27/1/11

En capilla


Sobre el origen de la expresión que da título a esta entrada hay dos versiones. Una de ellas hace referencia a un tema con marcado tinte funesto y, como el mundo de los toros está lleno de supersticiones, ni la voy a citar. La otra proviene de una antigua costumbre que ya os contaba en el texto anterior al hablar de los toros del Doctorado: los aspirantes al grado de licenciado en la Universidad de Salamanca debían permanecer desde la noche anterior a la prueba final hasta la finalización del ejercicio en la capilla de Santa Bárbara del claustro de la Catedral Vieja, por lo que se decía de ellos que “están en capilla”.

Pero el ámbito de aplicación de esta expresión se ha ido generalizando con el paso del tiempo, y actualmente se usa para definir cualquier situación de tensa espera ante la proximidad de un acontecimiento trascendente o difícil. Por ejemplo: los estudiantes ante un examen, los novios ante su boda y, ¿por qué no?, los corredores que están en vísperas de participar en un encierro; y con mayor motivo aún si se trata del primero de la temporada. O los toreros, ante un compromiso inminente.

Es verdad que ya ha habido algunos festejos taurinos populares en los pocos días transcurridos en el presente año 2011, pero no es menos cierto que la festividad de San Blas es la que concita la programación de las primeras ferias taurinas de la temporada en España y, con ellas, los primeros encierros con reses de cierto renombre; como ocurre en Valdemorillo. También en Ajalvir, aunque aquí son distintas las reses para cada tipo de festejos. Además, también hay otras localidades que, sin contar con corridas de toros, celebran con encierros de reses bravas esta festividad, como es el caso de Elche de la Sierra. Así, dada la proximidad de estos esperados festejos, se puede decir que son muchos los corredores que están en capilla ante sus primeros encierros de la temporada.


Tomando como ejemplo las tres localidades antes citadas, en Elche de la Sierra (Albacete) está programada la celebración de un encierro para el domingo 6 de febrero, a las 11:00 h., en el que se correrán dos novillos de Trifillas. A las 16:30 h. será la suelta de reses.

En Ajalvir (Madrid), si bien las corridas de toros de su Feria de San Blas están anunciadas para los días 29 y 30 de enero, los festejos taurinos populares tendrán lugar entre los días 4 y 6 de febrero. El viernes, día 4, encierro y suelta de reses a las 20:00 h. El sábado, día 5, encierro y suelta de reses a las 11:00 h.; y a las 16:30 h. se procederá a otra suelta de reses. El domingo, día 6, tendrá lugar la tercera suelta de reses de las fiestas a las 16:30 h.

Por otro lado, en la localidad madrileña de Valdemorillo están programados cuatro días de encierro:

El viernes 4 de febrero se correrá el primer encierro con novillos de José Cruz, que serán lidiados esa misma tarde por el rejoneador Álvaro Montes y los novilleros Juan del Álamo y Víctor Barrio, mano a mano.

Para el encierro del sábado 5 de febrero está anunciada la ganadería de Peñajara, con toros que se lidiarán en el festejo vespertino por Fernando Robleño, Iván Fandiño y Alberto Aguilar.

El encierro del domingo 6 de febrero estará protagonizado por toros de la ganadería de Buenavista, cuya lidia corresponderá a Antonio Ferrera, César Jiménez y Rubén Pinar.

Y el lunes 7 de febrero serán erales de Gabriel Rojas los que se corran en el encierro y posteriormente lidien los novilleros de la Escuela de Tauromaquia de Madrid Álvaro Montalvo, Favio Castañeda y David Garzón.

Los cuatro días se anuncia el encierro para las 11:00 h.; y posteriormente se procederá a una suelta de reses. Además, para el sábado y el domingo también está programada la celebración de sendos encierros infantiles.


Para estos festejos taurinos populares y para todos los de esta temporada, quiero desear a los corredores:

........ ¡ SUERTE !

Y, como viene ocurriendo todos los años cuando llega este momento, un amigo les ruega tanto a corredores como a aficionados que:




“¡Tengan cuidado ahí fuera!”

