18/5/09

Casta Castellana o Morucha


Toro de casta Castellana o Morucha. Óleo sobre papel. Autor: Pablo Moreno Alcolado


Orígenes

En la Meseta Central de la Península Ibérica se fue asentando desde tiempos prehistóricos una gran agrupación de ganado bovino que, dadas las barreras geográficas que la separaban y, en cierta forma, la aislaban del ganado de otras regiones, tuvo que adquirir con el paso de los milenios una morfología singular, adaptada a las condiciones climáticas y geofísicas del territorio que ocupaba.

La evolución de la configuración natural de las reses salvajes del centro de la Península se debió alterar con la sucesiva domesticación de ejemplares por el hombre desde el neolítico y, por otro lado, al producirse inevitables cruces entre ese ganado domesticado que el hombre pastoreó en régimen extensivo y el que aún permanecía asilvestrado y libre en zonas aledañas.

Así, desde su origen primigenio y hasta que en el siglo XVIII comenzaron a fundarse las primeras ganaderías dedicadas a la selección y cría de ganado bravo, los toros de la Meseta Central reunieron una serie de características particulares tanto en su anatomía como en su carácter o comportamiento, lo que lleva a los tratadistas a hablar de una “raíz castellana” de toros de lidia.

Con reses de dicha raíz castellana se surtieron básicamente las primeras ganaderías que se crearon en el centro de la Península. No obstante, a la hora de enumerar y nominar las distintas castas fundacionales del toro de lidia se diferenció a las vacadas que surgieron en la submeseta sur de las que se fundaron en la submeseta norte, pues los ganaderos de bravo de cada una de esas dos regiones siguieron desde un inicio criterios de selección distintos; de tal forma que sólo en el caso de las ganaderías que se fundaron en la cuenca fluvial del Duero se dice que están formadas por toros de “casta Castellana”.

Mapa del asiento de las tres raíces del toro de lidia (trazo continuo) y de la posterior ubicación de las ganaderías de casta Castellana (trazo discontinuo de la submeseta norte)


Los tratadistas no se ponen de acuerdo a la hora de describir todas las características morfológicas de los toros de raíz castellana inmediatamente anteriores a la fundación de las primeras ganaderías en el valle del Duero; en lo que sí hay unanimidad es en achacarles unas hechuras bastas, así como una generalizada tendencia a la mansedumbre. De ahí que también se hable de “casta Morucha o Castellana”.

Esa tendencia a la mansedumbre del ganado de raíz castellana alimenta, a su vez, otra duda: si las ganaderías fundacionales de esta casta se nutrieron únicamente de reses de raíz castellana o si, por el contrario, se forjaron con vacas moruchas de raíz castellana cruzadas con toros bravos de origen navarro que se iban llevando a la Corte para ser corridos en las fiestas de la realeza por los caballeros; de tal forma que fue surgiendo un prototipo racial híbrido que se tuvo por autóctono con el devenir de los tiempos.


Casta fundacional Castellana o Morucha

En el término de La Pedraja de Portillo fue habitual la cría de ganado vacuno por su cercanía a Valladolid, que siempre fue importante plaza castellana y en tiempos sede de la Corte, y también porque dicho término poseía zonas pantanosas y salitrosas que favorecían el desarrollo del ganado.

Ese ganado se solía explotar en régimen de comunidad de bienes entre los distintos propietarios, y siempre con la finalidad fundamental de su cría para la venta de carne, aunque ocasionalmente se proporcionasen toros para ser corridos por reyes y nobles en los juegos caballerescos.

Dichos toros se conocían, o se anunciaban, como toros castellanos o de “El Raso de Portillo”, por ser ése el principal predio de cría y pasto, tenían el privilegio de abrir plaza en todos los festejos porque eran los más antiguos del reino de Castilla y se lidiaban con divisa blanca.

No fue hasta mediados del s. XVIII, una vez que surge el toreo a pie, cuando algunos ganaderos vieron la oportunidad de criar toros para destinarlos específicamente a la lidia y, por lo tanto, no fue hasta entonces cuando surgieron las primeras ganaderías de toros de lidia propiamente dichas.

Así, a nivel individual, el primer ganadero de toros de lidia de casta Castellana del que se tienen noticias es don Alonso Sanz, nacido en La Pedraja de Portillo en 1715, que continuó con la tradición de lidiar sus toros con divisa blanca. Tras ser transmitida por vía de herencia, de esta ganadería se irían abriendo diversas líneas por vía de compraventas, como las efectuadas con Trifinio Gamazo, Julián Presencio o Joaquín Mazpule.

