El protagonista de un encierro es el TORO, pues su presencia es la única esencial en el desarrollo de dicho acto. No obstante, junto al toro se han ido incorporando a lo largo de la historia varios conjuntos de participantes dentro del recorrido urbano del encierro: un conjunto de participantes ajeno a la organización del encierro, que es el de los corredores; y otros dos conjuntos de participantes que han ido disponiendo los propios organizadores del encierro: los pastores y los dobladores.
Pastores
La figura del pastor es la primera que, históricamente, aparece participando en el encierro.
Antes de la invención del ferrocarril y del automóvil eran los pastores los que, a pie y con la ayuda de cabestros, realizaban la conducción de las reses desde el campo hasta la localidad donde iban a ser lidiadas y, ya a las puertas, los que arreaban a la manada para que fuera lo más rápido y limpio posible el trayecto de los toros por las calles de la población hasta culminar en el corral en el que finalmente debían ser encerrados.
Así, hasta que no aparecieron los corredores en la carrera, el pastor fue el único participante en el recorrido del encierro.
Su labor de trasladar las reses desde el campo o la dehesa cayó en desuso con la expansión del ferrocarril y la generalización del transporte por carretera, pero su figura en el encierro no terminó de desaparecer.
Aunque en la mayoría de los pueblos eran los propios mozos los que en circunstancias normales se encargaban de azuzar a las reses, cuando algún toro rehuía del camino hacia los corrales, no era extraño ver aparecer a algún empleado del ganadero en el recorrido para dirigir la situación. Es más, hubo localidades que por su cuenta dispusieron de personas específicas para actuar como pastor en el encierro; tal y como ocurrió en Pamplona, por ejemplo.
(Germiniano Moncayola, pastor del encierro de Pamplona / Feriadeltoro.net)
Germiniano Moncayola, natural de Arguedas, es el pastor más famoso de cuantos han ejercido esa labor en el encierro de Pamplona. Vestido con camisa y chaleco, con una blusa en una mano y la vara en la otra, realizó la labor de pastor en Pamplona durante los años 30, 40 y 50. Su fama es debida a la maestría con la que él sólo conducía los toros rezagados en unos años en los que apenas había mozos dispuestos a tirar de los astados sueltos.
La mayor cantidad de corredores que participan en la actualidad en los encierros y las disposiciones de los distintos reglamentos de las comunidades autónomas han relanzado la figura del pastor (independientemente del nombre que legalmente pueda recibir en cada normativa).
Su labor fundamental consiste en conducir las reses hacia el recinto donde serán encerradas, arreándolas para que no detengan su carrera o, en el caso de que se distraigan o se paren, tratando de que no se vuelvan hacia atrás y de situarlas en el sentido adecuado del recorrido para que la carrera se pueda reanudar correctamente. Esa labor del pastor implica, lógicamente, que también debe tratar de impedir que algún irresponsable distraiga a las reses o las cite en el sentido contrario de la marcha.
Dobladores
La figura del doblador (que yo sepa) apareció por primera vez en el encierro de Pamplona hacia 1930.
El día 8 de julio de 1927 era corneado mortalmente Santiago Martínez Zufía junto a uno de los burladeros de la plaza de toros de Pamplona. Debido a ese hecho, y como ya se venía percibiendo desde años antes que el ruedo se empezaba a poblar de gente justo al final del encierro, los organizadores trataron de aportar mayor seguridad en la plaza incorporando a banderilleros para que, capote en mano, trataran de controlar a los toros y los condujeran lo más rápidamente posible hacia los corrales.
Finalmente, en 1930 se encomendó ese cometido a Pedro Chaverri, “Chico de Olite”, quien lo estuvo desempeñando durante decenios, convirtiéndose por ello en una emblemática figura sanferminera; hasta el punto que en 1969 se le hizo entrega del Pañuelo de Honor de Pamplona.
(El “Chico de Olite” de banderillero / Foto Gómez / Feriadeltoro.net)
A esa nueva figura en el encierro se la denominó “doblador”, puesto que debía cumplir una función muy parecida a la que por entonces ejercía en las corridas de toros un profesional que recibía esa misma denominación.
