Andaba días atrás naufragando por internet con la idea de encontrar para estas fechas un tema relacionado con el Toro que no fuese habitual, que nos devolviera al pasado, que tratase sobre alguna de esas costumbres o formas de hacer las cosas ya en desuso en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Y tuve suerte; por duplicado, además: di con una forma tradicional de manejar el ganado bravo que, además, aún no se ha perdido definitivamente.
Trashumancia, según el diccionario de la Real Academia Española, es la acción y efecto de trashumar, de pasar el ganado con sus conductores desde las dehesas de invierno a las de verano, y viceversa.
Aunque, históricamente, la trashumancia se suele asociar más con el ganado ovino, también fue una práctica ganadera del vacuno de carne y, en menor medida, del ganado bravo.
Si hablamos de movimientos de largo recorrido de ganado bravo, lo más normal hasta finales del s. XIX fue, por obligado, la conducción de corridas de toros desde las ganaderías hasta las plazas donde serían lidiadas. También había, aunque en número menor, conducciones de puntas de ganado o incluso de ganaderías enteras por transacciones comerciales. Pero poco más. Y es que, ante las peculiaridades de la raza de lidia y de su explotación ganadera, los movimientos estacionales de este ganado solían ser escasos en número y de poca entidad, limitándose la mayoría de las veces a cambios entre fincas cercanas de un mismo propietario.
No obstante, siempre hubo ganaderos de bravo trashumantes.
Pero en el s. XX se fue abandonando la práctica de la trashumancia para todo tipo de ganado. Entre las causas se pueden destacar la generalización del transporte por ferrocarril y carretera, el proceso de industrialización en las explotaciones ganaderas, la falta de relevo generacional en la mano de obra precisa, la reducción del terreno dedicado a pastizales o el deterioro de las cañadas y las vías pecuarias.
Y si es normal pensar que en la actualidad son escasos los supuestos de movimientos trashumantes en el ganado ovino o en el vacuno de carne, más lógico puede ser creer que la trashumancia es una práctica en total desuso en el ganado bravo. Pues, afortunadamente, no es así. Aún siguen quedando unos pocos ganaderos de bravo que practican la trashumancia con sus reses.
Sólo a modo de ejemplo de aquellos que aún la practican, vamos a conocer a uno de ellos.
César Chico Andreu nació en 1933, en Huélamo (Cuenca) y en el seno de una familia de pastores y ganaderos. Su vida, su futuro profesional y la forma de entender su gran afición vendrían marcadas por esas raíces, que después se verían reforzadas al contraer matrimonio con Alicia García Merchante, también procedente de familia ganadera.
Licenciado en Veterinaria, ejerció la profesión durante 45 años y la combinó con la cría de ganado bravo. Hasta donde alcanzo a saber, regenta tres hierros: uno a nombre de Valdelarina SA, otro en el que es su mentada esposa la que aparece como titular y un tercero en el que reza como dueña su hija, Alicia Chico García. Pero el aspecto más genuino de sus raíces se hace patente por el hecho de que este ganadero sigue fiel a una práctica ganadera que siempre se practicó en su familia: la trashumancia.
El ganado que regenta César Chico pasa el verano en fincas radicadas en la Sierra de Albarracín (Teruel), pero a mediados del mes de noviembre es trasladado hasta una finca del término municipal de Vilches (Jaén), entre Sierra Morena y la Sierra de Cazorla, para que realice allí la invernada. Luego, en el mes de mayo vuelve el ganado a los frescos prados turolenses.
Los toros, ya sean añojos, erales, utreros o cuatreños, realizan el viaje en camión, para evitar complicaciones; pero el resto de las reses son conducidas a pie, conformando una comitiva de vacas, crías sin destetar, algún semental y cabestros que, dirigida por vaqueros a caballo, cubren los 400 kms que separan los puntos de salida y de destino en unos 25 días, aproximadamente.
El recorrido que sigue este grupo es el de la Cañada Real Conquense o de Los Chorros. Así, en el mes de noviembre, tras abandonar la provincia de Teruel, cruzan la provincia de Cuenca de arriba a abajo y recorren parajes de las provincias de Albacete y Ciudad Real hasta entrar finalmente en la de Jaén.
