De todos los grupos generacionales de artistas, literatos e intelectuales que han surgido a lo largo de la historia de nuestro país, la Generación del 27 es la promoción cultural que más se ha aproximado a la Tauromaquia y la que nos ha aportado un mayor número de obras inspiradas en el mundo del Toro.
La Generación del 27 contó con importantísimos poetas que se inspiraron en el toreo de manera frecuente: Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández, por poner unos ejemplos; pero el más aficionado a los toros, el que más se prodigó en la temática y el único que no se limitó a escribir poemas sueltos y llegó publicar dos libros completos de poesía taurina fue Gerardo Diego.
Gerardo Diego Cendoya (1896-1987), natural de Santander.
La Generación del 27 contó con importantísimos poetas que se inspiraron en el toreo de manera frecuente: Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández, por poner unos ejemplos; pero el más aficionado a los toros, el que más se prodigó en la temática y el único que no se limitó a escribir poemas sueltos y llegó publicar dos libros completos de poesía taurina fue Gerardo Diego.
Gerardo Diego Cendoya (1896-1987), natural de Santander.
Aficionado a los toros desde su niñez, fue un precursor de sus compañeros de generación en lo que se refiere a componer poesía taurina, pues en 1926 ya había escrito los poemas “Torerillo en Triana” y “Elegía a Joselito”, mientras que ni Lorca ni Alberti habían abordado aún esa temática. La pasión por los toros de Gerardo Diego se reflejó en dos libros completos de poesía taurina: “La suerte o la muerte - Poema del toreo” y “El Cordobés dilucidado”.
El primero de esos dos libros, “La suerte o la muerte - Poema del toreo”, es la obra cumbre de poesía taurina de Gerardo Diego. En él reúne composiciones fechadas entre 1926 y 1963 que están inspiradas en las grandes figuras de su época, en las variadas suertes de la lidia y en los distintos momentos de una corrida de toros, además de otros poemas referidos a distintos ámbitos del toro, por lo que se puede decir que conforma toda una tauromaquia completa.
El libro comienza con un “Bautizo y Brindis”, y continúa con unos poesías dedicadas al toro.
“Primavera del utrero”:
“Qué plenitud de dehesa.
Qué azul embriaguez de abril.
Y cómo el pitón progresa,
Garabato de candil.
...”
En una de ellas, “Invocación al toro”, Gerardo Diego le pide al Toro inspiración para terminar su poema, como si fuese una musa, y le rinde culto dándole el tratamiento de un Dios al que llama Padre y equipara con Zeus:
“...
Padre toro, desgarra en mil jirones
las banderas del aire y borbotones,
fulmina y tala, abrasa y carboniza,
revuelve paraísos con avernos,
y encuna este poema de ceniza
y de gloria en la rima de tus cuernos.”
A la hora de recrear los distintos momentos y suertes de la lidia, Gerardo Diego recurre a descripciones que parecen pensadas para personas que van a ir por primera vez a una plaza de toros.
“Verónicas gitanas”:
“Lenta, olorosa, redonda,
la flor de la maravilla
se abre cada vez más honda
y se encierra en su semilla.
...”
La “Media verónica”:
“Uno, dos, tres, siete lances,
columnas de un monumento.
No se deshaga en romances.
Que no se lo lleve el viento.
Falta la cúpula alta,
la rotonda que se exalta
sobre la teoría jónica.
Y la torera cintura
-flor de elegancia- clausura,
pura, la media verónica.”
“Suerte de varas”:
“Cruje el rey sus soberanos
huesos. Qué poderío.
Y el caballo alza sus manos
como tañendo el vacío.
Un minuto dura, eterno,
el alto pujar del cuerno
contra el pulso que se afianza.
Ni uno de los dos cediera
si el maestro no tendiera
la larga de la esperanza.”
“Naturales”:
“El toreo se hace hondo,
a un tiempo se abisma y vuela,
cuando va el toro redondo,
atado el cuerno a la tela.
...”
“Pase de pecho”:
“Entre un temporal deshecho
la gruesa nave embestía.
