27/10/08

Los corredores de encierros

En un encierro hay un protagonista principal, que es el TORO, y junto a él varios conjuntos de participantes. El más importante de todos ellos es el de los corredores.

....................................(Foto: Hireen)
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Antiguamente, y hasta un límite temporal que podríamos fijar en la década de los años sesenta del pasado s. XX, en las fiestas de cualquier pueblo participaba la práctica totalidad de la población local, además de pequeños grupos de la comarca, fundiéndose todos en un conjunto muy homogéneo. Así, en el encierro era muy generalizada la participación de los hombres; de tal forma que, aunque hubiese un reducido número de mozos que actuase con más arrojo, la mayor parte de la población masculina se situaba en el interior del recorrido, junto a puertas, ventanas o al pie de los carros, e intervenía en el festejo con mayor o menor atrevimiento. El resultado de esa concepción de la participación en los encierros era que quedaba muy difuminada la línea divisoria entre corredores y espectadores.

El progreso industrial y el mayor nivel de renta de la sociedad facilitó a partir de los años setenta la posibilidad de desplazamiento entre las poblaciones. Ese logro, junto a la expansión demográfica que se vivió entonces, originó que la participación en las fiestas de los pueblos se fuera haciendo cada vez más numerosa y heterogénea.

Hablando de encierros, fue aumentando paulatinamente la presencia en el recorrido de mozos, tanto por el mayor número de los locales como por la asistencia de otros foráneos, incluso de pueblos lejanos. Por otro lado, poco a poco, y especialmente en la década de los noventa, la organización de los festejos populares se fue reglamentando y, entre otras materias, se fueron estableciendo mayores medidas de seguridad, como el cerramiento de puertas y ventanas, vallados especiales e, incluso, el doble vallado. Con todo ello, además de conseguir una mayor seguridad para la población respecto de los animales, se están produciendo otros efectos: que los espectadores queden más nítidamente separados del recorrido y que los mozos con menor pericia o atrevimiento tengan más reparos para permanecer en el interior de la manga.

El resultado de todo ello ha sido una rápida evolución durante el último cuarto del siglo XX en lo que respecta al concepto de participación en el encierro, que ahora se caracteriza porque es más masificada y porque se diferencian más claramente las figuras de quienes asisten con el ánimo de observar el festejo y quienes acuden con la intención de correr en el encierro.


Retrato del corredor de encierros

En primer lugar, y que nadie me interprete mal, hay que decir que la inmensa mayoría de los corredores son varones. Aunque afortunadamente se eliminaron las prohibiciones al respecto, aún son contadas las mujeres que participan activamente en los festejos taurinos populares; todas honrosas, algunas de calidad, pero excepciones a una realidad muy marcada.

Respecto a la edad de los mozos que, a mayor o menor distancia, corren en encierros (y con la dificultad que entraña este tipo de cálculo), estimo que un 15 % cuenta con menos de 20 años; más de la mitad, un 55 %, viene a tener entre 20 y 30 años; y un 20 % se sitúa en la estrecha franja que va de los 30 a los 35 años. El resto, un 10 %, se movería en la banda de 35 a 45 años, aunque siempre se dejan ver corredores aislados que superan esa edad. Así, la edad media del corredor sería del entorno de los 27 años.

No obstante, hay muchos corredores que a partir de los 30 años, aproximadamente, según van adquiriendo mayores responsabilidades en la vida, van reduciendo su asistencia a encierros y, más aún, su participación; no es que se retiren radicalmente, simplemente van seleccionando aquellos encierros en los que sienten una motivación especial para participar, como suele ocurrir con las grandes citas del calendario, en las que es evidente que la media de edad de los corredores es más alta de lo habitual. Algo que también viene motivado por el hecho de que el corredor menor de 20 años no se suele desplazar más allá de su comarca.

La gran mayoría de los corredores, dada la media de edad y la creciente afición a las actividades deportivas, encaran los encierros con una buena preparación física. A este respecto, y bajo mi modesto criterio de observador (pues soy lego en medicina), la antropometría que presenta el corredor medio se correspondería con la de un atleta de carreras populares de medias o largas distancias. Hay que reseñar, además, que son excepcionales los casos de “supuestos corredores” con cuadros de intoxicación etílica.

