25/10/10

Vicente Blasco Ibáñez: “Sangre y arena”


Al contrario de lo que ocurre en nuestra poesía, donde a todos nos resulta fácil enumerar una larga serie de autores ilustres que en algún momento de su carrera se sintieron inspirados por el tema taurino, en la novela encontramos más dificultad para elaborar una lista de escritores célebres que cuenten en su obra con títulos cuyo eje esté inspirado en el ámbito de los toros.

Siendo cierto lo anterior, hay que decir que no son pocos los literatos españoles que cuentan con alguna novela de reconocido prestigio basada en torno al mundo del toro y de la Fiesta. Así, a modo de ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez es el autor de una de las más importantes novelas de temática taurina de toda nuestra literatura: “Sangre y arena”. Y, si determinar que ésta es o no la mejor novela taurina de nuestras letras siempre puede quedar relativizado por la subjetividad, lo que sí se puede afirmar de forma objetiva es que es la que más ha contribuido a popularizar en el mundo entero nuestra Fiesta. Un hecho que, sin duda, se ha visto favorecido por sus varias versiones y adaptaciones cinematográficas.


Vicente Blasco Ibáñez (1867 – 1928)



Valenciano de nacimiento, la biografía de Blasco Ibáñez es una combinación de episodios en los que se conjugan sus tres grandes vocaciones: la política, la periodística y la literaria. Esas inclinaciones se fueron fusionando a lo largo de su vida e hicieron de él una persona de gran vitalismo, muy comprometida y un gran escritor.

Como político, además de sus iniciativas juveniles, obtuvo acta de diputado republicano por Valencia en repetidas ocasiones. Su actividad política fue tan intensa y radical que llegó a sufrir arrestos y destierros.

Como periodista, su realización más importante fue el diario El Pueblo. Un periódico que Vicente Blasco Ibáñez también utilizaría como instrumento propagandístico de su ideario político republicano y un elemento de formación cultural, al publicar en él obras literarias en entregas diarias y semanales. Este diario tuvo una gran popularidad en Valencia, donde ejerció una notable influencia desde su fundación, en 1894, hasta su desaparición, en 1939.

Y como escritor, que es la faceta que aquí nos ocupa, Vicente Blasco Ibáñez fue uno de los máximos representantes del naturalismo en la literatura española. A lo largo de su carrera se aprecia muy claramente la sucesión de sus etapas como escritor: novelas valencianas, sociales, psicológicas, americanas, de guerra, históricas, de aventuras... Entre sus obras más célebres cabe destacar “Arroz y tartana” (1894), “La barraca” (1898), “Entre naranjos” (1900), “Cañas y barro” (1902), “La bodega” (1905), “La horda” (1905), “La maja desnuda” (1906), “Los muertos mandan” (1909), “Los argonautas” (1914), “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (1916)... y, por supuesto, en la que nos vamos a centrar aquí: “Sangre y arena”. Una novela, la única de su carrera, que es de temática taurina.


“Sangre y arena” (1908)


Aunque algunas de las versiones cinematográficas de “Sangre y arena” sí que pueden incurrir en los tópicos más folklóricos de las corridas de toros, hay que dejar sentado en primer lugar que la obra de Vicente Blasco Ibáñez no lo hace, y que es una excelente novela.

En primer lugar, porque tiene una gran calidad desde el punto de vista estrictamente literario. Blasco Ibáñez se muestra fiel a la escuela naturalista, imperante en los finales del siglo XIX, y nos presenta una obra con unas descripciones minuciosas y objetivas, con un estilo muy vivo y una notoria sensibilidad plástica.

En segundo lugar, porque el autor no se contenta con mostrar en la narración el capítulo más famoso de nuestra Fiesta, como es el de las corridas, sino que refleja todos sus ámbitos: la vida del toro en el campo y la de sus criadores, los ganaderos y los vaqueros; la animosa lucha de los aspirantes a ser toreros, forjándose de capea en capea; la triste existencia que sobreviene a los profesionales que en su carrera no logran alcanzar el éxito; la esplendorosa vida de los diestros que ven cumplido su sueño de ser figuras del toreo; la labor de los subalternos, apoderados, empresarios y otros profesionales y empleados ligados a la celebración de los festejos taurinos; las relaciones con personajes, masculinos y especialmente femeninos, que se mueven en el entorno de la Fiesta y sus protagonistas principales; y, como no, también quedan reflejados en la novela aficionados de todo tipo y el público, como masa, que acude a los festejos.

La inclusión de todo este heterogéneo conjunto de personajes, con intereses y sentimientos contrapuestos, conlleva que la novela ofrezca una visión de conjunto de la Fiesta que resulta muy rica en matices.

Y, sin ánimo de ser exhaustivo, en tercer lugar, porque la exposición de todo el intrincado mundo de los toros queda perfectamente enmarcada en un argumento de tinte melodramático, lo que permite a Vicente Blasco Ibáñez incidir en la interioridad de cada personaje y en su análisis psicológico. Una característica de la novela que marcó la época de su carrera en la que fue escrita: la de las novelas psicológicas.

Ahora bien, en “Sangre y arena” también se aprecian los rastros que van dejando sus anteriores fases como escritor, al reflejar la realidad social española, denunciando los males que aquejan a la nación, y al ofrecer un retrato de una región, en este caso, la andaluza.

