13/6/11

Toros de la Tierra

Fig. 1: Ciervo, de D. Manuel García Puente López (ganadería de Aleas). Lidiado: 13.05.1855
................ Óleo sobre papel .... Autor: Pablo Moreno Alcolado
................ (basado en el dibujo original de Manuel Castellano)



No son pocos los conceptos e ideas “oficiales” de las castas fundacionales del toro de lidia que se van cuestionando con el paso del tiempo y la labor de los investigadores. El motivo más importante de crítica es que en la relación oficial de castas no se incluyeron líneas ganaderas que, en su día, también contribuyeron a la lidia, ya que los antecedentes históricos ofrecidos se suelen limitar al siglo XVIII, omitiéndose generalmente referencias al siglo XVII, que es cuando se piensa que se empezó a fraguar la diferencia entre toros criados para el consumo alimenticio y toros seleccionados para la lidia, y por tanto donde estaría el origen de algunas otras castas fundacionales.

La casta denominada “Toros de la Tierra” sería una de las que no han sido tratadas con rigor. A esta casta de reses bravas asociada a la localidad madrileña de Colmenar Viejo no se la viene considerando como fundacional propiamente dicha, sino como asimilada a la casta Jijona, dado que en las vacadas asentadas en dicha localidad se incorporó mucho ganado de esa sangre entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. No obstante, lo que no se puede olvidar de la historia ganadera de la región madrileña y, en especial, de la comarca de Colmenar es que antes del último cuarto del siglo XVIII ya se lidiaban “toros de la tierra” y que por entonces estaban desligados por completo de los “jijones” que se criaron en Villarrubia de los Ojos.

Así, a modo de ejemplo contrastado, Francisco López izquierdo (“Los toros en la Plaza Mayor de Madrid. Documentos”) refiere que en 1616 se corrieron “toros de la tierra” en Madrid, pero que saliera muy malos, por lo que los regidores decidieron traerlos de Salamanca para los festejos de 1617, y que ello provocó tal malestar en los ganaderos postergados que corría el rumor por la Villa de que tenían intención de salir al encierro para desbaratarlo.

De esta noticia se pueden extraer tres conclusiones. Primera: en los festejos taurinos de principios del siglo XVII ya se corrían reses que denominaban “toros de la tierra”. Segunda: dichas reses eran propiedad de unos ganaderos que, no es que se viesen obligados a ofrecer ejemplares para ser lidiados en los festejos por tener asignado el abasto de carne, sino que criaban toros con la intención de venderlos para la lidia, y de ahí el disgusto por ser excluidos. Y tercera: los “toros de la tierra” corridos en Madrid en 1616 no podían ser de casta Jijona, ya que la versión oficial de la historia de dicha casta sitúa la fundación de la ganadería de Juan Sánchez-Jijón de Salcedo en 1618, y en un estudio de los hermanos Candelas y Cecilio Naranjo González (“Linajes de los primeros criadores de toros jijones”) incluso se posterga ese hecho hasta mediados del siglo XVII; estando admitido, por otro lado, que es de 1679 la primera noticia fidedigna de toros de la familia Jijón corridos en Madrid.


Origen


La expresión “toros de la tierra” parece un tanto ambigua, pues podría hacer referencia a cualquier zona de la Península. Pero, al realizarse la clasificación de las castas fundacionales, se denominó “Toros de la Tierra” concretamente a la casta de toros que se criaban en la comarca de Colmenar Viejo.

Como solía ocurrir en la formación de las más antiguas vacadas, el origen de estos toros tuvo que ser el ganado autóctono que se venía criando salvaje en la localidad de Colmenar y, por extensión, en la zona central de la Sierra de Madrid y sus cuencas fluviales, especialmente en la del Jarama.

Respecto al fenotipo de los toros primigenios de estas comarcas, carecemos de una fuente que lo describa. Por tanto, no disponemos de datos tan básicos como, por ejemplo, si eran de un tronco negro o castaño, y por ello tampoco cabe asegurar categóricamente que las reses que dieron origen a los “Toros de la Tierra” eran idénticas a las empleadas para crear la casta Jijona. Es más, difieren a la vista de la descripción más antigua que disponemos de los toros que se criaban en la cuenca del Jarama a finales del siglo XVI. Según Jerónimo de la Huerta, eran “por la mayor parte negros o de color fusco o bermejo; tienen los cuernos cortos y delgados, acomodados para crueles heridas y para levantar cualquier cosa del suelo; la frente remolinada; la cola, larga, hasta tocar en la tierra; el cuello corto; el cerviguillo, ancho y levantado; los lomos, fuertes; los pies, ligeros, tanto que alcanzan a la carrera a un ligero caballo...”.

