14/11/11

Ya se avista en el horizonte el final de esta bitácora


Al tiempo que meditaba la posibilidad de abrir un blog, allá por enero del año 2008, ya fui elaborando un índice básico de posibles materias a tratar; entre las cuales seleccioné unos temas que, en el supuesto de que afrontase el reto, me sirvieran de ritmo para la publicación del resto. Finalmente decidí embarcarme en la aventura; y ahora, después de tres años y medio de navegación, ha llegado el momento de afrontar el último de esos temas estructurales. Para esa entrada no tengo concretada todavía una fecha de publicación, pues no la tengo preparada y ello me va a ocupar varias semanas, cuando menos. Ahora bien, lo que sí tengo muy meditado es que será la última escala de esta singladura y que, con ella, daré por concluido este cuaderno de bitácora.

Es evidente que podría seguir elaborando textos de algunas de las materias tratadas. Así, podría continuar reflejando mis ideas sobre los encierros, y las que expresen otros compañeros en las conversaciones que surjan durante los almuerzos a los que yo pueda asistir; podría contaros nuevas visitas a ganaderías de toros bravos; podría hablar de otros artistas que se sintieron inspirados por el Toro para crear obras de arte; o, como último ejemplo, podría incluir más fichas de localidades donde se celebran encierros. Pero mi forma de entender el mundo del toro y el de los festejos taurinos populares me insta a dar una importancia fundamental a los cimientos históricos de este ancestral rito, y abrir el abanico para realizar un tratamiento más pormenorizado de esa temática me llevaría a extender la publicación de entradas durante otros tres o cuatro años más. Un tiempo que preciso para retomar proyectos que en su día dejé aparcados, y en los que están implicadas terceras personas a las que no quiero obligar a seguir esperando más.

Aún así, creo que ha sido una larga singladura por el mundo del toro y de los encierros. Una aventura que, para mí, ha sido muy gratificante y, sobre todo, muy enriquecedora. Y mi deseo es que también lo haya sido para los visitantes de esta bitácora. Como asimismo espero que lo sea la entrada que, una vez que la edite y mientras Blogger lo permita, quedará de cabecera en la página de la dirección principal del blog: el culto al Toro en la Península Ibérica.
.
.
Lagun
.

7/11/11

In Memoriam (IV)



Resulta triste, muy triste, que un joven pierda la vida mientras practica una actividad que para él es mucho más que simple afición. En nuestro caso, cada año nos llegan algunas noticias sobre fallecimientos de participantes en encierros o en cualquier otro tipo de festejo taurino popular. Son sucesos que surgen con cuentagotas; pero unas gotas que a nosotros nos caen a modo de lágrimas de dolor.

No obstante, cuando esas noticias saltan a los medios de comunicación, resulta descorazonador comprobar como se trata el asunto en algunos de los medios más importantes e influyentes. No me refiero ya a que lo hagan sin delicadeza; es que en algunos casos la noticia se convierte, incluso, en afrenta.

Pocos elogios y, menos aún, homenajes o sentidos recuerdos a sus personas.

A ese trato debemos darle réplica. Y, por ello, como años anteriores al concluir la temporada de encierros, hoy quiero elevar una escalera hasta el cielo para llegar hasta donde están los compañeros que nos han dejado y darles un abrazo. Una escalera que ofrezco a todos los que os queráis sumar a esta muestra de recuerdo, respeto y cariño.


A todos los corredores de encierros que nos han dejado; a todos los aficionados que han fallecido participando en algún festejo taurino popular; a todos los compañeros que, simplemente, han perdido la vida. A TODOS...

.................... ¡Descansad en paz, compañeros!

Lagun

Nota:
La fotografía de esta entrada es del fotógrafo coreano
Ko, Seung – hyun. Y la fuente donde aparece publicada es la web “yatooko.net”. Con mi bitácora no tengo fines lucrativos, por lo que ruego que se me permita mantenerla en esta entrada.

27/10/11

Los toros fraileros



La inmensa mayoría de nuestra cabaña brava actual procede del toro de lidia de raíz andaluza, representada en sus distintas castas fundacionales: Cabrera, Gallardo, Vázquez y, dominando mayoritariamente el porcentaje de vacadas, Vistahermosa.

Estas castas fundacionales andaluzas se forjaron en ganaderías que se crearon en distintos momentos del siglo XVIII; o, quizás sea más propio decir, en explotaciones agropecuarias que en esa centuria se especializaron en la cría y selección de toros de lidia. Pero lo que los investigadores no han podido acreditar aún es la concreta procedencia de las reses con las que inicialmente se conformaron esas ganaderías, si bien los tratadistas coinciden en señalar en que eran de la región, y se aventuran a señalar que, principalmente, eran reses procedentes de ganaderías regentadas por instituciones monásticas. De ahí que se haya forjado en los tratados de tauromaquia la teoría de atribuir el origen de las castas fundacionales andaluzas a los “toros fraileros”, que es como se viene denominando a los toros que las órdenes religiosas criaron en sus ganaderías.


Luis Uriarte trató en el año 1970 el tema de los frailes ganaderos en su libro “El toro de lidia español: ensayo de revisión histórica de las ganaderías en su origen”, y sus teorías han venido siendo base de partida para obras posteriores que han tratado esta materia.

Así, Uriarte afirma en el libro reseñado que “sería demasiado aventurar que fueron los frailes los iniciadores de la ganadería de lidia en Andalucía; pero no lo es tanto decir que deben figurar entre los primeros de quienes se tienen noticias concretas de que criaron toros y los enviaron a las plazas”.

Entre las órdenes de frailes que “tuvieron ganaderías bravas, o simplemente toros bravos, si se quiere”, Uriarte señala a los dominicos de los conventos de Santo Domingo, de Jerez de la Frontera, y San Jacinto, de Sevilla; los jesuitas del Colegio de San Hermenegildo, de Sevilla; los jerónimos del Convento de San Isidro, de Sevilla; los agustinos de la Santísima Trinidad, de Carmona, y del Convento de San Agustín, de Sevilla; y destaca de manera principal y muy significativa a los cartujos del Convento de Jerez de la Frontera, así como a sus hermanos de Sevilla.

Sobre todas estas ganaderías monásticas, el autor ofrece algunos datos respecto a plazas donde lidiaron, número de toros vendidos e, incluso, sus precios. Todo ello del siglo XVIII, cuando aún no se habían terminado de conformar todas las castas fundacionales del toro de lidia actual, y de ahí la importancia que hay que atribuir a esas ganaderías fraileras. Y hace especial hincapié en la de los PP. de La Cartuja de Jerez, considerando que deben figurar entre los primeros y mejores criadores de reses bravas que hubo en Andalucía.

