20/9/11

La primera conducción de toros para ser lidiados en Madrid desde Andalucía


.................. Dibujo a plumilla - Autor: Luis Pineda



Con la corrida que se celebró en Madrid el día 5 de julio de 1790 se inició una serie de festejos consecutivos en los que se lidiaron toros de ganaderías de Andalucía por primera vez en la Villa y Corte. Ese festejo fue anunciado dos días antes en el Diario de Madrid con un cartel que comenzaba diciendo:

Toros. El lunes 5 es la sexta corrida. No habiéndose omitido diligencia alguna para averiguar las mejores Bacadas del Reyno, con el verdadero deseo de dar gusto al público, se han traído a prueba toros de las cinco más acreditadas de Andalucía, y dispuesto se principien a lidiar en la presente corrida...”

Aunque en la Villa y Corte ya se habían lidiado toros de ganaderías de la Sierra de Segura, hay que recordar que esa comarca no se incluyó en la provincia de Jaén hasta 1833; y que antes fue de otros reinos. Además, por la confección de los carteles en los que se anunciaban esas vacadas, cabe suponer que sus reses tendrían una raíz que, más que andaluza, debía ser similar a las manchegas. En cambio, las ganaderías que se presentaron en 1790 estaban radicadas en tierras sevillanas, por lo que sí se puede afirmar que fue en ese año cuando por primera vez se lidiaron en Madrid toros de Andalucía.

Hasta entonces, las reses que se anunciaban tradicionalmente en Madrid eran: toros castellanos pertenecientes a ganaderías de distintos territorios de la cuenca del Duero, toros de raíz navarra procedentes de vacadas afincadas en localidades de varias provincias bañadas por el Ebro, toros de diversas zonas ganaderas de La Mancha y toros criados en lugares aledaños a la propia villa de Madrid. Más concretamente, gracias al investigador Francisco López izquierdo sabemos hasta las cifras precisas de las reses lidiadas en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá en las cuatro temporadas anteriores a ese 1790:

-De Miguel Jijón, de Villarrubia de los Ojos, que era la ganadería más importante de la época: 359 toros, un 29 % del total de esos cuatro años; y del resto de las ganaderías afincadas en La Mancha: 425 toros, un 34 % del total; por lo que del conjunto de la región fue el 63 % de las reses lidiadas.
-De una amplia lista de ganaderos de Colmenar Viejo: 249 toros, un 20 %.
-De la cuenca del Ebro: 140 toros, un 11 %.
-Y toros castellanos de vacadas radicadas en las provincias de León, Zamora y Salamanca: 36, un 3 %.
-Quedarían otras 29 reses que corresponden a ganaderías de las que no se nos aportan datos o que eran de otros puntos geográficos a los reflejados.

Con estos antecedentes adquiriría sentido el motivo que se argumentaba en el cartel de la corrida de aquel 5 de julio de 1790 para anunciar la novedosa presentación de ganaderías andaluzas en Madrid: complacer el gusto del público trayendo a prueba, como parte de las mejores vacadas del Reino, las cinco más acreditadas ganaderías de Andalucía.

Ahora bien, en el mundo taurino de la época había una disputa que nos puede ofrecer otra posible razón para entender aquella presentación de toros andaluces en la Villa y Corte.

Desde 1775, y hasta prácticamente el final del siglo XVIII, se vivió con pasión entre los aficionados la primera gran rivalidad entre toreros coetáneos de la que hay noticias: Pedro Romero, de Ronda, y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla; a los que se unió poco después un discípulo de este último: José Delgado, alias “Hillo” o “Pepe-Hillo”, también de Sevilla.

La competencia entre el torero de Ronda y los dos sevillanos fue total, y abarcaba cualquier aspecto que surgía. Uno de ellos guarda relación con la aversión que tenían Costillares y Pepe-Hillo a los toros castellanos; un rechazo que tuvo su manifestación más conocida con ocasión de los festejos reales que se celebraron en la Plaza Mayor de Madrid los días 22, 24 y 28 de septiembre de 1789 para festejar la exaltación al trono de Carlos IV. Los dos toreros sevillanos pidieron por escrito al Sr. Corregidor que no se lidiaran los toros de Castilla contratados, pertenecientes a la ganadería de D. Agustín Díaz de Castro; en cambio, el de Ronda no puso reparos en enfrentarse a aquellos temibles toros de tierras leonesas, lo que permitió que se pudieran correr en tan señalados festejos.