Y hay que suponer que, a medida que subamos de cota, aún debían ser más ligeros los toros que se criaban en la zona de Colmenar Viejo y en la serranía.

Tampoco nos ha llegado información sobre el proceso histórico de creación de las más antiguas vacadas en Colmenar, pero es lógico pensar que la elección de Madrid como residencia permanente de los reyes desde 1561 debió incidir considerablemente en la formación o aumento de ganaderías en sus áreas aledañas, incluida Colmenar, para abastecer de carne a la Corte y, por otro lado, para proporcionar toros a los festejos taurinos que se daban en la Villa, dada la gran afición a los mismos de los monarcas de la Casa de los Austrias.


Ganaderos de “Toros de la Tierra” hasta finales del siglo XVIII


Hasta bien entrado el siglo XVIII era muy común que en las contrataciones de toros para festejos taurinos se siguiese más el criterio genérico de las zonas de crianza que el específico de las ganaderías, y esa puede ser una de las razones para que la documentación existente apenas facilite noticias de nombres de ganaderos que destinaban toros para la lidia. Eso mismo es lo que ocurre en el caso de Colmenar Viejo.

Como hemos visto, ya había ganaderos que criaban “toros de la tierra” en 1616, cuando menos; pero el primer nombre que se conoce es de mediados del siglo XVII: José Rodríguez García. El dato lo proporciona Luis Uriarte (“El toro de lidia español: ensayo de revisión histórica de las ganaderías en su origen”), que califica a la vacada de José Rodríguez como la “ganadería básica” de los “Toros de la Tierra”. Uriarte dice que José Rodríguez era abastecedor de carne hacia la mitad del siglo XVII, y que también dedicaba parte de los toros para la lidia. Respecto a su procedencia, mantiene que se surtía para su explotación de reses de Colmenar y sus zonas aledañas, así como de ganado de la ribera del Jarama y comarcas más alejadas, como los Montes de Toledo o Salamanca.

Partiendo de don José Rodríguez, Uriarte ofrece una copiosa información de las distintas líneas de descendientes que siguieron con la ganadería, así como los nombres de otros criadores de Colmenar Viejo, en la mayoría de los casos emparentados por vía de matrimonio con aquellos, hasta llegar finalmente a una serie de ganaderos de los que ofrece el año en el que tomaron antigüedad en Madrid: Pedro Jusdado (en 1775), el presbítero Manuel Rodríguez González (en 1776), Antonio y Fernando González Segura (en 1776), Antonio Rodríguez (en 1777), Pedro Lasso (en 1778), Juan Alamín (en 1782), Juan Bañuelos (en 1785) o Antonio Hernán Chavetanas (1786), entre otros.

Hay que destacar a esta generación de criadores colmenareños de “Toros de la Tierra” pertenecientes al último cuarto del siglo XVIII por varios motivos.

Por un lado, por que conforman una lista muy amplia. Ahora bien, debemos suponer que sus vacadas debían estar formadas por un reducido número de cabezas de ganado. Esta deducción se corrobora con un contrato de 26 de abril de 1770, obrante en el Archivo Regional de Madrid, en el que se acordó comprar todos los toros de saca mayores de cinco años de los ganaderos de Colmenar Viejo; pero finalmente (sólo) fueron 51 las reses lidiadas ese año en Madrid, según figura en otro documento de 22 de octubre. Dato que parece muy significativo sabiendo que eran “todos los toros de saca” de una localidad con tantas ganaderías.

Por otro, tanta presentación de ganaderos denota que en el último cuarto del siglo XVIII había una gran demanda de toros en Madrid. Y, además, toros que fueran de la zona de Colmenar. Una razón para ello está en el auge que adquirieron los festejos taurinos en aquella época con la enconada rivalidad entre Pedro Romero, Costillares y Pepe-Hillo. Además, es conocido que los dos últimos diestros citados no eran partidarios de enfrentarse a toros castellanos, por lo que se fue reduciendo la contratación de esas reses y aumentó la presencia de toros de casta Navarra, Jijona y de los “Toros de la Tierra”.