Uriarte realiza un símil con los célebres caballos cartujanos que se criaron en ese convento de Jerez, y deja reseñado que sus toros también lograron un gran renombre en España, lo que llevó a que en el año 1792 fueran presentados en la plaza de Madrid. Dice el autor que la fama que alcanzó esta ganadería habría llevado a que otros criadores solicitasen sus toros como sementales.

A este respecto, llega a suponer que con toros cartujanos se formaron vacadas de otras órdenes religiosas, como las de los dominicos y los jerónimos; y dice que de esas fuentes de toros fraileros, aunque sin determinarlas concretamente, provinieron las reses primigenias de las vacadas de Cabrera, Gallardo y Vázquez. Hay que aclarar que Luis Uriarte tiene una forma muy peculiar de expresarse: cuando ofrece hechos transmitidos oralmente o no tiene datos documentados, se expresa con un tipo de presunciones que incitan al error de ser tenidas por verdades irrefutables.

Respecto a las características de las reses que se criaban en la vacada de La Cartuja de Jerez, así como las de los demás conventos y monasterios, Uriarte afirma que se nutrían del pago de los diezmos que realizaban los ganaderos por el nacimiento de sus crías; lo que conllevaría que los toros fraileros procedían de la región, pero que eran de muy distintas fuentes y, por tanto, de sangres diversas, lo que bastardearía el conjunto y haría que fuese imposible determinar unas características típicas de las reses.

Por último, y para dar idea de su antigüedad, Luis Uriarte da cuenta en su libro de un documento del primer cuarto del siglo XVII en el que consta que, por entonces, el convento de La Cartuja de Jerez ya “tenía cría de ganado vacuno y con ello toros para el aumento de dicho ganado, y... en queriendo la dicha ciudad hacer cualquier fiesta, lo que hacían era... escoger los toros que querían, y traellos y correllos en la plaza y matarlos”. También se dice en ese documento que en La Cartuja “procuraban criar toros de buena casta para las vacas”. Apreciación esta última que pudiera entrar en contradicción con lo significado en el párrafo anterior.

En fin, que todo lo relacionado por Luis Uriarte acreditaría que los cartujos ya criaban y seleccionaban toros que, al menos, servían para la lidia más de un siglo antes que lo hicieran las vacadas donde luego se conformarían las castas fundacionales del toro de lidia actual.


Estas nociones sobre los frailes ganaderos andaluces son las que básicamente han predominado durante el último cuarto del siglo XX en nuestros tratados de tauromaquia. Pero en el año 2002 apareció un libro en el que se nos ofrece una nueva perspectiva de la historia de las ganaderías de toros de lidia y, dentro de ella, de las ganaderías monásticas. Es una visión menos taurina, si se me permite la expresión, pues el autor se aleja de los tradicionales mitos de la historia de las ganaderías de toros de lidia y nos ofrece un enfoque más cercano a la realidad agropecuaria en tiempos del Antiguo Régimen. Este libro lleva por título “Ganaderías de lidia y Ganaderos. Historia y economía de los toros de lidia en España”, y su autor es Antonio Luis López Martínez, Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla.

En una sección del libro titulada “Las ganaderías monásticas”, Antonio Luis López Martínez afirma que es incorrecta la valoración que se había venido haciendo sobre esas ganaderías; que se las restaba valor al asegurar que eran vacadas formadas y mantenidas en base a los diezmos que cobraban las órdenes religiosas, pues ello equivale a decir que su ganado tenía una procedencia variada y, al mismo tiempo, se soslayaba el trabajo de los frailes en la cría y selección de las reses.

Dibujo de Facundo Clemente, miembro de la “Asociación El Toro de Madrid”, que fue publicado en el número 5 de la revista “Terralia”


Por contra, Antonio Luis López Martínez nos muestra una realidad bien distinta:

En primer lugar, el autor afirma que “las ganaderías monásticas no proceden del cobro de diezmos”, pues las instituciones del clero regular no eran las principales beneficiarias de los diezmos e, incluso, la mayoría ni los percibían. Y apunta que, sobre la fuente diezmera del ganado en las ganaderías monásticas, en sus investigaciones sólo ha encontrado referencias relativas a La Cartuja de Jerez, que ingresaba 30 becerros cada año, según el Catastro de Ensenada; pero, continúa diciendo, que hay que considerar limitado el valor de ese número de reses comparándolo con las crías que podían ofrecer las 488 vacas de vientre que tenía esta ganadería cartujana, según el mismo documento.

La verdadera fuente de la que se nutrieron las ganaderías monásticas serían las aportaciones realizadas voluntariamente por los fundadores de cada una de las instituciones y las donaciones que posteriormente se fueron realizando tanto por particulares como por entidades de diversa condición.

En segundo lugar, López Martínez asegura que las ganaderías monásticas eran fruto de una esmerada labor en la cría y selección de las reses, “actividad que se llevaba bajo la dirección y cuidado de monjes y frailes dedicados específicamente a este menester”.

A este respecto, da cuenta de la existencia en una dehesa que perteneció a La Cartuja jerezana de una plaza circular con un azulejo en su portada que la data en 1798, lo que llevaría a considerarla “una de las más antiguas plazas de tienta que han existido”, y situaría a los cartujos “entre los primeros ganaderos que llevarían a cabo la tienta en plaza como medio de selección del ganado de lidia”.

Y en tercer lugar, y referido tanto a las ganaderías monásticas como a los particulares del sector, Antonio Luis López Martínez manifiesta que en la época del Antiguo Régimen se observa una estrecha relación entre producción ganadera y actividad agrícola, pues todos los grandes labradores precisaban de un gran número de cabezas de ganado de labor, y que esto les obligaba para asegurarse su reproducción “a contar con grandes cabañas de ganado compuestas por animales reproductores y sus crías, que se conservaban hasta el momento en que estas alcanzaban la edad requerida para la finalidad a la que se destinaban”.

Dice el autor que esta relación se manifiesta en todas las grandes explotaciones por la existencia en ellas de un importante número de bueyes (además de otros animales de labor, como yeguas y asnos), y de un número mayor aún de cabezas de ganado vacuno de reproducción (junto a otros tipos de animales de granjería, como ganado lanar y porcino).