Al pasar por el estrecho
la plaza se estremecía.
Tú erguido, firme, derecho,
faro en tu roca vigía,
larga el brazo, álzale al techo,
rompa la espuma bravía.
Y allá va el pase de pecho.
Fue la noche y ya es el día.”
Y entre suertes y lances, Gerardo Diego incluye homenajes a figuras del toreo, tanto para elogiar su dimensión artística como para glosar su muerte.
La “Elegía a Joselito”:
“Un lienzo vuelto, una última voz –toro-,
un gesto esquivo, un golpe seco, un grito,
y un arroyo de sangre –arenas de oro-
que se lleva –ay, espuma- a Joselito.”
Un poema sobre “Las largas de Rafael el Gallo”:
“...
Con la larga cordobesa,
larga como una promesa,
tráete ya el toro a la cola
como al paje la princesa.
...”
Una “Oda a Belmonte”:
“...
Venid acá, oh incrédulos,
vedle cómo se afianza
sobre el talón izquierdo bien posado;
la acordada muñeca templa y tañe
a la lira que avanza
y humilla y tuerce y cruje y se comprime.
Mientras la mano diestra la esperanza
del claro acero esgrime.
...”
O el “Adiós a Manolete”:
“...
La balanza equilibra
la suerte y muerte igual.
Islero a Manuel reta.
Manuel a su isla va.
Rodeados de sombra
de espesa inmensidad,
solos allá en su isla
se entrecruzan en paz.”
Siendo tan buen aficionado como era Gerardo Diego, no podía faltar un “Himno a los subalternos”:
“...
Gloria a vosotros, alfiles, jinetes,
gloria y honor. Que mi verso más clásico,
desde el toril al trotar de mulillas
corona os ciña solemne.”
Además, entre otros muchos momentos, el poeta también nos evoca el instante inminente a “El encierro”:
“(Pamplona)
¡Madre, los toros! El río
urge y aprieta sus ondas
de tumulto y vocerío
y espumas negras, redondas.
Se va haciendo embudo el lecho.
Hay que tragar el estrecho,
zancas largas, sanfermines.
Sopla el fuelle. Allá van blusas,
jirones, aspas, esclusas.
Y están tocando a maitines.”
Cierra el libro Gerardo Diego con el poema “Plaza vacía”, y su último verso... ¡Qué último verso!:
“la vida es sombra, y el toreo sueño.”
El primero de esos dos libros, “La suerte o la muerte - Poema del toreo”, es la obra cumbre de poesía taurina de Gerardo Diego. En él reúne composiciones fechadas entre 1926 y 1963 que están inspiradas en las grandes figuras de su época, en las variadas suertes de la lidia y en los distintos momentos de una corrida de toros, además de otros poemas referidos a distintos ámbitos del toro, por lo que se puede decir que conforma toda una tauromaquia completa.
El libro comienza con un “Bautizo y Brindis”, y continúa con unos poesías dedicadas al toro.
“Primavera del utrero”:
“Qué plenitud de dehesa.
Qué azul embriaguez de abril.
Y cómo el pitón progresa,
Garabato de candil.
...”
En una de ellas, “Invocación al toro”, Gerardo Diego le pide al Toro inspiración para terminar su poema, como si fuese una musa, y le rinde culto dándole el tratamiento de un Dios al que llama Padre y equipara con Zeus:
“...
Padre toro, desgarra en mil jirones
las banderas del aire y borbotones,
fulmina y tala, abrasa y carboniza,
revuelve paraísos con avernos,
y encuna este poema de ceniza
y de gloria en la rima de tus cuernos.”
A la hora de recrear los distintos momentos y suertes de la lidia, Gerardo Diego recurre a descripciones que parecen pensadas para personas que van a ir por primera vez a una plaza de toros.
“Verónicas gitanas”:
“Lenta, olorosa, redonda,
la flor de la maravilla
se abre cada vez más honda
y se encierra en su semilla.
...”
La “Media verónica”:
“Uno, dos, tres, siete lances,
columnas de un monumento.