Por último, indicar que la inmensa mayoría son de nacionalidad española. Los corredores extranjeros que participan en encierros son pocos, por cultura y por distancia, pero generalmente son buenos, y algunos excepcionales. Respecto a su procedencia, en Pamplona parecen destacar los anglosajones y en determinados encierros se adivina la presencia de portugueses, pero últimamente hay varias cuadrillas de franceses que acuden a todas nuestras grandes citas y que son fantásticos corredores.


Y... ¿por qué corren en los encierros?

Nunca podremos saber la razón que movió al primer hombre que se puso a correr voluntariamente delante de un toro; después...

Tradicionalmente, la mayoría de los corredores cruzaban por primera vez el vallado para “participar de forma activa” en un encierro a una edad aproximada a los catorce años, y la razón más generalizada para que se produjera ese impulso solía ser la imitación de conductas: querer parecerse a los mayores que corrían delante de los toros.

El hecho de que correr encierros sea una costumbre generalizada en la mayor parte de la Península Ibérica facilita que en los niños se produzca ese fenómeno de imitación sin presión alguna; y, con ello, una continuada cantera de corredores. Pero, hablando sobre todo de localidades en las que participar en un determinado festejo taurino popular pareciera más un rito que una simple costumbre, también se dan casos en los que se puede llegar a crear en la mentalidad de algunos chavales la necesidad de tener que dar el paso adelante y participar, aunque sólo sea una vez, para cumplir con una especie de requisito en su autorrealización personal o bien para sacudirse una cierta presión social construida en torno a ese rito.

Y hablando sobre la edad de inicio, que venía siendo sobre los catorce años, en los reglamentos ahora vigentes en las comunidades autónomas se establece la prohibición de participar en todo tipo de festejos taurinos populares a los menores de dieciséis años, edad que en ocasiones se eleva hasta los dieciocho. Ello ha provocado, al menos, cuatro consecuencias:
...................................(Foto: Joseba Carnicer)

1) Que, en todo caso, ahora los chicos empiezan a participar en encierros con una edad más alta y, mientras tanto, sólo pueden jugar a ser corredor y soñar con llegar a serlo.

2) Que hay chavales que, antes de cumplir los dieciséis o los dieciocho, adquieren otras aficiones (unas sanas y otras que lo son menos) y que llegado el momento ya no se sienten atraídos por la costumbre de correr encierros; ni tan siquiera una primera vez.

3) Que, por el contrario, también hay chavales que desde niños desearon fervientemente ser corredores y, al verse impedidos a intentarlo hasta los dieciséis años, llegan con mayor deseo a su primer encierro y con una afición más cuajada que los de generaciones anteriores.

4) Que el legislador crea una situación de riesgo con esa limitación de edad acompañada de la prohibición de encierros infantiles con becerras, pues los adolescentes con dieciséis años o los hombres con dieciocho, como ya no son unos críos, se pueden creer en condiciones de hacerlo en cualquier encierro y recorrido sin haber pasado por la necesaria fase de aprendizaje previo y acortamiento de distancias.


Una vez superado esa especie de rito iniciático, siempre hay chavales que deciden no continuar. Otros, en cambio, siguen adelante. Y cada uno tiene su propia motivación para hacerlo, aunque es lógico pensar que en esta etapa adquiere gran importancia el afán de superación personal: el querer correr mejor y a menor distancia de los toros.

Hay que decir también que en los últimos años se puede ver a muchos jóvenes que, desligados de todo apego por las tradiciones, contemplan los festejos taurinos populares como una simple forma de participar en una actividad de riesgo, lo que resulta altamente pernicioso para el futuro de la concepción de los encierros, ya que se los desvincula de la ancestral costumbre que motiva a cada festejo y, además, se altera totalmente la escala de valores, dando primacía al corredor sobre el toro.


Y, finalmente, después de que un joven alcanza la madurez como corredor, ¿qué razones pueden motivar a aquellos pocos que, tras contraer matrimonio, tener hijos y adquirir responsabilidades laborales o profesionales, deciden no retirarse y, por contra, siguen calzándose las zapatillas y corriendo encierros hasta edades avanzadas?