A modo de ejemplo, López Martínez ofrece en su libro un cuadro de cabañas ganaderas de algunos conventos con datos del período comprendido entre 1594 y 1767. Centrándonos en Jerez de la Frontera, La Cartuja contaría en el año 1755 con 453 bueyes y, además, 773 cabezas de ganado vacuno; por otro lado, el convento de Santo Domingo contaría con 100 bueyes y, aparte, 136 cabezas de ganado vacuno.

La conclusión que se deriva de esta apreciación del Dr. López Martínez es que, más que hablar de ganaderías de toros de lidia, hasta el siglo XVIII habría que referirse a explotaciones agropecuarias, en las que la finalidad principal del ganado vacuno, incluido el de los fraileros, sería la reproducción de crías para mantener el número de animales destinados a las labores agrícolas. Como prueba, también da cuenta en su libro de la información que consta en el mismo documento del primer cuarto del siglo XVII que recogía Luis Uriarte, donde se dice que los cartujos ya tenían por entonces ganado vacuno y, con ello, toros para el aumento de dicho ganado.

En esa misma dirección apunta otra información que ofrece López Martínez en relación a los datos de 1755 que constan en el Catastro de Ensenada sobre la tan mentada Cartuja de Jerez, que dispondría en ese año de “120 toros padres”. Ese dato, así trascrito, lo interpreta el autor como el número total de toros que tenía la ganadería cartujana; y, según su criterio, denotaría la ausencia de sementales seleccionados en la ganadería, pues se consideraba “toro padre a cualquier macho que ha cumplido los tres años de edad, sin que al parecer se reservasen para este cometido determinadas reses escogidas al efecto”.

Ahora bien, lo que sí está contrastado es que cartujos, dominicos, jerónimos y jesuitas vendieron toros a distintas plazas, y ello hace suponer que los frailes también pudieron realizar en sus vacadas labores de selección y destinar parte de los toros para la lidia. Sobre este particular ya hemos hecho constar la existencia en una de las dehesas de la Cartuja de Jerez de una plaza de tientas fechada en 1798, lo que denotaría una indubitada labor de selección en su ganadería.



Resulta difícil dar sentido a esas dos informaciones de 1755 y 1798 sobre la realización o no de labores de selección, pues apuntan a significados contradictorios. Pero podría ocurrir que, como hay una diferencia de 43 años entre ambos datos, nos estén marcando un antes y un después en las labores que se practicaban con el ganado vacuno.


En ese sentido podríamos interpretar los datos que se observan en el informe elaborado por D. Pablo de Olavide a instancias del Conde de Aranda en 1768, que es una fecha intermedia a las dos que manejábamos anteriormente. Hay que aclarar que ese informe es muy cuestionado en cuanto a los números que en él aparecen, pero sobre lo que no cabe dudar es de los conceptos de los distintos apartados donde se incluyen esos números. Así, en dicho informe se aclara que el número de sementales del ganado vacuno se incluye dentro del apartado denominado “vacadas”; y que, cuando se habla de “toradas”, se está refiriendo a los toros que se crían por separado.

Al margen de la fiabilidad de los números, es evidente que en el informe se está reflejando un hecho que ya debía ocurrir hacia 1768: la selección de sementales para unirlos a las vacas, y la cría del resto de toros por separado.

Pues bien, los datos que constan para Jerez de la Frontera en el año 1768 son 118 “vacadas” con un total de 1.291 cabezas, y 2 “toradas” con 557 cabezas.

Vuelvo a repetir que la fiabilidad de los números de este informe están muy cuestionados. Pero independientemente de ello, de esos datos se pueden extraer algunas conclusiones.

En primer lugar que es muy llamativo el alto número de vacadas jerezanas, pero más lo es aún que ya se dé cuenta en el informe de la existencia en Jerez de dos toradas que se criaban por separado, aunque sea escaso su número. Prueba evidente de que en 1768 ya había algunos ganaderos jerezanos que seleccionaban parte de sus toros para destinarlos a sementales y que el resto los criaban en cercados distintos. Además, la proporción de números entre ambos conceptos nos alerta de que esa labor de selección no debía ser muy común por entonces, que se practicaba aún por muy pocos ganaderos; y que quizás fueran unos adelantados a su época.

Y, en segundo lugar, también resulta muy llamativa la desproporción en el numero de reses de las muchas vacadas jerezanas declaradas respecto del número de cabezas de tan pocas toradas: se declaran 1.291 cabezas para 118 vacadas y, en cambio, para tan solo dos toradas se declaran 557 cabezas, que son prácticamente la mitad de las otras.

De los datos declarados se deduce que esas dos toradas de Jerez eran, sin duda, importantes. O, al menos, una de ellas, pues constan 557 toros entre las dos. Y ese hecho evidente me induce a realizar, no ya a otra conclusión, sino una mera presunción:

El informe de Olavide para el Conde de Aranda se elaboró en base a números totales por localidades, sin indicaciones individualizadas por ganaderos y, además, sin tan siquiera incluir una relación de nombres. Pero es sabido que en la segunda mitad del siglo XVIII hubo importantes ganaderos en Jerez de la Frontera, y Antonio Luis López Martínez nos da cuenta en su libro del nombre de los más importantes, incluyendo en esa nómina a cinco particulares. Y lo que está contrastado es que, tan importantes como pudieran haber sido esos cinco ganaderos, también lo fueron los PP. de La Cartuja de Jerez.

De ahí que, auque sólo sea a modo de presunción, haya que pensar que una de las dos “toradas” jerezanas declaradas en el informe de Olavide bien pudiera ser la cartujana; y que ya en 1768 realizasen labores de selección de toros a campo abierto, pasando a realizarlo en 1798 en la plaza de tientas que construyeron en una de sus dehesas. Una labor de selección que, aunque pudiera ser con otros fines, no les resultaba extraña; pues debemos recordar nuevamente aquel documento del primer cuarto del siglo XVII en el que ya declaraban los cartujos que “procuraban criar toros de buena casta para las vacas”.

En todo caso, y como ya lo hiciera Luis Uriarte en su libro, Antonio Luis López Martínez concluye en el suyo que “no creo equivocarme cuando afirmo que el origen de la selección de los animales para ser lidiados debieron iniciarla los ganaderos monásticos, especialmente los cartujos, aunque sin olvidar tampoco a los jesuitas”.


Para concluir, algo que sí está totalmente contrastado: las ganaderías de las instituciones monásticas andaluzas redujeron considerablemente su actividad productiva a principios del siglo XIX, con la invasión francesa y la Guerra de la Independencia; pero su definitivo final llegó con las desamortizaciones españolas, especialmente con la de Mendizábal (1834-1854). Fue entonces cuando las instituciones eclesiásticas se vieron privadas de sus bienes, y los toros fraileros pasaron a manos privadas.
.
.
Lagun
.
.
Nota: ruego a los autores y a los titulares de los derechos sobre las imágenes publicadas que me permitan mantenerlas en esta entrada, pues con mi bitácora no tengo fines lucrativos.
.
.