Sargento Phil Esterhaus
... Hill Street Blues
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19/1/11

El Misacantano y el Doctorado

El Misacantano ..… Autor: Luis López ….. Fuente: su blog, "Tercio de Pinceles"


Introducción

Hay que convenir con Francisco J. Flores Arroyuelo (“Correr los toros en España – Del monte a la plaza”) en que la afición del hombre por medirse ante el toro es muy antigua, y que debe traer causa del traslado hasta el poblado que el hombre prehistórico debía realizar con los uros que cazaba vivos en el campo, para lo que se servía, entre otros elementos, de maromas para poder conducirlos al recinto en el que serían encerrados, sin que en aquellas acciones, lógicamente, faltasen carreras, desplantes, así como sustos, golpes y hasta cogidas. Por ello, esa primitiva forma de conducir los toros hay que considerarla como fuente de inspiración de la que es una de las más antiguas modalidades de festejo taurino popular: el toro ensogado.

Y también cabe adelantar que, en España, la afición por los festejos taurinos fue siempre propia de hombres de toda clase y condición: desde gentes del pueblo llano hasta dignatarios de la más alta jerarquía del estado, pasando por representantes de la aristocracia y, como veremos en este texto, personalidades con una ilustre titulación académica y miembros de la Iglesia.

Tan arraigada es desde antaño nuestra costumbre de correr toros que, ya en el Medievo, no precisábamos de la programación de un acto específico para ello. Bastaba el mero traslado al matadero de un toro sujeto con una maroma para que en torno al astado se arremolinasen los viandantes y que algunos practicasen desplantes y suertes. Así queda recogido, por ejemplo, en el Fuero de Madrid de 1202. No obstante, lo más común era que para correr toros se programaran festejos concretos, que solían tener como fin agasajar a visitantes ilustres, conmemorar fechas señaladas y, entre otros motivos, celebrar rituales, festividades civiles y religiosas o acontecimientos sociales como nacimientos, bodas... Así, se puede decir que los juegos de toros solían asociarse con acontecimientos festivos y felices. Como ocurría en los dos casos que aquí nos van a ocupar: la celebración de la primera Misa por un sacerdote y la obtención del grado de Doctor por un universitario.


El Misacantano

Con el término misacantano se denomina al sacerdote que dice o canta su primera misa.

Para ese día tan memorable, los sacerdotes nunca estuvieron obligados a programar actos sociales extraordinarios ni a celebrar una misa con pompa, pero siempre fue tradición muy seguida que en dicho oficio religioso, conocido con la expresión misa nueva, se realizase algún ceremonial especial y que, después, a modo de celebración, se organizase en la localidad una jornada festiva, en la que lo más común era dar un banquete en casa del misacantano.

El resto de los actos de esa fiesta variaría dependiendo de las costumbres locales y, como es lógico, de las disponibilidades económicas del sacerdote o de su familia. Pero de lo que hay prueba documental es que en el Medievo, y cuando menos en un territorio que hoy corresponde a Navarra, debió ser tradición muy importante y consolidada que se corriesen toros con motivo de las celebraciones festivas en honor del misacantano.

Tras ser conquistada Tudela en 1119, el rey Alfonso I el Batallador otorgó a la villa un fuero que señalaba en su capítulo 293:

De qui encarnizare buey ó baca ó toro

Qui encaniçare buey o uaca o toro o qualquiere otra bestia e ficiere algun dannio es fuero el sennor de la bestia que la pierda, el sennor tayendola por la uilla, pero el trymiento o solaz fuesse por bodas o esposamiento o de nueuo missacantano: si danno alguno auiniere no es alli penna ni periglo alguno si doncas el tenedor o tenedores no fizieren soltura maliciosanent por facer danno o escarnio ad aquella persona e alli do esto sea prouado que perdra la bestia en la manna ante dita.


(Literal recogido por Luis María Marín Royo en “El Fuero de Tudela”)

Lo que venía a establecer esta norma del Fuero de Tudela es que quien llevase por la villa un buey, una vaca, un toro o cualquier otra bestia debía hacerlo con cuidado y mantenerla bien sujeta, porque el dueño perdería la bestia si la enfurecía y causaba algún daño. Pero si el traslado o la diversión era por bodas, esposamiento o nuevo misacantano, no tendría ninguna pena si hiciese algún daño, a no ser que el tenedor o tenedores de la cuerda la soltasen maliciosamente para hacer daño o escarnio a alguna persona. Pues, en el caso de que eso fuese probado, el dueño también perdería la bestia.