Así, como ocurre con todas las obras literarias de importancia, “Sangre y arena” contiene una gran variedad de perspectivas y muchas posibles lecturas. Hay quien la ve como una descripción de la figura del héroe; hay quien la encuadra como una sociología del toreo; y también hay quien la define como una novela cuyo eje no es el del mundo taurino, sino el amor, aunque enmarcándolo, eso sí, en el ambiente de la Fiesta.


El argumento es sencillo, pero está elaborado con maestría. La carrera de un torero, Juan Gallardo, desde su fatigosos inicios, pasando por las épocas de esplendor y fama como máxima figura del toreo, la de su declive artístico y la del desprecio por el público, hasta su trágica muerte. Su vida como hombre, que pasa de ser un niño pobre a un personaje famoso y adinerado, rodeado de lujos y proclive a obtener fuera del matrimonio cuantos placeres carnales le facilita su posición. Y el choque entre ambas facetas: la pasión por el toreo que siente Juan Gallardo chocará brutalmente con el amor pasional por doña Sol, una atractiva mujer, caprichosa y voluble, que le seducirá para después rechazarlo como amante, provocando el desmoronamiento de la afamada carrera artística del torero y la ruptura de la relación matrimonial del protagonista con su fiel y abnegada esposa, Carmen. Y, siempre presente, el público: “...Rugía la fiera: la verdadera, la única...


Recoge Andrés Amorós en su libro “Escritores ante la Fiesta” el siguiente testimonio del propio Vicente Blasco Ibáñez:

“Yo, que escribí la novela del toreo, gusto muy poco de las corridas de toros y de las gentes que en ella intervienen”.

Testimonios como éste, amén de los ideales políticos del escritor, llevan a afirmar a muchos que Blasco Ibáñez era antitaurino. Andrés Amorós, en cambio, dice en su obra antes citada que no resulta fácil precisar con exactitud hasta qué punto era, no ya antituarino, sino aficionado. Y es que, efectivamente, la lectura de “Sangre y arena” lleva a pensar que sólo un aficionado a los toros puede ofrecer esa perfecta y preciosista ambientación que tiene la obra, tanta profusión de datos históricos sobre el toreo, tan detalladas descripciones de algunos de nuestros cosos o las plásticas representaciones de lances y de faenas. Puede que todo ello sólo fuese producto de la minuciosa documentación que gustaban atesorar previamente los escritores del naturalismo. Puede que, no obstante esa riqueza taurina que nos ofrece, a Blasco Ibáñez le gustasen “muy poco las corridas de toros” y que, simplemente, no fuese aficionado a las mismas, pero cuesta creer que de todo un antitaurino proceda esta obra de arte de la Fiesta de los Toros. Pues eso es “Sangre y arena”.


Aunque Vicente Blasco Ibáñez no cuente más que con esta novela ambientada en el mundo de los toros, sólo por ella es suficiente para situarle en la cima de la literatura taurina.

Por ello este texto quedará encuadrado dentro de la sección “Toro y Artes” de esta bitácora; pero, al mismo tiempo, como tal clasificación viene dada por una única obra, también será encuadrado en la sección “Biblioteca”. Y, ahora, que ya queda poco para que finalice la temporada de encierros, os recomiendo encarecidamente su lectura.
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Lagun
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NOTA: Las fotografías de Blasco Ibáñez están tomadan de la web “Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez”, a la que ruego que se me permita mantenerlas publicadas, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos.
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4 comentarios:

SILVIA dijo...

Pues reconozco que esta obra en concreto no la he leído..."mea culpa".
Una vez más encantada de aprender contigo.
Besazos!!!!

chirrina dijo...

¡Igualito que en estos tiempos!

Ahora los antitaurinos se dedican a provocar con el insulto y antes se documentaban para estar bien informados de lo que era de verdad la fiesta.

Un saludo.

LAGUN dijo...

Hola SILVIA:

¿Por qué “mea culpa”? Es imposible que alguien, por muy lector que sea, se haya leído todos los libros que se puedan recomendar.
Ahora, eso sí, me prometiste hace un año, aproximadamente, que ibas a leer “Viaje a las toros del Sol”, de Alfonso Navalón (lo tienes escrito en un comentario a esa entrada en concreto). ¿Y...?
Besos también para ti.

CHIRRINA:
Pues sí, amigo, es una pena como algunas personas radicalizan sus posturas hasta extremos...

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo no se si taurino o antitaurino. Republicano, seguro, para que luego digan los “anti” de ahora, que la Fiesta es de …

Bueno, mejor voy al lado literario de la entrada, mucho mejor. La verdad es que no la he leído, ¿lo hare? Pues quizás el frío invierno me anime, pero lo que si creo, y espero, es que “Sangre y Arena” poco o nada tenga que ver con el famoso film de 1989, protagonizado por Sharon Stone, que según leo es una adaptación de la novela que tratamos y que, la verdad, no me gusto demasiado. Quizás porque me esperaba otra cosa, gracias a mi afición, quizás porque era demasiado joven, quien sabe.

Yo si creo que un antitaurino –bien documentado y respetuoso, claro- pueda escribir y bien sobre la Fiesta de los Toros.

Lagun, dices que pones la entrada en “Biblioteca” y en “Toro y Artes”, ah ¿pero es arte? Por supuesto que si, quien no quiera ver que esta Fiesta y todo lo que la rodea lo es, ciego va por la vida.

SUERTE!!
Alberto (Arganda)

P.D.: Me quedé con la palabra en la boca después de responder a tus preguntas en la anterior entrada.