, compañerismo e igualdad, y esos preceptos chocan frontalmente al elegir a un corredor como el mejor entre todos.

Por otro lado, todos sabemos, y así lo reconocemos, que hay una baraja de compañeros que habitualmente consiguen carreras más ajustadas y largas que el resto, pero dar un trofeo en base a criterios objetivos es obviar la vertiente subjetiva de cada corredor. Y, si un encierro es el acto de conducir unos toros hasta encerrarlos en un corral, no necesariamente contribuye más y mejor a esa labor quien realiza la carrera más larga o la más ajustada.

Además, por el hecho de dar un premio al mejor corredor se abre una posibilidad, aunque parezca remota, para que se entable una competición entre corredores, lo que podría acarrear consecuencias perniciosas.

Si un corredor, aunque sólo fuese uno, tuviese la tentación de participar en un encierro con la idea de optar a ganar un premio podría ocasionar situaciones como las siguientes: podría entorpecer el buen desarrollo del encierro si actúa pensando exclusivamente en su lucimiento; podría poner en peligro la integridad física de otros compañeros si apura innecesariamente situaciones límites; y, como un último ejemplo llevado al límite, si hubiese algún corredor que ansiase ese premio y pensase que hay otro que tiene posibilidades de “arrebatárselo”, podría llegar a la locura de obstaculizar de forma intencionada la carrera de quien considera que es su rival al triunfo.

Y esos ejemplos de situaciones nocivas y peligrosas aumentarían exponencialmente en el caso de que fuesen más los corredores que participasen con la mencionada intención.

¿Qué puede parecer inconcebible que un corredor participe en un encierro con la idea de ganar un premio? A mí no me lo parece. La mente humana es un laberinto plagado de recovecos en los que pueden anidar todo tipo de ideas.

Seguro que los premiados en SanSe, o los premiados en otras localidades, no participaron con la idea de ir a ganar un premio. Pero son muchos los corredores que entran en la manga y ese tipo de premios sólo puede provocar que en la mente de alguno/s broten tentaciones nada deseables.

Al margen, no entro a valorar los malos rollos que entre compañeros se pueden generar cuando algún corredor considere que él ha sido merecedor al premio y, por contra, la elección haya recaído en otro. Que algo de eso ha habido este año a consecuencia del premio en la localidad de Collado Villalba y los comentarios que se oyeron a posteriori fueron lamentables.


Desde el punto de vista del encierro en sí, convocando premios al mejor corredor se puede contribuir a desvirtuar la original naturaleza del encierro.

El encierro debe ser un festejo, un acto dentro del marco de unas fiestas con una participación colectiva, popular y desinteresada. Pero, tal y como decía anteriormente, si se convoca un premio al mejor corredor se está abriendo, aunque sea mínimamente, la espita de la competición y a convertir el encierro en un acto clasista, elitista, competitivo y, por tanto, interesado.

Alguno pensará que exagero, pero recuerdo como empezaron los concursos de recortadores, con unos simples trofeos a nivel local, y ahora lo que tenemos son unos concursos superorganizados, en los que se cobra a los espectadores una entrada (y no barata por cierto), con una participación muy cerrada y con algunos concursantes que son ya auténticos profesionales. ¿Y qué decir de los llamados grupos de arte? De todo menos populares y desinteresados.

No es que esté divisando en el horizonte unos “concursos de corredores” (o, a lo peor, sí); lo que me preocupa es el concepto de encierro que estamos transmitiendo a los más jóvenes. Me inquieta ver en los foros que, asociado al mecanismo de los concursos de recortadores, se abren entradas para opinar sobre quienes son los mejores corredores de encierro, quienes conforman la élite. Y me horroriza contemplar como en los más jóvenes arraiga la idea de que el encierro es una especie de deporte de riesgo y, además, competitivo; me aterra que lleguen a desear una “The Bull Runners Champions Cup”, tal y como he tratado de ilustrar con la imagen que encabeza este texto.

Del concepto de festejo al de competición, de la imagen de popular a la de élite, de la noción de colectivo a la de clasificación y de la idea de desinterés a la de interés, éxito, fama y, como consecuencia, casos de profesionalidad o semiprofesionalidad sobrevenida. Y a eso estamos contribuyendo todos con nuestra forma de actuar en los últimos años y también quien convoca premios al MEJOR corredor, aunque seguro que es de forma involuntaria.


Y, por último, no me olvido de la repercusión que este tipo de premios al mejor corredor puede llegar a tener sobre el único protagonista del encierro, que es el TORO y no los corredores.