Sin entrar a analizar la polémica histórico-jurídica sobre si el Fuero de Tudela trae origen del Fuero de Sobrarbe o de algún otro fuero aragonés, y por tanto si el contenido de sus normas está basado en usos y costumbres de todo el territorio navarro-aragonés, lo que sí es absolutamente cierto es que el Fuero de Tudela es un corpus jurídico adaptado para los usos y costumbres de dicha villa, y que en ella, al menos, queda probado que debió tener gran arraigo la tradición de correr toros ensogados para celebrar y honrar al misacantano. Tanto, como que esta costumbre y la corrida nupcial aparecen en el Fuero como las únicas excepciones a una norma de carácter general.

No conozco otras pruebas directas de este ritual festivo, pero sí indirectas.

Como señala Alberto del Campo Tejedor (“Diversiones clericales burlescas en los siglos XIII a XVI: las misas nuevas”), la celebración del misacantano dio pie en el Medievo a fiestas jubilosas y a diversiones burlescas, lo que despertó muchos resquemores en las altas jerarquías de la Iglesia y ocasionó que fueran frecuentes en el siglo XVI los concilios y sínodos eclesiásticos que limitaron los excesos que, a juicio de dichas instancias, se cometían en los festejos de las misas nuevas. Así, en lo que atañe a la tradición que nos ocupa, este autor indica que se cita el correr toros entre los actos lúdico-festivos que se prohibió a los clérigos en el sínodo de Calahorra de 1545.

Por su parte, Beatriz Badorrey Martín (“Principales prohibiciones canónicas y civiles de las corridas de toros”) nos señala otros ejemplos de restricciones canónicas para las misas nuevas, entre las que se puede destacar la siguiente: el obispo de Orense Antonio Ramírez de Haro promulgó en un sínodo celebrado en su diócesis en 1539 “Que ningún clérigo dance ni bayle ni cante cantares seglares en missa nueva ni en bodas, ni en otro negocio alguno público, ni ande corriendo toros, so pena de diez reales aplicados como dicho es”.


Se evidencia, por tanto, que las celebraciones que se llevaban a cabo en la tradición festiva del Misacantano fueron, cuando menos hasta el siglo XVI, fuente y marco de festejos taurinos.

Unos festejos taurinos en los que debía ser frecuente que se contase con la participación activa del sacerdote y que, al menos en la villa de Tudela, se celebraban bajo la modalidad de toro ensogado.

(El pintor Luís López ha reflejado el ritual del Misacantano en el precioso dibujo que encabeza esta entrada considerando esos dos elementos, así como el hecho de que el territorio navarro-aragonés fuese una región donde las suertes del toreo a pie se practicaban en sus inicios a cuerpo limpio.)

Cabe señalar, además, que en las dos celebraciones que se citan en los textos analizados, la del Misacantano y la del Toro Nupcial (que ya la estudiamos aquí), los festejos taurinos tenían lugar en vías públicas, de donde se desprende que contaban con una participación popular, que se caracterizaban por la improvisación y que, como señala Ángel Álvarez de Miranda (“Ritos y juegos del toro”), fueron gérmenes de las corridas modernas.

Además, y a modo de curiosidad, del término misacantano también se debe una derivación semántica que aún se usa en el mundo de los toros: toricantano, neologismo con el que se designa al torero que torea su primera corrida de toros.


Pero las bodas y las misas nuevas no fueron las únicas fiestas que dieron lugar a la celebración de festejos taurinos. La obtención del grado de Doctor, que es el supremo de todos los académicos, siempre fue un motivo de felicidad para los pocos universitarios que lo lograron. Y, como vemos que solía ocurrir en el Medievo, ese feliz acontecimiento también se celebraba en las universidades con festejos taurinos.


Los toros del Doctorado


Desde el nacimiento de las universidades en el Medievo, muy pocos fueron los estudiantes que llegaron a obtener el grado máximo de doctor, puesto que a la propia dificultad de ir aprobando y ascendiendo en la carrera académica se unía el hecho de que en las universidades más importantes se celebraba el logro final con gran solemnidad y eran los doctorandos los que tenían que abonar los elevados costes de las ceremonias de concesión de grados, que incluían, entre otros actos protocolarios, ofrecer obsequios a la comunidad universitaria, preparar opulentos banquetes para gran número de invitados y programar corridas de toros.

