28/9/09

Respeten a nuestros muertos

Autora: Anna Nelubova, “Loky”, de Moscú (Rusia) ... Fuente: “Loca un poco


Muchos corredores tenemos por costumbre reunirnos a almorzar tras correr en un encierro. Yo procuro hacerlo siempre que puedo. Me gusta; es más: creo que el almuerzo forma parte del festejo. Pero hace unos días fui a un encierro y, como no coincidí con ninguno de los miembros habituales de mi cuadrilla, tras la carrera me fui a visitar a un compañero que permanecía ingresado en un hospital a consecuencia de una cogida que había sufrido aquella semana.

Él, hospitalariamente hablando, ya estaba restablecido, le darían el alta en un par de días, y la familia se podía permitir el hecho de no tener que mantener una vigilia continuada en la habitación. Así, quien le acompañaba cuando yo llegué decidió ausentarse a los pocos minutos para realizar una gestión. Coincidió justo con la hora en que al compañero le trajeron la comida (ya se sabe como son los horarios en los hospitales), y se me ocurrió una idea: comprarme un sándwich y un refresco en la máquina expendedora que había en la planta y organizar con él una especie de almuerzo post-encierro en la habitación. No sería a base de codillo y cerveza, que es lo que más le gusta a él, o de un par de huevos fritos con “lo que sea” y vino, como prefiero yo; pero así podríamos hablar de encierros mientras que almorzábamos los dos.


-¡Joder, tío! -me dijo el compañero, mientras “saboreaba” las acelgas sin ningún tipo de aderezo que le habían servido-. ¡Como se pasan en la tele cada vez que muere alguien en un encierro!


En efecto, al margen de tocar el tema de la crisis en los toros y de servir de altavoz mediático a los colectivos antitaurinos, colocando en portada de los diarios de mayor audiencia sus manifestaciones con no más de un centenar de personas (el 0,0002 % de la población), de lo que más se ha hablado en televisión durante este verano en relación con los encierros ha sido de los fallecidos en los festejos taurinos populares. Y no a modo de homenaje, precisamente, o de simple recuerdo, sino utilizando los percances mortales que se han ido sucediendo como argumento para lanzar mensajes en contra de los encierros y los festejos taurinos populares.

La muerte de un corredor, de un mero participante o, incluso, de algún espectador resulta algo excepcional durante el transcurso de un festejo taurino popular; pero todos los años tenemos que lamentar algunas. Y en éste, si no me equivoco, la última noticia que se dio en los medios fue la de ocho fallecidos durante lo que va de la temporada.

Es muy doloroso, pero el Toro, efectivamente, se cobra un peaje de sangre cada año, y ése es (y deseo que se quede ahí) el balance provisional de corredores y aficionados muertos en el 2009 durante la celebración de festejos taurinos populares.

Pero siendo doloroso el fallecimiento de estos aficionados, lo que nos indigna al colectivo de los corredores es que los medios utilicen su muerte para, precisamente, atacar con saña a los encierros.


Alguien me podrá decir que todas las comparaciones son odiosas o que nada tienen que ver los encierros con, por ejemplo, los deportes de montaña o los distintos tipos de actividades que se practican en ella, pero no me resisto a utilizarlos para cotejar números y comparar el trato diferenciado que se da en los medios de comunicación cuando se produce un percance mortal en un caso o en los otros.


Según datos de la Subdelegación del Gobierno en Huesca, así como de la Guardia Civil de Montaña de esa misma provincia, durante el año 2008 murieron 25 personas en el Pirineo aragonés mientras practicaban algún tipo de deporte de montaña o de actividad relacionada con ella.

La información sólo se refiere a la provincia de Huesca, por lo que a ella habría que añadir los datos del resto del país. Dichos datos no he conseguido localizarlos, pero sí que he encontrado un dossier de la Guardia Civil que nos ofrece la siguiente información: en los servicios prestados por el Servicio de Montaña durante el año 2006 se rescataron 97 personas fallecidas.


Y repito: no son comparables la costumbre de correr encierros con actividades tan distintas como las que se practican en la montaña; ya sea la escalada, el senderismo, el parapente o el descenso de barrancos. Ni tampoco es éste un artículo contra ese tipo de actividades, pues soy un amante de la montaña. Pero esos son los datos.


