Vaya por delante una confesión: de flamenco no tengo ni idea.
No obstante lo anterior, como me gusta acercarme a (casi) todo, y de manera muy especial a (casi) todo lo relacionado con el arte, de vez en cuando me aproximo al flamenco, como expresión artística que es, asistiendo a alguna actuación. No logro distinguir los “palos”, pero sé apreciar lo que me sabe bien, lo que me suena bien, lo que me gusta (aunque no lo entienda).
La última vez que asistí a una actuación de flamenco fue a primeros de este mes de marzo; y después, va en mi carácter, pude estar en una improvisada tertulia que realizaron los organizadores del evento: “El Planeta”.
“El Planeta” es una entidad sin ánimo de lucro cuyo finalidad primordial es la promoción y divulgación del flamenco y, aunque está integrada por un reducido número de miembros (Enrique Morente dice que “es una peña que coge en un taxi”), su labor es tan brillante y digna de elogio que tiene el honor de haber recibido de la “Cátedra de Flamencología” de Jerez de la Frontera el Premio Nacional a Entidades Flamencas.
En aquella tertulia posterior a la actuación no pude decir nada, sólo escuchar; pero en un aparte sí que hablé con uno de los componentes de “El Planeta” sobre la relación entre el flamenco y los toros, y de esa charla surgió su ofrecimiento para colaborar con esta bitácora escribiéndonos un artículo relacionado con dicho tema.
Así pues, como soy lego en el flamenco, dejaré que sea un entendido el que, a modo de colaboración, aporte a la sección “Toro y Artes” un artículo que versa sobre una muy concreta obra de arte flamenco: el disco “Tauromagia”, de Manolo Sanlúcar.
“Tauromagia”, de Manolo Sanlúcar
Las relaciones entre el mundo del flamenco y el planeta de los toros se remontan a los orígenes del primero, allá por los finales del siglo XVIII, época que coincide con la racionalización de la lidia a pie y aparición de las primeras figuras del toreo como Pepe-Hillo, Pedro Romero, Paquiro o José Cándido. Este último fue el padre del mítico Jerónimo José Cándido, unificador de las dos escuelas originarias: la rondeña y la sevillana. José Cándido, el viejo, fue muerto por un toro en la plaza del Puerto en el año 1771 y este luctuoso suceso se recogió en un cante por martinetes, recopilado por el fundador de la flamencología Don Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, en su libro “Colección de Cantes Flamencos”:
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En er Puerto murió Candio
y ayí remató su fin.
Lo mató un torito e Bornos
por librá a Juaquilín.
Y al otro día siguiente
salieron toos los toreros
bestios e negro luto
po la muerte e su maestro.
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No es éste el único suceso trágico que recogen las coplas flamencas. José María Ponce Albiñana era un ebanista gaditano que se enamoró de Cristina Ortega Díaz, hermana de los banderilleros Enrique El Gordo, Manuel Lillo y Francisco de Asís El Cuco. Para estar a la altura de tan taurina familia, que no veía con buenos ojos su oficio, cambió las gubias por los estoques, toreando con éxito por España y América. Pero en Lima le esperaba la cornada fatal. Fue en 1872 y el gran cantaor Silverio Franconetti, gran amigo de su cuñado Enrique el Gordo, compuso en su memoria la siguiente seguiriya:
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Pobresito e Ponce
en Lima murió.
Como murió llamando a Cristina
miren que doló.
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(Si alguien quiere escuchar este cante magníficamente interpretado, se puede encontrar en la voz de Carmen Linares, que lo tiene registrado en su disco “Un Ramito de Locura”.)
Pero no todas los hechos recogidos por la copla flamenca han tenido este carácter doloroso, también han habido anécdotas jocosas y más o menos divertidas. Como por ejemplo la cantiña que dice:
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Martes por la mañana
un torito de Cabrera
le hizo bailar la matraca
al Marqués de la Torre Nueva.
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Este cante lo interpretaba, lo tiene grabado, por mirabrás el cantaor Rafael Romero El Gallina. Enrique Morente, gran conocedor y mejor aficionado a su arte, lo lleva en su repertorio y se lo hemos oído interpretar en varias ocasiones. Recojo esta copla por la mención de una de las castas fundacionales del ganado de lidia: la casta Cabrera, de donde desciende el actual ganado de Miura, y sirva este dato para apoyar la afirmación hecha arriba acerca de las tempranas relaciones entre el mundo taurino y la música flamenca.