Además de en La Pedraja de Portillo, también se venían criando reses en otros pueblos vecinos, como Boecillo, Aldeamayor de San Martín, Montemayor de Pelilla o Arrabal de Portillo. Y, del mismo modo, también se sabe de otros ganaderos de bravo, como los señores Prado, Manzano, Peña o Muñoz.

Al margen, también se criaron toros castellanos en otras comarcas de la submeseta norte. Así, don Agustín Díaz Castro formó una ganadería de toros de lidia en Pajares de los Oteros, provincia de León, partiendo de reses de raíz castellana criadas en la zona más septentrional de la submeseta norte. Continuadores de esta línea ganadera fueron el Marqués de Castrojanillos y don Francisco Roperuelos.

Y, aunque la falta de documentación limita las noticias al respecto, es lógico pensar en la existencia de otros muchos ganaderos de toros castellanos. Ganaderos de comarcas distintas y con unos toros que, aún siendo del mismo tronco de la “parte más vieja” de Castilla, seguro que tenían unas ramas diferentes como origen. Por ejemplo: en Peñaranda de Bracamonte, provincia de Salamanca, también hubo, cuando menos, una ganadería de toros castellanos, pues allí criaba sus reses D. José Gabriel Rodríguez (José Joaquín o Joaquín Rodríguez, según otros referencias); dato sobradamente conocido por todos los aficionados al ser de dicho ganadero el tristemente célebre Barbudo, el toro castellano que el 11 de mayo de 1801 mató en Madrid al diestro José Delgado, Pepe-Hillo.


Extinción

En su lidia, los toros castellanos solían saltar al ruedo con muchos pies y se mostraban duros y poderosos, por lo que fueron muy apreciados en las corridas caballerescas y en la primera época del toreo a pie, en la que era fundamental la suerte de varas; pero, según iba transcurriendo ese primer tercio, estos toros tendían normalmente a desarrollar mansedumbre y se solían aquerenciar en tablas, por lo que los toreros nunca fueron gustosos de anunciarse con ellos.

Un claro ejemplo de ese hecho lo protagonizaron dos de las máximas figuras del toreo de finales del siglo XVIII: Joaquín Rodríguez, Costillares, y José Delgado, Pepe-Hillo, que solicitaron la exclusión de los toros castellanos en los festejos anunciados en 1789 para celebrar la coronación del rey Carlos IV.

Fatídicamente, Pepe-Hillo resultaría corneado mortalmente en Madrid el 11 de mayo de 1801 por un toro castellano de nombre Barbudo que, tal y como dejábamos antes reflejado, pertenecía a la ganadería de D. José Gabriel Rodríguez, de Peñaranda de Bracamonte.

Goya: Cogida mortal de Pepe-Hillo en la Plaza de Madrid. Grabado que no apareció en la primera edición de La Tauromaquia, pero que sí fue incluido en otras posteriores, y en el que se representa la escena inmediatamente posterior a la del número 33 de aquélla.


Esa tendencia generalizada a la mansedumbre, la mala fama que, a base cornadas, atesoraron en el ánimo de los toreros y su “inadaptación” a la evolución que fue siguiendo el arte del toreo fueron las causas del progresivo desprestigio de los toros castellanos y de que en el último tercio del siglo XIX empezaran a desaparecer de los carteles.

A partir de entonces, todas las ganaderías de casta Castellana comenzaron a cruzar sus ejemplares con reses de otras castas, en busca de obtener una mayor bravura y un comportamiento más noble; o bien, directamente, se decidieron por eliminar todo lo que tenían y retomar su andadura con toros de otra procedencia.

Fue así como los toros castellanos fueron desapareciendo de nuestro campo bravo y que su sangre, su genética, después de más de un siglo de cruces, se tenga hoy por definitivamente absorbida y extinguida.


Prototipo racial

La pronta extinción de los toros castellanos conlleva que contemos con escasas fuentes de información para tratar de conocer su prototipo racial básico; además, esas pocas referencias sólo nos dan cuenta de descripciones particulares, por lo que, en modo alguno, pueden ser tenidas como válidas para obtener la información genérica que precisa este apartado.

Del mismo modo, pocas reproducciones artísticas han tenido como modelo al toro castellano. Goya fue el pintor contemporáneo más insigne, pero los toros que aparecen en sus obras no suelen ofrecernos los detalles descriptivos y definitorios de sus posibles procedencias.

