Tras las medidas que la Guardia Civil adoptó en el año 2009 para controlar el movimiento de coches en el encierro por el campo de Brihuega, que es el más importante y representativo de La Alcarria, se ha podido observar en este verano del 2010 que la Benemérita también ha intensificado los controles en el resto de los pueblos de la provincia de Guadalajara. Ante este hecho, cada ayuntamiento ha ido adoptando las medidas que ha considerado oportunas y, a la vista de los resultados particulares, la polémica se ha desatado entre los aficionados.
Hace tiempo que se venía advirtiendo en los foros especializados que los encierros por el campo de la provincia de Guadalajara estaban sufriendo un proceso de desnaturalización por el gran número de vehículos de motor que intervenían en los mismos, especialmente coches; y porque los conductores de dichos vehículos, en un afán por situarse en la proximidad de los toros, convertían los encierros en un acorazado acoso al que debiera ser el verdadero protagonista de las carreras y embestidas en este tipo de festejos.
Esa desnaturalización había llegado a tal grado en algunos pueblos que en los mentados foros se calificaba a sus encierros por el campo de “safaris”, en alusión a los comerciales viajes a los parques naturales africanos.
..............................Foto: Andy Rouse
Es comprensible el deseo de los aficionados de situarse cerca de un animal tan fascinante como es un toro; y que, para ello, algunas personas se sirvan de vehículos a motor al no poder hacerlo a pie por edad o aptitud. Por otro lado, dada la escasez de jinetes en muchos pueblos de La Alcarria, en ocasiones resulta difícil poder conducir un encierro de forma arropada por la original orografía del campo alcarreño (con abruptos barrancos, intrincadas manchas de monte y extensos llanos), por lo que es cierto que en esos casos resulta necesario el apoyo de algún vehículo para tratar de culminar la labor de encerrar a los toros. Pero lo que no es admisible es la situación a la que habíamos llegado: unos encierros por el campo en los que la mayoría de los “participantes” eran vehículos a motor que transfiguraban el festejo en una competitiva persecución del toro para tratar, finalmente, de montar una improvisada capea en medio de un rastrojo jalonado de unos peculiares “majanos automovilísticos”.
Me perdonarán muchos aficionados, pero eso no es un encierro por el campo. Nunca fue así y nunca se debió llegar a eso.
Cada cosa, cada acto, cada festejo tiene su propia naturaleza e idiosincrasia. E, independientemente, de la evolución que ha experimentado la sociedad, en el atavismo es donde radica gran parte de la esencia de los festejos taurinos, especialmente los populares. Y en un encierro por el campo el protagonista debe ser siempre el toro, al que hombres a pie y a caballo deben conducir hasta el lugar designado para encerrarlo.
¿Qué ha ocurrido en este verano del 2010 con los encierros por el campo en la provincia de Guadalajara?
En unos pueblos parece que se ha hecho caso omiso a las advertencias previas de la Guardia Civil y, puesto que las notificaciones llevan su tramitación, se teme y rumorea que aumentará el número de denuncias a los vehículos no autorizados que han circulado por zonas de campo vedadas al tráfico rodado. Es curioso, pero en algún pueblo ha aparecido hasta el helicóptero de Tráfico, que es capaz de captar las matrículas de vehículos que realizan infracciones. Incluso se ha comentado que en algunos pueblos se han impuesto denuncias por llevar hasta el exceso la literalidad reglamentista en materia de festejos taurinos populares, cuando este tipo de actos tienen un desarrollo que depende principalmente de la movilidad de un animal que no entiende de normativas y crea situaciones que no están contempladas en el reglamento.
Del mismo modo, cabe pensar que aumentará el número de denuncias de los grupos antitaurinos, que tienen en su punto de mira a los encierros por el campo en la provincia de Guadalajara y, muy especialmente, a los de algunos de sus pueblos, como es el caso de Galápagos.
A este respecto, resulta curioso el acuerdo adoptado por el Ayuntamiento de Almoguera, que se ha propuesto impedir que dichos grupos capten las imágenes que luego presentan con sus denuncias, para lo que ha elaborado una nueva ordenanza local por la que se prohíbe fotografiar o grabar los encierros por el campo sin una previa orden judicial o autorización municipal que ha tasado en 200.000 €, según ha recogido la prensa comarcal.
En otros pueblos, para tratar de evitar denuncias, las comisiones de festejos de los ayuntamientos han reducido el número de vehículos autorizados para la organización del encierro, y la Guardia Civil ha impedido el movimiento por el campo de los vehículos no autorizados.
Lo que ha ocurrido en estos casos es que, al no poder acceder vehículos al área de desarrollo del encierro, la presencia de corredores a pie también se ha reducido y que, ante la falta de esos improvisados majanos a los que antes hacía referencia, ha resultado prácticamente imposible acercarse hasta los toros en medio de los rastrojos para realizar carreras y recortes.
Así, aquellas personas que antes solían “participar” en coche y ahora no han podido hacerlo dicen que estos encierros han sido aburridos, que los vehículos no se han acercado a los toros y no se han podido practicar suertes a pie por los corredores. Dicen, devolviendo aquel repudio de “safaris”, que estos encierros por el campo parecen “romerías”.
Por último, pues resulta imposible ser exhaustivo, hay que hacer mención a esos otros pueblos que han acordado la peor decisión que se puede tomar: suspender el encierro por el campo. Entre estos casos cabe destacar como más significativo el de Pastrana.
El Ayuntamiento de Pastrana decidió suspender el encierro por el campo que tenía programado ante la previsión de un importante número de participantes que podrían ser sancionados por no cumplir estrictamente las normativas referentes a festejos taurinos populares y de prevención de incendios forestales, así como para evitar la posibilidad de incidentes o altercados que pudieran producirse por esta última circunstancia.
Sin quererlo, probablemente, el Ayuntamiento de Pastrana tomó la decisión que desean y persiguen los enemigos de los encierros por el campo: su no celebración.
La costumbre tradicional de los encierros debe preservarse a toda costa, aunque para ello debamos someternos y amoldarnos a unos reglamentos que resultan absurdos en algunos de sus puntos, pues son elaborados por una clase política que parece desconocer un hecho tan simple (y esencial) como es que el desarrollo de un encierro por el campo es imposible de prever, y que en numerosas ocasiones se dan situaciones no contempladas en la normativa para las que los organizadores deben tomar determinaciones instantáneas en aras de solventarlas e, incluso, para tratar de evitar males mayores.
Y para preservar los tradicionales encierros por el campo alcarreño hay una norma no escrita e inveterada que garantiza su éxito y supervivencia: el respeto al Toro. Cumpliéndola, legaremos a las generaciones venideras una tradición que forma parte de nuestro acervo cultural y preservaremos una de las imágenes más bellas que hoy podemos obtener en el campo alcarreño: la de un toro en medio del rastrojo dominando su área de acometividad.
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Lagun
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NOTA: ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener las fotografías incluidas en este texto, pues con mi bitácora no tengo fines lucrativos.
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