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Las ganaderías de toros de lidia que actualmente conforman nuestro campo bravo derivan de una serie concreta de vacadas que los tratadistas denominan fundacionales porque afirman que sus propietarios fueron los primeros que comenzaron a seleccionar y programar la reproducción de las reses con la finalidad exclusiva de obtener unos toros destinados específicamente para la lidia, para el toreo a pie tal y como lo conocemos. Por ello es que sólo se suele hablar de ganaderías de toros de lidia a partir del siglo XVIII (aproximadamente y hablando en términos generales).
Pero debemos convenir en que con anterioridad a dicho siglo ya hubo ganaderos de reses bravas, si bien la mayoría de los criadores no destinaban todo su ganado al específico fin de la lidia; y, por otro lado, no hay referencias documentales que acrediten el uso en esas ganaderías de criterios de selección y reproducción de las reses basados exclusivamente en esa lidia de los toros.
De la prueba de la existencia de ganaderos de toros de lidia con anterioridad al siglo XVIII se ha ocupado el investigador D. Francisco López Izquierdo, quien en un artículo publicado en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-1, Enero-Junio 1975), ofrece una relación de 41 ganaderos propietarios de toros que fueron lidiados en Madrid durante el siglo XVII; ganaderos que eran procedentes de Zamora, Madrid, Salamanca, Valladolid, Ciudad Real, Jaén, Cádiz y Toledo muy especialmente, pues esta provincia acapara 17 nombres del total de esa relación de criadores.
Entre todos esos titulares de ganaderías de toros de lidia anteriores al siglo XVIII hay que destacar a uno que López Izquierdo cita en su relación con el nombre: “El Rey - Aranjuez (Madrid)”. Y es que, efectivamente, desde Carlos I (s. XVI) hasta Carlos III (s. XVIII), es decir, durante diez reinados consecutivos que se extienden a lo largo de más de doscientos años, “el Rey de España” fue el propietario de una de las ganaderías de toros de lidia más importantes de la historia, no sólo por la regia figura de sus sucesivos titulares, sino también, y principalmente, por la gran cantidad de años que estuvo activa, por el elevado número de toros que lidiaron y, además, porque dichas reses eran muy deseadas por el público de la época, ya que eran de origen jarameño y por entonces los toros que se criaban en el Jarama tenían fama de ser los más bravos del Reino.
La ganadería del Rey estaba sita en Aranjuez, en cuyas tierras está el lugar de desembocadura de las aguas del Jarama en el río Tajo, y de ahí que Francisco López Izquierdo en su artículo denominara a esta ganadería “La Real Vacada Brava de Aranjuez”. Aunque para ser estrictos habría que decir la primera Real Vacada, ya que Fernando VII en el s. XIX, tras adquirir en 1830 la mayor parte del ganado de D. Vicente José Vázquez, constituyó en Aranjuez una ganadería que también se denominó Real Vacada; y que sería, lógicamente, la segunda.
Don Francisco López Izquierdo escribió en el siguiente número de la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-2, Julio-Diciembre 1975) otro artículo que versaba sobre esa primera Real Vacada Brava de Aranjuez; y este texto, dada la amplitud y densidad del artículo, no tiene mayor pretensión que la de aportar unos pocos datos de los muchos que nos facilita dicho investigador.
........... La Real Vacada Brava de Aranjuez
Pero debemos convenir en que con anterioridad a dicho siglo ya hubo ganaderos de reses bravas, si bien la mayoría de los criadores no destinaban todo su ganado al específico fin de la lidia; y, por otro lado, no hay referencias documentales que acrediten el uso en esas ganaderías de criterios de selección y reproducción de las reses basados exclusivamente en esa lidia de los toros.
De la prueba de la existencia de ganaderos de toros de lidia con anterioridad al siglo XVIII se ha ocupado el investigador D. Francisco López Izquierdo, quien en un artículo publicado en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-1, Enero-Junio 1975), ofrece una relación de 41 ganaderos propietarios de toros que fueron lidiados en Madrid durante el siglo XVII; ganaderos que eran procedentes de Zamora, Madrid, Salamanca, Valladolid, Ciudad Real, Jaén, Cádiz y Toledo muy especialmente, pues esta provincia acapara 17 nombres del total de esa relación de criadores.
