Francisco José Goya y Lucientes (1746-1828) es uno de los grandes genios de la pintura universal, uno de los tres pilares básicos de la pintura española de todos los tiempos y, en lo que a este estudio interesa, la primera gran figura de la pintura de tema taurino.
Goya asumió en su formación las corrientes estilistas anteriores y coetáneas a su tiempo, pero su genialidad le llevó a desvincularse de todas ellas y a crear una obra artística con la que abrió nuevos horizontes en la pintura, anunciando estilos del futuro como el impresionismo, el expresionismo o el surrealismo.
A lo largo de su carrera trató una amplia variedad de temas, lo que convierte a su obra en un escaparate de su subconsciente, de la alta sociedad y de la cultura más popular. Ese Goya costumbrista tuvo en la temática taurina una de sus más importantes fuentes de inspiración, pues la abordó en distintos períodos de su vida artística y dejó para la posterioridad una iconografía taurina de importancia capital.
Don Francisco el de los toros
Francisco de Goya nació en Fuendetodos (Zaragoza), en una época en la que el toreo a pie ofrecía sus primeros esbozos y al tiempo que veían también la luz Costillares, Pepe-Hillo y Pedro Romero, quienes compondrían años después el primer gran trío de figuras coetáneas del toreo y entablarían en los ruedos la primera gran rivalidad taurina de la historia. Algo de lo que Goya, muy aficionado a los toros, fue testigo directo.
Es más, Goya nació y creció en una tierra en la que, por entonces, se practicaba un toreo de suertes muy populares y se cuenta que “don Francisco el de los toros”, tal y como él mismo solía llamarse, toreó en sus años mozos. No se sabe a ciencia cierta si fue así o no; y, en caso afirmativo, qué tipo de toreo pudo practicar.
Lo que si es cierto es que Goya, en su época de pintor de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fue autor de un cuadro que lleva por título “La novillada”, del que algunos estudiosos mantienen que el joven vestido de rosa que aparece en la parte central de la escena es el propio pintor aragonés, que se habría autorretratado capeando a un toro.
La novillada (1780). Museo del Prado - Madrid. Dentro de una serie dedicada a las diversiones populares durante el reinado de Carlos III, Goya representa por primera vez en su vida artística una obra de temática taurina: una jornada popular de toros.
Su formación como pintor, sus aspiraciones y los cargos que fue logrando en la Corte limitaron la libertad de Goya a la hora de elegir la temática de sus cuadros y, quizás por ello, no trató la temática taurina durante las primeras épocas de su carrera artística más que en este cuadro.
Cuadros de gabinete
Francisco de Goya estuvo liberado de obligaciones en 1793, cuando intentaba superar la grave enfermedad que padeció un año antes y que le dejaría sordo para el resto de sus días. Entonces, según sus propias palabras, “para ocupar la imaginación de mis males, ..., me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas...”
En ese momento, siguiendo únicamente el dictado de su imaginación, vuelve a surgir el tema taurino en la obra de Goya con una serie de pequeños cuadros realizados sobre hojalata en los que representa diferentes suertes del mundo del toreo, tanto en la plaza como en el campo: “Apartado de toros” (o Toros en el arroyo), “La captura del toro” (o El Gayumbo), “Suerte de banderillas” (o Banderillas en el campo), “Toreando de capa” (o Pase de capa), “Suerte de matar”, “Cogida de un picador” (o Muerte del picador)...
De toda esa serie es preciso destacar el último cuadro citado, no ya por su calidad, ni por su dramatismo, sino por la posible influencia que esta obra ejerció en Picasso.
Cogida de un picador o Muerte del picador (1793). British Rail Pension Trustee Co LTD - Londres. Muestra una escena en la que un toro está corneando a un picador en el ruedo de una plaza, al tiempo que el resto de la cuadrilla intenta socorrer al picador y a su caballo, que aparece caído en el suelo y destripado. La violencia y el movimiento son captados a la perfección por el artista, creando una escena de gran realismo.
Retratos
Francisco de Goya reanudó en 1794 sus labor de retratista de la nobleza y otros destacados personajes de la alta sociedad de su época, además de representaciones de la familia real al lograr el cargo de Primer Pintor de Cámara. Lógicamente, la temática taurina queda postergada en ese momento de su carrera artística, pero por entonces está fechado un retrato que, ya sea por encargo o por afición, Goya realizó a uno de los tres toreros más importantes de su época: Pedro Romero.