¿Afición, pasión, fidelidad al rito, promesas íntimas, homenajes...?

Cada corredor de encierros es un mundo y lleva tras de sí su propia historia.
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Lagun
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NOTAS:

1) La primera fotografía que aparece en esta entrada lleva la firma de “Hireen”, quien tiene una galería abierta en “
flickr.com”; la segunda es obra de “Joseba Carnicer”, un aficionado al mundo del toro y de la fotografía que, tras varias incursiones por la BlogEsfera, nos muestra sus trabajos en una web propia: “everyoneweb.es/toriviciao”. A ambos les ruego que permitan mantener sus respectivas fotografías, pues con esta bitácora no tengo fines lucrativos. Y a todos los que entráis en este blog os aconsejo que visitéis sus galerías.

2) Por otro lado, como es habitual con cada texto, hoy os he colgado una nueva encuesta. Creo que sería interesante que la comentarais entre vuestros amigos para que obtuviésemos el mayor número de votos posibles y, así, tratar de que el resultado sea lo más cercano posible a la realidad.

20/10/08

Desde otro prisma

Tiempo atrás pedí a “Media Verónica” que me escribiera un texto sobre encierros. No recuerdo si, al comentárselo, me referí o no a algún encierro en concreto o si la pedí que se ciñera a algún aspecto determinado. El caso es que hace meses me mandó un texto; y que el texto me gustó. Me gustó especialmente su enfoque: nos narra lo que ella vio y sintió una mañana de sanfermines en la hora y media que transcurre desde que salió del piso camino del encierro hasta pocos minutos después de terminar la carrera.

Yendo camino del recorrido, recién despertada, las sensaciones surgen a golpe de flash, son básicas y, según llegan, se procesan y asimilan; sin más. Luego, ya en el recorrido, mientras espera a subir al balcón desde el que ella vería pasar el encierro, los sentidos se la van agudizando y llega a captar hasta matices en el semblante y el ánimo de los corredores. La carrera... tal y como es. Y, por último, una lección de persona inteligente: no se conforma con ver, quiere aprender, necesita comprender todo lo que ve.

Aclaro que el texto no tiene título. El que veis arriba corresponde a toda la entrada. Espero que os guste. ¡Seguro que sí!


“Son las siete menos diez de la mañana y echamos a andar, calle adelante, casi sin hablar. No sé por donde me llevan, veo portales en una acera muy ancha, paradas de autobuses que no pasan. Gente sola y aprisa con la cara gris y las manos en los bolsillos. Hace fresco para ser verano. Se nota que vuelven. Es muy pronto. Paramos a tomar un café para llevar algo en el cuerpo. El sitio es un bar moderno que parece un pub. Se nota que no ha cerrado en toda la noche. Me voy despertando.

Seguimos caminando, se me está haciendo largo. Llegamos a un parque donde parece que han vaciado sus entrañas todos los camiones de la basura del mundo. Hay bolsas de plástico de todos los colores, botellas y envases vacíos repartidos por toda la extensión de césped. Gente dentro de sacos de dormir tirados en medio. Son cadáveres después de una batalla. Los empleados de la limpieza han llegado y se afanan en cargar la mierda en espuertas hasta los contenedores. Huele a alcohol pasado y orines. Cerca resuena la música de una discoteca de la que salen cuerpos (de élite o bucaneros de la juerga).

Llegamos a la zona de los puestos callejeros donde siguen vendiendo camisetas y objetos de todo tipo. Nos ofrecen el periódico comarcal. Grupos de adolescentes todavía con ganas de beber y cantar. No se han acostado aún.

No nos detenemos. Cruzamos hasta delante de la iglesia donde duerme el Santo. Nos acompañan las botellas vacías y el olor ahora es más intenso. Entramos en el casco antiguo de Pamplona. Nos cruzamos con personas que llevan la actividad opuesta, ellos vuelven, nosotros vamos. Son formas distintas de verlo.

Por fin llegamos al recorrido después de atravesar la talanquera donde un guardia se afana en buscar señales en la gente que le hagan separar a los que tienen que estar al otro lado.