17/10/11

El mayor enemigo de los festejos taurinos populares



El Partido Animalista PACMA es un partido político que se define como el único que defiende los derechos de todos los animales, y tiene como uno de sus objetivos lograr la abolición de todo tipo de festejos taurinos. Este partido es consciente de que esa es una meta que, en caso de alcanzarla, sólo se conseguiría a largo plazo; no obstante, con sus acciones trata de conquistar otros fines más concretos en un plazo algo más inmediato: la prohibición de algunos de nuestros más significativos festejos taurinos populares.

Como partido político que es, el PACMA se presentó a las elecciones del 9 de marzo de 2008, en las que logró 44.795 votos al Congreso; y ya anuncia que se presentará a las próximas elecciones generales del 20 de noviembre de 2011.

Aunque en el 2008 no obtuvo los votos suficientes para lograr representación parlamentaria, su condición de partido político durante esta IX Legislatura de la “España Democrática” le ha proporcionado popularidad en algunos medios de comunicación, por lo que sus acciones y campañas han tenido cierto eco periodístico. Ese hecho ha otorgado al PACMA un potencial suficiente para poder haber sido el mayor enemigo de los festejos taurinos populares durante este período 2008-2011. Pero no lo fue realmente. Ni el PACMA ni ninguna otra organización animalista de ámbito nacional; y tampoco lo fueron otras de ámbito internacional que persiguen idénticos fines: como PETA, con su listado de celebrities, o AnimaNaturalis, con sus teatralizadas acciones.

Y ello es así porque el poder de convocatoria de estas organizaciones no alcanza en la mayoría de los casos ni para llenar un autobús de manifestantes. Hay que recordar que en la más significativa de todas sus reivindicaciones anuales, la del Toro de la Vega, este año acudieron 500 activistas en seis autobuses (y dicho por los propios organizadores, que siempre tienden a exagerar los números).

Ahora bien, pese a ese escaso número de participantes, todas las campañas de estas organizaciones han tenido eco informativo en algunos medios de comunicación; especialmente en varias cadenas de televisión, y de manera muy significativa en Tele 5, en la que Pedro Piqueras se encarga de dar cobertura a todo este tipo de acciones en su telediario de prime time, además de llevar a cabo su propia y particular campaña de acoso y derribo contra los festejos taurinos populares, consistente en colocar en la misma portada de su informativo cualquier imagen de nuestros encierros y capeas que él pueda utilizar para atacarlos. Noticias que en muchos de los casos no merecerían otro puesto que una columna en la página par de un diario provincial, pero que este periodista coloca en portada de su telediario nacional de máxima audiencia.

Por ello, y para quien suscribe, quien realmente se ha erigido como enemigo número uno de los festejos taurinos populares durante estos últimos tres años y medio es Pedro Piqueras.

De ahí la ilustración del “WANTED” con el que he encabezado esta entrada. Un cartel que, por supuesto, es alegórico y al que no hay que dar el significado del Far West.
.
Lagun
.
.

7/10/11

Ritos y juegos del toro


El historiador Ángel Álvarez de Miranda (nacido en Manzanos –Álava-, en 1915, y fallecido en Madrid, en 1957), se doctoró en la Universidad Gregoriana de Roma con una tesis redactada en italiano: “Miti e riti del toro nel Mediterráneo”, que tenía como fin interpretar el origen de las corridas de toros dentro del marco de las prácticas religiosas de la Antigüedad.

Tras regresar a España, Ángel Álvarez de Miranda lograría la primera cátedra de Historia de las Religiones en la Universidad Complutense de Madrid, pero fue muy poco el tiempo en el que pudo desempeñar dicho cargo. Su prematura muerte truncó su carrera como catedrático e investigador, y le impidió culminar su ansiado proyecto de elaborar un gran libro partiendo del contenido de la tesis con la que se había doctorado. Pero su viuda, Consuelo de la Gándara, animada por quienes conocían la importancia de aquella investigación, procedió a realizar la traducción al español de la tesis de su marido, para lo que contó con el asesoramiento del catedrático José María Blázquez, y la publicó en 1962 como obra póstuma de Ángel Álvarez de Miranda bajo el título “Ritos y juegos del toro”. Posteriormente, dado el éxito cosechado con ella, fue reeditada en 1998.

Se trata de un libro en el que se realiza un estudio sobre los orígenes culturales y rituales de la tauromaquia, tratando como primera cuestión “El toro en las religiones antiguas de la Península Ibérica”, además de toda una serie de análisis del toro en la antigüedad referenciados desde la arquitectura, la historia, la etnología, la mitología y los ritos practicados en España en base a la creencia en la magia del Toro. Esos capítulos del libro se complementan con otra sección dedicada a la misma temática en otras religiones antiguas del Mediterráneo: Egipto, el Asia Anterior, el Mediterráneo Prehelénico y Creta. Además, la obra también contiene un apartado sobre el recorrido histórico de la tauromaquia en España, que tendría su base, según el autor, en la práctica del ancestral rito del Toro Nupcial y que habría evolucionado hacia el espectáculo actual a través de las suertes realizadas en las populares capeas y en el toreo caballeresco. En resumen: un rito sagrado que degeneró en juego y posteriormente evolucionó hacia el espectáculo profano actual.

Aunque en este ensayo de Ángel Álvarez de Miranda hay apuntes abiertos a la discusión, como es su teoría sobre el momento histórico de la inclusión de la suerte suprema en los festejos, todos los estudiosos coinciden en considerar que es un libro elaborado con un gran rigor científico y que es fundamental para entender las raíces históricas y la evolución de las corridas de toros en España. Así, este ensayo es fuente bibliográfica obligada de todas las obras que, sobre esa materia, se han ido editando posteriormente. Y también lo ha sido (y lo será próximamente) para esta bitácora.

Por todo ello, y sobre todo por su calidad, os recomiendo Ritos y juegos del toro, de Ángel Álvarez de Miranda.
.
.

Lagun
.
.
Título: Ritos y juegos del toro
Autor: Ángel Álvarez de Miranda
Edita: Biblioteca Nueva
Precio: 12,00 € (aprox.)
..