Pedro Romero puso en evidencia a los dos diestros sevillanos con ese incidente de los toros de Castilla ocurrido en 1789. A pesar de ello, la Real Junta de Hospitales contrató para lidiar las corridas del año siguiente en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá a Costillares y Pepe-Hillo, además de un tercer torero llamado Francisco Garcés. Casualmente, entre las ganaderías de 1790 no aparece contratada la de D. Agustín Díaz de Castro, y fue ese año cuando se tomó la novedosa decisión de traer a prueba ganaderías de Andalucía.

Por ello, lo que cabe preguntarse es si, más que querer complacer el gusto del público, aquellas dos decisiones de la Real Junta de Hospitales fueron una imposición de Costillares y Pepe-Hillo.

Pero, si ya resulta difícil dar respuesta a preguntas de ese tipo respecto a hechos contemporáneos, más lo es aún encontrarla para casos ocurridos hace más de dos siglos. Por ello, fuese por la razón que fuese, sólo cabe resaltar la importancia que tiene para la historia del toreo la noticia que sitúa en 1790 la presentación en Madrid de las primeras ganaderías de Andalucía.

Ahora bien, respecto a esas presentaciones se conservan en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (ARCM) las notas de los gastos que ocasionó el traslado de los toros seleccionados desde Andalucía hasta Madrid. Una información que, aunque pueda parecer más banal, resulta muy ilustrativa de la forma como se hizo esa conducción, y por extensión de la forma de conducir toros de lidia en esa época de finales del siglo XVIII. Es más: se podría decir que es un gran testimonio de cómo se trasladaron los toros de lidia desde el origen de los festejos taurinos hasta finales del siglo XIX, que fue cuando se empezó a generalizar el transporte por ferrocarril.

El Marqués de Casa Mena hizo de intermediario entre la Real Junta de Hospitales de Madrid y las ganaderías sevillanas vendedoras; y también fue quien organizó la conducción de los toros seleccionados: 12 de D. Antonio Maestre, 8 de D. Joaquín de Goyeneta, 8 de D. Benito de Ulloa, 8 de D. Juan Bécquer y otros 8 del Conde de Vistahermosa. En total 44 toros.

(Hay que dejar constancia de que el número concreto de toros por ganaderías que aparece en las notas del ARCM no concuerda con el que se ofreció en los carteles de las respectivas corridas publicados en el Diario de Madrid: 14 toros del Conde de Vistahermosa, 12 de D. Antonio Maestre, 8 de D. Benito Ulloa, 5 de D. Joaquín de Goyeneta y 5 de D. Juan Bécquer. Serían también 44 toros, aunque distribuidos de forma diferente. A este respecto, y pese a la oficialidad que se supone a los carteles, la variada documentación conservada en el ARCM, y que siempre es coincidente, aporta una mayor credibilidad a sus datos, por lo que es su distribución la que aquí damos por cierta.)

El punto de encuentro para la conducción fue Castilblanco de los Arroyos, a unos cuarenta kilómetros al norte de Sevilla, hasta donde los mayorales de las distintas ganaderías contratadas trasladaron sus respectivas reses.

El punto de destino, lógicamente, fue Madrid; y muy posiblemente a una finca muy cercana a Barajas llamada “La Muñoza”, en cuya dehesa se concentraban habitualmente las reses que adquiría la Real Junta de Hospitales para ser lidiadas en Madrid.