No se deshaga en romances.
Que no se lo lleve el viento.
Falta la cúpula alta,
la rotonda que se exalta
sobre la teoría jónica.
Y la torera cintura
-flor de elegancia- clausura,
pura, la media verónica.”
“Suerte de varas”:
“Cruje el rey sus soberanos
huesos. Qué poderío.
Y el caballo alza sus manos
como tañendo el vacío.
Un minuto dura, eterno,
el alto pujar del cuerno
contra el pulso que se afianza.
Ni uno de los dos cediera
si el maestro no tendiera
la larga de la esperanza.”
“Naturales”:
“El toreo se hace hondo,
a un tiempo se abisma y vuela,
cuando va el toro redondo,
atado el cuerno a la tela.
...”
“Pase de pecho”:
“Entre un temporal deshecho
la gruesa nave embestía.
Al pasar por el estrecho
la plaza se estremecía.
Tú erguido, firme, derecho,
faro en tu roca vigía,
larga el brazo, álzale al techo,
rompa la espuma bravía.
Y allá va el pase de pecho.
Fue la noche y ya es el día.”
Y entre suertes y lances, Gerardo Diego incluye homenajes a figuras del toreo, tanto para elogiar su dimensión artística como para glosar su muerte.
La “Elegía a Joselito”:
“Un lienzo vuelto, una última voz –toro-,
un gesto esquivo, un golpe seco, un grito,
y un arroyo de sangre –arenas de oro-
que se lleva –ay, espuma- a Joselito.”
Un poema sobre “Las largas de Rafael el Gallo”:
“...
Con la larga cordobesa,
larga como una promesa,
tráete ya el toro a la cola
como al paje la princesa.
...”
Una “Oda a Belmonte”:
“...
Venid acá, oh incrédulos,
vedle cómo se afianza
sobre el talón izquierdo bien posado;
la acordada muñeca templa y tañe
a la lira que avanza
y humilla y tuerce y cruje y se comprime.
Mientras la mano diestra la esperanza
del claro acero esgrime.
...”
O el “Adiós a Manolete”:
“...
La balanza equilibra
la suerte y muerte igual.
Islero a Manuel reta.
Manuel a su isla va.
Rodeados de sombra
de espesa inmensidad,
solos allá en su isla
se entrecruzan en paz.”
Siendo tan buen aficionado como era Gerardo Diego, no podía faltar un “Himno a los subalternos”:
“...
Gloria a vosotros, alfiles, jinetes,
gloria y honor. Que mi verso más clásico,
desde el toril al trotar de mulillas
corona os ciña solemne.”
Además, entre otros muchos momentos, el poeta también nos evoca el instante inminente a “El encierro”:
“(Pamplona)
¡Madre, los toros! El río
urge y aprieta sus ondas
de tumulto y vocerío
y espumas negras, redondas.
Se va haciendo embudo el lecho.
Hay que tragar el estrecho,
zancas largas, sanfermines.
Sopla el fuelle. Allá van blusas,
jirones, aspas, esclusas.
Y están tocando a maitines.”
Cierra el libro Gerardo Diego con el poema “Plaza vacía”, y su último verso... ¡Qué último verso!:
“la vida es sombra, y el toreo sueño.”
Francisco Javier Díez de Revenga, máximo especialista en la poesía de Gerardo Diego, dice de él que "fue uno de los pocos poetas españoles capaz de articular un libro monográfico sobre la fiesta, La suerte o la muerte, obra maestra tanto por su intenso contenido poético como por sus virtudes formales y estructurales, ya que todo el libro está concebido como un gran poema del toreo".
10 comentarios:
Joer que pasa esta semana nos has dejado a todos con la boca abierta.
Me ha gustado mucho esta entrada, recuerdo en el instituto que algo me comentaron de este escritor en cuanto a los toros...Pero tenia partidos de fronton y no le di demasiada importancia. Prometo hacer por leer algo de él.
Gracias por seguir ahi.
Papi.
Papy: como se nota que te guta correr encierros en tramos que no permiten descuidos y con toros que, además, te van pidiendo el carnet.