Hasta el primer tercio del s. XX se lidiaban en las corridas unos toros con un comportamiento muy distinto al de hoy: muy agresivos con el caballo, pero que solían terminar desarrollando sentido y se aquerenciaban con frecuencia en tablas. Por ello, y para auxiliar al torero y a su cuadrilla en la lidia del toro que les correspondía en suerte, la empresa de la plaza disponía en el ruedo a unos profesionales que, sin participar en la lidia, en caso de peligro o necesidad intervenían con el capote a una mano para cambiar la embestida de los toros.
Posiblemente sólo las empresas de las plazas de mayor categoría disponían de dichos dobladores; como ocurría en Bilbao en 1922, que ejercían esa labor Gregorio Lladó, “Lladito”, y Gregorio Yanguas, “Zapata” (podéis contrastar la información leyendo la publicación que os enlazo aquí). Y no es de extrañar que en plazas menores fueran los peones de otras cuadrillas los que se fueran turnando para realizar esa función, tal y como nos ha llegado hasta nuestros días en el tercio de banderillas.
No soy un investigador, pero sí un internauta al que le gusta naufragar por internet. Así es como llegué hasta la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, que tiene ejemplares de la revista taurina “La Reclam”, de Valencia, donde se puede leer en la publicación del día 3 de septiembre de 1922 la siguiente frase:
“...Cuando los banderilleros y dobladores andaban negros sin poder con la bestia, Rosario Olmos intervino tan bravo, tan eficaz, llegando de tal modo al hocico del buey y castigándole y haciéndose con él y sacándole al centro...”
En la misma revista, pero del día 29 de abril de 1923:
“...Pero ahora lo grande será que las empresas no respetarán ya lo de los dobladores ni nada, y como los banderilleros pretenderán cargarles el mochuelo a los matadores, se avecina otro lío, pues éstos no creo que pasen por ello...”
Y en la del día 30 de noviembre de 1929:
“...En mi juventud, cuando un matador estaba convaleciente de alguna enfermedad o cogida se ponía un burladero para que no tuviera la necesidad de saltar la valla; hoy..., cuatro burladeros en casi todas las plazas de importancia y los dobladores a recortar la res en sus primeros viajes de empuje, y... a guarecerse en el burladero...”
O, como último ejemplo de citas a la figura del doblador en la lidia de las corridas de toros, se puede leer en el “El Imparcial” del día 9 de marzo de 1926 lo que sigue:
“...Al final, en el sexto, se cambiaron los papeles y oyó los tres recados de la presidencia, sin intentar hacer nada para apoderarse del bronco animalucho. Sirva de atenuación para el diestro, nunca de justificante, el que se quedó solo en el ruedo, sin peones, sin dobladores y sin nadie que acudiera al quite...”
Siento no poder poner los enlaces, pero creo que tanta puntualización de datos me da el margen de credibilidad suficiente respecto a la veracidad de esas citas, que prueban la existencia de dobladores en las corridas de toros con anterioridad al nombramiento de “Chico de Olite” como doblador del encierro, y que aquellos ejercían la misma función que este otro, aunque el ámbito fuera distinto; y de ahí que se le aplicase la misma denominación.
Así también lo corrobora la definición que de “doblador” da el Diccionario Espasa de Términos Taurinos: “Se dice del profesional que no interviene en la lidia. Su labor, encuadrada hoy en día en los encierros, dentro de la plaza de toros se limita a cambiar la embestida de los toros utilizando el capote a una mano, bien para evitar una cogida o para hacerles entrar en los toriles.
Creo que no es necesario insistir en explicar su labor en el encierro. Sólo quedaría añadir que, al igual que los pastores, los dobladores son dignos de admiración. Asumen un riesgo evidente para velar por la seguridad de los corredores que llegan hasta el ruedo y, además, deben realizar su función de tirar de los toros procurando por todos los medios no dar un solo capotazo a los astados, pues eso les descartaría para la posterior corrida.
(NOTA: La primera fotografía de esta entrada apareció en el 2003 en la web “fiestasdesanfermín.com”, mientras que las dos siguientes aparecen en “feriadeltoro.net”, estando firmada la última por el fotógrafo Gómez. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener dichas reproducciones)