27/9/11

S'ha acabat el circ cañí



Este fin de semana pasado pude decidir libremente que quería ir a ver dos corridas de toros en Barcelona. A partir de ahora, ya no tengo ese derecho. Y, como yo, tampoco gozan de él los millones de aficionados al segundo espectáculo de masas que hay en España, pues ninguno de ellos podrá optar ya por presenciar en Cataluña una corrida de toros. El rito más ancestral de toda la Península Ibérica y el más consustancial al hombre ibérico; catalanes incluidos.

Una restricción de derechos decidida por mayoría en el Parlamento de Cataluña: los nacionalistas y unos pocos miembros del PSC. Todo muy democrático, pero con el repugnante “lavatorio de manos” de José Montilla.

Y ya no gozamos de ese “antiguo” derecho porque, aunque la prohibición de los toros en Cataluña no entra vigor hasta el día 1 de enero de 2012, a efectos prácticos ya ha sobrevenido, pues los dos festejos celebrados con ocasión de la Feria de la Mercè 2011 han sido los últimos de esta temporada en la Plaza Monumental de Barcelona.

El resultado de ellos, por sabido, no es preciso comentarlo. Baste decir que, creo, nos divertimos todos (incluidos los que voluntariamente bajamos hasta los más elementales niveles de exigencia), y que al final de los dos festejos se vivió en la Monumental un éxtasis taurino y protaurino. La desolación, por lo que conllevaban, se transmutó finalmente en delirio. Y confieso que yo me emocioné especialmente la noche del domingo, ya consumado el taurinicidio, cuando una hora después de la salida de los tres diestros por la Puerta Grande de la Monumental me encontré por el Paseo de Gracia con el grupo de aficionados que aún llevaba a hombros a Serafín Marín.


Mucho se ha dicho y escrito sobre la motivación que impulsó a los promotores y firmantes de la ILP en la que se solicitaba la abolición de los toros en Cataluña, así como de las razones que íntimamente pudieran sentir los diputados que la refrendaron. Unos y otros argumentaron en su día que no lo hicieron por motivos ideológicos, sino por una cuestión de conciencia que les impulsaba a enarbolar la bandera animalista. En cambio, lo que piensa la inmensa mayoría de los españoles, entre los cuales hay muchos catalanes, es que la decisión de prohibir los toros en la comunidad autónoma catalana vino motivada principalmente por una cuestión identitaria: romper nexos de unión entre Cataluña y España.


Ayer, lunes, para ocupar el tiempo del viaje de vuelta en el AVE, quise sondear en la prensa escrita catalana la opinión que, al respecto, pudieran manifestar periodistas y columnistas. Y, para ello, en la estación de Barcelona-Sants adquirí cuatro diarios: La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, Ara y El Punt Avui.

Dada la trascendencia y significado de lo acontecido en Cataluña este fin de semana pasado, José Antich, el Director de La Vanguardia, dedicó su editorial del lunes al tema.

Confesaba que en las últimas cuatro décadas no ha ido a una corrida de toros y que nunca ha pisado la Monumental, por lo que su opinión (al menos para mí) gana enteros. Y lo que dice en el editorial es que la misma presentación en el Parlamento de la ILP con la que se pretendía prohibir las corridas de toros en Cataluña “era un atentado contra la libertad de quien quería acudir al espectáculo, y los discursos sobre el sufrimiento del animal los he considerado bastante demagógicos... El pulso entre taurinos y antitaurinos, que a nadie ha dejado indiferente, ha evidenciado que en muchos momentos el debate era más sobre identidades que sobre toros”.

Por otro lado, en páginas interiores, Joaquín Luna tituló su artículo con un concluyente: “Un puente menos (con España)”.


Como el diario anterior, El Periódico de Catalunya también dedicó su primer editorial al asunto, y en él se podía leer:

“Todo parece indicar que las corridas estaban sentenciadas y diagnosticadas de muerte natural... De ahí la extrañeza, ya manifestada por este diario, ante la decisión de prohibir el ejercicio de un derecho individual, que no debería haber sido coartado por razones políticas.”

(Y no olvidemos que estamos ante dos editoriales publicados bajo la responsabilidad de dos personas que no son, precisamente, unos carpetanos mesetarios.)


El diario Ara tampoco se resistió a dedicar su editorial del lunes a las últimas corridas celebradas en Cataluña, y resaltó su contenido con la siguiente frase:

“La sensibilitat majoritària al nostre país no veu amb bons ulls el maltractament als animals: un espectacle de sang i mort és avui dia inacceptable.”

Desconozco el catalán, pero no creo equivocarme si traduzco lo expresado. Vendría a decir Ara que la sensibilidad mayoritaria de nuestro país no ve con buenos ojos el maltrato de los animales: un espectáculo de sangre y muerte es hoy día inaceptable.

Una opinión que es concordante con el discurso oficial que vienen manteniendo desde un principio todas las voces autorizadas del sector que aplaude la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Pero esta opinión, digamos, mesurada del editorial de Ara contrastaba vivamente con el contenido insultante de un artículo publicado en su página 13 con la firma de David Cirici. Este escritor catalán cierra su artículo con este párrafo:

“És l'últim dia, però no crec que sigui cap drama ni per als entusiastes de la tauromàquia. És l'últim dia perquè això ja anava a menys. Si és cert que hem prohibit els toros perquè ens remou la consciència que el sofriment d’un animal sigui un espectacle, i no per altres raons, aleshores és posible que això ens faci més civilitzats. I si tot plegat ha estat una impostura (…), l’afició tampoc no hi perd tant. Els toros ja no són el que eren, i als empresaris també els convé concentrar el negoci en poques places. Els aficionats sempre podran agafar l’AVE i anar a veure l’espectacle en terres una mica, ni que sigui una miqueta, menys civilitzades”.

Se le entiende todo al Sr. Cirici, especialmente la frase de desprecio final. Pero no quiero que se me pueda acusar de falsear el texto y recurro a un traductor online:

"Es el último día, pero no creo que sea ningún drama ni para los entusiastas de la tauromaquia. Es el último día porque esto ya iba a menos. Si es cierto que hemos prohibido los toros porque nos remueve la conciencia que el sufrimiento de un animal sea un espectáculo, y no por otras razones, entonces es posible que esto nos haga más civilizados. Y si todo ello ha sido una impostura (...), la afición tampoco pierde tanto. Los toros ya no son lo que eran, y a los empresarios también les conviene concentrar el negocio en pocas plazas. Los aficionados siempre podrán coger el AVE e ir a ver el espectáculo en tierras un poco, aunque solo sea un poquito, menos civilizadas".

