....................................(Foto: Hireen)
El progreso industrial y el mayor nivel de renta de la sociedad facilitó a partir de los años setenta la posibilidad de desplazamiento entre las poblaciones. Ese logro, junto a la expansión demográfica que se vivió entonces, originó que la participación en las fiestas de los pueblos se fuera haciendo cada vez más numerosa y heterogénea.
Hablando de encierros, fue aumentando paulatinamente la presencia en el recorrido de mozos, tanto por el mayor número de los locales como por la asistencia de otros foráneos, incluso de pueblos lejanos. Por otro lado, poco a poco, y especialmente en la década de los noventa, la organización de los festejos populares se fue reglamentando y, entre otras materias, se fueron estableciendo mayores medidas de seguridad, como el cerramiento de puertas y ventanas, vallados especiales e, incluso, el doble vallado. Con todo ello, además de conseguir una mayor seguridad para la población respecto de los animales, se están produciendo otros efectos: que los espectadores queden más nítidamente separados del recorrido y que los mozos con menor pericia o atrevimiento tengan más reparos para permanecer en el interior de la manga.
El resultado de todo ello ha sido una rápida evolución durante el último cuarto del siglo XX en lo que respecta al concepto de participación en el encierro, que ahora se caracteriza porque es más masificada y porque se diferencian más claramente las figuras de quienes asisten con el ánimo de observar el festejo y quienes acuden con la intención de correr en el encierro.
Retrato del corredor de encierros
En primer lugar, y que nadie me interprete mal, hay que decir que la inmensa mayoría de los corredores son varones. Aunque afortunadamente se eliminaron las prohibiciones al respecto, aún son contadas las mujeres que participan activamente en los festejos taurinos populares; todas honrosas, algunas de calidad, pero excepciones a una realidad muy marcada.
Respecto a la edad de los mozos que, a mayor o menor distancia, corren en encierros (y con la dificultad que entraña este tipo de cálculo), estimo que un 15 % cuenta con menos de 20 años; más de la mitad, un 55 %, viene a tener entre 20 y 30 años; y un 20 % se sitúa en la estrecha franja que va de los 30 a los 35 años. El resto, un 10 %, se movería en la banda de 35 a 45 años, aunque siempre se dejan ver corredores aislados que superan esa edad. Así, la edad media del corredor sería del entorno de los 27 años.
No obstante, hay muchos corredores que a partir de los 30 años, aproximadamente, según van adquiriendo mayores responsabilidades en la vida, van reduciendo su asistencia a encierros y, más aún, su participación; no es que se retiren radicalmente, simplemente van seleccionando aquellos encierros en los que sienten una motivación especial para participar, como suele ocurrir con las grandes citas del calendario, en las que es evidente que la media de edad de los corredores es más alta de lo habitual. Algo que también viene motivado por el hecho de que el corredor menor de 20 años no se suele desplazar más allá de su comarca.
La gran mayoría de los corredores, dada la media de edad y la creciente afición a las actividades deportivas, encaran los encierros con una buena preparación física. A este respecto, y bajo mi modesto criterio de observador (pues soy lego en medicina), la antropometría que presenta el corredor medio se correspondería con la de un atleta de carreras populares de medias o largas distancias. Hay que reseñar, además, que son excepcionales los casos de “supuestos corredores” con cuadros de intoxicación etílica.
Por último, indicar que la inmensa mayoría son de nacionalidad española. Los corredores extranjeros que participan en encierros son pocos, por cultura y por distancia, pero generalmente son buenos, y algunos excepcionales. Respecto a su procedencia, en Pamplona parecen destacar los anglosajones y en determinados encierros se adivina la presencia de portugueses, pero últimamente hay varias cuadrillas de franceses que acuden a todas nuestras grandes citas y que son fantásticos corredores.
Y... ¿por qué corren en los encierros?
Nunca podremos saber la razón que movió al primer hombre que se puso a correr voluntariamente delante de un toro; después...
Tradicionalmente, la mayoría de los corredores cruzaban por primera vez el vallado para “participar de forma activa” en un encierro a una edad aproximada a los catorce años, y la razón más generalizada para que se produjera ese impulso solía ser la imitación de conductas: querer parecerse a los mayores que corrían delante de los toros.
