Este fin de semana, mientras preparábamos cerca de Valdemorillo una chuletada para celebrar en nuestro caso concreto que el pasado día 2 fue la fiesta de La Candelaria, me decía mi compañero en las tareas de parrilla que resulta difícil entender el carácter de los españoles. Tenemos una base histórica, unos cimientos, con apenas parangón en el mundo entero; y, quizá por eso mismo, nos solemos despreocupar de su cuidado para ocuparnos únicamente del adorno, de lo accesorio, de lo circunstancial. Y cuando surgen problemas que dañan esa base, nos conformamos con realizar una ñapa que no termina de solucionar el mal pero lo mitiga mínimamente y da un falso lustre a un conjunto que sigue achacoso.
Por supuesto, estábamos hablando de toros.
Se cría en nuestros campos uno de los animales más fabulosos de toda la fauna: el toro. Pleno de belleza, poderío, fiereza y, en sus mejores ejemplares, bravura. Y sobre esa base se forjaron las actuales corridas de toros. Un festejo en el que el elemento principal es o debería ser el toro; que tiene o debería tener como fin primordial medir su bravura y, en su caso, premiarla; para, después, ser lidiado y estoqueado por un diestro que busque su triunfo personal tratando de obrar con galanura, majeza, acierto y brevedad.
Además, como elemento previo, el pueblo llano también se ha venido beneficiando de la posibilidad de practicar suertes populares, aunque sólo sea la de acompañar al toro en su conducción al coso donde será lidiado.
Así, bajo esas premisas, este festejo llegó a ser “el espectáculo más nacional”; como lo definió el Conde de las Navas. Y nuestra misión, la de los españoles, era y es cuidarlo; especialmente su elemento principal: el toro. Preservar su belleza, su fiereza y, a ser posible, su bravura; pero también su diversidad y, por supuesto, su integridad. Lidiadores valientes y hasta con arte nunca van a faltar dado nuestro arraigo.
Lejos de ello, hemos descuidado la exigencia de la diversidad en el toro de lidia; hemos admitido que se atente contra su integridad; hemos evolucionado en el sentido de reclamar la sustitución de la fiereza encastada del toro por nobleza; hemos consentido la selección de un toro carente de poderío y, como consecuencia, la pérdida de la suerte de varas, que es la más ancestral forma de medir la bravura del toro de lidia, para utilizar otro baremo de medición: la sucesión de embestidas nobles. Por último, nos hemos olvidado que el fin primordial de la corrida de toros es, en primer lugar, analizar al toro; y después, a resultas de ello, a su lidiador. Por contra, ahora sólo nos preocupa la faena del torero; y ni tan siquiera su concepción global, sólo su plasticidad y su estética: lo circunstancial, el adorno.
Una buen ejemplo lo hemos tenido estos últimos días en Valdemorillo. Esta localidad, que aúna las circunstancias de estar cerca de Madrid e inaugurar tradicionalmente la temporada taurina, se caracteriza por tener una feria a la que se apuntan toreros y novilleros que quieren reivindicarse de cara a otros abonos de mayor tronío. Y de ello nos beneficiamos los taurinos en general y los corredores de encierros en particular; pues, entre otros detalles, nos permite tener unos festejos profesionales y populares en los que siempre cabe la posibilidad de encontrarnos con reses que tienen un trapío superior al que suele verse en plazas de su misma categoría.
Eso fue lo que ocurrió, precisamente, con las dos corridas anunciadas en la feria de San Blas del presente 2011. Resultados al margen, el sábado y el domingo corrieron por las calles de Valdemorillo y se lidiaron en el coso de La Candelaria unos toros que, en general, tenían una buena presentación. La consecuencia de esta línea de contratación de reses es que en el recorrido del encierro se pudieron ver cuadrillas de corredores llegadas de distintas comunidades autónomas, siendo destacable el número de navarros, por ejemplo, así como de compañeros que se desplazaron desde Francia y Estados Unidos. Del mismo modo, los tendidos de la plaza de Valdemorillo presentaron un buen aspecto las dos tardes, y el trapío de los astados tenía la seriedad necesaria para que el análisis de los toreros se pudiese centrar únicamente en la lidia que plantearon y crearon atendiendo al comportamiento propio de cada una de las reses.