El “civilizado” Sr. Cirici, tirando de finura literaria, menosprecia en su última frase al resto de las comunidades autónomas de España. Y cuando digo al resto, digo a todas las demás, y no solo a las que se comunican por AVE con Cataluña. Por tanto, que ninguna se dé por no aludida.

Este ejercicio de soberbia del Sr. Cirici lo que realmente denota es un desprecio xenófobo hacia lo no catalán. Y debo recordarle que los aires de superioridad y la xenofobia no son propios de una persona civilizada, sino dictatorial.

De hecho, incluso se jacta de ello, dando por bueno que digamos que la prohibición de las corridas de toros en Cataluña ha podido ser una imposición. Y, además, alardea de haber privado a miembros de su propia comunidad autónoma del derecho a asistir en ella a presenciar corridas de toros, pues los remite a tomar el AVE si quieren hacerlo. Restricción de derechos que, a sensu contrario, hace extensiva al resto de aficionados de España.

Imagino que la exquisita educación que seguro habrá tenido el Sr. Cirici no le lleva a proferir insultos cuando, en vez de por escrito, se expresa verbalmente. Por tanto, no creo que él fuera el “civilizado” catalán que el domingo, desde su coche, nos gritaba a los que íbamos por la Gran Vía: “Asesinos, hijos de puta: ¡Fuera de este país!”. También nos remitía fuera de su Catalunya, pero éste otro, más que como literato, se expresaba como una mula.

Y, no es que lo imagine, estoy seguro que la taurinofobia que siente el Sr. Cirici le impidió asistir a la corrida de toros del domingo. Si lo hubiera hecho, habría podido ver como algunos asistentes al festejo colgaron de las balconadas de la andanada banderas de España, senyeres catalanas y hasta una estelada; y también habría visto una pancarta del club “Cocherito de Bilbao” junto a una bandera con la leyenda “Becerril” (de la Sierra, Madrid). Y nadie dijo ni reprochó nada. Al contrario. Lo que denota todo un ejercicio de convivencia ciudadana y civismo.


Con todo, la alusión más llamativa de la prensa catalana a lo acontecido el fin de semana pasado en Barcelona la protagonizó el diario El Punt Avui. No dedicó al asunto editorial alguno, y sólo incluyó en páginas interiores dos artículos alusivos. Uno hacia referencia a la trayectoria histórica del proceso que ha culminado con la prohibición de los toros en Cataluña. El otro, incluido en la página 28, lleva la firma de Anna Ballbona y lo titula:

.......... S'ha acabat el circ “cañí”


El titular se comenta por sí solo. ¿Es una argumentación animalista o estamos ante una cuestión identitaria?
.
.
Off topic dedicado a los aficionados a las corridas de toros. No ataquemos los correbous para defender las corridas de toros en Cataluña. Entre otras cosas, porque le estamos dando argumentos a los animalistas en su próxima meta. Los festejos taurinos profesionales y los populares van en el mismo barco, y su defensa debe ser conjunta.
.
.
Lagun
.

20/9/11

La primera conducción de toros para ser lidiados en Madrid desde Andalucía


.................. Dibujo a plumilla - Autor: Luis Pineda



Con la corrida que se celebró en Madrid el día 5 de julio de 1790 se inició una serie de festejos consecutivos en los que se lidiaron toros de ganaderías de Andalucía por primera vez en la Villa y Corte. Ese festejo fue anunciado dos días antes en el Diario de Madrid con un cartel que comenzaba diciendo:

Toros. El lunes 5 es la sexta corrida. No habiéndose omitido diligencia alguna para averiguar las mejores Bacadas del Reyno, con el verdadero deseo de dar gusto al público, se han traído a prueba toros de las cinco más acreditadas de Andalucía, y dispuesto se principien a lidiar en la presente corrida...”

Aunque en la Villa y Corte ya se habían lidiado toros de ganaderías de la Sierra de Segura, hay que recordar que esa comarca no se incluyó en la provincia de Jaén hasta 1833; y que antes fue de otros reinos. Además, por la confección de los carteles en los que se anunciaban esas vacadas, cabe suponer que sus reses tendrían una raíz que, más que andaluza, debía ser similar a las manchegas. En cambio, las ganaderías que se presentaron en 1790 estaban radicadas en tierras sevillanas, por lo que sí se puede afirmar que fue en ese año cuando por primera vez se lidiaron en Madrid toros de Andalucía.

Hasta entonces, las reses que se anunciaban tradicionalmente en Madrid eran: toros castellanos pertenecientes a ganaderías de distintos territorios de la cuenca del Duero, toros de raíz navarra procedentes de vacadas afincadas en localidades de varias provincias bañadas por el Ebro, toros de diversas zonas ganaderas de La Mancha y toros criados en lugares aledaños a la propia villa de Madrid. Más concretamente, gracias al investigador Francisco López izquierdo sabemos hasta las cifras precisas de las reses lidiadas en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá en las cuatro temporadas anteriores a ese 1790:

-De Miguel Jijón, de Villarrubia de los Ojos, que era la ganadería más importante de la época: 359 toros, un 29 % del total de esos cuatro años; y del resto de las ganaderías afincadas en La Mancha: 425 toros, un 34 % del total; por lo que del conjunto de la región fue el 63 % de las reses lidiadas.
-De una amplia lista de ganaderos de Colmenar Viejo: 249 toros, un 20 %.
-De la cuenca del Ebro: 140 toros, un 11 %.
-Y toros castellanos de vacadas radicadas en las provincias de León, Zamora y Salamanca: 36, un 3 %.
-Quedarían otras 29 reses que corresponden a ganaderías de las que no se nos aportan datos o que eran de otros puntos geográficos a los reflejados.

Con estos antecedentes adquiriría sentido el motivo que se argumentaba en el cartel de la corrida de aquel 5 de julio de 1790 para anunciar la novedosa presentación de ganaderías andaluzas en Madrid: complacer el gusto del público trayendo a prueba, como parte de las mejores vacadas del Reino, las cinco más acreditadas ganaderías de Andalucía.

Ahora bien, en el mundo taurino de la época había una disputa que nos puede ofrecer otra posible razón para entender aquella presentación de toros andaluces en la Villa y Corte.

Desde 1775, y hasta prácticamente el final del siglo XVIII, se vivió con pasión entre los aficionados la primera gran rivalidad entre toreros coetáneos de la que hay noticias: Pedro Romero, de Ronda, y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla; a los que se unió poco después un discípulo de este último: José Delgado, alias “Hillo” o “Pepe-Hillo”, también de Sevilla.