-¿Tú recuerdas que algún telediario haya colocado en portada la noticia del fallecimiento de una persona mientras practicaba descenso de barrancos para postularse a favor de la prohibición de dicha práctica? –le pregunté a mi amigo.
-¡No! –me contestó.
-Y, haciendo una comparación con la trágica jornada del 2 de agosto de 2008 en el K2, en la que se calcula que fallecieron 18 montañeros, ¿qué ocurriría con los encierros si en Pamplona murieran en un solo día 18 corredores? –le volví a preguntar.
-¡Qué nos quedábamos sin encierros! –fue su respuesta.


Pero en ningún medio he escuchado que se pida la prohibición de la práctica del descenso de barrancos ni mucho menos del alpinismo cuando suceden percances mortales. Se acogen con preocupación, con duelo, y utilizando términos que, en la mayoría de los casos, sirven de homenaje a los fallecidos en estos tipos de actividades. ¡Como debe ser, vamos!

Con los nuestros, no. Con los fallecidos en festejos taurinos se ofrece la información y, al mismo tiempo, se abre el debate. Y de qué forma o con qué modos.


¿Cómo podemos olvidar los corredores de encierros las bochornosas jornadas televisivas vividas durante los pasados sanfermines?


Con mucho, y aunque no tuviera tanta repercusión mediática, el suceso que provocó un ataque más despiadado a nuestra tradición fue el de Cabanillas (Navarra), en el que el fallecido contaba con dieciséis años de edad.

A raíz de ese suceso, el portavoz de la Asociación Pro Derechos del Niño, José Luis Calvo, exigió a las administraciones públicas que no permita correr encierros a menores de 18 años y criticó que la protección del menor no se aborde en el ámbito de las tradiciones.


-¿Y yo que no recuerdo a este José Luis Calvo saliendo en los medios de comunicación cuando en el 2006 falleció una niña de doce años tras caerse de un castell de nueve pisos? –le dije al compañero, cuando ya había terminado mi sándwich.
-¡Hombre! Hace tres años de aquello. Puede que sí saliera en la tele pidiendo que se prohíba la participación en los castells a los menores de 18 años.
-Yo creo que va a ser que no.



En ese momento volvió a la habitación el familiar de mi amigo y como no nos pareció oportuno seguir hablando del tema, dadas las circunstancias, terminamos aquel peculiar almuerzo comentando un incidente entre un “jugador” del Betis y otro del Real Madrid. Poco después me marché para casa, deseando a mi compañero y amigo una total recuperación.


La conclusión que saco de este almuerzo es que en los medios de comunicación se utilizan distintas varas de medir dependiendo de las tradiciones, las culturas y las aficiones que sean protagonistas de noticias luctuosas. Y yo, como corredor de encierros que soy y a la vista del tratamiento mediático que se ha ofrecido este verano con los fallecidos en festejos taurinos populares, sólo pido a los medios de comunicación que, al menos, respeten a nuestros muertos.

...

NOTA: La autora de la acuarela con la que he encabezado esta entrada es Anna Nelubova, “Loky”, de Moscú, quien tiene abierto un blog donde nos muestra las obras que la evoca su afición por los toros. ¡Bendita locura, Loky! “LOCA UN POCO”.


.

19/9/09

Portillo de Toledo

Municipio perteneciente a la provincia de Toledo, de la Comunidad Autónoma de Castilla - La Mancha (España). Está situado a unos 35 kilómetros de su capital provincial en dirección noroeste.


Se va perdiendo la rica variedad de festejos taurinos populares que teníamos hasta hace unos años, ya que la autonomía de los municipios que garantiza el art. 140 de la Constitución está constreñida por el empecinamiento de los políticos de entes supramunicipales en acaparar facultades legislativas y no delegar potestades a los ayuntamientos. Así, en materia de encierros, fijan reglamentariamente unos tipos de festejos únicos y obligatorios para toda la demarcación geográfica de su competencia y no permiten que cada pueblo pueda organizar sus encierros con las variantes heredadas del pasado.