Con este tipo de premios se tiende a centrar la atención en el corredor y se arrebata al toro su condición de único y exclusivo protagonista del encierro.

Y, si ya es incorrecto considerar que los protagonistas del encierro son el toro y el corredor, ambos por igual, lo que resulta un error clamoroso y reprochable es que se llegue a colocar al corredor por encima del toro (quiero recordar que hay un famoso y televisivo corredor que tiene dicho, y firmado en su web, que el corredor es el verdadero protagonista del encierro).

Si al toro le arrebatamos su condición de único protagonista del encierro y, en cambio, entronizamos al corredor, nosotros mismos, aficionados y corredores, estamos “cosificando” al toro, utilizándolo como un objeto; y, con ello, estamos dando más argumentos a quienes son nuestros enemigos declarados.

Los días de encierros están contados si no respetamos al toro, si nos centramos en la figura del corredor, si remamos en la misma dirección de compañeros que se declaran verdaderos protagonistas del encierro y que, aprovechando su fama de buenos corredores, acaparan espacios televisivos y demuestran con sus actos que ven en el encierro la posibilidad de poder obtener algún tipo de beneficio económico.

Alguien me podrá decir que vivimos en el s. XXI, que esta época no es la de los ritos, que ahora vivimos en la era del espectáculo. ¡Sí, lo podría llegar a aceptar! Pero la tradición de los encierros no tiene sentido si al toro no le colocamos en la parte central y más alta del escenario de ese supuesto espectáculo. Y no es eso precisamente lo que se está haciendo con la entrega de premios al mejor corredor.

Si al menos se entregase el primer premio, el más importante y el mejor dotado al toro o a la corrida haya realizado el mejor encierro...

Por ello (y aquí viene la parte constructiva), propongo que, cuando se convoquen ese tipo de trofeos a corredores, se otorgue cuando menos un primer premio, el más importante, al toro o a la corrida que haya realizado el mejor encierro. Luego, por debajo de ese, que se den otros trofeos menores a corredores si se quiere. Yo seguiré sin aprobarlos, pero al menos se hará algo de justicia con el que siempre debe ser el único protagonista del encierro.

Claro que todo esto sólo es mi opinión. Y éste es mi deseo:

Hacer entrega de una copa a todos los corredores que hayan participado en encierros durante el año 2008. Sí, UNA COPA, pero de éstas...


¡¡¡Por TODOS los corredores de encierros!!!




3/1/09

Carta a los Reyes Magos


“Queridos Reyes Magos:

Me llamo (...) y tengo diez años, pero cuando vengáis en enero a traerme los regalos ya habré hecho los once...”


¡No sé! Era una sensación muy extraña, porque parecía como si estuviese viendo una película en la que yo era el actor, pero con... ¡diez años! Me veía tal y como salgo en una fotografía que me hicieron en uno de mis primeros años de escuela, sentado tras una mesa y escribiendo.


“...Con los amigos de mi barrio me gusta jugar al fútbol, al escondite y al rescate, pero lo que más me divierte es jugar a los toros con mis primos. Todos los años estamos deseando que empiecen a poner los palos de la plaza para poder jugar a torear y a correr en el encierro.

Uno de los viejos del pueblo me dijo un día mientras jugábamos que me voy a parecer a mi padre, porque corro mucho y salto muy alto a las vallas. Ya llego hasta el segundo palo. Y yo me alegré cuando me dijo eso porque de mayor quiero ser corredor de encierros, como mi padre...”




¡Qué recuerdos! Es cierto que cuando era un crío jugábamos a las bolas, a las chapas, a la lima, al peón, al rescate, al escondite... y al fútbol, claro. No obstante, uno de los días del año más deseado por mí era aquél en el que empezaban a montar la plaza para la Fiesta; a partir de entonces, pasaba horas y horas con mis primos jugando a los toros.


“...Pero dicen los mayores que hasta que no cumpla los dieciséis no voy a poder salir a correr en el encierro de verdad porque lo prohíben las leyes. Y para que haga los dieciséis aún me quedan muchos años.

Además, ya no es como antes, que a los más pequeños les soltaban unas vaquillas pequeñitas. Ahora ya no dejan hacer eso. Hacen un encierro para niños con unos carretones que llevan los mayores por la calle como si fueran los toros. Y a eso ya juego con mis primos...”


¡Qué extraño! ¡Si cuando yo era un crío no pasaba eso! –Pensé para mí, según me veía en esa especie de película en la que aparecía de niño escribiendo la carta a los Reyes Magos-. Es más, recuerdo que fue precisamente con once años cuando salí por primera vez a la calle del encierro en las fiestas de mi pueblo. Tan lejos de los toros que ni los vi; pero ya salí aquel año.