La competencia entre el torero de Ronda y los dos sevillanos fue total, y abarcaba cualquier aspecto que surgía. Uno de ellos guarda relación con la aversión que tenían Costillares y Pepe-Hillo a los toros castellanos; un rechazo que tuvo su manifestación más conocida con ocasión de los festejos reales que se celebraron en la Plaza Mayor de Madrid los días 22, 24 y 28 de septiembre de 1789 para festejar la exaltación al trono de Carlos IV. Los dos toreros sevillanos pidieron por escrito al Sr. Corregidor que no se lidiaran los toros de Castilla contratados, pertenecientes a la ganadería de D. Agustín Díaz de Castro; en cambio, el de Ronda no puso reparos en enfrentarse a aquellos temibles toros de tierras leonesas, lo que permitió que se pudieran correr en tan señalados festejos.

Pedro Romero puso en evidencia a los dos diestros sevillanos con ese incidente de los toros de Castilla ocurrido en 1789. A pesar de ello, la Real Junta de Hospitales contrató para lidiar las corridas del año siguiente en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá a Costillares y Pepe-Hillo, además de un tercer torero llamado Francisco Garcés. Casualmente, entre las ganaderías de 1790 no aparece contratada la de D. Agustín Díaz de Castro, y fue ese año cuando se tomó la novedosa decisión de traer a prueba ganaderías de Andalucía.

Por ello, lo que cabe preguntarse es si, más que querer complacer el gusto del público, aquellas dos decisiones de la Real Junta de Hospitales fueron una imposición de Costillares y Pepe-Hillo.

Pero, si ya resulta difícil dar respuesta a preguntas de ese tipo respecto a hechos contemporáneos, más lo es aún encontrarla para casos ocurridos hace más de dos siglos. Por ello, fuese por la razón que fuese, sólo cabe resaltar la importancia que tiene para la historia del toreo la noticia que sitúa en 1790 la presentación en Madrid de las primeras ganaderías de Andalucía.

Ahora bien, respecto a esas presentaciones se conservan en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (ARCM) las notas de los gastos que ocasionó el traslado de los toros seleccionados desde Andalucía hasta Madrid. Una información que, aunque pueda parecer más banal, resulta muy ilustrativa de la forma como se hizo esa conducción, y por extensión de la forma de conducir toros de lidia en esa época de finales del siglo XVIII. Es más: se podría decir que es un gran testimonio de cómo se trasladaron los toros de lidia desde el origen de los festejos taurinos hasta finales del siglo XIX, que fue cuando se empezó a generalizar el transporte por ferrocarril.

El Marqués de Casa Mena hizo de intermediario entre la Real Junta de Hospitales de Madrid y las ganaderías sevillanas vendedoras; y también fue quien organizó la conducción de los toros seleccionados: 12 de D. Antonio Maestre, 8 de D. Joaquín de Goyeneta, 8 de D. Benito de Ulloa, 8 de D. Juan Bécquer y otros 8 del Conde de Vistahermosa. En total 44 toros.

(Hay que dejar constancia de que el número concreto de toros por ganaderías que aparece en las notas del ARCM no concuerda con el que se ofreció en los carteles de las respectivas corridas publicados en el Diario de Madrid: 14 toros del Conde de Vistahermosa, 12 de D. Antonio Maestre, 8 de D. Benito Ulloa, 5 de D. Joaquín de Goyeneta y 5 de D. Juan Bécquer. Serían también 44 toros, aunque distribuidos de forma diferente. A este respecto, y pese a la oficialidad que se supone a los carteles, la variada documentación conservada en el ARCM, y que siempre es coincidente, aporta una mayor credibilidad a sus datos, por lo que es su distribución la que aquí damos por cierta.)

El punto de encuentro para la conducción fue Castilblanco de los Arroyos, a unos cuarenta kilómetros al norte de Sevilla, hasta donde los mayorales de las distintas ganaderías contratadas trasladaron sus respectivas reses.

El punto de destino, lógicamente, fue Madrid; y muy posiblemente a una finca muy cercana a Barajas llamada “La Muñoza”, en cuya dehesa se concentraban habitualmente las reses que adquiría la Real Junta de Hospitales para ser lidiadas en Madrid.


Mapa con la ruta aproximada de la conducción


Y el itinerario que se siguió entre ambos puntos lo podemos esbozar por la relación de los pagos que fueron efectuados en los portazgos de la ruta: Castilblanco de los Arroyos, Monesterio, Puente de Almaraz, Talavera de la Reina, Puente del Alberche y Navalcarnero. Además, también consta una relación de gratificaciones realizadas a los guardas de las dehesas donde se permitió pastar y descansar al ganado, lo que nos permite conocer más localidades del recorrido: Monesterio, Zafra, Ribera del Fresno, Campo Alange, Pedrojo, Trujillo y Talavera de la Reina.

De toda esa información se deduce claramente que la conducción, una vez que partió de tierras sevillanas, transcurrió por vías pecuarias que atraviesan Extremadura para dirigirse a Talavera de la Reina y Navalcarnero, desde donde se habría rodeado el término de Madrid, muy posiblemente por su zona sur, para llegar hasta el punto de destino.

Una conducción que se realizó en 40 días: partió el 3 de mayo de Castilblanco de los Arroyos, pasó por Talavera de la Reina el 3 de junio y llegó al lugar de entrega el 11 de junio. Fechas siempre referidas al año 1790. El viaje de vuelta, ya sin ganado de ningún tipo, se calculó para presupuestarlo en 11 días a pié.

Desde luego, 44 toros conforman una gran manada de reses bravas, y eran de vacadas diferentes, lo que lleva a suponer que fue una conducción difícil. No obstante, sólo se previeron y utilizaron 7 cabestros. Un número de mansos que parece exiguo dadas las dificultades propias de un traslado tan largo y, por otro lado, con la sospecha de la presencia de lobos en el tránsito por tierras de Extremadura, como así ocurrió finalmente.

Con todo, no se extravió ninguna res, y los 44 toros que partieron de Castilblanco de los Arroyos llegaron finalmente hasta su destino en Madrid. Lo que da idea de la pericia de los hombres que realizaron el traslado.

Detalle del dibujo a plumilla de Luis Pineda



Al mando de la conducción estuvo Juan de Amisas, quien ejerció las funciones de mayoral junto a Bartolomé Carmona, dos célebres varilargueros de la época que guiaron la marcha con sendos caballos comprados al efecto. Y la expedición se completó (precisamente por la sospecha de que aparecieran lobos) con cuatro vaqueros a pie: Antonio Martín, Pedro Utrera, Fernando Portillo y Miguel Franco. Pero consta en las notas del ARCM que el último de los vaqueros citados abandonó la conducción en Talavera de la Reina, por lo que sólo fueron tres los zagales que completaron el recorrido.