No obstante, hay pueblos en los que, aunque ya nada es como era antes, aún se trata de preservar el espíritu de esas formas del pasado, y asistir a sus encierros es como volver atrás en el tiempo, resultando placentera esa liberación, aunque sea mínima, del corsé que nos imponen los actuales reglamentos autonómicos en materia de festejos taurinos populares.

Uno de esos pueblos es Portillo de Toledo.


HISTORIA

La frontera entre territorio cristiano y musulmán se fijó en el río Tajo con la conquista de Toledo en el 1085. Tras ese hecho, los reinos de taifas pidieron ayuda a los almorávides, que por entonces controlaban el norte de África, y con su intervención se detuvo ahí el avance de la Reconquista, por lo que la ribera norte del Tajo quedó como zona de exposición y en ella se retuvo el proceso de repoblación hasta la siguiente centuria.

Así, los primeros testimonios de la existencia de Portillo son varios documentos de mediados del s. XII relacionados con donaciones del rey Alfonso VII en los que aparece citado como “Portellu”, “Purtellu”, Portillo o como la alquería de Portillo. En uno de ellos aparecen como beneficiarios el monasterio cisterciense de Santa María de Batres, el “Maestro Hugo” y sus monjes allí residentes.

Así es como comienza el devenir histórico de Portillo que conocemos documentalmente, como un pequeño señorío de tan solo 2.000 hectáreas que, quizás por su reducida superficie, fue constante objeto de transacciones, incluso parciales, lo que originó conflictos respecto a si era un señorío con derecho de jurisdicción, si sólo era un señorío solariego o si, al margen de las propiedades que pudiese tener algún noble, era un lugar de realengo cuya jurisdicción correspondía al rey.

Se sabe que Portillo pertenecía en 1232 al Monasterio de San Clemente de Toledo por las dotes de las monjas Orabona, Munia y Vela, hijas de don Arnaldo Muñoz. Dos siglos más tarde, a principios del XV, la propiedad de Portillo estaba dividida. La mitad pertenecía a don Diego de Fuensalida, Obispo de Ávila, y a su fallecimiento pasó a poder de su sobrina Guiomar Barroso, que era esposa de Diego López de Ayala, señor de Cebolla. Una vez fallecidos ambos, la titularidad la heredó Juan de Ayala, quien en 1491 compró la otra mitad de Portillo a Fernando de Rojas y su esposa María de Figueroa, declarándose señor de todo el lugar y exigiendo el reconocimiento de su derecho de jurisdicción en él.

En cambio, en el año 1575 los vecinos de Portillo declaran en las Relaciones Topográficas de los pueblos de España encargadas por Felipe II que Portillo es lugar de realengo y que no reconocen más señor que el Rey. Pero la clase noble de la comarca, cuando menos, mantenía fuertes intereses allí:

“...en este dicho lugar tiene el Duque de Maqueda unas casas e muchas tierras y olivas e viñas e tributos de gallinas e azafrán...”
“...a una legua de este dicho lugar pequeña el Duque de Maqueda tiene un bosque que se dice el Soto de Calatrava...”


Y ello originaba continuos enfrentamientos, puesto que el Duque se atribuía un poder de jurisdicción que los vecinos creían que no le correspondía:

“...el concejo de este lugar nombra los oficiales cada un año y el Duque de Maqueda los confirma, y no saben porque razón y cabsa o titulo tiene para ello...”

Amén de otras disputas con más miembros de la nobleza:

“...y en cuanto a los pastos y aprovechamientos que este dicho lugar tiene y ha tenido ha sido de tiempo inmemorial acá un termino que se dice La Reyerta... el Conde de Escalona se lo ha tomado e toma por fuerza y queda este pueblo perdido sin ello e se podria despoblar...”

Hacia 1625 se concertó la venta de Portillo a don Gregorio López de Lacárraga y, poco después, éste traspasó sus derechos a don Agustín Sarmiento de Sotomayor, para quien se creó el título de Vizconde de Portillo en 1642. A su muerte, en 1652, le sucedió su hijo don Francisco Sarmiento de Sotomayor y de los Ríos, a quién se concede el título de I Conde de Portillo.

Reinando Felipe IV, y de acuerdo con el Conde, se nombró villa al lugar de Portillo de Toledo, y con ese estatus jurídico de “villa de señorío” es definido hacia 1784 en las Relaciones del Cardenal Lorenzana.