Ahora bien, el cartel que tenía un especial significado para los taurinos, y para el que se reservaba un hueco especial en las libretas de notas, era el de la novillada del viernes, en la que dos de los novilleros más destacados de la temporada anterior se medían en un mano a mano. Casualmente, en este cartel de figuras del escalafón de novilleros lo que faltó fue el Toro; el novillo, concretamente. Los ejemplares de don José Cruz no tuvieron la alzada, hechuras, remate ni las defensas propias para considerar seriamente el pretendido gesto de los anunciados. Y, aunque en los medios de comunicación se haya dado un especial relieve al hecho de que Víctor Barrio fuese el triunfador de la tarde al cortar cinco orejas, yo quiero hacer unas preguntas para las que apenas encuentro respuestas en las crónicas: ¿cuál fue el resultado de la novillada ante el caballo? ¿Hubo una mínima y seria suerte de varas en el festejo? ¿Fue o no brava la novillada?
Una cosa sí resultó evidente: este triunfalista festejo de novilleros punteros fue un calco de la mayoría de las corridas de toros en las que actúan toreros de la parte alta del escalafón, en las que se desplaza al toro para calibrar únicamente a los diestros por la estética de su faena y con independencia de la limpieza y la certeza en la suerte suprema.
Si bien cabe imaginar que, como todo en esta vida, el espectáculo de las corridas de toros tiene su ciclo vital y que un día desaparecerá, lo cierto es que esta personalizada y teatral forma de entenderlas ha acelerado su decadencia y que su final está cada vez más cercano. Centrando la atención únicamente en la faena del torero, convertimos al toro en un mero objeto al servicio del exclusivo triunfo de su lidiador, desplazamos el eje de las corridas de toros y dañamos sus cimientos, dando alas además a los argumentos de los abolicionistas.
Y lo que más dolerá a los estamentos taurinos, que en una gran parte son contrarios a la celebración del encierro previo, será ver como se prohíben las corridas de toros mientras que se mantienen los festejos taurinos populares. Y con más fuerza y protección que la que ahora tienen.
Una muestra de ello la tuvimos el año pasado en Cataluña. El revuelo fue importante; pero a posteriori. Antes de acordarse la prohibición apenas se movieron los distintos estamentos taurinos. Luego, después de la sacudida y de abrirse aquella enorme grieta en la base de las corridas de toros, vino la ñapa.
En vez de estudiar unas medidas serias para restaurar los males que padecen las corridas de toros, y que deben partir necesariamente del apuntalamiento de la diversidad, poderío y casta del toro de lidia, la única medida que se adoptó por los gremios de profesionales taurinos fue mandar a nuestros más célebres toreros a solicitar del gobierno la inclusión de Los Toros en el Ministerio de Cultura. Una decisión que queda muy fina, pero que lo único que consigue es dar una capa de lustre cultureta a las corridas de toros de cara a Europa y toda una serie de instituciones internacionales.
Eso viene a ser como la escena recreada por Daniel Sánchez Arévalo en su última película, “Primos”, en la que un español, dejado y descamisado, pretende ligarse a una de las turistas extranjeras que pasan a su lado, para lo que tira del “fino” recurso de los idiomas y la dice:
…………………………… “How do you do, rubia?!!!”
Lógicamente, la extranjera, ya sea inglesa, sueca o alemana, pongo por caso, siempre pedirá otra cosa, siempre pedirá más.
Los toros no precisan solamente de retoques. La reforma que hay que hacer para enmendar su estado actual debe comenzar por toda una contrarreforma, la del Toro. Sólo así nos podremos plantear el convencer hasta a los extranjeros. Como viene ocurriendo en los encierros de Valdemorillo; y si exceptuamos lo del viernes, claro.
Lagun
NOTA: la imagen de portada es una composición formada con una captura del trailer de la película “Primos”, dirigida por Daniel Sánchez Arévalo, que he retocado con una caricatura de José Luis Rodríguez Zapatero, con un cambio en el nombre que figura en el toldo del bar y con el añadido del dibujo de Angela Merker que creó Bruno Banani para una de sus campañas publicitarias; por lo que ruego a los respectivos titulares de los derechos de autor de cada uno de esos elementos, en especial a los de la película, que me permitan mantener esta composición, pues con mi bitácora no tengo fines lucrativos.