Por último, también es destacable esa relación de criadores colmenareños del último cuarto del siglo XVIII porque estamos ante la última generación de ganaderos que, como norma general, lidió ejemplares de la primitiva casta de “Toros de la Tierra” antes de que a Colmenar empezasen a llegar masivas puntas de ganado de casta Jijona, modificando la cabaña brava preexistente.

Es por este motivo que esa nueva época se tratará en el siguiente apartado, pero quiero concluir éste con un caso singular, con una dinastía de ganaderos que perteneció mayoritariamente al siglo XIX y que también realizó cruces con reses de casta Jijona, pero que desistió de seguir adelante con los resultados, eliminó todo lo de esa nueva sangre y continuó lidiando toros de la primitiva casta colmenareña. Esa dinastía ganadera es la de “Los Bañuelos”.

Fig. 2: Vidrioso, de D. Manuel Bañuelos. Lidiado: 18.06.1854
.................. Óleo sobre papel .... Autor: Pablo Moreno Alcolado
.................. (basado en el dibujo original de Manuel Castellano)


La dinastía de los Bañuelos estuvo encabezada por Juan Bañuelos, quien ejerció de ganadero durante una veintena de años como padre de Manuel Bañuelos Rodríguez, que fue quien realmente heredó la ganadería por línea materna siendo un niño de corta edad. El ganado heredado por los Bañuelos provenía de la rama del presbítero Manuel Rodríguez González, la más selecta de cuantas se habían ido forjando desde que fundara la ganadería su creador.

Tras la gerencia del citado patriarca, Manuel Bañuelos entró en posesión de la vacada en 1808 y se estrenó en Madrid cinco años después. Don Manuel, en su afán de mejorar la casta de sus reses, agregó sementales de Gaviria y de El Barbero de Utrera, y vacas de Antero Martín oriundas de las que tuvo José Manzanilla con sangre jijona. Pero ese intento de cruce no proporcionó buenos ejemplares y el ganadero optó por deshacer la cruza, eliminando el ganado mezclado y todos sus frutos, para volver a incidir en la selección de los ejemplares de la primitiva casta de los “Toros de la Tierra”.

A la muerte de don Manuel en 1852, pasaría la ganadería a su hijo Pablo Bañuelos, pero falleció tempranamente, y de forma inmediata la heredaron sus descendientes, entre los cabe destacar en primer lugar a Manuel Bañuelos Salcedo, que gozó de gran prestigio y muy buen cartel tanto en Madrid como en otras provincias. En 1894 vendió la ganadería a su hermana Prudencia Bañuelos Salcedo, quien la conservó durante un cuarto de siglo.

No sería hasta el año 1914 cuando doña Prudencia Bañuelos, aconsejada por sus hijos, permitió cruzar la antigua sangre colmenareña de sus reses con la que aportó un semental de procedencia Saltillo llamado Africano.


Los “Toros de la Tierra” con sangre jijona

La ganadería que fundara la familia Jijón en Villarrubia de los Ojos sufrió muy pocas divisiones durante su primer siglo de existencia; y a mediados del siglo XVIII se reagrupó incluso, al fallecer don Pedro Jijón sin descendencia en 1752 y pasar su vacada por vía de herencia a los miembros de la otra rama familiar que, por entonces, ostentaban la titularidad de la línea más importante de casta Jijona: los célebres hermanos don José y don Miguel Jijón. Tras esa reagrupación, entre los descendientes directos de los fundadores de la afamada vacada sólo debió quedar con ganado de esa casta doña Elena Jijón. Al margen, lógicamente, de los hermanos José y Miguel antes citados.

No obstante, por aquella época había otros ganaderos que en todos los tratados se les adjudica la condición de ser propietarios de ganado de casta Jijona, como el Marqués de Malpica o Diego Muñoz Vera, por ejemplo. Y, al margen, también hay que reseñar los nombres de tres personajes de la época relacionados con el mundo del ganado bravo: don Benito Torrubia, vinculado por lazos comerciales o administrativos con doña Elena Jijón; don José Manzanilla, que adquirió ganado de doña Elena por intermediación o compra directa a Torrubia; y don Vicente Perdiguero, que compró a Manzanilla parte de las reses de casta Jijona que éste había adquirido.