Los señoríos jurisdiccionales serían abolidos en toda España en un proceso legislativo que se inició en 1811 y culminó en 1837.


MONUMENTOS Y ARTE


El monumento más importante de Portillo es la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz. La advocación más antigua que se conoce documentalmente de esta iglesia es la de San Cosme y San Damián, pero en el s. XVII se acordó su cambio por el de la Virgen de la Paz con anuencia de la Sede Apostólica.

Según cuenta la tradición, don Francisco Sarmiento de Sotomayor, señor que era de este pueblo, encontró la imagen de la Virgen en Brasil, en poder de unos indios que la usaban de asiento en su cocina, y que desde allí la habría transportado hasta la iglesia de Portillo, comenzando entonces su devoción.


EXCURSIONES

Naturaleza.- A sólo 25 kilómetros de Portillo podremos visitar un hermoso paraje y, a la vez, uno de los menos conocidos de toda la provincia de Toledo: Las Barrancas de Burujón.


Las Barrancas son unos cortados arcillosos formados por la erosión del viento y las aguas del río Tajo sobre sedimentos de 25 millones de años de antigüedad. A través de una senda señalizada que cuenta con varios miradores se pueden observar los cortados del enclave, así como su flora (vegetación mediterránea y riparia, fundamentalmente) y su fauna, destacando el apartado de las aves: halcón peregrino, águila imperial ibérica, buitre negro y otras especies amenazadas; además de cigüeña, pato, garza...

Podéis obtener más información pulsando el siguiente enlace.


Turismo.- Muy próximo a Portillo se encuentra el eje de comunicación entre Toledo y Ávila, que nos sirve de vía para realizar un recorrido de alto interés turístico por la comarca conocido como "La ruta de El Lazarillo": Barcience, Torrijos, Val de Santo Domingo, Maqueda, Escalona y Almorox son sus escalas, y en ellas podremos visitar castillos, iglesias, una colegiata, un palacio...



Podéis obtener más información pulsando el siguiente enlace.


FIESTAS

Dado el cambio de advocación de la parroquia de Portillo de Toledo a la Virgen de la Paz que tuvo lugar en el s. XVII, la anterior tradición de venerar en el pueblo a San Cosme y San Damián debió ser el motivo de que en el año 1780 se eligiera la festividad de dichos Santos Mártires para celebrar una Feria de Ganado en el entorno del 27 de septiembre y dedicar los beneficios a la construcción de una fuente de agua dulce de la que, por entonces, carecía el pueblo.

Así, se podría decir que desde 1780 parte la tradición en Portillo de celebrar estas fiestas de septiembre; si bien no hay que olvidar que hasta un siglo antes, aproximadamente, la festividad de los Santos Mártires había sido la más importante desde tiempo inmemorial.

Unas fiestas, las de San Cosme y San Damián, que actualmente se celebran, entre otros actos, con encierros, que están programados en el 2009 para los días 20, 24 y 28 a las 10:00 hs. y en la noche del 26 al 27 a las 00:01 hs.
.

14/9/09

La Real Vacada Brava de Aranjuez

(Escudo de armas de Felipe II y sus sucesores de la Casa de Austria)

.
Las ganaderías de toros de lidia que actualmente conforman nuestro campo bravo derivan de una serie concreta de vacadas que los tratadistas denominan fundacionales porque afirman que sus propietarios fueron los primeros que comenzaron a seleccionar y programar la reproducción de las reses con la finalidad exclusiva de obtener unos toros destinados específicamente para la lidia, para el toreo a pie tal y como lo conocemos. Por ello es que sólo se suele hablar de ganaderías de toros de lidia a partir del siglo XVIII (aproximadamente y hablando en términos generales).

Pero debemos convenir en que con anterioridad a dicho siglo ya hubo ganaderos de reses bravas, si bien la mayoría de los criadores no destinaban todo su ganado al específico fin de la lidia; y, por otro lado, no hay referencias documentales que acrediten el uso en esas ganaderías de criterios de selección y reproducción de las reses basados exclusivamente en esa lidia de los toros.