Entre las obras que se le atribuyen al genio de Fuendetodos, sí que se cuenta con una en la que aparece retratada la cabeza de un toro castellano; pero sólo la cabeza, no así el cuerpo. Se trata, precisamente, de la “Cabeza del toro que mató a Pepe-Hillo”. El tan nombrado Barbudo.

Cabeza del toro que mató a Pepe-Hillo, obra atribuida a Francisco de Goya.
Colección privada del Marqués de Casa-Torres. Fuente: “
elpais.com


Es ésta una obra que, quizás por pertenecer a una colección privada, es poco conocida. Lo que sí se puede asegurar es que pertenece a la colección privada del Marqués de Casa-Torres o, al menos, que perteneció, pues un documento periodístico así lo acredita: el diario “El Imparcial” del lunes 15 de mayo de 1911, al que he podido tener acceso. En él aparece una noticia “De Sociedad” con la crónica de una fiesta dada en la casa del Marqués de Casa-Torres y en la que, antes de ofrecer la relación de los representantes de la alta sociedad que acudieron al evento, el cronista nos da cuenta de la famosa colección de cuadros que adornaba las paredes de los salones del Marqués, pudiéndose leer sobre uno de ellos que “... en la misma sala aparece la cabeza del toro que mató a Pepe-Hillo, pintada por el autor predilecto de Carlos IV...”, que era, precisamente, don Francisco de Goya.

Evidentemente, tampoco esta obra nos puede servir de base para hablar del prototipo racial básico del toro de casta Castellana, pues sólo estaríamos ante otra descripción particular más, por muy ilustre que sea ésta.

Así, lo que se puede decir a este respecto es que, en cuanto al tamaño, los investigadores no se ponen de acuerdo: el toro castellano era para unos de gran tamaño y para otros de volumen terciado. En lo que sí parece haber coincidencia es en que era, generalmente, de capa negra o castaña oscura y que sus proporciones eran poco armónicas, dando como resultado un toro feo y basto, con una de desarrollada encornadura, predominando los cornipasos y cornivueltos.


(NOTA: Sobre la primera FOTOGRAFÍA publicada, la que se ha tomado de un óleo sobre papel de Pablo Moreno Alcolado, aclaro que puede compartirse, pero citando su autoría y añadiendo un enlace a este blog.)

5 comentarios:

NERIM dijo...

Definitivamente gracias! Por acercarme a éste mundo tan desconocido para mí y por hacerme verlo con otro punto de vista.
La foto primera, simplemente genial.
Besos nocturnos y aficionados...

LAGUN dijo...

Besos diurnos para ti, Nerim. Resulta muy grato leer que los textos de la bitácora te están siendo útiles.

Marina dijo...

Cuando fui presidenta del Ateneo Cultural de mi ciudad, la Asociación de la Plaza de Toros "La Ancianita" de la que ya te he hablado, realizaba sus actos y presentaciones en mi Ateneo y yo encantada. En una de estas, hicimos una mesa redonda sobre las "catas", así las llamaban. Aprendí cosas, sin duda. Ellos son entusiastas y generosos en su saber y en difundirlo; tú me los recuerdas, buena gente.
Creo tb que el mundo del toro y todo lo que se mueve alrededor es tremendamente desconocido y lo que se desconoce, se juzga, a menudo, a la ligera. personas como tú y como ellos contribuis a que se conozca este mundo enorme y apasionante.... luego cada uno que decida lo que quiera. Yo decido quedarme y aprender.
Un enorme abrazo chavalín. (no te ofendas, mi marido mide 1'80 y le llamo enano)

ROBERTO dijo...

Yo que por suerte o por desgracia pase nueve meses de mi vida en Medina del Campo,y que conozco bién esa zona de Pedrajas,Arrabal,etc.y me entero ahora(y conocí en su día a gente entendida de la zona)que ese lugar a sido un enclave de los mas importantes de la cabaña brava española.Yo una vez mas le felicito por esta pequeña parte de cultura taurina y espero que la gente que en su día conocí se hagan partícipes de estos conocimientos.Un saludo.

chirrina dijo...

Aunque sigo con retraso...sigo.

Amigo Lagun me ha llamado la atencion, en esta entrada, la referencia que hace de la divisa blanca que empleaban en los primeros festejos; pero no me ha quedado claro cual fue el motivo de tal hecho. No se si era por ser corridos por reyes y nobles, o por abrir plaza o por ser los mas antiguos del reino de Castilla.

¿Me lo puede aclarar?