Entre todos esos titulares de ganaderías de toros de lidia anteriores al siglo XVIII hay que destacar a uno que López Izquierdo cita en su relación con el nombre: “El Rey - Aranjuez (Madrid)”. Y es que, efectivamente, desde Carlos I (s. XVI) hasta Carlos III (s. XVIII), es decir, durante diez reinados consecutivos que se extienden a lo largo de más de doscientos años, “el Rey de España” fue el propietario de una de las ganaderías de toros de lidia más importantes de la historia, no sólo por la regia figura de sus sucesivos titulares, sino también, y principalmente, por la gran cantidad de años que estuvo activa, por el elevado número de toros que lidiaron y, además, porque dichas reses eran muy deseadas por el público de la época, ya que eran de origen jarameño y por entonces los toros que se criaban en el Jarama tenían fama de ser los más bravos del Reino.
La ganadería del Rey estaba sita en Aranjuez, en cuyas tierras está el lugar de desembocadura de las aguas del Jarama en el río Tajo, y de ahí que Francisco López Izquierdo en su artículo denominara a esta ganadería “La Real Vacada Brava de Aranjuez”. Aunque para ser estrictos habría que decir la primera Real Vacada, ya que Fernando VII en el s. XIX, tras adquirir en 1830 la mayor parte del ganado de D. Vicente José Vázquez, constituyó en Aranjuez una ganadería que también se denominó Real Vacada; y que sería, lógicamente, la segunda.
Don Francisco López Izquierdo escribió en el siguiente número de la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos” (Tomo LXXVIII-2, Julio-Diciembre 1975) otro artículo que versaba sobre esa primera Real Vacada Brava de Aranjuez; y este texto, dada la amplitud y densidad del artículo, no tiene mayor pretensión que la de aportar unos pocos datos de los muchos que nos facilita dicho investigador.
........... La Real Vacada Brava de Aranjuez
Aranjuez está enclavado en la confluencia de los valles de los ríos Tajo y Jarama. En esa conjunción de riberas la naturaleza conformó un paraje singular de gran belleza, en el que se alzaban frondosos sotos que, a su vez, cobijaban unas vegas de excepcional fertilidad. Un entorno natural idílico para la vida y el recreo.
Así lo supieron ver los Maestres de la Orden de Santiago, que construyeron allí una casona de recreo cuando se le otorgó a dicha orden militar la propiedad de Aranjuez una vez que fue conquistada de forma definitiva en 1178. Y así lo entendieron los Reyes Católicos y los monarcas Carlos I y Felipe II; pues tanto los primeros, tras obtener en 1498 la administración vitalicia del Maestrazgo de la Orden de Santiago, como los segundos, con la confirmación a perpetuidad de dicha administración por bula del Papa Adriano VI en 1523, fueron ordenando bajo su mandato la conversión de la antigua casona en palacio, la creación de jardines y la dotación de nuevas infraestructuras para el engrandecimiento y mayor embellecimiento de un Aranjuez, concluyendo con la declaración de Real Sitio y reservando para la monarquía su uso de forma exclusiva.
Claro que, mientras Isabel la Católica sólo vio en aquel bello enclave un lugar ideal para el recreo, Carlos I, gran amante de la caza y los festejos taurinos, también apreció la existencia allí de abundante fauna cinegética y la idoneidad del lugar para la cría de toros de lidia.
Antigüedad de la Real Vacada
Los pocos tratadistas que habían tratado este tema atribuían la fundación de la Real Vacada de Aranjuez a Felipe III, y señalaban el año 1606 como el más antiguo que podían precisar en relación a su existencia.
En cambio, López Izquierdo nos descubre que en el Archivo General de Palacio se halla un documento de 1602 acerca de la Vacada, un inventario de los bienes, derechos y aprovechamientos que Felipe III tenía en el Real Sitio a finales de ese año, constando en el mismo que el Rey tenía por entonces en Aranjuez 500 reses: 130 vacas de más de cuatro años, 60 toros de cuatro y cinco años, 40 utrero-as, 130 erale-as, 120 añojo-as y 20 cabestros.