De la prueba de la existencia de ganaderos de toros de lidia con anterioridad al siglo XVIII se ha ocupado el investigador D. Francisco López Izquierdo, quien en un artículo publicado en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-1, Enero-Junio 1975), ofrece una relación de 41 ganaderos propietarios de toros que fueron lidiados en Madrid durante el siglo XVII; ganaderos que eran procedentes de Zamora, Madrid, Salamanca, Valladolid, Ciudad Real, Jaén, Cádiz y Toledo muy especialmente, pues esta provincia acapara 17 nombres del total de esa relación de criadores.

Entre todos esos titulares de ganaderías de toros de lidia anteriores al siglo XVIII hay que destacar a uno que López Izquierdo cita en su relación con el nombre: “El Rey - Aranjuez (Madrid)”. Y es que, efectivamente, desde Carlos I (s. XVI) hasta Carlos III (s. XVIII), es decir, durante diez reinados consecutivos que se extienden a lo largo de más de doscientos años, “el Rey de España” fue el propietario de una de las ganaderías de toros de lidia más importantes de la historia, no sólo por la regia figura de sus sucesivos titulares, sino también, y principalmente, por la gran cantidad de años que estuvo activa, por el elevado número de toros que lidiaron y, además, porque dichas reses eran muy deseadas por el público de la época, ya que eran de origen jarameño y por entonces los toros que se criaban en el Jarama tenían fama de ser los más bravos del Reino.

La ganadería del Rey estaba sita en Aranjuez, en cuyas tierras está el lugar de desembocadura de las aguas del Jarama en el río Tajo, y de ahí que Francisco López Izquierdo en su artículo denominara a esta ganadería “La Real Vacada Brava de Aranjuez”. Aunque para ser estrictos habría que decir la primera Real Vacada, ya que Fernando VII en el s. XIX, tras adquirir en 1830 la mayor parte del ganado de D. Vicente José Vázquez, constituyó en Aranjuez una ganadería que también se denominó Real Vacada; y que sería, lógicamente, la segunda.

Don Francisco López Izquierdo escribió en el siguiente número de la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-2, Julio-Diciembre 1975) otro artículo que versaba sobre esa primera Real Vacada Brava de Aranjuez; y este texto, dada la amplitud y densidad del artículo, no tiene mayor pretensión que la de aportar unos pocos datos de los muchos que nos facilita dicho investigador.


........... La Real Vacada Brava de Aranjuez


Aranjuez está enclavado en la confluencia de los valles de los ríos Tajo y Jarama. En esa conjunción de riberas la naturaleza conformó un paraje singular de gran belleza, en el que se alzaban frondosos sotos que, a su vez, cobijaban unas vegas de excepcional fertilidad. Un entorno natural idílico para la vida y el recreo.

Así lo supieron ver los Maestres de la Orden de Santiago, que construyeron allí una casona de recreo cuando se le otorgó a dicha orden militar la propiedad de Aranjuez una vez que fue conquistada de forma definitiva en 1178. Y así lo entendieron los Reyes Católicos y los monarcas Carlos I y Felipe II; pues tanto los primeros, tras obtener en 1498 la administración vitalicia del Maestrazgo de la Orden de Santiago, como los segundos, con la confirmación a perpetuidad de dicha administración por bula del Papa Adriano VI en 1523, fueron ordenando bajo su mandato la conversión de la antigua casona en palacio, la creación de jardines y la dotación de nuevas infraestructuras para el engrandecimiento y mayor embellecimiento de un Aranjuez, concluyendo con la declaración de Real Sitio y reservando para la monarquía su uso de forma exclusiva.

Claro que, mientras Isabel la Católica sólo vio en aquel bello enclave un lugar ideal para el recreo, Carlos I, gran amante de la caza y los festejos taurinos, también apreció la existencia allí de abundante fauna cinegética y la idoneidad del lugar para la cría de toros de lidia.


Antigüedad de la Real Vacada

Los pocos tratadistas que habían tratado este tema atribuían la fundación de la Real Vacada de Aranjuez a Felipe III, y señalaban el año 1606 como el más antiguo que podían precisar en relación a su existencia.