Estas particularidades, y en especial la de ofrecer un festejo taurino, que debemos imaginar que en un primer momento debieron surgir y realizarse de una forma espontánea y voluntaria por el doctorando, llegaron a incorporarse hasta con detalles sobre la cantidad y la calidad en los estatutos de universidades tan importantes como las de Salamanca, Alcalá de Henares o Valladolid, pasando a convertirse así en requisitos obligatorios para los aspirantes al cargo de doctor y con la amenaza de severas sanciones en caso de obrar con parquedad en los preparativos (como luego veremos).

Así, a modo de ejemplo, y según detalla Beatriz Badorrey Martín en su artículo “Los Toros y la Universidad”, en Valladolid se disponía que, para conmemorar la obtención del grado de doctor en las facultades de Cánones, Leyes, Medicina y Artes (todas excepto en la de Teología), cada doctor debía ofrecer cuatro toros, que aportaba directamente o pagaba a la Universidad a razón de 3.000 maravedís por cada toro; y sólo en el caso de graduaciones múltiples, ante el riesgo de una excesiva duración del festejo, se abría la posibilidad de pactar una reducción del número total de toros y, por tanto, de la cantidad que tenía que aportar cada doctorando. En Salamanca, en cambio, estaba convenido entre la Universidad y la ciudad que se corriesen diez toros de muerte si se graduaban entre uno y tres doctores; y doce toros, si eran más los graduados (Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares “Historia de la Universidad de Salamanca: estructuras y flujos”).

Se cuenta que los amigos del graduado, en los casos de doctorados de ciencias, utilizaban la sangre de los toros del festejo de la celebración para elaborar un pigmento con el que pintaban en cualquier fachada de la ciudad un vítor (un anagrama como el de la fotografía que encabeza este párrafo) para inmortalizar el logro del nuevo doctor. En los casos de doctorados de letras se dice que el pigmento era vegetal, pero igualmente en tono rojo.

Dada la inmensa popularidad de las corridas de toros en el Medievo y en épocas posteriores, no es de extrañar que el día de la prueba final de la licenciatura en Salamanca, y después de que los aspirantes hubiesen estado velando los libros durante toda la noche anterior en la capilla de Santa Bárbara del claustro de la Catedral Vieja, los que no superaban el examen eran obligados a salir en descrédito por una puerta trasera que es conocida como “Puerta de los Carros”, en medio de los abucheos y vejaciones de la gente; en cambio, los que superaban la prueba salían por la Puerta principal de la Catedral y, a hombros de sus compañeros y amigos, eran aclamados por toda la ciudad. Y es que, para la fiesta de celebración y, con ella, la corrida de toros, sólo restaba que el recién licenciado hiciera la solicitud del honorífico grado de doctor.

Ahora bien, como se precisaba de una economía muy saneada para costear los doctorados, no todos optaban a ese grado en las universidades importantes. Había quienes se conformaban con el grado de licenciado, y también quienes solicitaban el grado de doctor en universidades menores, que realizaban unas ceremonias más modestas y menos onerosas. Además, como indica Águeda María Rodríguez Cruz (“Mexicano ilustre, hijo de las aulas salmantinas”), también existía la posibilidad de solicitar el grado máximo aprovechando épocas de luto de la familia real, pues en ese caso estaban dispensados los toros, regocijos y pompas.

Por el carácter estatutario, y por tanto obligatorio, de las celebraciones de los grados, la falta de algunos de los componentes protocolarios que se establecían o la parquedad en su preparación conllevaba la posibilidad de que en la misma universidad se abriese un proceso para juzgar la conducta de los graduados infractores, pues las universidades del Antiguo Régimen eran unas corporaciones autogestionadas e independientes, que contaban con órganos judiciales propios para enjuiciar el incumplimiento de las normas estatutarias.