Me gusta pisar el empedrado de la calle limpio y brillante de agua. La luz del amanecer se va haciendo protagonista.

El grupo de corredores, ¡ahí está! Conozco a casi todos, nos saludamos. Hay besos, abrazos y manotazos amistosos entre ellos, como si se despidieran antes de emprender un largo viaje.

Entonces comprendo que estoy en un punto mágico y me siento privilegiada. Es como si estuviera en medio del vestuario donde se concentran los jugadores antes de salir al encuentro deportivo.

Estoy allí, entre todos ellos, esperando a que me abran la puerta del portal de la casa de enfrente donde voy a subir. ¡Me van a dejar ver el encierro desde un balcón! No me lo puedo creer.

Pasan los minutos y mis sentidos se agudizan, van llegando más y más corredores, reconozco a mucha gente. Siento que algo está cambiando en el ambiente. Hay tensión. Pasa una pareja de guiris de la manita, con sus pantalones cortos y su cámara de fotos, están fuera de sitio. Yo también me siento así, como si estuviera profanando un ritual de iniciación que no comprendo.

A lo lejos se oyen los cánticos al Santo, quedan pocos minutos para que salten los toros desde el corral. Lo había visto siempre en la tele pero ahora lo siento de cerca, me doy cuenta de lo estrecha que es la calle y lo empinada que está. Llega hasta mis oídos el runrún de la gente que está esperando desde mucho antes para verlo.

Algo pasa de repente: hay un olor especial. Es producto de unas palabras: miedo y emoción, y se va concentrando a nuestro alrededor. Está creciendo. Es como la densa atmósfera antes de la tormenta. No se ve pero se siente.

Ya no son palabras, han explotado y todo el significado que llevan dentro empapa como una lluvia fina las casas, el empedrado, los balcones, los ojos de la gente. Todo. Mis amigos y los que me rodean están calados hasta los huesos. Acaban de transformarse a mis ojos. Ahora los siento como corredores de encierros y soy consciente de sus movimientos nerviosos, sus besos a la medalla que llevan en el cuello, sus miradas perdidas y sus conversaciones aceleradas. Son tensos los gestos que les delatan. Se van dispersando calle arriba para alcanzar el sitio donde van a iniciar la carrera con los toros. Pienso en el riesgo.

Deseo suerte con mucha fuerza y mucha fe, no sólo para que tengan una oportunidad de hacer una buena carrera y pillen toro (hay mucha gente en el recorrido) sino también para que no les pase nada. La verdad me importa más esto último.

Me importa especialmente la suerte de un corredor.

Tengo demasiada presión a mi alrededor, necesito que me abran el portal ya y ponerme a salvo. Pienso en que yo no voy a correr el encierro y tengo mucha angustia con todo lo que he visto y sentido. Así que ¿cómo no deben de estar pasándolo esta gente?.

Por fin subo al piso, saludo y agradezco el ofrecimiento a las personas que amablemente me han abierto la puerta de su casa. Me asomo a uno de los balcones y la vista es impresionante.

Comparto el balcón. Una de las mujeres que me acompañan rompe a llorar, quedamente. No le pregunto por no importunar el silencio de sus lágrimas.

Dos minutos después suena el chupinazo.

En un instante pasa todo. Casi no te da tiempo a ver como ocurre, los toros suben la cuesta como un vendaval. Me pregunto qué clase de personas son los corredores para poder echar a correr de esa manera, casi sin ver. Yo necesito ver la película de un encierro varias veces para darme cuenta de lo que ha pasado y a ser posible a cámara lenta.

Mi admiración crece.

Ha pasado todo, me despido y bajo las escaleras con el corazón acelerado. ¿Le habrá pasado algo malo? me pregunto. Alcanzo la calle y camino aceleradamente. Hablo con los corredores que me voy encontrando por el recorrido, me siento descortés por no quedarme más tiempo de conversación pero estoy muy nerviosa. Hay mucha gente que no me deja pasar y yo quiero ir más aprisa. Los de la Cruz Roja atienden a alguien en el suelo. Sigo calle arriba. Por fin le veo, de lejos, está entero. Intento relajarme, yo no he corrido el encierro y pienso que no tengo derecho a estar tan nerviosa. Le alcanzo y le pregunto. Con su mirada me responde. Le quiero.