“...Yo sé que aún soy pequeño para correr en el encierro de verdad, pero lo que no entiendo es por qué no nos pueden soltar unas vaquillas para los niños. Dicen los más mayores que así es como aprendieron ellos.

Por eso, como sois Reyes y además Magos, lo que os pido de regalo para este año es que habléis con los que mandan para que dejen hacer encierros para niños con vaquillas...”


Aunque seguía sin entender la razón de la visión que se me ofrecía ante mis ojos, estaba totalmente de acuerdo con lo que pedía en su carta a los Reyes Magos ese niño de diez años; fuese yo o no.

Al contrario de lo que ocurre con los chavales de ahora, los de mi generación no tuvimos problemas para incorporarnos al encierro según nos fue surgiendo la llamada de la afición; fuese a la edad que fuese. Y, al margen, en las capeas se solían soltar vaquillas para que los más pequeños diesen sus primeros pasos en el mundo de los toros.

Esos sí que eran unos auténticos encierros infantiles; toda una escuela para los futuros corredores de encierros. En cada localidad según la modalidad de su tradición local, como ocurría en Pamplona con el encierro txiki. Ahí aprendió a moverse por la calle Estafeta toda una generación de corredores.


“...Y, además, como he sido muy bueno en casa y en el colegio, también me pido...”


¡¡¡Rrriiinnnggg!!! ... ¡¡¡Rrriiinnnggg!!! ... ¡¡¡Rrriiinnnggg!!!

Aquel repetitivo sonido terminó por despistarme del todo.

Hasta que no atiné a saber que era mi móvil lo que sonaba no tuve conciencia de la realidad: me había quedado dormido.

Entonces fue cuando comprendí que esa película, esa visión mía con la edad de diez años escribiendo la carta a los Reyes Magos sólo había sido un sueño.

Y, pocos segundos después, también pude deducir la razón que lo había motivado:

Al mediodía había estado en una comida navideña con unos amigos, y uno de ellos comentó en los postres que su hijo había escrito la carta a los Reyes Magos y que, como ya tenía siete años, había pedido que le inscribieran en el Campeonato Nacional de Minimotos “Cuna de Campeones de ...[publicidad]... 2009” -un campeonato que consta de seis pruebas en distintos circuitos de España y que, además de estar patrocinado por la entidad bancaria que le da nombre, está becado por el Circuit de la Comunitat Valenciana Ricardo Tormo; y todo ello con el gran objetivo de formar a futuros campeones de motociclismo-. Por supuesto, ya había inscrito al niño.

Le di la enhorabuena, porque creo que esa es una fórmula ideal para que los chavales se forjen en lo que es su gran afición. Pero también le comenté la injusticia que representa el hecho de que, mientras a su hijo le iban a permitir correr campeonatos de minimotos con siete años, a los niños que quieren ser corredores de encierros no les permiten participar hasta los dieciséis y que mientras los cumplen, como los encierros txikis con becerras están prohibidos, sólo pueden correr delante de unos carretones que, lógicamente, no dan la medida de lo que es un encierro real.

-“¡Es que es muy peligroso que unos niños se pongan a correr delante de unas becerras!” –Me dijo aquel compañero de mesa.
-“Respóndeme a una pregunta” –le pedí-. “¿Qué velocidad alcanza la minimoto con la que va a correr tu hijo?”
-“¡Coge los 60 km/h!” –me contestó, sin poder disimular un tono jactancioso.
-“Pues tan peligroso puede ser un topetazo de una becerra a un chaval de diez o quince años como que un niño de siete se caiga de una moto a 60 km/h.”

Me resultó imposible convencerle.




Y mientras él siguió hablando de su hijo y de los que le han precedido en anteriores ediciones de Cuna de Campeones -Gadea, Barberá, Faubel, Terol, etc.-, yo no pude hacer otra cosa más que escucharle, con sana envidia, y pensar en los hijos de algunos compañeros corredores que conozco y que hasta los dieciséis años sólo podrán correr delante de un carretón.

¡Qué tengan suerte el día que den el salto!

Así, pensando en la fortuna de ese futuro motorista de siete años con su carta a los Reyes Magos, llegué a casa después de la comida y debí quedarme dormido al echarme en el sofá. No es de extrañar que me pusiese a soñar con otro niño que escribía una carta a los Reyes Magos pidiendo un encierro txiki con becerras.

Una carta y un sueño que no son otra cosa más que un comentario conmigo mismo tras un almuerzo.