Así, he tenido acceso a una carta ejecutoria dictada por la Real Audiencia de Valladolid en 1595 para el cumplimiento de la sentencia que adquirió firmeza en un proceso seguido contra seis doctores por faltas que cometieron en la celebración de su graduación. Un proceso que, aunque en su día tuviese una gran gravedad, a fecha de hoy cabe calificar de curioso y nos ofrece la medida de la seriedad con la que los doctorandos de la época tenían que obrar en las celebraciones de sus grados.

El rector de la Universidad de Valladolid inició un proceso el 22 de septiembre de 1593 contra Felipe de Vaca Santiago, Alonso de Santiago, Juan Fernández de Talavera, Francisco Martínez Polo, Antonio del Campo y Antonio de Herrera, doctores médicos todos ellos, a los que se acusaba de lo siguiente:
-que en las colaciones para la universidad sólo habían dado dos platos de avellanas con tres libras de confitura, siendo uso y costumbre dar más de cien libras de confitura, conservas y frutas;
-que en la comida había habido muy notables faltas, pues en vez de gallinas dieron “pollos secos” y habían servido vino nuevo en vez de añejo;
-que en la fiesta de toros que ese mismo día se celebró en la plaza de Santa María habían cometido una muy notable falta en los toros, pues en vez de los 24 toros que correspondían según los estatutos, usos y costumbres de la universidad, ya se convinieron 8, y los que dieron no fueron añejos, como se debe, sino terneros y bueyes, ni cumplieron con lo prevenido de que fueran de “Zamora o de otras partes que fuesen de dar e tomar”, sino de Cuéllar y que no eran bravos;
-y que, además, el doctor Juan Fernández de Talavera había hecho soltar dos toros sin correrse, desobedeciendo las órdenes del rector públicamente.

Por todo ello el rector mandó que, preventivamente, se apresase a los doctores en la cárcel pública de la universidad y ordenó que depositasen prendas para provisionar una repetición de la corrida con cuatro toros de Zamora, sus colaciones y demás condenas que se les impusieren.

El proceso, que duró más de un año, concretamente hasta el 7 de febrero de 1595, se siguió en tres instancias: en la propia Universidad, en la Audiencia en grado de apelación y una posterior de revista, en las que se dictaron sus correspondientes sentencias, todas ellas con pronunciamientos distintos, siendo el contenido del fallo de la que terminaría adquiriendo firmeza que se condenaba a los doctores procesados a pagar 100.000 maravedís, que debían abonar: 20.000, el doctor Juan Fernández de Talavera; y los 80.000 restantes, los otros cinco doctores a partes iguales (16.000 cada uno).

(Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de Ejecutorias, Caja 1781-44.)

Respecto al tipo de festejos que se realizaba en estas corridas de toros de los doctorados, por la pompa que se seguía en todos los ceremoniales y por la asistencia de las más altas personalidades de las respectivas ciudades, cabe pensar en que fuesen del tipo caballeresco; si bien también es factible que se tratasen de festejos mixtos, con participación popular en la parte final de la lidia de cada toro. Por otro lado, como los doctorandos formaban parte del cortejo de la universidad que asistía al festejo y éste disponía de palcos especialmente señalados al efecto, se hace difícil imaginar que participasen activamente en él. De hecho, en la corrida de toros que fue causa del proceso antes visto, la documentación sitúa al doctor Juan Fernández de Talavera en el mismo palco que ocupaba el rector de la universidad.

Las celebraciones de los doctorados con corridas de toros, colaciones y demás pompas, que tan onerosas resultaban para los graduados, se mantuvieron en las universidades españoles hasta el siglo XVIII. Y no parece casual que ello coincidiera con la llegada al trono de España de la dinastía Borbón, cuyos primeros representantes fueron contrarios a todo tipo de festejos taurinos.

Así, Fernando VI suprimió las pompas en las graduaciones de doctor de la Universidad de Salamanca por una Provisión de 1752. Tres años después se dictó la misma medida para Valladolid por otra Provisión de 1755. Y en Alcalá de Henares, que es la otra ciudad que se viene citando, varias Reales cédulas dictadas entre 1720 y 1764 fueron prohibiendo vítores, toros y otros festejos y gastos en el nombramiento de catedráticos, así como las vejaciones a los estudiantes forasteros que opositaban a cátedra.
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Lagun
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NOTAS:
……En primer lugar, quiero agradecer al pintor Luís López que aceptase mi proposición de realizar un dibujo original para ilustrar este texto, así como felicitarle por la calidad de su creación; y recomiendo a todos los internautas que entréis en su blog (“Tercio de Pinceles”) para conocer sus obras.
……Y en segundo lugar, por la ayuda y la información que me han facilitado, también quiero dar las gracias a Beatriz Badorrey Martín, Profesora de Historia del Derecho, y a Rafael Cabrera Bonet, Presidente de la Unión de Bibliófilos Taurinos; habituales conferenciantes ambos en jornadas de temática taurina.