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Por supuesto, estábamos hablando de toros.
Se cría en nuestros campos uno de los animales más fabulosos de toda la fauna: el toro. Pleno de belleza, poderío, fiereza y, en sus mejores ejemplares, bravura. Y sobre esa base se forjaron las actuales corridas de toros. Un festejo en el que el elemento principal es o debería ser el toro; que tiene o debería tener como fin primordial medir su bravura y, en su caso, premiarla; para, después, ser lidiado y estoqueado por un diestro que busque su triunfo personal tratando de obrar con galanura, majeza, acierto y brevedad.
Además, como elemento previo, el pueblo llano también se ha venido beneficiando de la posibilidad de practicar suertes populares, aunque sólo sea la de acompañar al toro en su conducción al coso donde será lidiado.
Así, bajo esas premisas, este festejo llegó a ser “el espectáculo más nacional”; como lo definió el Conde de las Navas. Y nuestra misión, la de los españoles, era y es cuidarlo; especialmente su elemento principal: el toro. Preservar su belleza, su fiereza y, a ser posible, su bravura; pero también su diversidad y, por supuesto, su integridad. Lidiadores valientes y hasta con arte nunca van a faltar dado nuestro arraigo.
Lejos de ello, hemos descuidado la exigencia de la diversidad en el toro de lidia; hemos admitido que se atente contra su integridad; hemos evolucionado en el sentido de reclamar la sustitución de la fiereza encastada del toro por nobleza; hemos consentido la selección de un toro carente de poderío y, como consecuencia, la pérdida de la suerte de varas, que es la más ancestral forma de medir la bravura del toro de lidia, para utilizar otro baremo de medición: la sucesión de embestidas nobles. Por último, nos hemos olvidado que el fin primordial de la corrida de toros es, en primer lugar, analizar al toro; y después, a resultas de ello, a su lidiador. Por contra, ahora sólo nos preocupa la faena del torero; y ni tan siquiera su concepción global, sólo su plasticidad y su estética: lo circunstancial, el adorno.
Una buen ejemplo lo hemos tenido estos últimos días en Valdemorillo. Esta localidad, que aúna las circunstancias de estar cerca de Madrid e inaugurar tradicionalmente la temporada taurina, se caracteriza por tener una feria a la que se apuntan toreros y novilleros que quieren reivindicarse de cara a otros abonos de mayor tronío. Y de ello nos beneficiamos los taurinos en general y los corredores de encierros en particular; pues, entre otros detalles, nos permite tener unos festejos profesionales y populares en los que siempre cabe la posibilidad de encontrarnos con reses que tienen un trapío superior al que suele verse en plazas de su misma categoría.
Eso fue lo que ocurrió, precisamente, con las dos corridas anunciadas en la feria de San Blas del presente 2011. Resultados al margen, el sábado y el domingo corrieron por las calles de Valdemorillo y se lidiaron en el coso de La Candelaria unos toros que, en general, tenían una buena presentación. La consecuencia de esta línea de contratación de reses es que en el recorrido del encierro se pudieron ver cuadrillas de corredores llegadas de distintas comunidades autónomas, siendo destacable el número de navarros, por ejemplo, así como de compañeros que se desplazaron desde Francia y Estados Unidos. Del mismo modo, los tendidos de la plaza de Valdemorillo presentaron un buen aspecto las dos tardes, y el trapío de los astados tenía la seriedad necesaria para que el análisis de los toreros se pudiese centrar únicamente en la lidia que plantearon y crearon atendiendo al comportamiento propio de cada una de las reses.