Se hace difícil imaginar que José y Miguel Jijón, en el cenit de su carrera, se dedicasen a traspasar reproductores a otros ganaderos en el último cuarto del siglo XVIII para que pudieran hacerles competencia con toros de su misma procedencia. Pero, dada precisamente la fama que por entonces atesoraban los toros jijones de Villarrubia de los Ojos, es fácil entender que los otros propietarios de ganado de esa casta sí que atendieran la fuerte demanda que provenía de Colmenar por adquirir reproductores de casta Jijona para realizar cruces o formar nuevas ganaderías directamente. Y en la intermediación o en las ventas, además del Marqués de Malpica o Diego Muñoz Vera, tuvieron una especial significación José Manzanilla y Vicente Perdiguero.

Así, como escribió Alberto Vera “Areva” (“Ganaderos de antaño”), rara fue la ganadería del contorno de Colmenar Viejo que en los últimos lustros del siglo XVIII no llevase en su venas algún cuarterón de la preciada sangre jijona.

A partir de ahí, en los 150 años que mediaron entre finales del siglo XVIII y el primer tercio del XX, fueron muchos los ganaderos de Colmenar que lidiaron con éxito reses que eran conocidas como “Toros de la Tierra” pero tenían procedencia jijona, encumbrando a las más altas cotas de la fama a aquella localidad serrana. Y este texto, cuya finalidad principal es dejar constancia de la raíz que representó la más primitiva casta de los “Toros de la Tierra”, debería finalizar aquí, pues la casta Jijona ya “reinaba” en Colmenar Viejo. No obstante, sería injusto si no hiciese una breve reseña de, al menos, tres de las ganaderías de Colmenar Viejo que más fama lograron en el siglo XIX para indicar su procedencia inicial.


La ganadería de los Gómez

Fig. 3: Cardador, de D. Elías Gómez. Lidiado: 12.06.1854
................... Óleo sobre papel .... Autor: Pablo Moreno Alcolado
................... (basado en el dibujo original de Manuel Castellano)


Don Elías Gómez, para cumplir el deseo de su hijo Félix, compró en 1829 la ganadería colmenareña de don José López Briceño, que había sido formada en el año 1776 por don Manuel García Briceño con vacas del marqués de Malpica y Diego Muñoz Vera, de sangre jijona, y sementales de su misma casta.

La ganadería adquirida por don Elías estaba muy abandonada y era muy corta: una treintena de cabezas, la mayoría hembras, y dos sementales; por lo que decidió agregar medio centenar de vacas de los ganaderos de Colmenar Viejo Manuel Salcedo y Pedro Lasso.

Tanto en la época de don Elías como en la de don Félix, los toros de los Gómez gozaron siempre de gran cartel. Predominaba en ellos la capa retinta, y su trapío, bravura y codicia fueron las notas más destacadas por todos los públicos; incluso por toreros como el célebre Francisco Montes “Paquiro”, que llegó a decir que “se mataban bien porque eran bravos y manejables”.


La ganadería de Aleas


Don Manuel Aleas López adquirió hacia 1783 una punta de 20 vacas y un semental de Vicente Perdiguero, procedentes de las reses de casta Jijona que José Manzanilla había comprado anteriormente a Benito Torrubia. También adquirió reses de otros criadores de Colmenar y Chozas de la Sierra con idéntica procedencia. Con esos mimbres comenzó su andadura esta vacada, que pronto adquirió renombre y, al tiempo, alcanzaría la cumbre de la fama en la época del hijo del fundador, don Manuel Aleas Fernández.

A lo largo de la historia de esta ganadería se siguió refrescando su sangre con reses jijonas de Diego Muñoz Pereiro, Manuel Gaviria y Antero Martín. Incluso hubo un cruce con un toro vistahermoseño de El Barbero de Utrera que, parece ser, se llevó la reata por separado.

Con todo ello y como se puede apreciar en la figura 1 del texto, los toros de Aleas adquirieron una morfología que, aunque apretada y de gran finura, lucía un excelente trapío; y era muy habitual en ellos la capa retinta. Por otro lado, su comportamiento resultaba tan bravo y codicioso que hasta llegaban a resultar temidos. “A los de Aleas ni los veas”, se llegó a decir.


La ganadería de Vicente Martínez

Fig. 4: Balleno, de D. Vicente Martínez; antes de Juan José Fuentes. Procedencia Jijona. Lidiado: 9.04.1855
................. Óleo sobre papel .... Autor: Pablo Moreno Alcolado
................. (basado en el dibujo original de Manuel Castellano)



La envidiable posición económica de don Vicente Martínez le permitió cumplir su deseo de hacerse ganadero de bravo sin poseer previamente fincas ni ganado; pero fue su gran afición la que le llevó a convertirse, además, en un extraordinario y afamado criador de toros.