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9/1/11

Almuerzo taurino con café, copa y puro


No fue difícil encontrar un local donde reunirnos en torno a un almuerzo para intercambiar impresiones sobre la actualidad, especialmente sobre la taurina, con la posibilidad de poder fumar tranquilamente y, por tanto, sin que ninguno de los allí reunidos tuviera que salirse a la calle y perderse parte de la tertulia.

Tertulia en la que, por cierto, ocurrió lo que está pretendiendo el vergonzoso Presidente del Gobierno que nos ha caído en desgracia en esta delicada época en la que vivimos. Sobre el tema más importante: la crisis y la desastrosa gestión que de ella está realizando José Luís Rodríguez Zapatero, apenas hablamos. Inevitablemente, por un motivo o por otro, la conversación terminaba derivando hacia las cortinas de humo (y no es una metáfora) que este inepto gobernante lanza cuando le interesa desviar la atención pública. Y, como es fácil imaginar, la que se llevó la palma en comentarios fue la tan manida “ley antitabaco” que en su día impulsara la estiradísima ministra Elena Rottenmeier Salgado y que definitivamente “ha dictado” (esto sí es una metáfora) la adoctrinadora Leire Pajín.

Desde que ocupara el sillón presidencial, “el del talante” se ha comportado cuando le ha interesado como el mayor reavivador de las dos Españas; ya sea en su versión más clásica: izquierda-derecha, ya sea en otras versiones más modernas: fumadores-no fumadores o taurinos-antitaurinos.

Con la prohibición radical de fumar en cualquier espacio público cerrado (amén de algunos abiertos), ha trazado una tajante brecha fronteriza entre fumadores y no fumadores. Y, lo que es más grave, ha colocado en la siempre peligrosa “tierra de nadie” a los dueños y regentes de los establecimientos hosteleros, que son definitivamente los que pagarán las consecuencias de esta nueva prohibición. Claro que: bien empleado les tiene por haber estado, y seguir, tan calladitos.

Ya veríamos cuál sería la reacción del Gobierno si el supuestamente poderoso gremio de la hostelería convocara una semana de cierre de establecimientos a nivel nacional. ¿Prorrogaría Zapatero el estado de alarma y mandaría al ejército a que, cetme en mano, se abrieran bares, restaurantes, discotecas, hoteles...?

Por otro lado, sobre el tema de los toros, sólo cabe calificar de hipócrita la actitud del PSOE, tanto la de su Secretario General como la del resto de los miembros de su cúpula (ya sean del sexo masculino o del femenino, porque me niego a decir aquello de “miembras”). Si Montilla ya se comportó como Poncio Pilatos en el debate sobre la prohibición de los toros en Cataluña, ahora roza el cinismo que José Luís Rodríguez Zapatero, en una entrevista a Onda Cero, haya declarado que él no habría prohibido la Fiesta de los toros en Cataluña. Es una fiesta que tiene tradición, dijo; y añadió que, más allá de que guste o no, no se debería haber prohibido.

¡Tendrá jeta el tío!

Porque ahora el PSOE, con el beneplácito del falsario Zapatero, ha vuelto a sacar su “mejilla” antitaurina y ha incluido a los toros en la sección “violencia con animales” en el Manual de Estilo de RTVE, decretando la prohibición de retransmitir corridas en el ente público. ¡La de todos!

Habría que recordarle sus propias palabras: más allá de que guste o no, no se debería haber prohibido (que muchos aficionados que no pueden desplazarse tengan la posibilidad de ver toros en televisión, por ejemplo).

Es más, en este caso, la hipocresía de la medida queda reflejada en ese mismo Manual, ya que en él se ensalza la relevancia que tiene el mundo de la tauromaquia y su influencia en muchos aspectos socio-culturales.