Vamos hasta la esquina donde están llegando los demás corredores. Necesitan beber mucha agua. Están muy excitados. Se suceden los relatos de las pequeñas batallas que han experimentado. Alguno es pródigo en su relato y se me hace incomprensible como pueden ver todo eso que cuentan con tanto detalle en tan poco tiempo, casi en décimas de segundo.

Se suceden las felicitaciones y las explicaciones. Observo como traen la ropa. Cada uno con su camiseta especial y única, con la que corren siempre los encierros. Les distingue y les da suerte Alguno se ha rozado los codos, las rodillas otro. También los hay con algún chichón.

Me siento muy honrada cuando me dejan compartir el significado de todo esto.

Y no dejo de aprender y de agudizar mis sentidos porque necesito comprenderlo. Así es como he ido viviendo los encierros taurinos y como se me han ido metiendo en el cuerpo, poco a poco pero intensamente. Y lo llamo mi enfermedad. Claro que alguno está mucho más grave que yo.

Mi infinita gratitud al “Cruzado” por haberme abierto los ojos a este mundo de los toros. No dejo de aprender todo lo que me enseña.

Gracias a todas las personas que he conocido y me han hecho pasar momentos inolvidablemente intensos.

Gracias por la pasión."

"Media Verónica"

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(NOTA: Respecto a la foto incluida en esta entrada, tengo que reconocer que es una de esas fotos que te bajas un día de internet y luego, por más que la buscas, no vuelves a dar con ella; por lo que pido disculpas al propietario de los derechos de autor. Aún así, le ruego que me permita mantenerla)

14/10/08

¡Te odio, Telecinco!

No había habido encierro ni la gente con la que quedé eran corredores, aunque sí aficionados a los toros; fue la aparición de las primeras setas de la temporada lo que sirvió de excusa para que cuatro amigos quedáramos para salir al campo y preparar un almuerzo después.
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El campo fue generoso con nosotros. Recogimos setas más que suficientes para cocinar un primer plato con ellas, salteándolas con ajo y perejil, y destinar otro buen puñado a una caldereta de cordero.
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Durante el almuerzo y la larga sobremesa que siguió después apenas hablamos de encierros, y de toros sólo un poco. Finalmente, la conversación terminó derivando por los derroteros del automovilismo, pues Telecinco empezó a emitir la repetición del Gran Premio de Japón de F1: que si Alonso por aquí, que si Hamilton por allá; que si Ferrari, que si Renault...
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Una vez terminada la carrera, nos disponíamos a pedir unas cartas y unos chinos para echar un mus, cuando en la pantalla apareció la imagen de José Ribagorda presentando el informativo del fin de semana y entre los titulares: ¡Zas! Unas imágenes sueltas de bous al carrer en las que sólo salían cogidas mientras una voz en off decía algo sobre Paterna.
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Lancé un improperio, muy gordo, y me dirigí a la mesa donde íbamos a jugar para elegir la silla que mejor me permitiría controlar la televisión.
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Cuando ya iban muchos minutos de informativo y mi compañero y yo teníamos encarrilada la primera vaca, comenzaron a ofrecer la noticia que a mí me interesaba, por lo que pedí a la mesa que paráramos un momento para escucharla.
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La noticia daba cuenta de la polémica que se ha creado en Paterna (Valencia) a raíz de la decisión del Ayuntamiento de convocar desde el día 3 de noviembre y vía internet una consulta popular entre los censados en la localidad para que manifiesten su opinión respecto a si desean o no que en las fiestas se celebren bous al carrer.
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Como suele ser habitual en Telecinco, con la noticia se ofrecía una cascada de imágenes donde predominaban de forma muy mayoritaria las cogidas de aficionados, ¡viva la objetividad!, y todo ello bajo un “muy bien pensado y escogido” título: Toros sí o no.
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Seguimos con el mus, pero entre juegos y vacas comentábamos la noticia.
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Aquellos que me conocen saben de mi aversión a la televisión en todo lo que se refiere a los encierros en particular y los festejos taurinos populares en general. Un motivo de base para que no desee la retransmisión de encierros, festejos taurinos populares y, por extensión, costumbres de una concreta localidad es que su difusión provoca que aquello que sólo es una costumbre local se termina universalizando y, con ello, que tanto en su evolución lógica como en los debates polémicos se abra el abanico de intervención y se desvirtúe el proceso de cambio, pues lo que se debería dirimir únicamente en su propio foro local se termina decidiendo en un foro globalizado y ajeno a dicha costumbre.
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Pero, además, no hay que olvidar que la televisión es el medio de comunicación con mayor índice de audiencia y que la línea editorial de un programa, especialmente de los emitidos en “prime time”, puede llegar a mediatizar la conformación del pensamiento de la audiencia; especialmente cuando se utilizan imágenes impactantes de acompañamiento.
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Y, por otro lado, hay que resaltar que las cadenas de televisión son entes generalmente privados, con ánimo de lucro y que adoptan sus decisiones en función de la audiencia y pensando en su único y exclusivo beneficio. Puntualización ésta que alcanza una mayor significación cuando una cadena decide utilizar el morbo de forma esporádica y mucha mayor aún cuando lo hace de forma habitual.
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Así, son muchas las ocasiones en las que distintas cadenas de televisión han ofrecido imágenes, reportajes o noticias de encierros y otros festejos taurinos populares que han hecho mucho daño a nuestra afición.
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A modo de ejemplo, no puedo olvidar el reportaje emitido hace unos años por Telemadrid con ocasión de los encierros de Móstoles o la emisión por Antena 3 de las imágenes del último montón en el encierro de San Sebastián de los Reyes repetidas, ralentizadas y con círculo de detalle.
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Pero si hay una cadena de televisión que se viene significando desde hace años por sus ataques contra los festejos taurinos populares es, sin duda alguna, Telecinco.
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¿Qué decir del programa “El buscador” o de su sucesor “Está pasando”?
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Y de un programa chabacano siempre te puedes esperar unos contenidos indocumentados, morbosos y repugnantes, pero lo que ya no resulta de recibo es la línea editorial del Director de Informativos de Telecinco.