Mapa con la ruta aproximada de la conducción


Y el itinerario que se siguió entre ambos puntos lo podemos esbozar por la relación de los pagos que fueron efectuados en los portazgos de la ruta: Castilblanco de los Arroyos, Monesterio, Puente de Almaraz, Talavera de la Reina, Puente del Alberche y Navalcarnero. Además, también consta una relación de gratificaciones realizadas a los guardas de las dehesas donde se permitió pastar y descansar al ganado, lo que nos permite conocer más localidades del recorrido: Monesterio, Zafra, Ribera del Fresno, Campo Alange, Pedrojo, Trujillo y Talavera de la Reina.

De toda esa información se deduce claramente que la conducción, una vez que partió de tierras sevillanas, transcurrió por vías pecuarias que atraviesan Extremadura para dirigirse a Talavera de la Reina y Navalcarnero, desde donde se habría rodeado el término de Madrid, muy posiblemente por su zona sur, para llegar hasta el punto de destino.

Una conducción que se realizó en 40 días: partió el 3 de mayo de Castilblanco de los Arroyos, pasó por Talavera de la Reina el 3 de junio y llegó al lugar de entrega el 11 de junio. Fechas siempre referidas al año 1790. El viaje de vuelta, ya sin ganado de ningún tipo, se calculó para presupuestarlo en 11 días a pié.

Desde luego, 44 toros conforman una gran manada de reses bravas, y eran de vacadas diferentes, lo que lleva a suponer que fue una conducción difícil. No obstante, sólo se previeron y utilizaron 7 cabestros. Un número de mansos que parece exiguo dadas las dificultades propias de un traslado tan largo y, por otro lado, con la sospecha de la presencia de lobos en el tránsito por tierras de Extremadura, como así ocurrió finalmente.

Con todo, no se extravió ninguna res, y los 44 toros que partieron de Castilblanco de los Arroyos llegaron finalmente hasta su destino en Madrid. Lo que da idea de la pericia de los hombres que realizaron el traslado.

Detalle del dibujo a plumilla de Luis Pineda



Al mando de la conducción estuvo Juan de Amisas, quien ejerció las funciones de mayoral junto a Bartolomé Carmona, dos célebres varilargueros de la época que guiaron la marcha con sendos caballos comprados al efecto. Y la expedición se completó (precisamente por la sospecha de que aparecieran lobos) con cuatro vaqueros a pie: Antonio Martín, Pedro Utrera, Fernando Portillo y Miguel Franco. Pero consta en las notas del ARCM que el último de los vaqueros citados abandonó la conducción en Talavera de la Reina, por lo que sólo fueron tres los zagales que completaron el recorrido.

Respecto al encargado de la dirección de la remesa, quien realmente figura citado en las notas de gastos no es “Juan de Amisas”, como he hecho contar en el párrafo anterior, sino “Juan Luís de Amisas”; pero entiendo que se trata de un error o una confusión, y que fue el primero (Juan), y no el segundo (Juan Luís), quien dirigió aquella histórica conducción.

Juan de Amisas fue un varilarguero sevillano que, según Cossío, aparece en carteles de la Maestranza entre 1765 y 1770, así como en carteles de Madrid de 1787 y 1790, lo que es un dato muy importante. Juan de Amisas tuvo un hijo llamado Juan Luís de Amisas, que siguió los pasos de su padre y también alcanzó fama como picador, pero que nació en el año 1776, según Cossío, por lo que resulta imposible imaginar que se otorgó la dirección de tan importante conducción de toros bravos a un chaval de 14 años. Por contra, es mucho más creíble que se le encargase a un hombre con la veteranía que por entonces tenía el padre. Esta suposición gana enteros al constar en las notas del ARCM que los mayorales que dirigieron el traslado no volvieron a Sevilla porque fueron contratados para actuar en Madrid durante aquella temporada de 1790, lo que viene a coincidir con lo apuntado por Cossío respecto a los carteles en los que aparece anunciado Juan de Amisas en la Villa y Corte. Además, donde figura el nombre de “Juan Luis” es en los textos redactados por contables o secretarios, pero en la firma de esos textos se puede leer con claridad meridiana “Juan de Amisas”.