Zapatero ya vendió los toros en Cataluña por un plato de lentejas llamado Montilla que, al final, ni se lo pudo comer, puesto que los catalanes se lo tiraron a la basura en las elecciones autonómicas. Y, ahora, tras decir públicamente que los toros “es una Fiesta que tiene tradición” y que él no la habría prohibido en Cataluña, los declara “violencia con los animales” y los prohíbe por televisión a todos los aficionados españoles. Porque no hay que olvidar que los toros, le pese a quien le pese, es el segundo espectáculo de masas de España.

Y, mientras los españoles nos enzarzamos hablando de estos temas que nos dividen, sobre los problemas que asolan a toda España nadie dice ni comenta nada. Claro que lo más importante es que en los bares no haya humo. Y, para ello, la Pajín anima públicamente a que se delate a los que fuman. Ella, que fue fumadora (ya se sabe: los conversos siempre son los más radicales). Investiga tú, Pajín, que para eso te pagamos.

Y yo, lo siento, no voy a decir donde tuvo lugar el almuerzo en el que, aromatizados por el humo de nuestros puros, comentamos estos temas. ¿Era un local público? ¿Era un local privado? ¿Existió realmente este almuerzo?

Como dijo el gran Groucho Marx: “Perdonen, ¿les molesta que no fume? Gracias”.

Lagun

4/1/11

Tauroética


Al tiempo del debate que en el año 2010 se desarrollaba en el Parlamento de Cataluña sobre la prohibición de las corridas de toros en su comunidad autónoma, finalmente aprobada después, el filósofo Fernando Savater escribió un ensayo titulado Tauroética.

Los partidarios de la prohibición de las corridas de toros cuestionan su moralidad, principalmente; por lo que el núcleo de la cuestión es, sin duda, de carácter ético, y conlleva que, dejando al margen otros aspectos de tipo sentimental o folklórico, haya que centrar la discusión en el ámbito de la filosofía. Y eso es lo que, precisamente, hace Fernando Savater en este ensayo: trascendiendo incluso del ámbito de la Fiesta, reflexiona sobre la relación de los hombres con los animales.

Dado que se plantean razones éticas en contra de las corridas de toros, como la crueldad o la tortura hacia los animales, el filósofo vasco explica que la ética no trata sobre nuestra vinculación con todos los seres vivos, sino sólo sobre la relación de los humanos con sus semejantes; y lleva a cabo una reflexión en la que analiza como los hombres, históricamente, hemos ido acomodando el mundo de los animales para nuestro servicio y complementar nuestra vida y nuestra civilización en función de nuestros intereses. Y es únicamente en ese ámbito donde dice Fernando Savater que hay que centrar nuestra relación con la animalidad, pues la Naturaleza no entiende de derechos de interrelación entre las distintas especies de animales; simplemente, unos se sirven de otros. Por ello, mantiene que los hombres no tenemos obligaciones morales con los animales, sino únicamente cierta consideración hacia aquellos con los que mantenemos una más estrecha relación simbiótica.

En cambio, parte de la sociedad moderna, no sólo equipara a ciertos animales a los humanos, sino que los convierte en una especie de “seres divinos” a los que hay que respetar por encima, incluso, del resto de los humanos; y lo que pretenden los animalistas es dotarlos de derechos. Eso, al margen de un error, conlleva una gran contradicción en nuestra propia forma de actuar. ¿Reconocemos a las ratas, a las cucarachas o a los piojos el derecho a la vida y a no provocarles sufrimientos; o, por contra, tratamos de exterminarlos de forma inmisericorde? ¿Por qué a unos animales no y a otros sí? Claro que la peor contradicción de todas es la que cometemos en nuestro comportamiento con “nuestras queridas mascotas”. Hablando de pajaritos, hámsters o tortugas, a los que mantenemos siempre enjaulados: “... ¿hay algo peor que ser mascota?”, se pregunta Fernando Savater.

Título: Tauroética.
Autor: Fernando Savater.
Edita: Ediciones Turpial, S.A.
Precio (aprox): 12,00 €.

Un ensayo corto, de fácil lectura y de contenido muy interesante. Además, con un precio muy asequible. Un regalo perfecto para la inminente llegada de los Reyes Magos.


Lagun
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