En cambio, López Izquierdo nos descubre que en el Archivo General de Palacio se halla un documento de 1602 acerca de la Vacada, un inventario de los bienes, derechos y aprovechamientos que Felipe III tenía en el Real Sitio a finales de ese año, constando en el mismo que el Rey tenía por entonces en Aranjuez 500 reses: 130 vacas de más de cuatro años, 60 toros de cuatro y cinco años, 40 utrero-as, 130 erale-as, 120 añojo-as y 20 cabestros.

Pero Francisco López Izquierdo va más allá, y llega a la conclusión de que la Real Vacada Brava de Aranjuez debió fundarse hacia 1535, reinando Carlos I. Para ello se basa en una afirmación que incluye Juan Antonio Álvarez de Quindós y Baena en su obra “Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez” (1804):

“Desde el primer establecimiento del Sitio hallo noticia de la cría de toros bravos, y que su mayoral y el de las yeguas eran los primeros papeles en el Sitio”

Y, como en el año 1530 es cuando Carlos I ordenó realizar las primeras obras en Aranjuez, López Izquierdo aventura la fecha de 1535 para el comienzo de la actividad ganadera. Esa conclusión, lógicamente, no tiene una base documental, pero está basada en las palabras de quien fuese Oficial en la Administración del Real Sitio y, por tanto, de quien tuvo acceso a toda su documentación (que no resulta mala fuente). No obstante, Álvarez de Quindós y Baena sí que cita en su obra varias fechas de la segunda mitad del siglo XVI relacionadas con la cría de toros en Aranjuez, lo que significa que en tiempos de Felipe II la Real Vacada ya estaba en plena actividad y que en ella se criaban toros de lidia.

Si tenemos en cuenta que la Real Vacada estuvo en activo hasta 1766, estaríamos hablando de una ganadería que se mantuvo a pleno rendimiento durante más de doscientos años.


Los toros jarameños

Francisco López Izquierdo aporta en el artículo que sirve de fuente para este texto unas citas del año 1700 que atestiguarían que los astados de la ganadería que el Rey tenía en Aranjuez eran toros jarameños.

Restos arqueológicos prueban la presencia desde tiempos inmemoriales de reses silvestres en las vegas del Jarama, en las de sus afluentes y aledaños. Allí pastaron en libertad hasta que el hombre fue agrupándolas para conformar las primeras vacadas.

Citas del siglo XVII, correspondientes a nuestra literatura más universalmente reconocida, nos hablan de la agresividad y fiereza de estos toros del Jarama. Baste apuntar a Miguel de Cervantes: “¡Ea, canalla —respondió Don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!” O a otros dos de nuestros más ilustres literatos del Siglo de Oro: Lope de Vega, en La noche toledana, o Tirso de Molina, en La villana de Vallecas.

Además de estas citas, que alguien podría pensar que tan afamadas plumas pudieran haber acomodado para lustre de sus obras, con carácter oficial tenemos prueba documental de la acreditada fama de bravura de los toros jarameños en las Relaciones Topográficas ordenadas por Felipe II, ya que se puede leer en una de las respuestas de la localidad de Arganda del Rey (1575-1578) que “... en esta ribera se crían los más bravos toros que se crían en el reino, según fama, y a esta causa se han llevado y llevan a muchas partes y al reino de Aragón, y por su ferocidad suelen decir, cuando una cosa es brava, es como un toro jarameño”.

(Toro Jarameño ... Óleo sobre papel ... Autor: Pablo Moreno Alcolado)


Para poder saber cuál era el prototipo racial de los toros jarameños en el siglo XVI, contamos con la descripción que en 1593 facilitó Jerónimo de la Huerta:

“Son los toros -del Jarama o de las riberas del Tajo- por la mayor parte negros o de color fusco o bermejo; tienen los cuernos cortos y delgados, acomodados para crueles heridas y para levantar cualquier cosa del suelo; la frente remolinada; la cola, larga, hasta tocar en la tierra; el cuello corto; el cerviguillo, ancho y levantado; los lomos, fuertes; los pies, ligeros, tanto que alcanzan a la carrera a un ligero caballo...”


Actividad de la Real Vacada

Mantiene Francisco López Izquierdo que la actividad de la Real Vacada fue siempre efectiva; que en Madrid se lidiaron toros del Rey en casi todas las corridas que allí se daban, y que los pueblos principales los solicitaban para sus fiestas y corridas.