Pedro Piqueras, a quien desde hace años se le otorga un “parecido razonable” con Chucky, “el muñeco diabólico”, aprovecha todas las ocasiones en que dispone de un vídeo con algún tipo de percance para lanzar ataques despiadados contra los encierros y los festejos taurinos populares en el Informativo de noche que él dirige y presenta.
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¿Cómo se puede calificar de buen periodista, o simplemente de profesional, a un director de informativos de una cadena nacional de televisión que en el noticiario de máxima audiencia, en “prime time”, ocupa parte de su preciado tiempo en ofrecer una cogida en un encierro (con los debidos respetos a los heridos que ahí han aparecido)?
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¿Cómo se puede entender eso, no ya en cualquier fecha, en unos tiempos en los que existe una crisis financiera a nivel mundial que pasará a los libros de historia y por la que cada día surgen decenas de noticias al respecto?
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¿Cómo se puede restar tiempo a un noticiario de difusión nacional con un percance en un encierro que afecta a una única persona (con los debidos respetos también) cuando en España ha ascendido la cifra de parados en el mes de septiembre a 2.625.368 personas?
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¿Por qué Pedro Piqueras odia tanto a los encierros y a los festejos taurinos populares?
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En fín, no preguntaré sobre la objetividad e imparcialidad de las imágenes que se volcaron con la noticia de la consulta popular de Paterna, ya que la respuesta la dan ellas mismas, pero sí quiero preguntar: ¿qué criterio siguieron Pedro Piqueras, Director de Informativos de Telecinco, y José Ribagorda, Editor y Presentador de Informativos del Fin de Semana de esa misma cadena, para después de nueve días y dos fines de semana dar el 12 de octubre una noticia que era del día 3? Quizás la respuesta tenga algo que ver con que acababa de terminar la repetición del Gran Premio de Japón de F1, que es uno de los momentos del fin de semana con mayor audiencia de esa cadena.
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Al margen de las respuestas a esas preguntas, una cosa es evidente: la cadena Telecinco tiene declarada la guerra a los encierros y, por extensión, a los festejos taurinos populares. Y, lógicamente, desde esta modesta bitácora no puedo luchar contra ese gigante de la información, pero sí puede manifestar mi malestar con su línea editorial al grito de:
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¡TE ODIO, TELECINCO!
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Y lo que también puedo hacer desde aquí es mostrar mi apoyo a los partidarios de los bous al carrer en Paterna:
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¡¡¡VISQUEN ELS BOUS AL CARRER!!!