Respecto al coste de la contratación de aquellos 44 toros de ganaderías de Andalucía y su traslado hasta Madrid, fue el Marqués de Casa Mena quien tuvo que ir adelantando los pagos, para después rendir cuentas con la Real Junta de Hospitales; que son, precisamente, las notas conservadas en el ARCM.

Por los 44 toros se abonaron 50.600 reales de vellón. Y se especifica en la documentación que fue a razón de 1.150 rs. por cada toro, sin distinción de ganaderías. Lo que demostraría en relación con lo indicado en los antecedentes que no fue una selección y negociación ganadería por ganadería, sino una operación diseñada y concertada de forma conjunta.

Además, llama poderosamente la atención el precio pactado por toro, porque la cotización más alta de aquella época la tenían los “toros jijones”, que se anunciaban por entonces a nombre de D. Miguel Jijón y se pagaban en Madrid a un precio de 930 rs. por toro más otros 20 que daba el ganadero en limosna a los hospitales.

Una segunda partida fue la de los 7 cabestros, que se compraron en Sevilla a D. Diego Vázquez y costaron 4.480 reales de vellón, a 640 rs. por cabeza. Además, también se adquirieron dos caballos para los mayorales: uno que se compró junto a los cabestros a 640 rs., y a 770 el segundo.

Además de los pagos anteriores, hubo otros muchos. Se gratificó con 110 rs. a los mayorales de las vacadas vendedoras por llevar sus respectivas reses a Castilblanco de los Arroyos. Por lo que se refiere a la conducción hasta Madrid, a los mayorales se les ajustó a 20 rs. por día, pero sólo les abonaron las 40 jornadas que duró el viaje de ida, dado que los dos se quedaron en la Villa y Corte para actuar como piqueros en la temporada. Por otro lado, a los tres vaqueros que completaron la totalidad del traslado se les pagó a razón de 10 rs. por día, ajustándose en 11 las jornadas de vuelta más las 40 de la ida. Y a todos esos importes habría que sumar otras partidas, como lo pagado al vaquero que dejó la conducción a la altura de Talavera de la Reina, el coste de la cebada para los caballos, los pagos de los portazgos y las gratificaciones a los guardas de las dehesas donde se permitió pastar y dormir a la manada.

En total, para la contabilidad de la empresa se ajustó finalmente la operación en un coste de 59.141 reales de vellón. Pero es evidente que los gastos fueron algo superiores, pues hubo distintas partidas que se debieron contabilizar por otros conceptos, como ocurrió con los caballos utilizados por los mayorales, que quedaron para el servicio de la plaza de toros.

Sin duda, el traslado de aquella primera manada de toros andaluces hasta Madrid del año 1790 debió ser toda una aventura. Romántica, con nuestra mentalidad del siglo XXI (algunos hasta participaríamos gratis, si se nos permitiese hacerlo ahora); pero seguro que dificultosa y dura para los hombres que la protagonizaron. Aún así, aquellas conducciones desde Sevilla a Madrid, y en condiciones semejantes, se repitieron durante unos cien años. Y hubo temporadas en las que se trasladaron más de un centenar de toros; como en el año 1800, que fueron 149 cabezas, o las 110 del año 1831.

Una práctica que comenzó a disminuir hacia 1881, cuando se empezaron a enviar en tren algunos vagones con toros procedentes de Sevilla y con destino a Madrid. No obstante, las conducciones por cañadas, cordeles y veredas continuaron realizándose hasta el año 1894, en el que ya se regularizó la contratación de un tren especial de toros desde Sevilla hasta Madrid.
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Lagun
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NOTA:
En primer lugar, quiero agradecer al pintor Luis Pineda su desinteresada predisposición a colaborar en esta entrada con la realización de una obra original que la encabezara e ilustrara; y, como no, felicitarle por el encuadre que ha ideado para plasmar la difícil imagen de una conducción con medio centenar de reses, así como darle mi más sincera enhorabuena por la calidad artística del dibujo a plumilla con el que nos ha obsequiado a todos. Por ello, rogaría que todos visitarais su página web (luispineda.com), en la que podréis ver otras obras suyas y la forma de poneros en contacto con él.
Por otro lado, dejar constancia de las fuentes utilizadas para la elaboración de esta entrada:
-El Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (signatura 5.033, principalmente).
-Los archivos del Diario de Madrid correspondientes a julio, agosto y septiembre de 1790.
-Al Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla, Antonio Luis López Martínez, quien tuvo la amabilidad de contestar a un correo que le remití cuando localicé buena parte de los datos ofrecidos en este texto en dos obras suyas: El libro “Ganaderías de Lidia y Ganaderos”, y un trabajo titulado “El ferrocarril y el transporte de toros en España”, que podéis encontrar en este enlace que os adjunto.
-Al investigador Francisco López Izquierdo, con los datos ofrecidos en su libro "Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874)".
-Y a José María de Cossío, con su monumental tratado “Los Toros”.
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7 comentarios:

Luis Pineda dijo...

Hola Lagun:

Me gustaría darte mi más sincera enhorabuena por tu blog en general y por este ENORME artículo en particular.

Me parece un trabajo de investigación sensacional en el que has concatenado todos los argumentos y datos de forma tal que su lectura se me ha hecho muy amena a la vez que interesante, pues este acontecimiento lo desconocía por completo y me ha servido para saber un poco más sobre nuestro querido PLANETA DE LOS TOROS.

Esto es otra muestra del arraigo que tienen nuestras tradiciones y lo que ha influido el toro en las costumbres populares desde tiempo inmemorial.

Igualmente quiero agradecerte tus palabras hacia mí, pero de verdad que el dibujo al lado de este tremendo trabajo es lo de menos.

Un cordial saludo,

Luis Pineda

ROBERTO dijo...

Muy bueno el artículo,muy buenos los dibujos,no se puede pedir mas.Enhorabuena.Un saludo.

Anónimo dijo...

Los toros han sido y son parte de nuestra cultura en muchos aspectos. Conocemos bien la historia del espectáculo en sí, sobre todo a partir de mediados del siglo XVIII, pero queda mucho trabajo por hacer en otros campos. Uno de ellos sería el que aborda el amigo Lagun en esta entrada, los oficios y trabajos relacionados con la cría y lidia del ganado bravo.

Desde el campo de la Etnografía, se han realizado numerosos estudios que nos permiten conocer las técnicas que se utilizaban en los diferentes oficios artesanales. Sería interesante investigar sobre la pericia y el conocimiento del territorio que tenían estos profesionales de las ganaderías de toros de lidia. Un conocimiento del oficio que permitía conducir 44 toros a lo largo de tantos kilómetros con medios tan exiguos: dos mayorales a caballo, cuatro vaqueros de a pie y siete cabestros.

Gracias Lagun, una vez más has despertado nuestra curiosidad. Una buena forma de fomentar el conocimiento de los aspectos culturales del mundo del toro.

Saludos,

La meiga del mes de agosto

Jam^2 dijo...

Ufff.
Me encanta leerte.
Aunque llevo algún tiempo sin comentar tus entradas, las leo todas.
No dejes de publicar en el blog.

Uro dijo...

Buen trabajo de documentacion.
Recientemente he visto un documental en television de una trashumancia de reses bravas pero no llegue a escuchar cuando se habia celebrado. Imagino que debe ser de hace años, como tambien imagino que ya no se celebran.
¿Sabria usted decirme si estoy en lo cierto?

LAGUN dijo...

Para Luis: aunque la mayoría de los visitantes del blog no suele dejar comentarios, ten por seguro que muchos me han encomendado que te de la enhorabuena por el dibujo.

Para Roberto, Jam^2 y la Meiga: gracias por vuestra fidelidad.

Y para Uro: Pues se equivoca usted. En la pasada temporada aún hubo algún ganadero/a que continuó con la tradición de practicar la trashumancia. Y deseemos que este año sigan con ella.

Un abrazo para todos.

Uro dijo...

Pues si, tiene razon y ademas puede que sus deseos se haran realidad porque, parece ser, que a finales de este mes se repetira la vereda de vuelta a Vilches.