Esta entrada es como los encierros que a ti te gustan: puro rock and roll. No se trata de Lorca ni de Alberti. Es Gerardo Diego. Algo parecido a aquel encierro de SanSe con toros de Justo Nieto. Aquel encierro había que correrlo y esta entrada hay que leerla. Y si ya dejas un comentario: de enhorabuena.
A ti si que te tengo que dar las gracias por seguir ahí, aquí, en esta entrada.
Recibe un fuerte abrazo, amigo, y espero verte muy pronto. "En ná".
Más que interesante la entrada de esta semana. Una pena que no sepamos administrar nuestro tiempo de la mejor manera para poder "asomarnos" a este balcón de continuo y seguir tus recomendaciones. Bellos párrafos y un final ... apoteósico.
(He de decir que he estado de vacaciones. Por cierto, he visto los más que posibles Jandillas de Pamplona para el 2.010)
Un saludo a tod@s.
¡¡¡ Ya falta menos ... pa´ SAN FERMÍN !!!
Teo, dos cositas:
1) Siempre estás ahí, cuando te he pedido ayuda. Y aquí, en lo que no es tan fácilmente asumible. Por ello, me siento agradecido.
2)"Jodío", anda que avisas que te vas de ganaderías. ¿Cómo has visto a los jandillas?
Un abrazo.
¡¡¡ Ya falta menos ... pa´ SAN FERMÍN !!!
Que curioso. Conmozco bien a los poetas que mencionas y tb sus poesías con tono taurino... pero nunca lo había visto de esta forma, eran poemas, simplemente, unos poemas más... Geraredo Diego, tengo que confesar, que nunca fue uno de mis escritores preferidos, aunque, evidentemente, tuve que leerlo, trabajarlo y estudiarlo, como a los demás. Sin embargo recuerdo que sí me impresionaba la fuerza de sus poemas taurinos. Lo había olvidado completamente. Haces las veces de mi memoria... eso me gusta.
Un beso muy, muy fuerte.
Aún sin salir de casa... joer, llevo 15 días... y los que me quedan.
Hola amigo Lagún, mucho tiempo llevo sin soltar palabra, pero en esta entrega tengo que decirle que me ha satisfecho enormemente su lectura.
Los poetas son capaces de canalizar con palabras los sentimientos y en este caso están muy bien elegidos los fragmentos de Gerardo Diego sobre los toros.
Besos y ánimo con el blog, me encanta leer los artículos que publica.
Media Verónica
Marina:
Vaya horitas de dejar un comentario: las 04:19 h.
¿Tu reloj se descontroló en aquel viaje por la senda de las losetas amarillas?
Gracias por tu comentario. Recupérate pronto y bien. Y recibe muchos besos desde esta bitácora.
Media Verónica:
Me acordé de ti cuando preparaba la entrada y elegí el poema que se titula con el mismo nombre que tú elegiste para comunicarte en este blog.
Un besazo, guapísima.
Me alegro de que hayas hecho ésta maravillosa entrada.
Yo he leido y leo a Gerardo con mucha admiración y creo que ya era hora de que alguien le dedicara un espacio donde mostrar su talento.
Me has sorprendido gratamente, como siempre, por otra parte.
Un beso y mil gracias por seguir paseándote por mi humilde rincón.
Miren.
Me quedo con este verso:
"Y cómo el pitó progresa,"
Y comento:
Progresar progresa pero ya nos encargamos luego los "taurinos" de recortar el progreso.
¡Hola Nerim!
A Gerardo Diego ya le han dedicado trabajos en relación con el mundo del toro; y trabajos mucho más expertos, documentados y atinados que el mío. Mi entrada parte de varios de ellos, precisamente. Pero, bueno, gracias. Y también quiero darte las gracias por mantener abierto tu blog. Siempre es reconfortante pasarse por él.
Chirrina: tú, como siempre, buscando ese "detallito". En lo que respecta a mi error mecanográfico, ya está corregido. Otra cosa bien distinta es el problema del serrucho. ¡Un abrazo!
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