Pero Francisco López Izquierdo va más allá, y llega a la conclusión de que la Real Vacada Brava de Aranjuez debió fundarse hacia 1535, reinando Carlos I. Para ello se basa en una afirmación que incluye Juan Antonio Álvarez de Quindós y Baena en su obra “Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez” (1804):
“Desde el primer establecimiento del Sitio hallo noticia de la cría de toros bravos, y que su mayoral y el de las yeguas eran los primeros papeles en el Sitio”
Y, como en el año 1530 es cuando Carlos I ordenó realizar las primeras obras en Aranjuez, López Izquierdo aventura la fecha de 1535 para el comienzo de la actividad ganadera. Esa conclusión, lógicamente, no tiene una base documental, pero está basada en las palabras de quien fuese Oficial en la Administración del Real Sitio y, por tanto, de quien tuvo acceso a toda su documentación (que no resulta mala fuente). No obstante, Álvarez de Quindós y Baena sí que cita en su obra varias fechas de la segunda mitad del siglo XVI relacionadas con la cría de toros en Aranjuez, lo que significa que en tiempos de Felipe II la Real Vacada ya estaba en plena actividad y que en ella se criaban toros de lidia.
Si tenemos en cuenta que la Real Vacada estuvo en activo hasta 1766, estaríamos hablando de una ganadería que se mantuvo a pleno rendimiento durante más de doscientos años.
Los toros jarameños
Francisco López Izquierdo aporta en el artículo que sirve de fuente para este texto unas citas del año 1700 que atestiguarían que los astados de la ganadería que el Rey tenía en Aranjuez eran toros jarameños.
Restos arqueológicos prueban la presencia desde tiempos inmemoriales de reses silvestres en las vegas del Jarama, en las de sus afluentes y aledaños. Allí pastaron en libertad hasta que el hombre fue agrupándolas para conformar las primeras vacadas.
Citas del siglo XVII, correspondientes a nuestra literatura más universalmente reconocida, nos hablan de la agresividad y fiereza de estos toros del Jarama. Baste apuntar a Miguel de Cervantes: “¡Ea, canalla —respondió Don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!” O a otros dos de nuestros más ilustres literatos del Siglo de Oro: Lope de Vega, en La noche toledana, o Tirso de Molina, en La villana de Vallecas.
Además de estas citas, que alguien podría pensar que tan afamadas plumas pudieran haber acomodado para lustre de sus obras, con carácter oficial tenemos prueba documental de la acreditada fama de bravura de los toros jarameños en las Relaciones Topográficas ordenadas por Felipe II, ya que se puede leer en una de las respuestas de la localidad de Arganda del Rey (1575-1578) que “... en esta ribera se crían los más bravos toros que se crían en el reino, según fama, y a esta causa se han llevado y llevan a muchas partes y al reino de Aragón, y por su ferocidad suelen decir, cuando una cosa es brava, es como un toro jarameño”.
(Toro Jarameño ... Óleo sobre papel ... Autor: Pablo Moreno Alcolado)
Para poder saber cuál era el prototipo racial de los toros jarameños en el siglo XVI, contamos con la descripción que en 1593 facilitó Jerónimo de la Huerta:
“Son los toros -del Jarama o de las riberas del Tajo- por la mayor parte negros o de color fusco o bermejo; tienen los cuernos cortos y delgados, acomodados para crueles heridas y para levantar cualquier cosa del suelo; la frente remolinada; la cola, larga, hasta tocar en la tierra; el cuello corto; el cerviguillo, ancho y levantado; los lomos, fuertes; los pies, ligeros, tanto que alcanzan a la carrera a un ligero caballo...”
Actividad de la Real Vacada
Mantiene Francisco López Izquierdo que la actividad de la Real Vacada fue siempre efectiva; que en Madrid se lidiaron toros del Rey en casi todas las corridas que allí se daban, y que los pueblos principales los solicitaban para sus fiestas y corridas.
A este respecto, y sólo a modo de ejemplo parcial, D. Rafael Cabrera Bonet nos documenta en el artículo “Transformación y continuidad del espectáculo taurino madrileño en el primer tercio del siglo XVIII”:
De la Real Vacada “... se venden reses bravas para Villaseca de la Sagra el 14 de agosto de 1739...; para Arganda del Rey, el 13 de marzo de 1741; con destino a Alameda de la Sagra se venden 22 toros en 1745; para Valdemoro se destinan 23 toros bravos en 1746 y 10 vacas y 6 toros en 1747; ese mismo año se venden nuevas reses a Alameda de la Sagra y para la Villa de Estremera cinco toros; en 1748 se llevan reses a Ciempozuelos (en una o en dos ocasiones) y 6 toros y varias vacas a Valdemoro; etc...”