Respecto al encargado de la dirección de la remesa, quien realmente figura citado en las notas de gastos no es “Juan de Amisas”, como he hecho contar en el párrafo anterior, sino “Juan Luís de Amisas”; pero entiendo que se trata de un error o una confusión, y que fue el primero (Juan), y no el segundo (Juan Luís), quien dirigió aquella histórica conducción.

Juan de Amisas fue un varilarguero sevillano que, según Cossío, aparece en carteles de la Maestranza entre 1765 y 1770, así como en carteles de Madrid de 1787 y 1790, lo que es un dato muy importante. Juan de Amisas tuvo un hijo llamado Juan Luís de Amisas, que siguió los pasos de su padre y también alcanzó fama como picador, pero que nació en el año 1776, según Cossío, por lo que resulta imposible imaginar que se otorgó la dirección de tan importante conducción de toros bravos a un chaval de 14 años. Por contra, es mucho más creíble que se le encargase a un hombre con la veteranía que por entonces tenía el padre. Esta suposición gana enteros al constar en las notas del ARCM que los mayorales que dirigieron el traslado no volvieron a Sevilla porque fueron contratados para actuar en Madrid durante aquella temporada de 1790, lo que viene a coincidir con lo apuntado por Cossío respecto a los carteles en los que aparece anunciado Juan de Amisas en la Villa y Corte. Además, donde figura el nombre de “Juan Luis” es en los textos redactados por contables o secretarios, pero en la firma de esos textos se puede leer con claridad meridiana “Juan de Amisas”.

Respecto al coste de la contratación de aquellos 44 toros de ganaderías de Andalucía y su traslado hasta Madrid, fue el Marqués de Casa Mena quien tuvo que ir adelantando los pagos, para después rendir cuentas con la Real Junta de Hospitales; que son, precisamente, las notas conservadas en el ARCM.

Por los 44 toros se abonaron 50.600 reales de vellón. Y se especifica en la documentación que fue a razón de 1.150 rs. por cada toro, sin distinción de ganaderías. Lo que demostraría en relación con lo indicado en los antecedentes que no fue una selección y negociación ganadería por ganadería, sino una operación diseñada y concertada de forma conjunta.

Además, llama poderosamente la atención el precio pactado por toro, porque la cotización más alta de aquella época la tenían los “toros jijones”, que se anunciaban por entonces a nombre de D. Miguel Jijón y se pagaban en Madrid a un precio de 930 rs. por toro más otros 20 que daba el ganadero en limosna a los hospitales.

Una segunda partida fue la de los 7 cabestros, que se compraron en Sevilla a D. Diego Vázquez y costaron 4.480 reales de vellón, a 640 rs. por cabeza. Además, también se adquirieron dos caballos para los mayorales: uno que se compró junto a los cabestros a 640 rs., y a 770 el segundo.

Además de los pagos anteriores, hubo otros muchos. Se gratificó con 110 rs. a los mayorales de las vacadas vendedoras por llevar sus respectivas reses a Castilblanco de los Arroyos. Por lo que se refiere a la conducción hasta Madrid, a los mayorales se les ajustó a 20 rs. por día, pero sólo les abonaron las 40 jornadas que duró el viaje de ida, dado que los dos se quedaron en la Villa y Corte para actuar como piqueros en la temporada. Por otro lado, a los tres vaqueros que completaron la totalidad del traslado se les pagó a razón de 10 rs. por día, ajustándose en 11 las jornadas de vuelta más las 40 de la ida. Y a todos esos importes habría que sumar otras partidas, como lo pagado al vaquero que dejó la conducción a la altura de Talavera de la Reina, el coste de la cebada para los caballos, los pagos de los portazgos y las gratificaciones a los guardas de las dehesas donde se permitió pastar y dormir a la manada.

En total, para la contabilidad de la empresa se ajustó finalmente la operación en un coste de 59.141 reales de vellón. Pero es evidente que los gastos fueron algo superiores, pues hubo distintas partidas que se debieron contabilizar por otros conceptos, como ocurrió con los caballos utilizados por los mayorales, que quedaron para el servicio de la plaza de toros.

Sin duda, el traslado de aquella primera manada de toros andaluces hasta Madrid del año 1790 debió ser toda una aventura. Romántica, con nuestra mentalidad del siglo XXI (algunos hasta participaríamos gratis, si se nos permitiese hacerlo ahora); pero seguro que dificultosa y dura para los hombres que la protagonizaron. Aún así, aquellas conducciones desde Sevilla a Madrid, y en condiciones semejantes, se repitieron durante unos cien años. Y hubo temporadas en las que se trasladaron más de un centenar de toros; como en el año 1800, que fueron 149 cabezas, o las 110 del año 1831.

Una práctica que comenzó a disminuir hacia 1881, cuando se empezaron a enviar en tren algunos vagones con toros procedentes de Sevilla y con destino a Madrid. No obstante, las conducciones por cañadas, cordeles y veredas continuaron realizándose hasta el año 1894, en el que ya se regularizó la contratación de un tren especial de toros desde Sevilla hasta Madrid.
.
Lagun
.
.
NOTA:
En primer lugar, quiero agradecer al pintor Luis Pineda su desinteresada predisposición a colaborar en esta entrada con la realización de una obra original que la encabezara e ilustrara; y, como no, felicitarle por el encuadre que ha ideado para plasmar la difícil imagen de una conducción con medio centenar de reses, así como darle mi más sincera enhorabuena por la calidad artística del dibujo a plumilla con el que nos ha obsequiado a todos. Por ello, rogaría que todos visitarais su página web (luispineda.com), en la que podréis ver otras obras suyas y la forma de poneros en contacto con él.
Por otro lado, dejar constancia de las fuentes utilizadas para la elaboración de esta entrada:
-El Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (signatura 5.033, principalmente).
-Los archivos del Diario de Madrid correspondientes a julio, agosto y septiembre de 1790.
-Al Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla, Antonio Luis López Martínez, quien tuvo la amabilidad de contestar a un correo que le remití cuando localicé buena parte de los datos ofrecidos en este texto en dos obras suyas: El libro “Ganaderías de Lidia y Ganaderos”, y un trabajo titulado “El ferrocarril y el transporte de toros en España”, que podéis encontrar en este enlace que os adjunto.
-Al investigador Francisco López Izquierdo, con los datos ofrecidos en su libro "Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874)".
-Y a José María de Cossío, con su monumental tratado “Los Toros”.
..