Ahora bien, el cartel que tenía un especial significado para los taurinos, y para el que se reservaba un hueco especial en las libretas de notas, era el de la novillada del viernes, en la que dos de los novilleros más destacados de la temporada anterior se medían en un mano a mano. Casualmente, en este cartel de figuras del escalafón de novilleros lo que faltó fue el Toro; el novillo, concretamente. Los ejemplares de don José Cruz no tuvieron la alzada, hechuras, remate ni las defensas propias para considerar seriamente el pretendido gesto de los anunciados. Y, aunque en los medios de comunicación se haya dado un especial relieve al hecho de que Víctor Barrio fuese el triunfador de la tarde al cortar cinco orejas, yo quiero hacer unas preguntas para las que apenas encuentro respuestas en las crónicas: ¿cuál fue el resultado de la novillada ante el caballo? ¿Hubo una mínima y seria suerte de varas en el festejo? ¿Fue o no brava la novillada?
Una cosa sí resultó evidente: este triunfalista festejo de novilleros punteros fue un calco de la mayoría de las corridas de toros en las que actúan toreros de la parte alta del escalafón, en las que se desplaza al toro para calibrar únicamente a los diestros por la estética de su faena y con independencia de la limpieza y la certeza en la suerte suprema.
Si bien cabe imaginar que, como todo en esta vida, el espectáculo de las corridas de toros tiene su ciclo vital y que un día desaparecerá, lo cierto es que esta personalizada y teatral forma de entenderlas ha acelerado su decadencia y que su final está cada vez más cercano. Centrando la atención únicamente en la faena del torero, convertimos al toro en un mero objeto al servicio del exclusivo triunfo de su lidiador, desplazamos el eje de las corridas de toros y dañamos sus cimientos, dando alas además a los argumentos de los abolicionistas.
Y lo que más dolerá a los estamentos taurinos, que en una gran parte son contrarios a la celebración del encierro previo, será ver como se prohíben las corridas de toros mientras que se mantienen los festejos taurinos populares. Y con más fuerza y protección que la que ahora tienen.
Una muestra de ello la tuvimos el año pasado en Cataluña. El revuelo fue importante; pero a posteriori. Antes de acordarse la prohibición apenas se movieron los distintos estamentos taurinos. Luego, después de la sacudida y de abrirse aquella enorme grieta en la base de las corridas de toros, vino la ñapa.
En vez de estudiar unas medidas serias para restaurar los males que padecen las corridas de toros, y que deben partir necesariamente del apuntalamiento de la diversidad, poderío y casta del toro de lidia, la única medida que se adoptó por los gremios de profesionales taurinos fue mandar a nuestros más célebres toreros a solicitar del gobierno la inclusión de Los Toros en el Ministerio de Cultura. Una decisión que queda muy fina, pero que lo único que consigue es dar una capa de lustre cultureta a las corridas de toros de cara a Europa y toda una serie de instituciones internacionales.
Eso viene a ser como la escena recreada por Daniel Sánchez Arévalo en su última película, “Primos”, en la que un español, dejado y descamisado, pretende ligarse a una de las turistas extranjeras que pasan a su lado, para lo que tira del “fino” recurso de los idiomas y la dice:
…………………………… “How do you do, rubia?!!!”
Lógicamente, la extranjera, ya sea inglesa, sueca o alemana, pongo por caso, siempre pedirá otra cosa, siempre pedirá más.
Los toros no precisan solamente de retoques. La reforma que hay que hacer para enmendar su estado actual debe comenzar por toda una contrarreforma, la del Toro. Sólo así nos podremos plantear el convencer hasta a los extranjeros. Como viene ocurriendo en los encierros de Valdemorillo; y si exceptuamos lo del viernes, claro.
Lagun
NOTA: la imagen de portada es una composición formada con una captura del trailer de la película “Primos”, dirigida por Daniel Sánchez Arévalo, que he retocado con una caricatura de José Luis Rodríguez Zapatero, con un cambio en el nombre que figura en el toldo del bar y con el añadido del dibujo de Angela Merker que creó Bruno Banani para una de sus campañas publicitarias; por lo que ruego a los respectivos titulares de los derechos de autor de cada uno de esos elementos, en especial a los de la película, que me permitan mantener esta composición, pues con mi bitácora no tengo fines lucrativos.
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10 comentarios:
Soy periodista, y me vas a permitir que mantenga mi identidad en las iniciales solamente.
Además del fondo taurino de la entrada, con el que estoy muy de acuerdo, aunque con algún matiz, lo que si quería comentar es que me parece una genialidad como has encontrado una conexión con la secuencia de un trailer de una película y, dándole unos retoques a una imagen, la has convertido en todo un editorial periodístico.