Quien dirige la trashumancia de la ganadería de César Chico desde hace unos 30 años es su mayoral: Gerardo Barrera, vecino de Noguera de Albarracín (Teruel). Junto a él, un pequeño grupo de vaqueros, todos a caballo y auxiliados por perros, se encarga de realizar las labores precisas para cumplir dos veces al año con esta tradición que se remonta a... al Neolítico, sin duda.
La actividad comienza muy temprano cada jornada. Con las primeras luces del alba, se agrupa la manada y se la hace pasar por algún lugar estrecho para contarla; si sale la cuenta, se inicia la marcha hasta el mediodía. Luego, tras un prolongado descanso, se vuelve a hacer un nuevo recuento para reanudar el camino hasta que llegue la noche. Pero ahí no termina la labor, porque los componentes de la expedición deben hacer turnos de vela para controlar en la oscuridad de la noche que el ganado permanece concentrado en el lugar de acampada y tratar de evitar posibles problemas con animales que se puedan separar del rebaño.
Por otro lado, y como es lógico, Gerardo y los vaqueros deben ser autosuficientes durante el mes que viene a durar el viaje.
(Gerardo Barrera y sus compañeros almorzando en un viaje trashumante)Lógicamente, estos hombres son remunerados por su labor; pero, más que con una profesión, con lo que cumplen dos veces al año es con una tradición de la que, sin duda, son gustosos practicantes. Por que sería imposible si no fuese así que en pleno s. XXI aguantasen durante un mes las rigurosas inclemencias del tiempo que se suelen encontrar durante el viaje y en las condiciones de vida que se ven obligados a llevar: montados a caballo por el día y durmiendo al raso por la noche.
Hay que dejar constancia que, no obstante el romanticismo que puede inspirar esta entrada, ganado y vaqueros encuentran en su marcha múltiples problemas derivados del poco respeto que tenemos con las vías pecuarias: vertidos de basuras, escombreras, cruces de carreteras a nivel, trazados de carreteras sobre la misma vía pecuaria, edificaciones en la ruta... Acciones humanas que conllevan, cuando menos, la degradación o el estrechamiento de las vías pecuarias, cuando no la desaparición del algún tramo.
La trashumancia es una tradición que no se debería perder. Y no sólo por una cuestión de romanticismo, está constatado científicamente que el pastoreo extensivo y la trashumancia son muy importantes para mantener la biodiversidad de nuestro entorno.
Pero, para que se mantenga la tradición de la trashumancia es necesaria la confluencia de muchos factores, especialmente a nivel político, aunque aquí sólo mencionaré tres a nivel ciudadano: Uno, que todos respetemos las vías pecuarias; dos, César Chico Andreu es sólo el ejemplo del resto de ganaderos que, aunque no han sido nombrados aquí, aún siguen practicando la trashumancia, pero sería necesario que más ganaderías siguieran con esta tradición y que sus sucesores, como Alicia Chico García, la conservaran; y tres, es imprescindible que hombres como Gerardo Barrera y los vaqueros que le suelen acompañar tengan relevo generacional.
Si todo ello ocurriera, y los políticos tomaran las decisiones pertinentes, conseguiríamos que no se perdiera para siempre la bucólica imagen de una ganadería de bravo trashumando por nuestros campos.
EPÍLOGO:No he puesto nombre a los vaqueros de este texto, salvo a Gerardo Barrera por ser el mayoral; pero a él también le incluyo en este grupo de vaqueros anónimos. Y no les he puesto nombre por que son pastores, de ganado bovino, pero pastores al fin y al cabo, como lo eran aquellos a los que, cuando dormían al raso, un Ángel les anunció el nacimiento de Jesús en Belén. Y de aquellos tampoco sabemos el nombre.
¡Sí, señores! ¡Estamos en Navidad!
Y con este texto en el que, hablando del TORO, intervienen unos pastores encontré la forma, naufragando por internet, de entrar a felicitaros estas fiestas.
Son unos días en los que se suele buscar la compañía de familiares y amigos. Por eso, hoy, hasta la mañana del día 31, os dejo publicado este texto; para que todos los que entréis por aquí sepáis que yo os considero componentes de una gran familia de amigos y que os siento junto a mí en cada momento.