Retrato del Matador Pedro Romero (1795-98). Kimbell Art Museum – Fort Worth, Texas. El estilo de Goya en este retrato es fiel al de otras obras similares de esos años. Recorta la figura sobre un fondo neutro para darla mayor perspectiva y volumen, y con un fogonazo de luz ilumina la cara y el cuerpo de Pedro Romero, que aparece en pose relajada y elegantemente vestido. Llama la atención del espectador en general la factura preciosista del rostro del retratado; pero la mayor carga simbólica para un espectador aficionado a los toros se encuentra en el minucioso trazo de la mano derecha, pues es la mano con la que ese gran torero mató a más de 5000 toros sin que ninguno le hiriera. Se podría decir que Goya presenta en esta obra dos cosas: por un lado, el rostro del hombre llamado Pedro Romero; y, por el otro, la mano del Matador de Toros más grande de todos los tiempos.
Hay otros retratos de Pedro Romero y de su hermano José Romero que se atribuyen a Goya sin que haya dudas respecto a dicha autoría, pero también se le adjudican sin tanta certeza retratos de otros toreros contemporáneos. Sobre alguno de ellos, finalmente, se ha revisado su autoría. Tal es el caso de un famoso retrato de Joaquín Rodríguez, “Costillares”, que se atribuía al aragonés y resulta ser de Francisco Domingo Marqués.
La Tauromaquia
Los críticos suelen opinar que el Goya de los grabados es el más genial, pues son obras no encargadas, que brotan de su imaginación y de su espíritu de artista. Precisamente es en los grabados donde encontramos la mayor y más ilustre aportación de Francisco de Goya a la pintura de temática taurina. Así, la colección titulada “La Tauromaquia” es celebrada universalmente y es, sin duda alguna, su legado más importante a la iconografía taurina.
Realizada posiblemente entre 1814 y 1816, la primera tirada de “La Tauromaquia” salió a la venta en 1816 y se componía de 33 estampas. Posteriores ediciones de la colección aparecieron ya con 40 estampas, pues siete grabados aparecen en el reverso de otras planchas ya utilizadas. Pero los tratadistas aseguran que esta colección está compuesta de cinco estampas más, aunque no se conservan sus planchas, lo que elevaría a un total de 45 el número de obras que componen esta serie.
La colección se puede dividir en tres partes diferenciadas:
1) Un primer grupo lo compondrían las estampas que reflejan los antecedentes de las corridas de toros y que, según algunos autores, serían ilustraciones literales de datos que su amigo Leandro Fernández de Moratín había recogido en su “Carta histórica sobre el origen y progresos de la fiesta de toros en España”.
Carlos V lanceando un toro en la plaza de Valladolid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es una buena muestra de esa sección, pues refleja un lance de una corrida caballeresca, el antecedente inmediato del toreo a pie. En concreto es el momento en el que Carlos V lancea un toro en el festejo con el que se celebró el nacimiento de su heredero, Felipe II.
2) Una segunda parte la formarían aquellas estampas con las que Goya da a conocer suertes del toreo que se practicaban en su época, basándose en faenas o acciones de famosos toreros coetáneos, entre los que cabe citar a Martincho, El Estudiante de Falces (al que probablemente no llegó a conocer el artista), Pedro Romero o Juanito Apiñani.
Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es muy representativa de esta sección, pues el salto de la garrocha es una suerte muy practicada a lo largo de la historia del toreo en festejos profesionales y, del mismo modo, por aficionados en los festejos populares. Juanito Apiñani, torero de Calahorra que actuó en Madrid y Zaragoza entre 1750 y 1770, practicaba la suerte del salto de la garrocha, alcanzando mucha fama por su agilidad.
3) Y en una tercera sección es donde queda representada la cara más amarga de los toros, con algunas cogidas dramáticas; algunas, incluso, con resultado trágico, como la de Pepe-Hillo.
La desgraciada muerte de Pepe-Hillo en la plaza de Madrid. Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos. Es el suceso más famoso de los reflejados en este grupo: la cogida mortal sufrida por Pepe-Hillo en Madrid, el día 11 de mayo de 1801, en el momento de entrar a matar al toro “Barbudo”.
Gracias a “goya.fuendetodos.org” podemos ver completa una de las ediciones de “La Tauromaquia”; así como otras tres ediciones de grabados correspondientes a “Los Caprichos”, “Los Desastres de la Guerra” y “Los Disparates”.
Otras aportaciones de Goya a la temática taurina
De temática taurina es también un cuadro de gabinete realizado en tabla. Resulta difícil datarlo, pero tiene relación temática con los grabados de “La Tauromaquia”.
Corrida de toros en una aldea (1812-19). Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando – Madrid. La escena reflejada por el pintor se desarrolla en una improvisada e irregular plaza de tablas, donde un picador está dispuesto a recibir con su pica la embestida de un toro.