Esta clara endogamia entre estos dos mundos es el cimiento que, quizá, pudo motivar al guitarrista Manolo Sanlúcar a acometer la composición de su gran obra “Tauromagia”. Aparte, según narra en sus recién publicadas memorias, siendo muchacho alimentó el gusanillo del toreo, llegando a hacer sus pinitos en los tentaderos.
“Tauromagia” fue publicada en 1988 y está concebida tomando el mundo del toro como protagonista, desde su nacimiento hasta su muerte. A este universo se acerca el hombre para participar en el drama del sacrificio y fiesta que como un fatum marcara el destino de ambos, siempre utilizando la música flamenca como elemento discursivo de la historia.
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....................Foto: Yannick Olivier
La grabación se abre con un solo de guitarra sobre un rumor sonoro que recuerda la pureza y quietud de los campos, es el tema “Nacencia”, donde podemos imaginar esa vaca en solitario resguardada entre encinas y con el rumor de las aguas de un arroyo dando a luz al indefenso becerro, que llegando el tiempo venderá cara su vida. La voz del hombre interviene y al grito de “Manuel” anuncia a los cuatro vientos la buena nueva del alumbramiento. Siempre el hombre participando en el devenir de la naturaleza y a la espera.
El segundo tema del disco, al claro aire de tangos flamencos, vuelve a traer la intervención humana en la vida del toro, esta vez es la figura del maletilla que va “hacer la luna”. El torerillo se queja de la presencia del mayoral, Gerión de ese mundo campesino, que cuida de la virginidad de sus criaturas… aún es un utrero y no está preparado para enfrentarse a las artimañas de los engaños humanos. El tema se titula “Maletilla”, al que le presta la voz el cantaor José Mercé:
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¡Mira el utrero que en la encina está!
¡Mira que pena!
¡Que si no fuera por el mayoral!
¡Ay! ¡Que faena!
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Al fin y al cabo el maletilla, que ha saltado el cercado de piedra, y el joven novillo participan de una misma esperanza: ganarse la gloria y conquistar la fama… pero hay que esperar, ya se cumplirá el rito.
En todas las plazas de toros hay un lugar de recogimiento, la luz tenue hace sentir el frío y la sequedad de boca que anuncia la soledad de lo incierto: es la Capilla, donde casi todos los toreros se retiran para disponer de un momento a solas con ellos y su destino. Es el momento de la “Oración”, que así se titula el tercer corte del disco. Es un tema por granainas, solo de guitarra, que con su obsesivo trémolo intenta reflejar los miedos e inseguridades a los que el hombre se va a enfrentar, algunos rezan otros simplemente exorcizan el misterio. Toda la imaginería, estampas, fotos, velas y escapularios quedaron en la mesilla del hotel, donde el hombre se vistió con el traje de sacerdote de un antiguo rito. En este lugar invocamos a la suerte… pues suertes se denominan los distintos lances del toreo. El antiguo maletilla se va a encontrar con el antiguo utrero, devenido en cinqueño, que espera su turno después del encierro en los corrales de la plaza. Todo está preparado para la representación, pero no hay papeles ni personajes, se va a representar la vida misma.
“Maestranza”, no podía llevar otro título para un andaluz la composición que refleja el ambiente previo a la corrida. Es un tema por bulerías con una sugerente percusión que recuerda el cascabeleo de los coches de caballos conduciendo hasta el coso a los cientos de aficionados plenos de expectación y esperanza. Aquel grito tan optimista: “¡A los toros!”. Escuchando esta música uno se imagina el sevillano paseo de Colón atestado de bullicio y ve la algarabía cruzar por el puente de Triana y desembocar en la puerta del Príncipe, las conversaciones en los bares aledaños rebosantes de expectación y de claveles. Toda la fuerza de este tema se eleva con una sección de vientos, homenaje a los clarines que anunciaran las diferentes fases del rito y a la banda de música, que desde su palco, subrayará los momentos cumbres, o simplemente entretendrá el tedio.