Don Vicente Martínez compró en 1852 la ganadería de Juan José Fuentes, que había sido fundada en 1797 por Julián Fuentes con sementales de José Jijón y vacas salmantinas que, según Uriarte, sustituiría después por otras jijonas.

Su continuo deseo de mejorar las reses de su ganadería le llevó a ensayar diversos cruces con sementales andaluces, llegando el acierto con uno berrendo en negro de Joaquín de la Concha y Sierra que dio una excelente descendencia y, en morfología, aportó mayor finura y amplió la variedad de pelajes, pasando del colorado simple a diversas gamas berrendas.

A la muerte de don Vicente, tras 42 dos años de trayectoria ganadera, la vacada pasó a ser regentada por sus hijos políticos, que acentuaron el crédito de la ganadería con la incorporación del toro Diano, de Eduardo Ibarra.



Terminar este texto con la ganadería de Vicente Martínez ha tenido como intención que también fuese la imagen del toro Balleno la última que apareciese publicada.

Balleno lucía el hierro de Juan José Fuentes, su propietario hasta hacía tres años, cuando en 1855 fue lidiado en Madrid a nombre de Vicente Martínez. Como queda indicado, la procedencia de la ganadería de Fuentes era jijona y, por tanto, también la de este toro. Por ello, y dada su espectacular presencia, el dibujo que de él realizara Manuel Castellano se viene usando para ilustrar la morfología típica de los toros de casta Jijona.

En mi bitácora, en cambio, he decidido incluirlo en el capítulo de los “Toros de la Tierra”, aunque indicando su procedencia real. Al fin y al cabo, la vacada de Juan José Fuentes radicaba en Moralzarzal, en una zona serrana de Madrid aledaña a Colmenar Viejo. Y lo he decidido así para facilitar la visualización de como, por efecto de los cruces, las capas coloradas de los reproductores de procedencia Jijona que se introdujeron en la comarca de Colmenar fueron evolucionando en sus crías hacia las retintas que predominaron en los “Toros de la Tierra” del siglo XIX. Una evolución que provendría de un oscurecimiento natural por el cruce entre la colorada de los jijones y un posible tronco originario de color negro o retinto en la casta colmenareña más primitiva.

Un motivo más para defender que, en vez de una casta totalmente asimilada a la Jijona, en los “Toros de la Tierra” siempre estuvo latente su sangre primitiva particular, y que su erradicación sólo devino con los nuevos gustos en el toreo de principios del siglo XX y nuestra desastrosa Guerra Civil.
.
Lagun
.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnifico post y magnificas ilustraciones. Saludos

ROBERTO dijo...

Otra vez mas nos sorprende con este articulo en el que nos introduce en un tipo de toro que para muchos de nosotros,aunque tenga similitudes con la casta jijona, nos resulta totalmente nueva.Un saludo.

xabier dijo...

eh lagun. vaya pavos!!! no se ha pasao el ke los ha pintao???

LAGUN dijo...

Hola JINETE PÁLIDO:
Siempre me gustaron las películas que protagonizó Clint. Las que ha dirigido Mr. Eastwood son el mayor exponente de genialidad continuada de los últimos años del cine. Y Titín… cuando he tenido la oportunidad de verle en el Torneo San Fermín, siempre disfruté con su juego.
Y un “Jinete Pálido” que aúna todo ese conjunto en la red debe ser digno de ser seguido.
¡Me comprometo a hacerlo!
Por cierto, soy más celtíbero que íbero, pero también intento torear a… a “esa”.
Un abrazo y GRACIAS por tu comentario.

ROBERTO:
Cuanto más sabemos del TORO, más lo admiramos. Él, el toro, nos lo pone fácil. Somos nosotros quienes no somos dignos de Él.
Un abrazo.

Para XABIER:
Te puedo asegurar que Pablo no ha exagerado nada pintando los “Toros de la Tierra”. Ha respetado totalmente la morfología de los originales que Manuel Castellano nos legó con su obra. Un saludo.

SILVIA dijo...

Paso a saludarte y dejarte este abrazo!!
Y aunque profana en estas lides, debo decir que una vez más, un artículo perfecto y realmente bueno.
Besos mil!!

Anónimo dijo...

Maravilloso post. Gracias por ofrecer tanta información que yo desconocía... Prudencia Bañuelos era mi bisabuela...