¡Enhorabuena!
Coincido con nuestro anónimo periodista y amigo, en que es fascinante que hayas podido encontrar esa similitud con el trailer de la pelicula (que por otra parte, recomiendo).
Deberías plantearte escribir en algún periódico...
el don y la facilidad de escritura lo tienes, desde luego!!
Ánimo y un besote
Para G.F.:
Muchas gracias por tu comentario. La verdad es que he intentado que la entrada tenga varias lecturas incluidas. Si lo he conseguido... Un abrazo.
NERIM: no podría ser periodista. Imposible.
Un beso.
Yo opino que lo que tendriamos que hacer es que todos los estamentos del toro desde el mas bajo al mas alto aunar esfuerzos en una misma dirección,y no hacer cada uno la guerra por su lado,para que el primer beneficiado de todo esto sea el toro.Un saludo.
Mi querido Lagun, cómo te gustaría estar aquí en las celebraciones del tercer centenario de nuestra plaza de toros. toda suerte de actividades realizadas por y para personas que aman los toros y para aquellas que los respetan...eso sí, la Infanta Elena, que en un principio iba a ser y que es, de hecho, madrina del tercer centenario, en el último momento ha declinado la invitación a estar presente.Yo no sé por qué ni me apetece preguntármelo, nunca me hago preguntas de las que conozco la respuesta (en el fondo).
Un abrazo.
Amigo Lagun:
Lo que faltaba... taurino, del aleti y periodista... entonces si que ya iba a ser "demasié".
Veamos. Por delante de nuevo mi enhorabuena, pero hay dos cosas que no entiendo:
Una cuando dice: "Si bien cabe imaginar que, como todo en esta vida, el espectáculo de las corridas de toros tiene su ciclo vital y que un día desaparecerá"
Pufff...No sé... me sorprende. No todo en esta vida desaparece.
Y por otro lado. Algo en lo que vengo pensando un tiempo y sobre lo que no he encontrado aun una explicación que me convenza en todo lo que he leido: ¿Qué hay de malo en que los toros estén en Cultura? ¿Están más agustito en Interior? ¿Por qué?
Me da la sensación de que a veces, desde algunos puntos de dentro de la Fiesta, se critica ya por criticar y nunca se ve lo positivo que pueda haber en las cosas
Bueno. A seguir con el Photoshop que ya lo borda...
Un fuerte abrazo. Lastima no verle en Valdemorillo. Yo solo fui el domingo. Aun asi, insisto en el abrazo
jarrito
ROBERTO:
Así debería ser. Pero, en el mundo del toro, cada estamento tiene sus propios intereses, y muchos encontrados. Un saludo.
MARINA:
Si Béjar me pillara más a mano, seguro que me acercaría. Un beso.
JARRITO, y por partes:
No me vaya usted contra las leyes de la naturaleza, que aquí todo tiene su principio y su final. Ahora bien, ¿cuánto? “That is the question”.
Respecto a lo de Cultura. Si a mí me parece bien que Los Toros, en vez de Interior, estén en Cultura. Pero lo que no me parece normal es que esa fuese la única medida que se adoptó. ¿Es que el estar en Interior era y es el único mal? Le pregunto.
Y, sobre Valdemorillo, el domingo por la mañana tuve mi particular sesión de “terapia rural”. Usted ya me entiende. Otro abrazo para usted.
Creo que hay que felicitar a las personas que organizan los festejos en Valdemorillo. Por que quien lo ha visto y quien lo ve.
Noooooo!!! En absoluto es el unico mal... de hecho no es un mal, es una cosa a mejorar pero con la que se podía funcionar... con lo que no se puede funcionar, ahi estoy de acuerdo, es con esos toruchos, esos toreruchos, esos empresarios y demas "perlas" del mundillo. Esos si que son "males".
Lo de cultura... bueno, está ahi, pero tampoco es malo.
Afortunado usted que tiene esas jornadas de "Terapia rural"...
A cuidarse
Jarrito
Pues te digo como Marina: ¡Debes ir a Bejar, la ibas a gozar! Besotes!!!!
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