(...)Post-entrada: la información sobre cómo terminó la partida de mus no es relevante, pero a lo mejor la ofrecen Pedro Piqueras o José Ribagorda.

10/10/08

El toro bravo

Octubre es un buen mes para que todos los corredores de encierros adquieran un libro.

Según vaya avanzando el otoño se irán reduciendo los días que tendremos para correr encierros, pasaremos muchas más horas en casa y leer un libro es una de las mejores recomendaciones que puedo hacer para el tiempo libre que iremos teniendo.

Apuntad éste para aumentar vuestra biblioteca: “El toro bravo”, de Álvaro Domecq y Díez.

El autor de este libro creció entre los toros de la ganadería de su padre, Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio, y vivió entre los toros de su propia ganadería, Torrestrella, por lo que se puede asegurar que atesoró en vida conocimientos y méritos más que sobrados para poder escribir sobre el toro bravo en el campo.

El libro que os apunto resulta muy interesante, ya que refleja la vida del toro bravo desde que nace hasta que es incluido en el lote de una corrida: el nacimiento de los becerros, el destete, el herradero, los tentaderos, la vida del toro en el campo, las peleas, el lenguaje de los toros, el apartado, etc. Además, también trata otros asuntos relacionados con las ganaderías de bravo: temas clásicos, como los sitios y condiciones de una finca, y más actuales, como la investigación científica.

Al margen de las ideas de don Álvaro Domecq sobre algunos temas de índole personal, como los criterios de selección, que pueden ser compartidas o no por los lectores, el conjunto de la obra resulta muy didáctico para todo aficionado y, especialmente, para aquellos que desean empezar a adquirir conocimientos sobre la vida del toro bravo en el campo.

Espasa-Calpe editó por primera vez este libro en 1985 y la histórica portada con la que encabezo esta entrada es, cuando menos, la correspondiente a la cuarta edición, de marzo de 1987, cuyo diseño es de José Fernández Olías e incluye una fotografía de Arjona. Lo digo a efectos de rogar a quien posea los derechos de autor que se me permita mantener dicha reproducción, ya que con esta bitácora no tengo fines lucrativos. Y también para advertir a los interesados en adquirir el libro que las últimas ediciones de esta obra aparecían con una cubierta distinta, tal y como se puede comprobar en el catálogo que aparece en la web de la editorial.

Título: El toro bravo
Autor: Álvaro Domecq y Díez
Edita : Espasa-Calpe
Precio (aprox): 20,00 €

(...)

Añorando a un amigo, dejo hoy esta amplia NOTA:

Habitualmente dedico este espacio de cada entrada para dejar constancia de mi gratitud a las personas que me han ayudado, apuntar las autorías de las fotografías que he publicado y solicitar a los propietarios de los derechos de autor que me permitan mantener dichas reproducciones. Pero en esta entrada ya he cumplido con ese compromiso en el último párrafo de la misma, al que me remito, porque hoy quiero dejar este espacio para realizar un pequeño comentario a raíz del fallecimiento de un gran corredor de encierros ocurrido el pasado día 7 de octubre.

Es sabido que todos los años tenemos que lamentar la pérdida de varios compañeros en este ancestral rito y, como todos se merecen un homenaje y siempre podría ocurrir que alguno quedara en el olvido por falta de noticias, al abrir esta bitácora decidí que todos los años publicaría en el mes de noviembre una entrada con un homenaje conjunto a todos los corredores de encierros fallecidos y que no haría reconocimientos particulares a lo largo de cada temporada.

Pero la desgracia ha querido que ya en el primer año de singladura haya tenido que volver a meditar la decisión que tenía tomada.