El hecho de que correr encierros sea una costumbre generalizada en la mayor parte de la Península Ibérica facilita que en los niños se produzca ese fenómeno de imitación sin presión alguna; y, con ello, una continuada cantera de corredores. Pero, hablando sobre todo de localidades en las que participar en un determinado festejo taurino popular pareciera más un rito que una simple costumbre, también se dan casos en los que se puede llegar a crear en la mentalidad de algunos chavales la necesidad de tener que dar el paso adelante y participar, aunque sólo sea una vez, para cumplir con una especie de requisito en su autorrealización personal o bien para sacudirse una cierta presión social construida en torno a ese rito.
Y hablando sobre la edad de inicio, que venía siendo sobre los catorce años, en los reglamentos ahora vigentes en las comunidades autónomas se establece la prohibición de participar en todo tipo de festejos taurinos populares a los menores de dieciséis años, edad que en ocasiones se eleva hasta los dieciocho. Ello ha provocado, al menos, cuatro consecuencias:
1) Que, en todo caso, ahora los chicos empiezan a participar en encierros con una edad más alta y, mientras tanto, sólo pueden jugar a ser corredor y soñar con llegar a serlo.
2) Que hay chavales que, antes de cumplir los dieciséis o los dieciocho, adquieren otras aficiones (unas sanas y otras que lo son menos) y que llegado el momento ya no se sienten atraídos por la costumbre de correr encierros; ni tan siquiera una primera vez.
3) Que, por el contrario, también hay chavales que desde niños desearon fervientemente ser corredores y, al verse impedidos a intentarlo hasta los dieciséis años, llegan con mayor deseo a su primer encierro y con una afición más cuajada que los de generaciones anteriores.
4) Que el legislador crea una situación de riesgo con esa limitación de edad acompañada de la prohibición de encierros infantiles con becerras, pues los adolescentes con dieciséis años o los hombres con dieciocho, como ya no son unos críos, se pueden creer en condiciones de hacerlo en cualquier encierro y recorrido sin haber pasado por la necesaria fase de aprendizaje previo y acortamiento de distancias.
Una vez superado esa especie de rito iniciático, siempre hay chavales que deciden no continuar. Otros, en cambio, siguen adelante. Y cada uno tiene su propia motivación para hacerlo, aunque es lógico pensar que en esta etapa adquiere gran importancia el afán de superación personal: el querer correr mejor y a menor distancia de los toros.
Hay que decir también que en los últimos años se puede ver a muchos jóvenes que, desligados de todo apego por las tradiciones, contemplan los festejos taurinos populares como una simple forma de participar en una actividad de riesgo, lo que resulta altamente pernicioso para el futuro de la concepción de los encierros, ya que se los desvincula de la ancestral costumbre que motiva a cada festejo y, además, se altera totalmente la escala de valores, dando primacía al corredor sobre el toro.
Y, finalmente, después de que un joven alcanza la madurez como corredor, ¿qué razones pueden motivar a aquellos pocos que, tras contraer matrimonio, tener hijos y adquirir responsabilidades laborales o profesionales, deciden no retirarse y, por contra, siguen calzándose las zapatillas y corriendo encierros hasta edades avanzadas?
¿Afición, pasión, fidelidad al rito, promesas íntimas, homenajes...?
Cada corredor de encierros es un mundo y lleva tras de sí su propia historia.
Lagun
NOTAS:
1) La primera fotografía que aparece en esta entrada lleva la firma de “Hireen”, quien tiene una galería abierta en “flickr.com”; la segunda es obra de “Joseba Carnicer”, un aficionado al mundo del toro y de la fotografía que, tras varias incursiones por la BlogEsfera, nos muestra sus trabajos en una web propia: “everyoneweb.es/toriviciao”. A ambos les ruego que permitan mantener sus respectivas fotografías, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos. Y a todos los que entráis en este blog os aconsejo que visitéis sus galerías.
2) Por otro lado, como es habitual con cada texto, hoy os he colgado una nueva encuesta. Creo que sería interesante que la comentarais entre vuestros amigos para que obtuviésemos el mayor número de votos posibles y, así, tratar de que el resultado sea lo más cercano posible a la realidad.