Ya está el gentío ocupando sus lugares y el protagonismo gira otra vez hacia el toro y el hombre, suenan los clarines y timbales y comienza lo mistérico, aquello que el azar y la fortuna controlan y que el hombre intentará encauzar hacía la razón y el arte. El quinto corte de la grabación relata el comienzo de la corrida y, como no podía ser de otro modo, Sanlúcar lo titula “…De Capote”. Es un tema al compás de bulería por soleá con la afillá y broncinea voz del desaparecido Bernardo Silva, “El Indio Gitano”. Comienza con trémolo de guitarra que recuerda el toque de clarines y timbales sobre la voz del cantaor que a manera de pregón anuncia: “Pregonero con voz de plata…”. Después la música se torna al marcado compás de la bulería por soleá. Aire vivo que recuerda los primeros lances de recibo hasta que una vez parada la res, ya más despacio, el capote conduce la embestida hasta el tercio. Se ha producido el milagro del primer encuentro:
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De Triana traigo niña quien me compra
un capote de menta y de canela
Quien me compra un ¡olé!
pa lucirlo a la luz de las estrellas.
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“Tercio de varas” es un tema por bulerías. Manolo Sanlúcar comenta aquí: ¿Han visto ustedes a Rafael llevar por chicuelinas el toro al caballo? Evidentemente, ese Rafael no podía ser otro que Rafael de Paula y como jerezano no se le podía homenajear mejor que con una música por bulerías, después de una breve introducción por mineras. Aunque pensándolo con más amplitud, quizá Sanlúcar no haya querido reflejar en este “Tercio de varas” la potencia y la lucha que supone el encuentro del toro con el caballo de picar, sino más bien la sutileza del quite con que el matador prueba las condiciones del animal después de tan duro lance. Momento único para la competencia entre los espadas, donde quintaesencian su arte y su valor. Desgraciadamente, que pocas veces en los últimos tiempos podemos disfrutarlo.
Muchos han comparado la planta de los banderilleros, su gracilidad, movimiento y exposición con la Giralda sevillana y su veleta El Giraldillo. Puede ser por este motivo por lo que el tema “Banderillas” suene como un aire de sevillanas. Es un tema coral, como coral es el tercio de banderillas: está el peón que brega, los dos que parean, guardando la espalda el matador que sigue en el turno, esos otros dos que harán el quite a la salida del embroque y muy atento al comportamiento del toro su matador. Así es el tema “Banderillas”, interviene un coro femenino, hay cuerdas, vientos, percusiones y la segunda guitarra de Vicente Amigo.
Escribe Sanlúcar con respecto al tema “…De muleta”: El toreo de muleta es tan sobrio, tan íntimo, que aún estando la plaza a rebosar, el torero puede sentirse en la más pura y hermosa soledad. Es él y la conciencia de la medida de su ser. Pero el toreo de muleta termina con la muerte del toro y aquí es donde se me produce a mí una gran turbación. Me duele la muerte del toro pero a la vez la defiendo como inevitable. El toro bravo ha nacido para morir en la plaza. Es ahora la voz de “la Macanita” la que entona la copla:
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Suena en la muleta
con temple y con son
un viejo cante que al alma
busca en silencio.
Como una pena.
Como una oración.
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La contradicción que cuenta Sanlúcar que su espíritu siente ante el desenlace final de la corrida parece bien reflejada en el tema, por un lado la voz melancólica de La Macanita cantando los versos anteriores y por otro una guitarra firme y viva con marcado compás que avanza hacia el inexorable fin.
Y llegamos, como de otra manera no podía ser, al triunfo final de la razón sobre la fuerza ciega y noble de la naturaleza. El torero triunfa y abre la puerta grande, que en este caso es, otra no lo sería, la “Puerta del Príncipe”. Tema coral por alegrías donde Diego Carrasco apostilla:
Plaza de Caí
Con el capote que tenéis, gitano…
Para terminar me gustaría hacer notar la singularidad de esta obra musical desde el punto de vista de su intencionalidad compositiva. Es música flamenca, metida en coordenadas y formas del flamenco más tradicional, pero está elaborada desde un sentimiento y profundo conocimiento taurómaco y, aunque Manolo Sanlúcar la titula “Tauromagia”, bien podría ser una Tauromaquia musical.
...............................................“El Planeta”
(Nota: la foto de Manolo Sanlúcar está tomada de su web; la de la carátula del disco “Tauromagia” está tomada de... pues, de verdad, no me acuerdo de qué página de venta online la tomé; la tercera fotografía que se incluye es del gran fotógrafo francés Yannick Olivier y aparece en el blog “Campos y Ruedos”; la cuarta es de esas fotos que trota por la red al mismo son que los caballos de la feria; y la quinta, la de Curro sacado a hombros por la Puerta del Príncipe, no sé quien se pueda ser su autor, pero yo me la he bajado del blog “Churumbelerías”.