A este respecto, y sólo a modo de ejemplo parcial, D. Rafael Cabrera Bonet nos documenta en el artículo “Transformación y continuidad del espectáculo taurino madrileño en el primer tercio del siglo XVIII”:

De la Real Vacada “... se venden reses bravas para Villaseca de la Sagra el 14 de agosto de 1739...; para Arganda del Rey, el 13 de marzo de 1741; con destino a Alameda de la Sagra se venden 22 toros en 1745; para Valdemoro se destinan 23 toros bravos en 1746 y 10 vacas y 6 toros en 1747; ese mismo año se venden nuevas reses a Alameda de la Sagra y para la Villa de Estremera cinco toros; en 1748 se llevan reses a Ciempozuelos (en una o en dos ocasiones) y 6 toros y varias vacas a Valdemoro; etc...”

Y los toros regios se pagaban además a subidos precios: en el año 1591 se vendían los toros del Rey a 12.000 maravedís cada uno. En 1605 se vendieron al Ayuntamiento de Madrid por 54.000 maravedís cuatro toros más el cabestraje. En 1647 valía cada toro a 500 reales, y el precio fue subiendo tanto que en 1675 se dieron en 1.000 reales; es decir: al doble en tan sólo 28 años.

Ese el precio más alto que nos aporta el estudio, ya que en 1683 se apalabraron a la baja, en tan solo 700 reales, y en 1766 su cotización aún estaba en los 750.

Pero los toros de la Real Vacada no sólo se destinaban a la venta para las corridas organizadas por los ayuntamientos; como es fácil imaginar, en todo tiempo también se utilizaron para las diversiones privadas de los Reyes, empleándolos en todo tipo de juegos y cacerías.

Debemos entender, pues, que la Real Vacada siempre dispuso de un número alto de cabezas. Y, efectivamente, en el estudio se nos aportan datos de distintos años en los que se fija un número de cabezas que ronda las 500 reses.


Extinción de la Real Vacada

Sabida es la animadversión que tenía contra las corridas de toros Felipe V, el primer Borbón. Como consecuencia, la nobleza dejó de participar en las corridas caballerescas y desapareció este tipo de festejo. Pero, no obstante lo anterior, la Real Vacada continuó activa durante su largo reinado.

Ahora bien, la reducción de festejos debió suponer un duro revés para la tesorería de la Real Vacada y, fallecido Felipe V, su hijo y sucesor Fernando VI, poco amante también de los toros, encargó un informe sobre la rentabilidad de la ganadería en los cinco años anteriores a su mandato. El resultado fue un saldo negativo de 7.233 reales de vellón. Claro que en esos cinco años, entre 1741 y 1745, sólo se vendieron 68 toros.

La decisión ante tales cuentas fue una reducción drástica de la ganadería durante el reinado del segundo Borbón. Pero la suerte parecía ya echada.

Carlos III, además de prohibir las corridas de toros, también acordó en 1765 la extinción de la Real Vacada Brava de Aranjuez, procediéndose a la venta de los últimos restos en 1766.


...

Fue así como desapareció la Real Vacada Brava de Aranjuez, una de las ganaderías de toros de lidia más importantes de todos los tiempos.

Los toros que en ella se criaron, los jarameños, forman parte de la historia del toro de lidia. Como ocurre igualmente con otros toros de la zona sur de la Meseta Central: los que la familia Jijón crió en tierras de Los Ojos del Guadiana. Pero todo ello será materia de otros textos de esta bitácora.


...

Nota:
Los artículos de Francisco López Izquierdo que han servido de fuente para este texto se pueden consultar en los archivos de la Biblioteca Nacional.
Por otro lado, se autoriza a compartir por otras web’s el óleo sobre papel de Pablo Moreno Alcolado, pero deberá citarse su autoría y deberá añadirse un enlace a este blog.

4/9/09

Feria de Novilladas de Arganda 2009



En el marco de las Fiestas Patronales de Arganda del Rey se ha anunciado su Feria de Novilladas 2009, que tendrá lugar los próximos días 7, 8, 9, 10, 11 y 14 de septiembre y se compondrá de cuatro novilladas con picadores, un festejo mixto y su tradicional Concurso de Recortes.