Aunque soy consciente de que puede ocurrir, cuesta creer que sea uno mismo o alguien conocido quien vaya a tener la desdicha de perder la vida corriendo en un encierro; pero esta vez el infortunio ha recaído demasiado cerca, en un corredor por el que sentía un gran afecto, en un amigo: Iván Moreno Báez (a quien apodaban “Buty”, aunque en mi cuadrilla le llamábamos el “Pinky”).

De ahí mi desazón y mis dudas.

Pero, a la vez que pensaba en Iván, no podía olvidar que en la corta trayectoria de esta bitácora ya había habido más casos de corredores que habían perdido la vida, como le ocurrió a José Vicente (“el Pincho”) en Benifairó de Les Valls, por citar tan sólo al último del que yo tenía conocimiento.

Así, finalmente, he decidido seguir con la misma línea que ya me había trazado. Entre compañeros de encierros no cabe reclamar un trato distinto; y Él lo decía cuando salía a relucir el tema en los almuerzos, que no quería tener ningún tipo de protagonismo.

Por ello, a los amigos de Iván que me lo habéis sugerido os ruego que me perdonéis porque ahora no publique una entrada en su memoria y permitidme que sólo le llore mientras escribo esta nota. Algún día, cuando se calme el dolor, le dedicaré una entrada en la sección que Él realmente se merece, en la de “corredores de encierros”, porque era un gran corredor, un ejemplo en el que deberíamos fijarnos todos los compañeros y de manera especial los más jóvenes.

Iván Moreno Báez, “Pinky”: descansa en paz.

3/10/08

Encuesta (3)

............Fotografía antigua de un toro de Vaz Monteiro


¿Cuál es la causa principal de la desaparición de algunas de las castas fundacionales del toro de lidia y del absoluto predominio en el campo bravo de la casta Vistahermosa?
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25 ...................... Total de votos
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02 ... 08,00 % ... La avidez de los empresarios
14 ... 56,00 % ... Las exigencias de las figuras del toreo
04 ... 16,00 % ... El anhelo lucrativo de los ganaderos
05 ... 20,00 % ... Los cambios de gustos en el aficionado

Para ilustrar la posición dominante entre los votantes de esta encuesta os recuerdo que, en las corridas reales celebradas en 1789 para festejar la jura de Carlos IV, dos de los máximas figuras de aquella época, los sevillanos Joaquín Rodríguez (“Costillares”) y José Delgado (“Pepe-Hillo”), solicitaron la exclusión de los toros de casta Castellana en estos festejos.

Llama la atención este hecho porque hacía tan sólo unos 65 años que había comenzado la historia del toreo a pie y ya por entonces las figuras del toreo intentaban vetar toros de un determinado origen. En aquella ocasión no fructificó el intento por la postura de la otra gran figura de la época: el rondeño Pedro Romero.

No obstante, volviendo al resultado de la encuesta, yo no restaría importancia a la opción de los cambios que a lo largo de la historia se han ido produciendo en los gustos de la afición. Y, por supuesto, no es cuestión de andar exigiendo a los ganaderos que pierdan dinero por mantener la pureza del origen de sus toros, pero ya me gustaría que aquellos que tuvieron reses de castas o encastes primigenios hubiesen conservado alguna rama de sus vacadas sin cruzar.

En base a este último deseo he escogido la fotografía que encabeza esta entrada. El enlace del blog de Bastonito, que es de donde la he tomado, os lo dejo aquí: “Taurofilia”. Leed la entrada que os enlazo, por favor.

Por último, quiero hacer mención a dos asociaciones que luchan por la conservación o recuperación de dos de nuestras castas fundacionales del toro de lidia: la “Asociación Cultural Amigos de la Casta Navarra”, de la que os enlazo la web, y la entidad “Casta Jijona - Asociación para la recuperación del toro bravo de lidia jijón”, de la que os enlazo su blog.

(NOTA: Como he dejado reseñado más arriba, enlace incluido, la fotografía la he tomado del blog de Bastonito: Taurofilia. Con esta bitácora no tengo fines lucrativos y ruego se me permita mantener la fotografía que encabeza esta entrada; no obstante, será eliminada si así me lo solicita quien posea los derechos de autor)