Apunte a tinta – Autor: José Puente – Fuente: ABC 26.05.1992
Fue Francisco Montes, “
Paquiro”, quien fijó en el segundo tercio del siglo XIX los cimientos de la estructura y el orden de las corridas de toros tal y como hoy las conocemos. Hasta entonces los festejos taurinos tuvieron un desarrollo que no estaba sujeto a unas reglas tan concretas como las actuales, de tal forma que a cada toro que se soltaba en el ruedo se le solía dar un tipo de lidia distinto y se le practicaban unas suertes muy variadas. Una de ellas recibía en la mayor parte de España la denominación de “toreo a la suiza” o “suerte del palenque”.
Desde la Edad Media, al menos, era costumbre que los reyes que acudían a presenciar una función taurina ocupasen un palco principal, a cuyo pie se disponía un zaguanete de guardias reales con la misión de proteger dicha instalación de las posibles acometidas de los toros, haciendo huir a los animales con las alabardas que los miembros de ese cuerpo de guardia portaban habitualmente como armamento. Alabarda a la que popularmente se llamaba "
suiza", por haber sido introducida en España por la infantería de ese país centroeuropeo, y dio nombre a la expresión "
toreo a la suiza".
Esa disposición de los guardias reales en los festejos taurinos fue usual en tanto en cuanto el desarrollo de los mismos tuvo lugar en recintos que no disponían de barrera o ésta carecía de la suficiente solidez o seguridad. No obstante, cuando se empezaron a acondicionar cosos especiales, se mantuvo después como elemento protocolario de las funciones reales más extraordinarias.
La fotografía anterior debe ser, muy posiblemente, de la última vez que se dispuso esta formación de la Guardia Real en un festejo taurino. Lo que resulta difícil es ponerla fecha. Al menos para mí; pues en las distintas webs donde aparece publicada se da una distinta: de 1879, con ocasión de la corrida celebrada en Madrid para festeja la boda de Alfonso XII con Maria Cristina de Habsburgo; de 1902, durante la corrida celebrada en Madrid con motivo de la coronación de Alfonso XIII; y de 1929, en una corrida celebrada en Sevilla. Personalmente, la barrera de la instantánea no me recuerda a la de la antigua plaza de Madrid por varios detalles, sino más bien a la de Sevilla, y en 1929 se celebró allí la Exposición Iberoamericana, que pudo dar a pie a una exhibición de esta antigua misión de la Guardia Real, pero...
En todo caso, resulta impactante la imagen de los guardias reales aguantando la formación ante la cercanía del toro con sus alabardas apoyadas en la barrera para resistir el empuje de las embestidas.
Esa maniobra de defensa practicada por los miembros de la Guardia Real con sus alabardas derivó en un tipo de suerte taurina que, como ya queda apuntado, recibía los nombres de "
Suiza" o "
Palenque".
Francisco de Goya – Grabado 17: “Palenque de los moros hecho con burros”
Esta suerte taurina, como forma de lidia ya específica que se incluía en la programación de los festejos, se caracterizaba por ser predominantemente popular y por el hecho de que su finalidad era la de dar muerte al toro y no la de defenderse de él.
La definición más antigua nos la ofrece el humanista e historiador Gonzalo Argote de Molina (1549-1596), a quien debemos una compilación de textos medievales de extraordinario valor y, concretamente, en “
La montería de los toros en el coso” nos dice que: “En Andalucía, en la ciudad de Baeza, se acostumbra por los mancebos de una villa a ella sujeta, llamada Vilches, esperar en la plaza al toro un escuadrón de piqueros, y al tiempo que el toro embiste en ellos, lo levantan por el aire sobre las picas, y le tienden en la plaza muerto, que es suerte de mucha destreza, a cuya forma de regocijo llaman la
suiza”.
Ni que decir tiene que, además de destreza, para esta suerte era preciso que los hombres tuviesen valor, fuerza y experiencia para saber actuar de manera conjuntada y armónica. Y, por otro lado, que a la forma de sentir actual se antoja que la suerte era muy cruenta.