Los carteles anunciados son los siguientes:

Lunes, 7: Novillada con Picadores
6 novillos-toros de la ganadería de Cebada Gago
Sergio Serrano
Fernando Tendero
Alberto Molina

Martes, 8: Novillada con Picadores
6 novillos-toros de la ganadería de Adolfo Martín
Paco Chaves
Juan Manuel Jiménez
Daniel Nunes

Miércoles, 9: Festejo Mixto
2 reses de la ganadería de Torrenueva para el rejoneador
Mariano Rojo
4 erales de la ganadería de El Freixo
Diego Fernández
Miguel Cuartero
Fernando Adrián
Antonio Lomelín

Jueves, 10: Concurso de Recortes
6 toros de la ganadería de Caldeira

Viernes, 11: Novillada con Picadores
6 novillos-toros de la ganadería de Navalrosal
Javier Herrero
Antonio Rosales
Patrick Olivier

Lunes, 14: Novillada con Picadores
6 novillos-toros de la ganadería de Alcurrucén
Javier Cortés
Pablo Lechuga
Arturo Saldívar

El Ayuntamiento, a la hora encarar los astifinos pitones de la crisis en la que estamos inmersos, se ha decidido por eliminar el día de festejos que se había estado añadiendo en los últimos años de bonanza económica, reducir el número de novilladas e incluir el concurso de recortes dentro de los carteles de la feria para completar el ciclo. Salva así, más de cara al número de encierros y capeas que al de las novilladas del abono, los seis días que tradicionalmente vienen siendo fijos en su feria. La directriz que sí se mantiene es la del criterio a la hora de la elección de ganaderías, ya que Cebada Gago, Adolfo Martín, Alcurrucén y Navalrosal son hierros habituales en la feria argandeña. Por todo ello, y pensando muy especialmente en los aficionados a los festejos taurinos populares, cabe decir que el Consistorio, si no airoso, ha salido de la suerte de una forma decorosa.


Arganda del Rey, con su decidida y mantenida apuesta de confeccionar su feria en base a novilladas picadas y, por tanto, sin las habituales presiones de las figuras del toreo, puede elegir ganaderías de primera categoría, con variedad de encastes, y presentar utreros con un cuajo y un trapío muy superior a la mayoría de los “torejos” que vemos en las ferias y encierros de otros pueblos y ciudades.

Hablando de los encierros, se señalan para las nueve de la mañana y todo apunta a que los días 7, 8 y 9 se correrán por el recorrido de abajo, el de la calle San Juan; mientras que los días 10, 11 y 14 discurrirán por el recorrido de arriba, el de la calle Real.

Y, como es norma en Arganda, todos los días está previsto que, una vez finalizado el encierro de las novilladas anunciadas para el festejo vespertino, seguidamente tenga lugar el de las reses de capea, que serán mayoritariamente de la ganadería de Caldeira, la misma del concurso de recortes, pero también se cuenta con la inclusión de algunos novillos del resto de las ganaderías anunciadas en los carteles de la feria.


Todo resulta peculiar en esta localidad: unos encierros que sólo se celebran en días laborables, dos recorridos diferentes a lo largo del serial y dos carreras seguidas por jornada. Pero, más que peculiar, el encierro de Arganda es importante, uno de los más importantes de la Comunidad de Madrid; especialmente los días que transcurre por la calle San Juan.

La calle San Juan tiene una longitud de algo más de doscientos metros sin apenas talanqueras en las que resguardarse, es estrecha y presenta una ligera pendiente ascendente, lo que facilita la carrera de unos novillos que, además de serios, suelen ser de ganaderías encastadas y salen a la calle con un reducido número de cabestros, el mínimo que marca el reglamento.

Todo un cóctel que hace del encierro por la calle San Juan de Arganda uno de los más difíciles, exigentes y peligrosos de la Comunidad de Madrid.


Y... no, no me olvido: cada día de encierro, después de las dos carreras, en la plaza de toros tendrá lugar la tradicional capea. Y ahí, en Arganda del Rey, surgirá la magia del recorte.


Señores: ¡¡¡ SUERTE !!!