Con posterioridad a “La Tauromaquia”, posiblemente a continuación de ella (entre 1816 y 1823), Goya elaboró sus grabados más enigmáticos y los que plantean más problemas de interpretación a los investigadores: “Los Disparates”. En esta serie, dicen que inacabada, está agrupada una estampa donde aparecen representados unos toros.
Disparate de toritos (1819-23). Museo Lázaro Galdiano – Madrid. Una curiosa composición donde, jugando con el blanco, el gris y el negro, Goya representa a unos toros que parecen llover del cielo, flotar en el aire o... ¿quizás en el subconsciente del pintor?
Los toros de Burdeos
Francisco de Goya decide salir de España en la última fase del reinado de Fernando VII, cuando se produce la restauración del régimen absolutista y se persigue con más ahínco a los liberales. Por ese motivo viajó con destino a Francia en 1824 y, aunque volvería a España ocasionalmente, se estableció en Burdeos de forma definitiva.
Allí, sin las obligaciones que conllevaba el cargo de Pintor de Cámara, continúa su carrera artística con total libertad a la hora de elegir temática. Y, como siempre que ocurrió cuando tuvo esa oportunidad, eligió el tema taurino para realizar algunas de sus últimas obras.
Por ello, pero quizás también porque se encontraba lejos de su tierra y posiblemente porque se veía ya con muchos años de edad, Goya evoca su época de juventud con una colección de estampas que reflejan escenas de festejos taurinos populares. Es un Goya libre, pero también un Goya nostálgico, muy íntimo. Y también, como siempre en su carrera, un Goya innovador, pues esta serie la realiza entre 1824 y 1825 con la recientemente inventada técnica litográfica.
La serie es de cuatro litografías y lleva por título “Los toros en Burdeos”: “Bravo toro”, “El famoso americano Mariano Ceballos”, “Plaza partida” y “Diversión de España”.
Diversión de España (1824-27). Biblioteca Nacional - Madrid. La temática de los festejos taurinos populares escogida para esta serie adquiere su máxima expresión en “Diversión de España”, estampa en la que Goya ofrece una perfecta visión de una capea popular, con los toros ocupando el centro del ruedo y con numerosos personajes alrededor, dispuestos a correrlos o a capearlos. La composición circular, la sensación de movimiento y el espíritu alegre del festejo están interpretados de forma magistral.
De sus años en Burdeos también es un óleo sobre lienzo que presenta una escena tan sumamente taurina como es la suerte de varas. En este cuadro utilizó una técnica que recuerda al Goya de las “Pinturas Negras”, las creadas para decorar los muros de la llamada Quinta del Sordo.
Suerte de varas (1824). The J. Paul Getty Museum – Malibú, Los Ángeles. Un picador, rodeado del resto de la cuadrilla, alza su vara para recibir a un astado. La tensión que se refleja en las figuras humanas contrasta con la relajación que aparentan el toro y el caballo. Un caballo blanco, como son casi todos los caballos de picar de Goya; un caballo herido, como ocurría de forma habitual en una época en la que aún no se había implantado el peto; un caballo destripado, como Picasso recogería posteriormente en muchas de sus obras.
“Don Francisco el de los toros” nos legó una importantísima iconografía taurina, el reflejo de la fiesta de los toros en una época a caballo entre los siglos XVIII y XIX. En unos casos mostrando su crudeza, como en “Suerte de varas”; en otros su aspecto más jovial, como en “La novillada”; en otros su cara más popular, como en “Diversión de España”; todos en conjunto en la serie más completa, “La Tauromaquia”; y no podemos olvidar la perspectiva más personal de Goya, la surrealista, como ocurre en “Disparate de toritos” y en una obra muy relacionada temáticamente: “El toro mariposa”, un dibujo a carboncillo que es la última obra del pintor que ha adquirido el Museo del Prado.
El toro mariposa (1824-27). Museo del Prado – Madrid. Como en “Disparate de toritos”, Goya dibuja aquí un toro que vuela en el aire (así lo escribe al pie: “Fiesta en el ayre” y “Buelan, buelan”). Un toro suspendido por unas alas de mariposa que enmarcan unos rostros grotescos, carnavalescos. El dibujo no refleja una realidad, es una imagen que sólo está en la mente de un pintor adelantado a su tiempo, al surrealismo en este caso. Un dibujo de un pintor verdaderamente moderno.
Fue bautizado como Francisco José Goya y Lucientes, es conocido como Francisco de Goya y citado por todo el mundo como Goya, pero para los taurinos siempre será “don Francisco el de los toros”.
(Nota: La imagen que encabeza el texto es una composición propia. A la izquierda: “El pintor Francisco de Goya”, obra de Vicente López Portaña; Museo del Prado – Madrid. A la derecha: “Autorretrato”, de Francisco de Goya; Museo del Grabado de Goya – Fuendetodos)