Y los toros regios se pagaban además a subidos precios: en el año 1591 se vendían los toros del Rey a 12.000 maravedís cada uno. En 1605 se vendieron al Ayuntamiento de Madrid por 54.000 maravedís cuatro toros más el cabestraje. En 1647 valía cada toro a 500 reales, y el precio fue subiendo tanto que en 1675 se dieron en 1.000 reales; es decir: al doble en tan sólo 28 años.
Ese el precio más alto que nos aporta el estudio, ya que en 1683 se apalabraron a la baja, en tan solo 700 reales, y en 1766 su cotización aún estaba en los 750.
Pero los toros de la Real Vacada no sólo se destinaban a la venta para las corridas organizadas por los ayuntamientos; como es fácil imaginar, en todo tiempo también se utilizaron para las diversiones privadas de los Reyes, empleándolos en todo tipo de juegos y cacerías.
Debemos entender, pues, que la Real Vacada siempre dispuso de un número alto de cabezas. Y, efectivamente, en el estudio se nos aportan datos de distintos años en los que se fija un número de cabezas que ronda las 500 reses.
Extinción de la Real Vacada
Sabida es la animadversión que tenía contra las corridas de toros Felipe V, el primer Borbón. Como consecuencia, la nobleza dejó de participar en las corridas caballerescas y desapareció este tipo de festejo. Pero, no obstante lo anterior, la Real Vacada continuó activa durante su largo reinado.
Ahora bien, la reducción de festejos debió suponer un duro revés para la tesorería de la Real Vacada y, fallecido Felipe V, su hijo y sucesor Fernando VI, poco amante también de los toros, encargó un informe sobre la rentabilidad de la ganadería en los cinco años anteriores a su mandato. El resultado fue un saldo negativo de 7.233 reales de vellón. Claro que en esos cinco años, entre 1741 y 1745, sólo se vendieron 68 toros.
La decisión ante tales cuentas fue una reducción drástica de la ganadería durante el reinado del segundo Borbón. Pero la suerte parecía ya echada.
Carlos III, además de prohibir las corridas de toros, también acordó en 1765 la extinción de la Real Vacada Brava de Aranjuez, procediéndose a la venta de los últimos restos en 1766.
...
Fue así como desapareció la Real Vacada Brava de Aranjuez, una de las ganaderías de toros de lidia más importantes de todos los tiempos.
Los toros que en ella se criaron, los jarameños, forman parte de la historia del toro de lidia. Como ocurre igualmente con otros toros de la zona sur de la Meseta Central: los que la familia Jijón crió en tierras de Los Ojos del Guadiana. Pero todo ello será materia de otros textos de esta bitácora.
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Nota:
Los artículos de Francisco López Izquierdo que han servido de fuente para este texto se pueden consultar en los archivos de la Biblioteca Nacional.
Por otro lado, se autoriza a compartir por otras web’s el óleo sobre papel de Pablo Moreno Alcolado, pero deberá citarse su autoría y deberá añadirse un enlace a este blog.
4 comentarios:
Bonita afición,la de criar toros de lídia, que tenia la realeza en aquella época;lástima que se perdiera por que si hubiera perdurado hasta nuestros días estoy seguro de que las cosas serian de otra manera hoy en día.
Un saludo.
Hola señor de los encierros, correodr llegado de nuevo y asentado...¿o no? ¿queda algún festejo todavía? A mi se me acabaron todos... cantabria, Roma, mi verano se acabó y al duro "tajo" de nuevo.
Muchas cosas que aprender en tus entradas, tengo que ir viniendo despacio y serenamente, para leer y con ello tener argumentos, que siempre vienen bien.
Este año no he ido a los toros en mi localidad, pero sé que estuvieron fenomenal, (creo que ya te lo he contado)
Te dejo ahora con un abrazo.
Bienvenida, Marina.
Acabó agosto, pero estamos en septiembre. Un mes tan taurino que las fiestas de los pueblos se suceden una tras otra, incluso se solapan.
Vuelve por aquí cuando quieras. Un beso.
“¡Ea, canalla —respondió Don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!"
!Lo que habriamos disfrutado en la actualidad de los jarameños!
!Una lastima!
Me llama la atencion que pueblos como Villaseca de la Sagra mantengan hoy en dia la misma idea de toros que por los 1700. Entonces los jarameños y hoy en dia Adolfo Martín, Montealto, Navalrosal y Torrenueva.
!Bravo por este pueblo!
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