Esta forma de lidia popular debió estar bastante extendida por la Península, pues también fue practicada en la Villa y Corte, como nos indica Rafael Cabrera Bonet en su artículo “
La iniciativa empresarial privada en el devenir del festejo madrileño del siglo XVIII”, donde recoge que en la programación de los festejos que tuvieron lugar en Madrid los días 19 y 30 de septiembre de 1737 aparecía la suiza entre las distintas formas de lidia previstas; y que sería ejecutada por “mancebos”, lo que confirma su índole popular. Cabrera Bonet recoge en ese mismo artículo otros festejos en la Capital de 1758 y 1766 en los que también se programó la misma suerte.
El hecho de que la suerte del palenque, o la suiza, se practicase en la capital del Reino nos da cierta medida de la posible popularidad que debió tener en distintas regiones de la Península. De hecho, también se realizaba en la zona del valle del Ebro, pues contamos con documentación que nos acredita que fue costumbre muy arraigada incluir esta suerte en Pamplona con ocasión de las fiestas del Glorioso San Fermín. Y hay que dejar señalado que allí, en Pamplona, a la suerte del palenque se la conocía con una denominación que resulta muy llamativa: “
Toro de los Mozos Molineros”.
Luis del Campo, en su obra “
Pamplona y Toros. Siglo XVII”, nos da cuenta de la raigambre que tuvo el palenque en Pamplona durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, y que era realizado por los “
mozos molineros” como “
número que rarísima vez faltó en las corridas de toros pamplonesas”.
Se pregunta el insigne historiador pamplonés que si fueron ejecutores sobresalientes de esta suerte los servidores de los molinos para arrogarse el monopolio de su práctica. Y dice que, hipotéticamente, lo considera posible.
Por otro lado, también nos descubre Luis del Campo que la lanza o pica con la que ejecutaban la suerte los mozos molineros recibía el nombre de “garrochón”. Y continúa explicando que “
en cualquier época el palenque lo dieron, ocho o diez hombres o mozos valientes y formando cuadrilla con garrochones o picas, pero con la finalidad no de frenar las acometidas de la res, sino de forcejear con ella e intentar matarla. Se comprende que no se autorizara el palenque en Pamplona hasta que se considerara como normal matar el toro en el ruedo, razón para encontrar una de sus primeras citas, posiblemente sin ninguna otra anterior, en 1650”. Además, Luis del Campo aporta partidas de gastos de otros años posteriores que acreditan la continua inclusión de la suerte en los festejos taurinos de la capital navarra.
Tan arraigada era la costumbre que hasta bien entrado el siglo XIX perduró la práctica de esta suerte. Koldo Larrea, en “
Pamplona y Toros. Siglo XIX”, deja anotado que en 1831 “
el llamado toro de los molineros toca a su fin. Lo que fue tradicional durante siglos se maleó en los últimos años al pretender remuneración”. Aún así, anota su inclusión en las fiestas de los años 1832, 1833, 1844 y 1845.
Precisamente por esas fechas, como decía al principio,
Paquiro impulsó la estructura y el orden actuales de las corridas de toros, y ello debió ser la causa principal de la eliminación en los ruedos españoles de antiguas suertes taurinas como la del palenque. No obstante, su carácter popular debió propiciar que se siguiera practicando en las fiestas de las localidades donde era tradición.
Ahora bien, hay que convenir que el palenque traía causa de la primitiva suerte de la lanzada, y que su crudeza fue provocando la paulatina desaparición de todas las prácticas derivadas de aquélla. Actualmente, en España sólo perdura un festejo popular con una práctica que tiene su origen en la suerte de la lanzada, aunque en este caso se realiza de forma individual: el Toro de la Vega, en Tordesillas (Valladolid), que obtuvo la declaración de Fiesta de Interés Turístico de España por Resolución de la Secretaría de Estado de Turismo de 18 de enero de 1980.
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Lagun
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NOTA: Con mi bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que solicito a los propietarios de los derechos de autor de las imágenes publicadas en esta entrada que me permitan mantenerlas.
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